31 de julio de 2012

El Gran Salto de la Paleoantropología (II)

Una imagen en la que se muestran bastones, punzones óseos y diversos ornamentos corporales.

Fotografía cortesía del Diario El País (España).

Prof. Dr. Julio López Saco

El Gran Salto de la Paleoantropología


Uno de los principales retos de la paleontología es el Gran Salto, esto es, la aparición repentina en Europa, hace unos 40000 años, de los instrumentos avanzados propios de la creatividad humana moderna. El Gran Salto ya había ocurrido en África 4000 años antes. Un grupo de arqueólogos encabezados por Francesco d’Erico, de la Universidad de Burdeos, acaba de descubrir estas evidencias en la cueva de la Frontera (Border Cave), un yacimiento de extraordinaria riqueza situado en el límite entre Suazilandia y la provincia surafricana de Zululandia, en el sudeste del continente. Los artefactos pertenecen a la cultura San, uno de los grupos de bosquimanos que inventaron la moderna cultura de los cazadores-recolectores que se propagó por el mundo. Las huellas arqueológicas de instrumentos sofisticados y de la primera cultura simbólica de que se tiene noticia ya habían aparecido en este y otros yacimientos sudafricanos, en particular la cueva Blombos, en estratos datados hace 75.000 años. Sin embargo, esa cultura relativamente avanzada desapareció 15.000 años después sin dejar rastro aparente. Los artefactos de la cultura San hallados en la cueva de la Frontera abarcan un periodo extenso de tiempo y un amplio abanico de tecnologías. Incluyen ornamentos corporales hechos de conchas y cuentas, huesos con muescas, bastones de madera para excavar, punzones de hueso y puntas de flecha también de hueso.

Prof. Dr. Julio López Saco
Noticia tomada del Diario El País (España)
31 de julio del 2012

27 de julio de 2012

Pinturas budistas japonesas II


ARHATS CON PÁJAROS Y OTRAS BESTIAS (ROLLOS 61 Y 62)


 
Estos rollos pintados colgantes (números 61 y 62) fueron realizados por Kano Kazunobu, en el período Edo en Japón (mediado el siglo XIX). Hechos con tinta sobre seda, pertenecen a la Colección Zôjôji, en Tokio. Los animlaes eran considerados, según el pensamiento budista, como seres que sienten y que tiene capacidad de sufrir y, por lo tanto, potenciales posibilidades de iluminarse. En este caso, observamos a los arhats relacionándose con una amplia variedad de animales, reales y míticos. En uno de los rollos, un arhat limpia la oreja de un animal que parece un híbrido entre un ciervo y un unicornio. En la parte superior, otros santos cabalgan sobre una suerte de zorros de color rojo. En el otro rollo, varios arhats presentan una enorme tortuga a la que le crecieron unas largas algas en el caparazón. Uno de ellos apunta hacia su diseño con la intención de adivinar a través del mismo. En el fondo, otros arhats hacen el gesto del cuchillo con la intención de someter a una bestia con cabeza de perro que presenta pezuñas y colmillos.

Cortesía: Masters of Mercy: Buddha's Amazing Disciples. Freer  Sackler. The Smithsonian’s Museums of Asian Art.

Prof. Dr. Julio López Saco

UCV-UCAB, Caracas






16 de julio de 2012

Pinturas budistas japonesas I


IMÁGENES: ARHATS BUDISTAS VISITANDO LOS CUATRO CONTINENTES. ROLLOS 97 Y 98, RESPECTIVAMENTE.


Estos rollos pintados colgantes (números 97 y 98) fueron realizados por Kano Kazunobu, en el período Edo en Japón (mediado el siglo XIX). Hechos con tinta sobre seda, pertenecen a la Colección Zôjôji, en Tokio. Se trata de pinturas dedicadas a los Cuatro Continentes, los territorios ubicados en las cuatro direcciones cardinales primordiales a partir del monte Sumeru, centro de la cosmología budista. El continente Occidental, aquí quizá imaginado como el paraíso de la Tierra Pura del Buda Amitabha (Amito), tenía contornos circulares y era una tierra de gentes alegres con caras en forma de luna, que vivían en casas circulares cuidando apaciblemente vacas y ovejas.

Cortesía: Masters of Mercy: Buddha's Amazing Disciples. Freer  Sackler. The Smithsonian’s Museums of Asian Art.

Prof. Dr. Julio López Saco

UCV-UCAB

9 de julio de 2012

Las culturas megalíticas: un nuevo modo funerario


IMÁGENES: ARRIBA, DOLMEN DE POULNABRONE, IRLANDA; ABAJO, MAPA QUE REGISTRA LA DISTRIBUCIÓN DEL MEGALITISMO (CORTESÍA DE CELTIBERA.NET)


A principios del V milenio a.E.[1] se observa en la Europa occidental atlántica, desde la Península Ibérica hasta Escandinavia y las islas británicas, el comienzo de  enterramientos colectivos. Este modo funerario fue penetrando, paulatinamente, tierra adentro y fue adoptado por las poblaciones costeras del norte del Mediterráneo, llegando hasta el Egeo. Las regiones con presencia más antigua de este nuevo rito funerario, conocido como megalitismo, fueron la Bretaña francesa y Portugal. Muy probablemente, una idea funcional se difundió entre las poblaciones costeras del Atlántico europeo, lo que indicaría la presencia de comunicaciones efectivas quizá ya desde el Mesolítico, época en que toda la región compartía una industria microlítica semejante y una economía centrada en la pesca. De tal modo, el nuevo modo funerario se iría desplazando desde occidente a oriente. Sin embargo, no debemos olvidar que en cada región el fenómeno del megalitismo comenzó en una fecha diferente y en forma particular, si bien en todas se construyeron grandes tumbas colectivas. También debemos tener presente que las tumbas colectivas fueron únicamente un aspecto entre otros varios, presentes en un número elevado de sociedades diferentes, de distintas culturas con megalitos.
El megalitismo, así como las restantes formas de inhumación colectiva, se asocia al abandono del hábitat en cavernas[2] y a la formación de los poblados al aire libre, cuyo vínculo con la explotación agrícola de tierras fértiles es una evidencia clara. Los referentes arqueológicos sugieren una relación directa entre los megalitos y el territorio, pues los monumentos suelen encontrarse en zonas elevadas y en el centro de las tierras más fértiles. En tal sentido, es muy probable que los grandes monumentos fuesen marcadores territoriales de ciertos grupos segmentarios, independientes e iguales, en posesión de una economía de gran movilidad (los últimos cazadores, ganaderos y agricultores de roza), y que no tenían otro mecanismo de controlar de modo efectivo la tierra en unas épocas de conflictos demográficos crecientes. Parece bastante probable que hayan sido las últimas poblaciones encuadradas en el Mesolítico, en transición hacia la economía neolítica, las encargadas de construir los megalitos, como un modo de señalar las diferencias respecto a poblaciones venidas de otras latitudes.
En las culturas megalíticas no se han encontrado casi vestigios de poblados, probablemente muy ligeros, hechos con materias vegetales, y móviles, siguiendo los desplazamientos propios de una economía ganadera-pastoril o de agricultura de rozas. Para algunos autores, las tumbas pudieron derivar, no obstante, de las viviendas, y pudieron ser la obra de los recién llegados desde el interior de Europa y no de los arcaicos pobladores costeros. Además, representarían simbólicamente las casas, poseyendo, en consecuencia, un carácter femenino y doméstico.
Entre los tipos megalíticos se destacan las cistas (dólmenes), las tumbas de corredor, los tholoi, los cromlech y los menhires[3]. Esta actividad megalítica estuvo soportada en un marco ideológico expresado en diverso motivos “artísticos”, como los geométricos, los círculos concéntricos, los laberintos, líneas en zigzag y serpenteantes, además de diverso motivos figurativos (soles, animales diversos, armas y seres humanos). Los motivos geométricos han sido interpretados como signos alucinatorios que eran vistos durante los trances chamánicos, vinculados con la ingesta de ciertas drogas durante la celebración de los ritos funerarios.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV


[1] El megalitismo fue, cronológicamente hablando, un fenómenos de larga duración, desde el Neolítico a la Edad del Bronce y, en algunos casos, hasta la Edad del Hierro.
[2] En algunas regiones las tumbas colectivas se hicieron en cavernas, en otras, en cuevas artificiales o hipogeos, pero en la mayoría de las zonas atlánticas se construyeron monumentos de gran tamaño al margen de las oquedades naturales.
[3] Los menhires sueltos y aislados, pudieron haber sido los más antiguos marcadores territoriales conocidos, así como una defensa simbólica frente a la subida del nivel marino. No obstante, también pudieron estar asociados a las fuentes y arroyos de agua dulce.

1 de julio de 2012

Fundamentos de la historiografía romana: historia fundacional

La historiografía romana surge a partir de la influencia de la literatura histórica griega. En tal sentido, los más antiguos historiadores romanos, como Fabio Píctor, no solo escriben en griego, la lengua culta, sino que fechan los eventos por olimpíadas y siguen empleando medidas griegas. La estimulación literaria es, no obstante, tardía: parte de las tendencias helenísticas, especialmente del tipo denominado historia fundacional, cuyo patrón se convierte en esencial. Definir lo que es Roma, clarificar su identidad y su predominancia política, serán los objetivos de los representantes de la historiografía primigenia, que recurría al pasado mítico fundacional para identificar el carácter y las hazañas propias del componente romano. El patrón historiográfico antiguo, como el de la historiografía romana, se fundamenta en el carácter mítico de la historia fundacional, cuyo fundamento son los tiempos originarios, primigenios, momentos en los que nacen las comunidades y ciudades que protagonizan las narraciones. Estos primeros años de existencia marcan el carácter de la colectividad y la representan. Remontarse a fechas lejanas, al margen de la temporalidad histórica, perseguía un objetivo identitario: el carácter, la idiosincrasia del pueblo refleja, la impronta de sucesos y acontecimientos de carácter legendario y mítico. Así, mitos y leyendas se empleaban como herramienta explicativa, al menos hasta Polibio (siglo II a.n.E.)

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales