30 de enero de 2018

Plato Euforbos


En la imagen el exquisito plato Euforbos (región dórica oriental, tal vez Rodas, hacia 600 a.e.c.). Dentro de un esquema semejante a un escudo se representa un combate de la Ilíada. Menelao, a la izquierda, tras haber matado a Euforbos, tendido a su espalda, se enfrenta a Héctor, a la derecha, quien intenta recuperar el cadáver. Menelao es representado de frente y por tal motivo se aprecia el interior del escudo, mientras que Héctor se muestra de espaldas, revelando el blasón externo de su escudo, con la forma de un águila negra (ave de Zeus, deidad que le protege en el poema épico). Se sugiere de este modo una cierta perspectiva y un potencial efecto de profundidad. Según la Ilíada, Euforbos fue el primero en herir a Patroclo, aunque será posteriormente Héctor quien lo mate. Euforbos quería asegurarse la armadura del amigo de Aquiles, pero es rechazado por Menelao y despojado de la misma. Entre las figuras se observa un complejo ornamento floral, probable préstamo próximo-oriental. Arriba, en el centro, se pueden apreciar unos ojos con cejas a cada lado de un triángulo en forma de tablero de ajedrez (que hace las veces de nariz), configurando un “rostro”. ¿La mismísima divinidad observando la batalla, como un eco de la visión de los dioses desde el Olimpo tal y como se narra en la Ilíada?. Las figuras presentan colores bastante realistas;  un marrón para los cascos y jitones que llevan los guerreros y un rojo, algo rosado, para sus cuerpos. Los nombres aparecen inscritos, en este caso en dórico. No deja de ser intrigante, me atrevería a añadir finalmente, la nota de Pausanias (siglo II), que señala haber visto en el templo de Hera en Argos, un escudo que pudo haber sido tomado por Menelao de Euforbos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Enero, 2018.

17 de enero de 2018

Novedad editorial: libro sobre mitología y religión


Mi nuevo libro se titula Mito y religión en el mundo antiguo (Pubc. Inter. Book Mark, Mauricio, pp. 497), un ambicioso proyecto de casi quinientas páginas que está a punto de ver la luz pública. Fruto de numerosas indagaciones y de no pocas estimulantes discusiones, a las que el libro debe parte importante de su prestancia, se ha intentado no solamente colmar lagunas sino, sobre todo, hacer nuevos planteamientos y generar un cúmulo de nuevas dudas. La reseña del editor comenta, al respecto, lo siguiente. “Este libro (…) supone un dinámico y actualizado acercamiento a distintos elementos propios de la religiosidad y los mitos de la Antigüedad, desde una perspectiva crítica y analítica…Una obra que presenta las peculiaridades, los modos e interpretaciones acerca de los mecanismos de la religiosidad, la función de los mitos en los registros escritos, las formas de ritualidad, los elementos constitutivos de lo sagrado e, incluso, algunos de los principales vestigios arqueológicos de las estructuras religioso-rituales. Además de en Europa y otras regiones del mundo (a través de Amazon, por ejemplo), su distribución en Iberoamérica está garantizada en México, Chile, Argentina, Brasil y Colombia. 

J.L.S.

11 de enero de 2018

La primera guerra del mundo: Ases y Vanes en la mitología escandinava



Imágenes (de arriba hacia abajo): imagen en detalle de las estelas de Stora Hammars, datadas en el siglo IX, Gotland, Suecia e; imagen de una estela de las mencionadas piedras en la que se observa a Odín en forma de águila.

El panteón nórdico presenta dos grupos de dioses que se enfrascaron en una guerra cuyo desenlace fue un pacto y el intercambio de los prisioneros. El impactante suceso mitológico que enfrenta a dos familias de deidades aparece reflejado en  el poema Völuspá y en las obras de Snorri (Ynglingasaga). La perspectiva historicista ha querido ver en este episodio una batalla real entre dos pueblos, cuyos panteones representarían ases por un lado y vanes por el otro. Los ases (procederían de “Asia”) representarían a los dioses de los invasores indoeuropeos, mientras que los vanes simbolizarían las deidades de los arcaicos pobladores del norte de Europa. La visión estructuralista señala que este episodio (como el de los Nasatya-Asvin en la mitología védica y el conflicto con los sabinos en la historia romana) sería una respuesta a una necesidad interior de la sociedad indoeuropea. Las vanes, en este caso, serían deidades de la clase productora, quienes se integrarían en la sociedad divina en el último sector jerárquico, por debajo de los mandatarios-sacerdotes y los guerreros. En cualquier caso, habría aquí también el reflejo de un conflicto histórico, que afectaría distintas clase sociales y que se produciría ahora, eso sí, en el seno de una única sociedad, la indoeuropea.
No se puede demostrar que la mitología refleje o traduzca el devenir histórico o el ámbito socio-político. Debe partirse, en consecuencia, del mito mismo, como una articulación de ideas, sentimientos, percepciones, de estímulos colectivos e individuales y de inconsciencia y conciencia para encontrar el sentido del conflicto entre ases y vanes y comprender su dinámica en el marco de la mitología nórdica.
El conflicto implica una polaridad que finaliza en un compromiso equlibrante, aunque inestable. Cada uno de los ámbitos se asocia con elementos característicos (luz-sol-día-cielo-padre, frente a oscuridad-luna-noche-tierra-madre), y ambos propician una tensión (en forma de acuerdo e intercambio) dinámica equilibrante. Los ases representan el elemento celeste, vinculado al sistema patriarcal y a una tendencia guerrera y política, mientras que los vanes refieren el aspecto telúrico (asociado a lo comunitario y al ámbito matriarcal).
Thor y Odín representan a la familia de los ases, si bien es el primero el que mejor encarna los valores de esta familia divina. En la poesía éddica y escáldica le mencionan como el más distinguido y el más fuerte de los ases. Encarna los valores de la guerra en su continua batalla contra las fuerzas inframundanas. Su presencia es arcaica, pues ya en el Edad del Bronce existen pinturas que representan al dios del martillo. La gran cantidad de ciclos de poemas a él dedicados y su continua presencia mítica confirman la intensidad de sus cultos. Muchas familias nobles reclamarán al dios del trueno, la valentía y la fuerza en el combate como ascendiente.
Odín, por su parte, tiene también peculiaridades celestes. Es un dios padre, asociado a la guerra y a los caídos en combate. Jefe de los einherjar o caídos en la guerra, pobladores del Valhall, comanda también los bersekir, esa horda de brutales guerreros vestidos con pieles de animales cuya fama de invencibles es proverbial. Su mitología es bastante escasa en tanto que su culto ni fue extendido ni tampoco frecuente[1].
Al lado del dios del martillo y el de la lanza, Thor y Odín, respectivamente, otras figuras relevantes, y antiguas, de la familia de los ases son Tyr, el dios de la espada, Heimdallr, el guardián del puente Bifrost (el Arco Iris o, tal vez, la Vía Láctea) y Ull, portador de arco y flechas. El más y mejor conocido es Tyr, una deidad del cielo caracterizado por su valentía. Es equiparado en Roma con Marte (caso del Mars Thingus). Ases menores son Vidar y Vali, ambos fuertes, valientes y buenos tiradores.
Los ases, en fin, corporalizan la mitad viril, celeste y solar de la estructura mitológica nórdica. Sus cultos se relacionan con la fuerza en cualquiera de sus manifestaciones, tanto en la de los héroes solitarios, como Thor, en la del jefe político y militar, deidad de la conquista, caso de Odín[2], o en el representante del combate individual y colectivo, como Tyr. Aspectos asociados al ámbito celeste, como la de dios padre, rey o legislador, se desdibujan frente al valor y la fuerza de las acciones bélicas.
El poder de la familia de los vanes, especialmente asociada al culto, radica en la magia, no en la fuerza física. Los Eddas caracterizan a los vanes como opulentos y sabios. Con ellos el universo mitológico nórdico conoce el ámbito nocturno y lunar, asociado a lo femenino y la tierra. Los vanes son dioses específicamente asociados a la magia, la fecundidad, la sabiduría, la paz y, por consiguiente, el contrapunto de los ases, vinculados con la guerra, la fuerza, la conquista y la organización. Sus actividades, como las de los gigantes, se vinculan con la tierra. La magia, la profecía y la adivinación (esencialmente en manos de las mujeres) son sus armas y su patrimonio exclusivo.
Entre los documentos históricos que los mencionan se encuentran la Germania de Tácito, en De Bello Gallico de Julio César y en Plutarco. En ellas se menciona el aspecto ritual y profético de las mujeres, se destaca la importancia de las fases de la luna entre los germanos y la relevancia sacra del número nueve, que se relaciona con los cultos ctónicos y agrarios[3].
Es Tácito también quien testimonia la alusión a la diosa Nerthus (madre-tierra, que coincidiría con Njord[4]) referida en asociación con varias tribus germánicas (anglos, varinos, aviones, saurines, eudones, entre otras) de la península de Jutlandia y el norte de la Alemania actual. La diosa se relaciona con el tiempo de paz, algo que ocurre también con el dios Frey, deidad especialmente unida a la riqueza, la paz y la fertilidad. Del mismo modo, reseña el culto ctónico-femenino cuando alude al bosque sacro de los naharvales o a la descripción de los estíos que, dice, veneran a la madre de los dioses y portan amuletos en forma de jabalíes[5].
La pareja Nerthus-Njord es el precedente de Freya-Frey. Njord sería el hijo-amante o amante-hermano de la diosa. La descripción de este dios refiere dos elementos característicos del ámbito telúrico, el sacerdocio (opuesto a la actividad militar) y la riqueza. Se señala que Njord gobierna altares y templos. Sabio y anciano, su destino es el retorno al seno de su madre-hermana la tierra Su asociación con el sacerdocio y las relaciones incestuosas con su hermana (de las que proceden Freya y Frey) se confirman en Ynglingasaga y en Gylfaginning de Snorri. Es un dios pacífico y pacificador; además de rico y expendedor de riqueza.
Así, el ambiente mítico de los dioses vanes aparece reflejado en Tácito en el siglo I. Se trata de la tierra, la luna, la fertilidad y, en general, el elemento femenino.
El culto a las Matronae o Matres, bien documentado arqueológicamente en la región del Rin, permite rastrear la genealogía de los genios femeninos de la fecundidad y el destino (disas, nornas, hamingias y fylgias) de la mitología nórdica. Se suelen representar estas Matronae en grupos de tres (de ahí las nornas germánicas), y se asocian a la fertilidad, la fecundidad, el destino y la protección de los hombres (sobre todo frente a las enfermedades). Determinan el nacimiento y la muerte del individuo. Es un ejemplo palpable de religiosidad centrada en la mujer, la noche y la tierra.
Se podría suponer que un extendido culto ctónico asociado a las madres ha estado presente desde tiempos arcaicos entre las poblaciones germánicas. La tradición asigna un rol significativo, de hecho, a grupos de deidades femeninas en la mitología y en el culto. En la mitología aparecen, al lado de diosas como Frigg o Freya, grupos bastante indiferenciados de deidades femeninas, Son nornas, disas, fylgias valquirias y hamingjas[6]. A todas ellas se les asocia con la protección individual y de la tribu y de ellas se espera la fecundidad humana y la fertilidad de la tierra. Acompañan a la persona desde que nace y en el momento del fallecimiento. Las nornas designan el momento de la muerte; las valquirias y las disas eligen y conducen a los muertos, mientras que las fylgias se aparecen poco antes de que se produzca el óbito. Así, como diosas de la riqueza, la fecundidad y la muerte, son rectoras del destino.
La estirpe de los gigantes[7], que fue la que primero pobló el mundo, antes de deidades y hombres, se ubica en el sector oscuro de la estructura mítica. Pertenecen al círculo de las fuerzas infernales, como el lobo Fenrir, Loki, Hel, la dama del inframundo, y la sierpe Midgard[8]. Todos ellos juntos combatirán contra los dioses la última batalla que finaliza con la destrucción de ambos grupos. Los gigantes preceden a los ases, siendo sus sucesores familiares. Entre ellos hay una evidente oposición que se materializa en enfrentamientos de distinto tipo y magnitud. Así, por ejemplo, Thor habitualmente estará matando gigantes en Jotunheim, además de ogros y trolls.
Los dioses vanes mantienen también relaciones (aunque de otro tipo) con los gigantes, esas figuras infernales, oscuras y claramente amenazantes. La mitología afirma que los gigantes poseen riqueza, magia  y sabiduría, tres aspectos clave que en el mundo divino corresponden a los vanes. La relación gigantes-vanes es de tipo afectivo, hasta el punto que Frey y Njord se casan con gigantas. Existe entre ellos, por tanto, una familiaridad, aunque no exenta de ciertas discrepancias. Loa dualidad vanes-gigantes, sus atributos compartidos y sus relaciones parecen aludir a la ambigüedad del ámbito femenino y nocturno, que se percibe como positivo y negativo a la vez. La tierra es diosa de la fecundidad y de la riqueza y también deidad terrorífica de la muerte y la putrefacción.
La relación sexual entre Freya y su hermano verifica la práctica del incesto entre los dioses vanes. Las relaciones incestuosas se relacionan con el ámbito telúrico, en tanto que suelen prohibirse en la esfera celeste. La relación íntima es no solamente factible sino también necesaria en la esfera mítica de la fecundidad. En el culto, caracterizado por un aspecto fálico y por un menadismo orgiástico, la relación Frey-Freya asume la forma de un hierogamos, propio del ámbito ctónico de la mitología. Frey patrocina la riqueza y la paz. Al igual que su padre Njord, se casa con una giganta. Para conseguirla, entrega una espada que lucha sola, lo que implica su pasividad guerrera[9]. Poderosamente enamoradizo, es un dios del amor y del deseo sexual, rasgos que afirman su pertenencia al ámbito de la fecundidad.
Freya es, tal vez, una tardía encarnación de la Madre Tierra, es la diosa de la muerte, la fecundidad, el amor. Es tanto madre como bruja[10]; por lo tanto, fuertemente ambivalente. Se relaciona también con los gigantes, de un modo pintoresco: es el objeto del deseo de las fuerzas inframundanas.
Freya es la diosa en sí misma, el principio femenino per se. Las demás diosas son únicamente matices o metamorfosis. Aunque su marido es Od, el único matrimonio que parece evidente es el de Freya-Odín, o Tierra Madre y Dios del Cielo. Los nombres teóforos, la arqueología y la propia mitología sugieren que la religión germánica se fundamenta en un inicial enfrentamiento y posterior pacto entre los dioses ases, que representan el cielo y el aspecto viril, y las deidades vanes, simbolizadoras del lado femenino y telúrico. Pero es este dominio telúrico el que se observa de modo continuo en la religión germánica. Las imágenes de tríadas femeninas nórdicas, protectoras de la vida, ejecutoras de la muerte, y vinculadas a Freya, delatan la persistencia de un culto que se asocia directamente al ámbito telúrico de la mitología.
La guerra entre ases y vanes, con su paz posterior, describe la pugna de dos fuerzas del Universo. El conflicto no es un recuerdo histórico ni el reflejo de las peculiaridades sociales de las poblaciones de estirpe indoeuropea o la transcripción de fenómenos naturales. Cuando la mitología escandinava empezó a convertirse en historia de la cultura, particularmente a través de Snorri Sturluson, este conflicto, narrado en forma de aventura primaria, se convierte en el comienzo de la verdadera historia sacra germánica. El ámbito cultural nórdico imagina la historia como dramáticas confrontaciones continuadas de carácter bélico, siendo el universo el campo de batalla. De ahí, que las fuentes mencionen el conflicto como la primera guerra del mundo, Se trata, en consecuencia, del origen, de los inicios.
En la cosmovisión germánica existe una inicial, y extrema, separación entre los polos de la estructura mítica. La confrontación de esos dos grupos, y el pacto final tiene como objetivo último la síntesis implicativa de las dos fuerzas constitutivas. No existe ni mundo ni sociedad si las dos fuerzas permanecen alejadas o se mantienen en continuo enfrentamiento. La cultura será la paz entre ambos sectores. Hay una concepción práctica de la realidad cuya valía reside en el enfrentamiento dialéctico. Los valores antagónicos de cada polo-sector-grupo divino son específicos (tienen sus características esenciales) y no se pueden ni eliminar, yuxtaponer o confundir. La firma de la paz no trae consigo la conformación de una nueva familia homogénea, sino que la división entre vanes y ases, considerada esencial, se mantiene. No obstante, debe haber un ámbito simbólico de unión entre ambas fuerzas en conflicto. En tal sentido, los sacrificios de Mímir y Kvásir[11], que sirven para obtener una elevada sabiduría, buscan la vinculación íntima entre la poesía y la sabiduría con la guerra y la paz entre vanes y ases.
A través de ases y vanes, en fin, se instaura el orden mítico y religioso que cubre los sentimientos, valores y pensamientos de un pueblo. Tras el conflicto se establece una articulación que mantiene las diferencias pero, a la par, evita nuevos conflictos. El artificio poético será el símbolo del acuerdo.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Enero, 2018



[1] Como el Dios del disfraz y la máscara, los episodios míticos a él referidos mencionan la mentira, la traición, el abuso y la astucia. Algunos aspectos que habitualmente se le atribuyen fueron bienes conseguidos a lo largo del proceso mitológico
[2] Mientras Odín y Thor son jefes nómadas, Njord y Frey serán ricos monarcas sedentarios.
[3] Recuérdese al respecto los nueve pasos de Thor antes de morir en el Ragnarok, las nueve noches del sacrificio de Odín o las nueve madres de Heimdallr.
[4] La diosa produce la paz y aleja el hierro (la guerra). Refiere, por tanto la paz y la ausencia de conflicto armado.  La exclusión del metal se aprecia también, precisamente, en el culto a Njord.
[5] En la mitología nórdica el jabalí es el animal de Frey, dios van. Este animal se vincula con la fertilidad y el inframundo.
[6] Las nornas riegan y cuidan el árbol del mundo, llamado Yggdrasil; por tanto, sostienen el mundo. Rigen los destinos humanos.
[7] Los gigantes no son aquí, necesariamente, una antigua generación de dioses vencidos, ni deidades demonizadas de las poblaciones sometidas por los germanos.
[8] La serpiente, el lobo y la señora del inframundo son hijos de Loki y la giganta Angrboda.
[9] El medio efectivo por el que consigue a Gerd, la giganta, es la magia y la hechicería (ni la fuerza ni las promesas de riqueza), asociada a Freya y a lo femenino.
[10] Según los testimonios de César y Tácito, en el mundo germánico, la mujer se relaciona de manera íntima con la adivinación y la magia y, en consecuencia, con la sexualidad. En la tradición nórdica la völva es una mujer que pude rememorar el pasado y adivinar el porvenir. Según el Edda Mayor, la capacidad profética pertenece exclusivamente a las diosas (Freya, Frigg, Idunn, Gefiunn) y a las völvas.
[11] Ambas figuras míticas representan el conocimiento; por un lado el que se posee, y por el otro el que se transmite. No son ni estrictamente ases ni puramente vanes. Poesía y sabiduría testimonian, así, la paz entre los dos ámbitos, el nocturno y el diurno.

3 de enero de 2018

Crátera de Piritoo e Hipodamia


En la imagen una crátera de cáliz (vasija para mezclar el vino con el agua) del Pintor de Hipodamia, fabricada en Apulia y datada entre 350 y 340 a.e.c. Se pueden apreciar dos registros de decoración figurada con diferentes, pero tal vez relacionadas, escenas.  Hagamos una lectura. El registro inferior muestra el resultado trágico de la fiesta nupcial de Piritoo, el rey de los Lapitas y su esposa Hipodamia. Uno de los centauros invitados a la fiesta ha bebido demasiado vino (sugerido por la presencia de una vasija metálica entre sus patas), y captura a Hipodamia. Ella se gira y apela a Piritoo, a su izquierda, mientras en la derecha, un amigo del anfitrión, el gran Teseo de Atenas, levanta su maza con muy aviesas y diáfanas intenciones. En el lado opuesto una mujer lapita huye aterrorizada, tal y como parece expresar la posición de sus brazos. El registro superior se me antoja mucho más enigmático. El centro de la escena está dominado por lo que parece un alto y ricamente decorado tálamo, con un escabel al lado. Delante permanecen dos mujeres, a la izquierda una sirviente (con cierta afectación), y a la derecha una dama en pose sensual, “provocativa”, con sus manos detrás de su cabeza, atendiendo, tal vez, a su cabello. El grupo central es flanqueado a la izquierda por una anciana (quizá sirvienta), que levanta sus brazos y abre su manos en una expresión de horror o de desánimo. Permanece detrás de una mujer con un velo sobre la parte posterior de su cabeza, y con las piernas cruzadas y las manos agarradas sobre las rodillas. A la derecha de esta figura, Eros manteniendo una guirnalda o algo afilado. En el extremo diestro de la escena, se observa un anciano con un bastón, una clámide y botas altas que habla a una mujer que coloca su mano sobre su boca en actitud desanimada o preocupada. Estos personajes y sus acciones parecen sugerir una escena de un drama trágico. Si hubiese aquí un reflejo (o una versión) del Piritoo de Eurípides, podrían conectarse ambos registros: la escena superior podría referirse a los preparativos de la novia antes de la fatídica fiesta. Una vasija, en fin, de gran belleza, con figuras en poses elocuentes y colores adicionales sugerentes. Incluso algunas técnicas pictóricas asoman con prestancia, como el sombreado de la vasija de metal y las vistas en perspectiva, de arriba y abajo en las piezas del mobiliario. No sería de extrañar que hubiese habido algún tipo de referencia en la pintura monumental que, por descontado, desconocemos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Enero, 2018.