24 de octubre de 2012

Monstruos míticos III: los cíclopes

CEGAMIENTO DE POLIFEMO. FRAGMENTO DE CRÁTERA, 660 A.N.E., MUSEO ARQUEOLÓGICO DE ARGOS.
 
 
Los cíclopes corresponden a una categoría de seres gigantescos de enorme fuerza, como los titanes y los gigantes. Los titanes fueron seis dioses primitivos, hijos de Urano, que combatieron por el poder con la nueva generación de deidades olímpicas. No dejan de ser una referencia, ya desde antiguo, a la irracionalidad, la violencia y el desorden. Los gigantes, de horrible apariencia, eran mortales pero casi invencibles. Entre los más antiguos se destacan tres cíclopes (Esteropes, Arges y Brontes, personificaciones de fenómenos atmosféricos como las tormentas), que ayudarán a los olímpicos en la titanomaquia, y que se caracterizaban, entre otros aspectos, por su único ojo en el centro de la frente, como los cíclopes artesanos o constructores de Licia. Se suelen distinguir, a partir de los propios mitógrafos de la antigüedad, tres tipos de cíclopes: los uranios, más primitivos, de la generación de los gigantes, los sicilianos, como Polifemo, que participan activamente en la Odisea, y los que se llaman artífices. Los hecatónquiros hesiódicos, de cien brazos y cincuenta cabezas, son hermanos de los uranios.
Ya en la Odisea eran considerados como seres pertenecientes a pueblos gigantes, salvajes y pastoriles, caracterizados por sus tendencias antropofágicas y su agresividad. Vivían la arcaica Edad de Oro y no sabían trabajar la tierra; moraban en cuevas, nunca aprendieron a formar ciudades, siempre han carecido de leyes y sus familias habitaban de modo aislado unas de otras. Su actividad cotidiana se reducía al pastoreo y a la producción de leche y queso. En esencia, representan, por lo tanto, la naturaleza bestial, sobre la que hay que accionar para poder controlar el curso de las relaciones entre ella y el hombre; son la fuerza natural personificada, y por eso tratan a las personas como objetos naturales, como animales o simples cosas.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Doctorado en Ciencias Sociales, UCV

18 de octubre de 2012

El Hombre Maludang en China



En dos cuevas del suroeste de China aparecieron los restos de un homínido que ha recibido la denominación de “hombre ciervo rojo” de las cavernas u hombre Maludang, que vivió hace 14 mil años. Este espécimen (al menos tres ejemplares), es una mezcla inusual, con características físicas arcaicas y modernas, y constituye los restos más antiguos de su clase hallados  en Asia oriental. Su datación se encuadra entre 14500 y 11000 años. Se trata de un ser humano que compartió espacios con el hombre moderno chino, según revela el equipo de científicos comandado por el  profesor Darren Curnoe de la Universidad de Nueva Gales del Sur, y el profesor Ji Xueping del Instituto Reliquias Culturales de Yunnan, en China. Es posible que estos fósiles correspondan a una especie previamente desconocida, que sobrevivió hasta el final de la Edad de Hielo. También podrían representar una migración temprana y desconocida de parte de los humanos modernos fuera de África, una población que pudo no haber contribuido genéticamente en las personas que viven en la actualidad.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB- Octubre 2012

9 de octubre de 2012

Monstruos míticos II: faunos y silvanos


En el mundo romano el correlato del sátiro fue el fauno y los silvanos. En sus orígenes, Fauno pudo haber sido un arcaico dios romano, de carácter benéfico y protector de los rebaños y los pastores. Este hecho pudo haber facilitado, bajo la influencia griega, su identificación con el arcadio pan. La personalidad divina de Fauno, aun sin perderse, subsistió  multiplicándose, pues los fauni serán, en época clásica, genios campestres y selváticos, haciéndose equivalentes de los sátiros helénicos. Su imagen, por su lascivia y sensualidad, quedó asumida muy pronto a la del diabólico pueblo de los íncubos y fue rápidamente demonizado en los primeros años del cristianismo. La imagen antropomorfa  con cuernos y patas de cabra se convertiría en una de las representaciones iconográficas propias de los pequeños diablos que acompañaban de manera recurrente a Satán.
Los silvanos eran divinidades asociadas a las tierras incultas que rodeaban los campos sembrados. Cada labradío poseía tres silvanos, uno doméstico, otro para los pastores y un tercero para el límite. Estos númenes eran propiciados cuando los hombres se adentraban más allá de los terrenos cultivados, fuera para pastorear, buscar leña, roturar o sembrar nuevas tierras. Con el tiempo, Silvano se convirtió en una serie de demonios de los bosques.
Para los romanos hubo una relación vinculante entre una edad dorada y la presencia del hombre salvaje, pues muchos de los que vivieron esa época poseían varias de las peculiaridades de las deidades silvestres. Eran personajes sin civilización ni reglas, se desplazaban desnudos, vivían como fieras y eran muy peludos. En ciertos autores (Juvenal, Ovidio, Virgilio), se puede observar una tenue, pero clara, admiración por esta suerte de primitivismo. Sus hombres salvajes, no obstante, aunque estrechamente vinculados con la naturaleza, eran vegetarianos y no caníbales (como los cíclopes, por ejemplo). Los romanos imaginaron los hombres agrestes y las figuras míticas monstruosas en áreas alejadas de su centro civilizado, ordenado y jerarquizado; es decir, en India o en Etiopía, por ejemplo, pero fueron conscientes de su presencia en el seno mismo de la plebe, bajo formas cultuales de mucha popularidad, como los rituales báquicos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB




1 de octubre de 2012

Monstruos míticos I: Centauros, sátiros y silenos


IMÁGENES: LA PRIMERA MUESTRA A DOS CENTAUROS CON EL LAPITA CENEO, AL QUE QUIEREN ENTERRAR VIVO. LÁMINA DE PLATA, 650-625 A.N.E., MUSEO ARQUEOLÓGICO DE OLIMPIA; EN LA SEGUNDA VEMOS A UN CONJUNTO DE SÁTIROS Y MÉNADES DIVIRTIENDO A DIONISO EN UN BANQUETE. HEFESTO TAMBIEN ESTÁ PRESENTE. CÁNTARO, 530-520 A.N.E. MUSEO BRITÁNICO.

Los centauros son seres híbridos (una mezcla de caballo y hombre), que viven, como tribus, en los bosques y montes apartados (en Tesalia y Arcadia), comen carne cruda y poseen, en general, rudas costumbres: son incapaces de guardar las leyes de la hospitalidad y se muestran intemperantes y desenfrenados, especialmente ante el vino y frente al lujurioso y lascivo deseo sexual ante las mujeres. Se consideraban, según la tradición, hijos de Ixión y de una nube en forma de Hera, salvo Quirón y Folo, dos de los más renombrados centauros que participan en diversos mitos, cuyo temperamento no es salvaje, sino que se muestran hospitalarios, imparten cultura y no suelen recurrir a la violencia. Representan la tensión contradictoria entre hombre y naturaleza, aunque también, a la par de los sátiros, son depositarios de una antigua sabiduría, de carácter iniciático, que transmiten a ciertos héroes, como hace Quirón con Aquiles, a quien enseña los secretos de las plantas medicinales del bosque. De tal modo, en sí mismos transitan ambos polos contradictorios, el de la naturaleza desbocada pero también el de la natura sabia que, domeñada, aporta cultura. Forman un mito con dos polaridades, uno de ellos es el salvaje con aspecto casi humano, y el otro es un hombre sabio y justo con rasgos bestiales, como ocurre con los mencionados Folo y Quirón. Los centauros simbolizan la vida agreste y los apetitos salvajes, instintivos, relacionándose con las montañas, las cavernas, los árboles y las corrientes de agua. Los centauros, como las amazonas, actúan como seres liminales que señalan las fronteras de la polis. Para los griegos de la antigüedad el espacio civilizado era eminentemente masculino y, por consiguiente, las mujeres podían equivaler a seres salvajes, al estilo de los cíclopes o los centauros.
En su origen, los sátiros y los silenos eran genios de la naturaleza posteriormente incorporados al cortejo de Dionisos. Se trata de criaturas rudas y desvergonzadas que sobreponían a su naturaleza humana las más groseras cualidades animales. Los primeros eran jóvenes y adoptaron de Pan sus características caprinas, mientras que los segundos solían ser viejos con atributos equinos. Los silenos eran, de lejos, los más monstruosos, pues se les representaban con nariz chata y con una barriga prominente, montando un asno y generalmente ebrios. A ambos, al igual que los centauros, se les atribuía una lascivia incontenible (que padecían esencialmente las ninfas), aunque como seres duales también eran considerados como salvajes sabios. Lucían cuernos y orejas de cabra, cola de caballo y un falo siempre erecto, en alusión a su sexualidad desmedida.
Parece que al principio los sátiros y silenos no eran exactamente iguales. La leyenda de estos últimos se origina en Asia Menor, fruto de un posible acercamiento de algunas tribus de humanos a los equinos; los sátiros, en cambio, procedían del Peloponeso o de alguna de las islas del Egeo, y siempre fueron humanos con ciertas transmutaciones caprinas. Sin embargo, muy pronto estas diferencias dejaron de existir y ambos, sátiros y silenos, adquirieron las mismas características, quedando adscritos al culto dionisiaco. Se les representaba como seres despreocupados, salvajes y alegres, amantes de la música y propensos a la embriaguez, casi siempre desnudos, pero portando pieles de cabra y coronados de pámpanos y racimos.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales, UCV