27 de junio de 2018

Monedas de la antigüedad (III): estáteras de Cnosos



En la imagen, un interesante par de monedas. La primera es una estátera de Cnosos, fechada entre 330 y 300 a.e.c. En el anverso se ve una cabeza femenina, tal vez Pasifae o la misma Ariadna, con el cabello enrollado y pendientes, mientras que en el reverso se puede apreciar el laberinto cretense en forma de esvástica con cuatro lunas (crecientes entre los brazos de la esvástica), así como cinco pequeñas esferas en el centro. En la segunda, otra estátera de plata, también de Cnosos (datada en la misma época que la anterior), se puede observar en el anverso la cabeza de la ninfa Britomartis-Dictina, coronada de rosas y con los cabellos tanto alzados como cayendo sobre la nuca. Se lee la leyenda (identificativa del lugar), KNΩ. Lleva un collar de perlas y pendientes. En el reverso, de aprecia con claridad la cabeza del minotauro en el centro del laberinto, que está cercado por un borde de algo semejante a perlas.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Junio, 2018.

22 de junio de 2018

Monedas de la antigüedad (II): solidus de oro




En la doble imagen, anverso y reverso de un magnífico sólido de oro, datado entre 407-408, emitido por el usurpador Constantino III (reinado entre 407-411). La moneda, procedente de la ceca de Lugdunum en la Galia, está hoy en el Museo Municipal Quiñones de León en Vigo. En el anverso, la leyenda DN (Dominus Noster) CONSTANTINUS PF (Pius Felix) AUG, con el busto del emperador coronado con diadema y portando coraza y palludamentum; en el reverso, la misma leyenda con LD y COMOB en el exergo de la pieza. Las imagen muestra al emperador victorioso apoyado en una columna, mientras que en su mano izquierda sostiene un globo sobre el cual aparece una Niké que corona al emperador con lo que parecen laureles. El emperador pisa a un prisionero con el pie izquierdo. La leyenda AAAVGGG refiere la presencia de varios Augustos (característica del sistema tetrárquico que impuso Diocleciano muy a fines del siglo III). La abreviatura DN, de Dominus Noster es una fórmula que sustituye a la anterior DIV o IMP, una vez que el cristianismo se impone. COMOB en el exergo es una indicación de una emisión imperial (COM, Comitatus) y de oro (Obryziacum aureum), una expresión que si no estoy confundido, remite a Constantinopla como ceca emisora. Las letras LD en el reverso indican, claramente, la ceca de Lugdunum. No está de más señalar que el solidus se acuña por vez primera en 311, con Constantino (I). Gracias a su “solidez” se continuó emitiendo hasta la medievalidad como moneda para las grandes transacciones.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Junio, 2018


14 de junio de 2018

La pintura de paisajes en la China antigua




Imágenes: arriba, paisaje en la forma de los antiguos maestros, de Dong Qichang; abajo, corriente de agua nevada, de Wang Wei.

Los orígenes de la pintura china como arte independiente se podrían ubicar en el siglo IV. En su desarrollo influyeron los primeros tratados de estética de la poesía, escritos por los famosos Siete Sabios del Bosque de Bambú (siglos III y IV), y aquellos de pintura, entre los que destacan el de Gu Kaizhi (345-411), Notas para un paisaje, el de Zhong Pin (375-443), titulado Introducción a la pintura de paisaje, y el de Xie He (siglo VI), cuyo tratado se llama Huapin lu o Guhua pinlu. Son complementados, ya en el siglo VIII, por el Tratado sobre Pintura del músico, poeta, pintor y calígrafo Wang Wei, quien es considerado el primer paisajista y el creador del estrecho vínculo entre poesía y pintura[1].
La pintura (hua) de paisajes lleva el nombre de montaña y agua (Shanshui), porque uno y otro son elementos que simbolizan el movimiento externo (agua) y la quietud interior (montaña). Desde sus orígenes la pintura estuvo vinculada a la caligrafía. Ambas están hermanadas por los materiales que les otorgan vida y porque las dos tienen al trazo como fundamento expresivo, de ahí que se estimulen mutuamente.
La pintura china tradicional fundamenta su lenguaje expresivo en la línea, encargada de remplazar la proporción, el color y la perspectiva. Tomó cuerpo, paulatinamente, la idea de que por mediación del trazo el artista podía transmitir su sensibilidad, además de permitirle descubrir su propia calidad espiritual y su virtud (que se reflejaría en la perfección de los trazos). La línea sugiere los sentimientos. La fuerza, la velocidad, la duración y la precisión del trazo facilitan su empleo creativo.
Los elementos empleados son la tinta china, a base de maderas quemadas y una serie de abrasivos naturales, el pincel confeccionado con pelos de animales y con madera de bambú, la seda, el papel blanco, en especial desde los siglos XIII y XIV, hecho a base de la paja del arroz.
Los colores usados, cuando se emplean, se reducen a cinco: blanco, rojo, azul, amarillo y verde. Son colores, asociados desde antiguo, a símbolos de autoridad y rango, pero también a virtudes y emociones, a las Cinco Fases y a las direcciones cardinales. El color rojo es yang, un símbolo del verano, del sur, la alegría y la plenitud, especialmente vinculado a las novias y personalidades de alto rango; el azul (con su variante el verde), es el color de la primavera, mientras que el blanco hace referencia al otoño y al occidente, además de señalar el luto. Por su parte el amarillo, que representa el centro y la tierra, es el color del emperador, y el negro, que es yin, personifica el invierno, el norte y el mal augurio.
En virtud de la relevancia de la escritura, dada su capacidad transmisora y formadora, los instrumentos artísticos se clasifican como los cuatro tesoros del estudio. Se trata de la tinta, el tintero, el pincel y el papel. Todos ellos son capaces de entrelazar la poesía, la caligrafía y la pintura. En tal sentido también, en la pintura se introduce la presencia de la caligrafía artística por medio del colofón. Se trata de inscripciones que acompañan los rollos pictóricos. Esta particular escritura agrega al propio valor literario la valía estética, que está presente en la forma caligráfica y en el contenido poético, que intenta entablar un diálogo con la imagen. Suele ubicarse en el extremo superior o inferior de la pintura. Puede contener el nombre del artista, lugar y fecha en donde se plasmó la obra, poemas inspirados en la propia pintura, y hasta comentarios estéticos de los coleccionistas, expresando sus emociones e impresiones. Por medio de los colofones y los sellos de los propios coleccionistas las obras se van enriqueciendo paulatinamente.
La caligrafía no solamente es una forma de aprender a transmitir ideas, sino también una práctica que induce a formar el carácter, pues su ejercicio implica una concreta posición del cuerpo, del brazo y un modo específica de respirar, lo cual culmina en una disposición interior adecuada. De algún modo, la caligrafía está unida a la danza. La postura, en relación al empleo de los instrumentos, propicia que el aprendizaje sea corporal y que influencie los sentimientos, conectándolos con un determinado estado mental. Por ello, se podría decir que la pintura es una manera creativa de canalizar el desarrollo de los sentimientos, así como una forma de conocimiento, que complementa al racional y especulativo, canalizándose a través de un medio expresivo libre.
Cada tesoro representa un aspecto del Tao. El pincel es yang, por ser una herramienta que recoge la tinta, que es yin al dejarse dirigir. La barra de tinta es yang también, pues se activa en el tintero, que es yin, pues es un contenedor, una oquedad, que recibe la tinta. En relación con el papel, que es yin porque se deja impregnar por ella, la tinta es yang. La relación entre los elementos permite alcanzar la unidad, algo que simbólicamente sería como una conjunción erótica o matrimonial. Es por ello que la práctica del arte pictórico adquiere la categoría de autoconocimiento.
Los temas de la pintura son varios: personajes, flores, animales, paisajes y pájaros. Con todos ellos, no obstante, se evita reproducir la realidad. Lo que se busca es expresar la esencia de cada cosa y su contexto; su vida. Hubo, asimismo, dos grandes estilos de pintura. El primero se llama Gong bi zhong cai hua, pintura con colores fuertes (azules, dorados, verdes) y trazos finos, en la que predomina sobremanera el dibujo; el segundo se denomina Shui mo xie yi hua, pintura de estilo libre con tinta y agua, monocroma. La primera tiene como precursor a Li Seu Hiun. Será el estilo que luego será representativo de lo que se conocerá como Escuela del Norte. La pintura monocroma tiene como precursor a Wang Wei, y será la que derive en la Escuela del Sur[2]. Este último estilo contará copn un componente taoísta y más tarde budista (chan-zen). Así pues será espontáneo y muy expresivo, capaz de transmitir el espíritu del objeto mucho más allá de su apariencia externa, así como de remarcar la percepción artística del pintor, asociada a su pericia y a su propio espíritu.
El artista es un calígrafo y, en mismo grado, también un poeta. Su nombre, poético en sí mismo, era impreso en un sello de color rojo, con lo cual la técnica del grabado se introduce de lleno en la pintura. La pintura no era, entonces, solamente un modo de pintar, sino un estilo de vida. La labor del artista será, por consiguiente, sensibilizar al receptor, al espectador, haciendo que luzca la energía y la esencia de cada uno de los elementos naturales.
De algún modo, la pintura de paisajes sustituye la experiencia del paisaje; es decir, el cuadro es capaz de suplir a la naturaleza, despertando en quien lo observa, en aquel que lo contempla, las mismas sensaciones y sentimientos que la experiencia del medio ambiente natural. En consecuencia, debe crearse una pintura que transmita la esencia del medio, intentando evitar su simple representación.
La pintura de paisajes china se plasmó en una serie de diferentes formatos, en hojas de árbol, en abanico, en rollo colgante y en rollo de mano. El origen de este último se puede encontrar en el libro conformado por hojas de papel sueltas que se enrollan sobre un palo; el del rollo colgante proviene, por el contrario, de los estandartes y banderines budistas, que se empleaban para los ceremoniales y los altares, con la intención de ilustrar la doctrina y comunicarla por medio de imágenes. Su presencia estética influenció la pintura de paisajes china porque ésta también transmite mensajes. El rollo vertical o colgante empezó a emplearse en el siglo X. su dimensión es adecuada para acoger los paisajes monumentales. Algo semejante acontecía con el rollo de mano, pues al desplegarse de derecha a izquierda facilita que la obra se perciba de modo dinámico. Su desenvolvimiento transcurre en el tiempo y el espacio, factor clave que permite ir encontrándose con trozos de paisaje o con pedazos de vistas.
Las obras no se exponían de manera permanente. Únicamente se mostraban en ocasiones especiales, sobre todo en las reuniones de amigos o culturales, siendo concebidas, en este caso, como un mecanismo propicio para agasajar disfrutando de las obras de arte.
La combinación de miradas, concretamente tres, estuvo muy presente en la configuración de los paisajes pictóricos. Se trata de la distancia (gaoyuan), hacia arriba, resaltando el primer plano; hacia el interior (shenyuan), lo cual facilita alcanzar el plano medio; y hacia lo plano, destacando la lejanía (pingyuan). Ya en el siglo XIII se incorporaron otras tres más (por parte de Han Zuo), caso de la distancia amplia (guoyuan), la distancia perdida y la apartada (miyuan y yiyuan, respectivamente). Estas últimas fueron muy empleadas por parte de los artistas de la dinastía Song del Norte. En cualquier caso, muchas pinturas de paisajes utilizan más de una perspectiva a la vez, con la intención de expresar varios puntos de vista.
Para elaborar la profundidad se empleó, además, la iluminación de los objetos del fondo, el difuminado de las formas (como el empleo de las nieblas), la disminución de los tamaños, y el tratamiento de las nubes, con las que las montañas se envuelven en un plano medio. El tratamiento de las nubes fue un método común para expresar el vacío y sugerir distancia.
Un factor tradicional muy usado fue los tres tamaños, que se establecían a través de un canon de proporciones, que implicaba grandes montañas, árboles de menor tamaño y seres humanos casi minúsculos. La presencia, escasa y disminuida, del mundo humano, tanto por medio de templos semi escondidos, de individuos prácticamente imperceptibles, o de casas que apenas se distinguen, suponía la expresión decidida del predominio de la naturaleza en el ciclo vital.
La pintura tuvo, en el inicio, una connotación sacra y ritual. De tal modo, los artistas empezarían a cumplir un papel destacado como transmisores de sabiduría y cultura. La pintura de paisajes se conformó, entonces, como un eje formativo, al estar ubicada en los cimientos de la cultura. No se consideraba un pasatiempo, sino un específico modo de cultivarse; en consecuencia, observar, contemplar las obras era un ejercicio de aprendizaje directo para la población. En definitiva, toda pintura tendría un vigor, energía, tono; una fuerza y una atmósfera; un ambiente que expresase la vida, sugiriendo, evocando, movimiento y vibración. Una pintura de paisajes debía ser como un trozo de realidad, pero no una imitación de la misma, puesto que la idea no era copiar el aspecto superficial, la figura o la apariencia de las cosas, sino lograr insuflar vida a la obra. Y este objetivo solamente se lograba captando lo verdaderamente sustancial de cada elemento, cosa u objeto.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Junio, 2018.


[1] Se ha señalado también a Zhan Zichian, pintor del siglo X, como primer paisajista. Vivió en la época en la que se creó el rollo colgante o vertical.
[2] Esta división en Escuela Meridional y Septentrional se debe a Dong Qichang, un teórico de época Ming. Como la capital Tang estaba ubicada en el norte, y empleaba el azul y el verde, se incluyó en ella la pintura paisajística que tenga el color como medio expresivo y que presente un tipo de paisaje pedregoso, rocoso. En el estilo del sur de pintura monocroma, los colores son secundarios. Únicamente se emplean tonos opacos hechos con pinceladas caligráficas gruesas, de manera que el paisaje es terroso. La pintura de la etapa Tang fue expresión de las vivencias cortesanas; una pintura de animales (los favoritos del emperador, sobre todo los caballos), personajes y damas, sin que el paisaje fuese, en realidad, el tema más dominante.

8 de junio de 2018

La antigua literatura sapiencial hebrea


Los libros que en la Biblia hebrea suelen considerarse sapienciales son Proverbios, Eclesiastés o Qohélet y Job. A estos habría que añadir Eclesiástico, conocido como Ben Sira, y Sabiduría, que nos han llegado en griego (y están entre los libros deuterocanónicos).
La sabiduría posee, en este contexto, dos elementos cruciales, el conocimiento (que permite sacar conclusiones y aplicarlas) y la experiencia (que hace percibir un orden que subyace a las realidades). Con ellos la tendencia es alcanzar el arte de transitar por la vida con éxito.
El conocimiento y la experiencia tienen como objeto y campo de observación el funcionamiento de la realidad en cualquier aspecto: la naturaleza, el ser humano en sí y en sus relaciones sociales además de sus relaciones con Dios. La finalidad es una vida dichosa, fecunda, plena. En este sentido, la sabiduría roza la ética.
La búsqueda, práctica y enseñanza de la sabiduría, implica una triple confianza: la confianza en la realidad cósmica y humana, que no es opaca, se deja conocer (no esconde sus secretos) y está ordenada; la confianza en el ser humano y en sus capacidades para observar, investigar, reflexionar y conocer el orden que atraviesa la realidad, lo cual permite amoldarse a él y vivir con seguridad, evitando sucumbir en el caos siempre amenazante; y la confianza en lo divino, creador de todo lo que existe (con su ordenamiento) y conservador de tal creación.
Así, para conseguir sabiduría, es imprescindible partir de una actitud correcta respecto a Dios. El principio de la sabiduría, el temor de Dios, supone ser obediente a su voluntad, respetarle y reverenciarle. Se trata, entonces, de tener una actitud correcta hacia Dios, basada en el respeto,  la obediencia y la adhesión fiel. Tener éxito y ser feliz dependerá de que se esté en buena relación con Dios, se encuentre su orden y haya acomodo a él. Eso es sabiduría.
El fundamento de las ideas sapienciales es el humanismo, la alegría por el orden mundano, la emoción ante el misterio de la vida, la fe en Dios y un afán en la búsqueda de la sabiduría, que es búsqueda de la felicidad. Sabiduría es, en consecuencia, al mismo tiempo esfuerzo del hombre y regalo divino y, por tanto, está hecha de razón y fe.
La sabiduría tradicional es consciente, no obstante, de los límites en el saber humano. En consecuencia,  reacciona aceptando que el hombre no lo sabe todo. Pero esos casos en que falla lo humano no son muestra de la incapacidad del ser humano, sino de la soberanía divina que todo dispone. Así, en el marco de una perspectiva teológica (Proverbios, Eclesiático), se acaba identificando la sabiduría con la Ley.
El significado de sabiduría es amplio. Abarca habilidad, destreza, astucia, experiencia, saber, inteligencia, observación y búsqueda del éxito. Es decir, saber hacer y saber vivir. Es sabio es aquel que atina con el momento y el método más adecuado. Son sabios, por tanto, aquellos que ejercen sus actividades con habilidad y pericia. Sin embargo, se considerará a los ancianos como los sabios por antonomasia, tanto por experiencia como por prudencia.
El vocablo sabio adquirió el significado de escriba, del profesional del arte de leer y escribir. Se refiere, entonces, a hombres expertos en la administración y la cultura profana y religiosa que estaban vinculados al palacio o el templo; esto es, la elite ilustrada. Sin embargo, el primer ámbito sapiencial fue la familia, el núcleo básico del pueblo llano. Ahí será en donde se cultive la tradición sapiencial transmitida de forma oral a modo de refranes y proverbios. De hecho, en las secciones más antiguas de Proverbios hay escasas referencias a la corte o a los círculos ilustrados. Tal es así que algunos de sus dichos delatan su origen campesino.
Con el advenimiento de la monarquía, este saber popular empieza a ser tratado académicamente. Surgen los proverbios cultos y empiezan a ponerse por escrito. Nace de este modo la actividad sapiencial profesional, de carácter escolar y didascálico.
La sabiduría culta recibe influencias (Egipto, Mesopotamia), tanto en contenido como en las formas literarias a través de los escribas cortesanos. Es el caso de la Enseñanza de Amenemope o de la Instrucción de Dwa Jeti, en el caso egipcio, así como de  Diálogo de un hombre con su Dios (cercano al Libro de Job) y de Consejos de sabiduría (próximo a los proverbios bíblicos), en el caso de Mesopotamia.
El género literario sapiencial es en esencia el proverbio (mashal) que, en realidad, hace alusión al proverbio popular y culto, a la pequeña instrucción sapiencial, las comparaciones y enigmas, fábulas, alegorías, el poema didáctico, la  literatura onomástica, himnos y oraciones. El proverbio, sea popular o culto, es la forma simple de este género literario. En él se condensa una experiencia aquilatada en forma poética que avisa el modo de afrontar circunstancias variadas de la vida. Habitualmente emplea imágenes que impactan al que lo escucha haciendo cómoda su memorización. En términos generales, ni impone, ni prohíbe, ni siquiera aconseja. En su forma indicativa es afín a los refranes y, por tanto, el oyente debe extraer sus conclusiones prácticas.
El proverbio podía transformarse en una pequeña instrucción sapiencial, que constaba de varios versos, en general en forma imperativa (un mandato o una prohibición), en los que un maestro (el padre o una persona mayor) se dirige a un joven exhortándolo a tener una cierta conducta. Se suelen incluir los motivos para disponer de determinada conducta y, en ocasiones, se muestra una suerte de moraleja al respecto de las consecuencias de obrar según lo aconsejado o no[1].
El enigma, por su parte, plantea al oyente o al lector un desafío con la intención de provocar reflexión, y una vez obtenida respuesta poder adoptar un comportamiento apropiado.
El poema didáctico se distingue de la instrucción porque no está dirigido, de modo directo, a los oyentes o alumnos, sino que el maestro reflexiona para sí mismo sobre algún tema, religioso o profano. Los sabios utilizaron también en sus escritos el discurso sapiencial, en el que quien habla es la Sabiduría personificada.
Entre los libros sapienciales se destacan, sobremanera, El libro de los Proverbios, El libro de Job y El libro del Eclesiastés o Qohélet. El libro de los Proverbios es la primera obra sapiencial de la Biblia, semejante a un refranero. Algunos ellos pertenecen a una época oral, popular, representando un estadio de sabiduría del pueblo. Otros, por su parte, son más académicos. En realidad, está formado por una serie de colecciones de autores diversos, aunadas por un autor, un compilador o un redactor final.
El título original es Proverbios de Salomón. Se observa aquí el fenómeno de la pseudonimia, procedimiento practicado en la antigüedad que  atribuía a un personaje célebre la autoría de un libro para prestigiarlo. Salomón era famoso, precisamente, por su sabiduría. Con su nombre se prestigiaron también obras sapienciales como Eclesiastés y el deuterocanónico Sabiduría. Del mismo modo, bajo el mismo principio, David fue considerado el autor de la poesía religiosa (Salmos), en tanto que Moisés de la legislación (Torá).
Encontramos en este libro instrucciones sapienciales, discursos (Doña Sabiduría o Doña Locura), escenas que ilustran comportamientos (holgazán, prostituta), además de preguntas retóricas. Todo ello esbozado desde una perspectiva religiosa.
El libro de Job es una obra anónima y compuesta. Su datación se encuadra entre el siglo V y el III a.e.c., si bien el texto aparece completamente terminado alrededor de 200 a.e.c. Es un libro que compendia varios géneros, poema didáctico, epopeya, el diálogo, la disputa sapiencial, la lamentación y el drama. Es un rasgo muy notable la distribución, y abundancia, de los nombres divinos (Yahvé, El, Eloah, Shadday, Elohim).
Job es, en el fondo, un libro sapiencial que presenta antecedentes en las sabidurías de Mesopotamia e, incluso, de Egipto. Es el caso de El hombre y su dios,  un escrito en lengua sumeria de alrededor de 2000 a.e.c.; Ludlul bel nemequi (Alabaré al Señor de la sabiduría), un documento en babilónico antiguo, cuyo origen parece encontrarse en la época casita; y el poema acróstico Diálogo de un hombre con su amigo (Teodicea babilónica), escrito en lengua neobabilónica, entre 1000 y 800 a.e.c.
El libro, en fin, es una obra de ficción. Job es un caso, eso sí, límite,  con el cual se puede estudiar un determinado problema que, desde luego, es real.
El libro del Eclesiastés se titula Discurso de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén. Aunque no se conoce el autor, probablemente fue un acomodado judío culto de Jerusalén, que ejerció su magisterio públicamente. La composición del texto debió ser en el siglo III a.e.c., en la Palestina tolemaica.
El libro no posee un género literario específico expositivo. Se le ha calificado como testamento real, diatriba, colección de sentencias y reflexiones (meditación, pensamientos). Se encuentran  en el libro del Eclesiastés observaciones, proverbios, instrucciones y consejos, además de lamentaciones, bendiciones, alegorías y parábolas. La obra se puede considerar un monólogo o un soliloquio, en tanto que autor usa las opiniones de los demás para discutirlas o rectificarlas si es necesario.
Ha sido comparado con la literatura cínica y pesimista de Egipto y de Mesopotamia. En el caso egipcio con la Instrucción de Ptahhotep, las Quejas del campesino elocuente, la Canción del arpista y la Disputa sobre el suicidio; en tanto que en el de Mesopotamia se le ha puesto a la par con Diálogo del pesimismo. Incluso ha habido paralelos con cierta lírica griega arcaica, en específico la obra de Teognis.
El posicionamiento de Qohélet es, en fin, personal, se desliga de la tradición y tiene pretensiones globales; esto es, intenta erigirse encima de las experiencias con la finalidad de hallar un juicio de conjunto sobre la realidad y la vida.

Bibliografía referencial


Alonso Schökel, L., Manual de poética hebrea, edit. Cristiandad, Madrid, 1987
García Cordero, M., Biblia y legado del antiguo Oriente, B.A.C., Madrid, 1977
Lévêque, J., Sabidurías del antiguo Egipto, EVD, Estella, 1984
_________., Sabidurías de Mesopotamia, EVD, Estella, 1996
Morla, V., Literatura sapiencial y otros escritos, EVD, Estella, 1994
Vílchez, J., Sabiduría y sabios en Israel, EVD, Estella, 1995
Von Rad, G., La sabiduría en Israel. Los sapienciales. Lo sapiencial, edic. Fax, Madrid, 1973.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR, junio, 2018.


[1] También existieron proverbios numéricos, emparentados con el enigma y con la enseñanza, así como el proverbio comparativo, en el que se busca similitud entre dos miembros, para describir alguna situación, o también para sopesar o aprobar una conducta sobre alguna otra.

3 de junio de 2018

Arqueología: el "pensador" y figurilla femenina de Çatal Höyük




Un par de fotos de dos recientes descubrimientos arqueológicos de muy probable alto valor histórico. En la primera imagen, la soberbia figurilla de “el pensador”. Al lado de un conjunto de objetos funerarios, entre los cuales se encontraban vasos cerámicos, puntas de flecha, un hacha, huesos de animales (ovejas y, tal vez, un burro), así como otras piezas de metal, destaca el hallazgo de esta figurilla cerámica, bautizada “el pensador”. Encontrada en unas excavaciones en Yahud, en las proximidades de Tel Aviv, Israel, ha sido datada en 3800 a.e.c., en plena Edad del Bronce. El lugar del hallazgo, cuya datación más antigua ha sido establecida en torno a 6000 a.e.c., parece haber sido un mausoleo perteneciente a algún miembro de la nobleza de la comunidad que habitaba en la zona, en tanto que el conjunto de piezas podrían haber conformado un grupo de ofrendas fúnebres. Resulta relevante observar la actitud pensativa y/o reflexiva  de esta figura sentada, con las rodillas dobladas y la cara apoyada en una mano. Podría recordar, además, la célebre figura sentada de Hamangia, una cultura neolítica en la zona septentrional de los Balcanes. En la segunda imagen, una figurilla femenina de época neolítica (hacia 8000 a.e.c.), hallada en el famoso yacimiento de Çatal Höyük, en Turquía. Hecha en mármol, esta figura, que semeja un luchador de sumo, muestra a una mujer con la cabeza calva y los ojos rasgados. Las últimas investigaciones hechas al respecto del significado de este tipo de figurillas, apuntan a considerarlas representaciones de mujeres ancianas de alguna elite. Una hipótesis atendible; eso sí, tanto como algunas otras todavía vigentes.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Junio, 2018.