29 de enero de 2021

Relieve de Behistún: una narrativa de mitificación dinástica persa



El más que famoso relieve de Behistún fue tallado en lo alto de un acantilado en los montes Zagros, en el camino que llevaba de Babilonia a Ecbatana. Dicho relieve muestra un victorioso rey Darío con su pie izquierdo encima de un falso Bardiya, que yace en el suelo, y frente a nueve hombres atados, identificados en los epígrafes como reyes rebeldes. El último de estos soberanos, de sombrero puntiagudo, es el monarca escita. Encima de la fila de cautivos permanece la figura todopoderosa del dios Ahuramazda (representado como Faravahar). Debajo y a cada lado del relieve están inscritas las tres versiones del texto, en persa antiguo, elamita y acadio. 

El texto en persa antiguo se distribuye en cuatrocientas catorce líneas en cinco columnas; el elamita incluye quinientas noventa y tres líneas en ocho columnas, en tanto que el babilonio ciento doce líneas. Sería un oficial del ejército británico, de nombre Sir Henry Rawlinson, quien transcribiese la inscripción en 1835 y 1843. La primera referencia histórica de la misma proviene de Ctesias de Cnido. Tácito también la menciona, incluyendo la descripción de monumentos auxiliares en la base del acantilado. Asimismo, Diodoro de Sicilia menciona el Bagistanon aunque afirma que fue inscrito por la reina Semíramis de Babilonia. Durante mucho tiempo, se creyó que la inscripción procedía del reino de Cosroes II, pues una leyenda narraba que había sido creada por Farhad, una amante de la esposa de este rey. A fines del siglo XVI la inscripción fue vista por el inglés Robert Sherley durante una misión diplomática en Persia en nombre de Austria. La erudición de la Europa Occidental, creyó en esos tiempos que se trataba de un relato de la ascensión de Jesús, o bien de Cristo y sus apóstoles, de las tribus de Israel o, incluso, del rey Salmanasar I de Asiria.

El texto explica, en el fondo, cómo Darío[1] llegó a ser rey de Persia, justificando la apropiación del trono como un retorno de la realeza a la legítima dinastía aqueménida. Las batallas que relata contra diversos rivales en diferentes regiones del imperio evidencian la confusa situación acontecida tras la muerte de Cambises. ¿Qué fue lo que ocurrió?. Resulta interesante constatar la creación de un mitificado relato de auto justificación de parte de Darío para hacerse con el trono.

Cambises parece que no tuvo heredero, de forma que cuando se quedó en Egipto después de su conquista, su hermano menor Bardiya pretendió el trono. Cambises regresó pero (a decir de Heródoto), murió de camino. Bardiya no logra poner a la élite persa de su lado y por tal motivo es asesinado. Es este el momento preciso en que Darío se apodera del trono, aunque carecía de derecho legítimo sobre él. Procede entonces a inventar un cuento bastante alambicado para explicar lo que había pasado. Cambises habría matado a Bardiya antes de ir a Egipto, y durante su ausencia un sacerdote, Gaumata, habría incitado a la rebelión alegando ser hijo de Ciro. Como Darío sabía la verdad, mató al falso Bardiya restaurando el orden. Puesto que ni Cambises ni Bardiya tenían descendientes, Darío reclamó el trono y explicó por qué podía hacerlo de una forma legítima: Ahuramazda le había otorgado la realeza y su linaje le otorgaba el derecho.

Por eso, la inscripción de Behistún comienza con la genealogía de Darío, haciendo un rastreo de su ascendencia hasta Aquemenes, padre de Teispes. Darío ignora la línea dinástica de sus predecesores (Ciro y Cambises), quienes afirmaban descender de Teispes, remplazándola por la de sus propios antepasados, todos descendientes del padre de Teispes, de nombre Aquemenes. Así, desde ese momento, la dinastía persa continuó ciñéndose a semejante afirmación, por lo que se la llama habitualmente aqueménida.

Las luchas dinásticas después de la muerte de Cambises tuvieron relevantes consecuencias para el imperio en virtud de que muchos “países” se rebelaron, incluyendo la propia Persia, Media y Elam. Darío dedica gran parte de su inscripción, en consecuencia, a detallar cómo superó tantos problemas. Los rebeldes se fueron proclamando descendientes del último gobernante independiente de sus estados: en Persia (un militar), en Media (Fravartish, que se dice descendiente del Umakishtar que derrota a Asiria), en Babilonia (Nabónido y Nabucodonosor). Darío afirma que estos fuertes hombres locales mentían y no eran de sangre real, pues él mismo era el heredero legítimo de esos tronos.

Las insurrecciones, localizables temporalmente entre 522 y 519 a.e.c., estaban encabezadas por varios nobles persas y medos, lo que indica que en el fondo el asunto era batallar por el trono imperial. Darío logró hacerse aceptar como gobernante por las poblaciones y las elites a fuerza de una dilatada acción militar. En tal sentido, el relieve en Behistún lo muestra victorioso frente a más de diez reyes enemigos. El rey desarrolla una escritura oficial para las proclamaciones reales (el persa antiguo), construye capitales en Persépolis y Susa y, lo más significativo, establece una genealogía de los descendientes de reyes de Aquemenes.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021.



[1] Se trata, naturalmente, de Darío I (520-486 a.e.c.), rey persa que dirigió una gran expedición en territorio griego y que acabó derrotado en Maratón, en 490 a.e.c.

24 de enero de 2021

Arte del occidente periférico de Mesopotamia (Mediterráneo oriental) IV: arte anatólico (adenda de imágenes 2).







 

Otras pocas imágenes más del rico y variado acervo cultural y estético de la antigua Anatolia. Empezamos con un ortostato, de Milid, hecho en basalto, y que muestra al rey Sulumeli ante el Dios de las Tormentas. Ha sido datado entre los siglos XI y X a.e.c.; continuamos con otro ortostato, de Karkemisch, con la presencia del héroe con animales, proveniente del llamado Muro de los Héroes, fechado hacia 900 a.e.c.; seguimos con una estela funeraria de Marqasi, datada en 850-830 a.e.c.; y una basa de basalto de Tell Taïnat, con un par de leones, que se fecha en el siglo VIII a.e.c.; continuamos con un relieve rupestre de Ivriz, con el rey Warpalawa frente a la deidad Tarhu, fechable en 740 a.e.c.; y un ritón en bronce de Gordion, del siglo VIII a.e.c. que se encuentra a resguardo en el Museo de las Civilizaciones Anatólicas; y finalizamos con una placa mural en cerámica pintada que decoraba las casas frigias, fechable en el siglo VI a.e.c.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021


19 de enero de 2021

¿Quiénes son los Celtas?. Nuevos paradigmas en la investigación


 Mapa en el que se observa la distribución de las lenguas célticas de la antigüedad.

Desde hace unos cuantos años viene dándose un continuo cuestionamiento de aquello que es, o entendemos que es, “celta”. Ha existido, desde siempre, tanto una celtofobia como una celtofilia, que parece mantenerse en el debate historiográfico actual. Desde una determinada perspectiva, o desde un cierto nivel, “celtas” no es más que una creencia, comprendida apenas nebulosamente. En su concepto se reúne un sentido de herencia de conciencia y hasta de pertenencia.

En la actualidad el concepto está sometido a una constante reevaluación, en virtud de su continua evolución. De hecho, “celta” es un concepto equívoco, con un significado que no es único, pues ha sido asimilado tanto a Asterix como a la música celta. En el seno de los estudios académicos y en el marco de la investigación, el acercamiento a lo celta debe orientarse en la lingüística histórica y en la arqueología moderna, pero sin desdeñar la genética, que ha tomado cuerpo apenas hace una década.

La idea de lo celta comienza en las fuentes y referencias clásicas. Luego el concepto se amplía con la denominación de una familia lingüística cuya denominación surge a partir de (cómo no) las noticias clásicas. El reconocido Colin Renfrew ha argumentado, no sin razones de peso, que celtas son los Galli, Galatae y Keltoi clásicos; el etnónimo celtici; las lenguas célticas, por supuesto; los grupos arqueológicos de La Téne y Hallstatt; el arte lateniense y su “espíritu celta”; la “herencia” celta (música, por ejemplo), y hasta el arte irlandés del siglo I, aunque nada tenga que ver con los celtas de la Edad del Hierro. El modelo tradicional, como bien saben muchos, decía que la cuna del celtismo estaba en La Téne, desde donde se extendían por todas partes; una expansión por migración.

Sin embargo, en los años noventa del pasado siglo XX, los arqueólogos británicos empezaron a cambiar el paradigma, configurando una idea (“Celtic from the west”), que ha sido vertida en varios libros desde hace menos de diez años. Los responsables máximos son los profesores de la Universidad de Oxford John Koch y Barry Cunliffe, para quienes el hogar tradicional y original de los celtas en Centroeuropa no es ya el paradigma válido.

No obstante, ha habido también otras propuestas en este mismo derrotero, concretamente el denominado Paradigma de la Continuidad Paleolítica (constancia de lenguas y poblaciones en Europa desde el Paleolítico, con la supuesta presencia de una lengua protoindoeuropea durante el Paleolítico Superior que estaría relacionada con la llegada africana de Homo sapiens a Europa). La teoría ha sido defendida, desde 2005, por lingüistas como Mauro Alinei, A. Häusler, F. Benozzo, el español Xavier Ballester, Marcel Otte, o el antropólogo H. Harpening y el genetista italiano Cavalli-Sforza.

Según los investigadores británicos, la idea principal que manifiestan es que la arqueología, la lingüística y la genética parecen probar que el hogar ancestral de los celtas y, por tanto, su lugar de origen, se encuentra realmente en los finisterres atlánticos, desde las Islas Británicas hasta el sur de la Península Ibérica.

Desde el 2012 en adelante, se atienen también a un relevante y definitivo cambio cronológico, señalando que la génesis atlántica, sobre todo de las lenguas, se adecua a un tiempo más largo, por lo menos hasta el III milenio a.e.c., relacionándose con las gentes del fenómeno del vaso campaniforme, que se extendieron por toda Europa (dirección oeste-este). Este revolucionario idea se fundamenta en la distribución de la toponimia celta en Europa, con una diáfana mayor densidad en las áreas atlánticas. Esta nueva celticización desde el occidente llegaría a expandirse hasta Centroeuropa, Anatolia y la región de los Balcanes durante la II Edad del Hierro. Esta expansión del celtismo sería, probablemente, la expansión, de modo diferente, de varios aspectos: las lenguas, las tradiciones druídicas y, desde el centro de Europa, la expansión de La Téne.

Es probable que los estudios de arqueogenética (Jean Manco, por ejemplo), tengan algo que decir al respecto en un tiempo prudencial, aunque sus presupuestos todavía resultan muy discutibles para la mayoría de especialistas. Así, en este nuevo contexto, ¿podríamos acabar por aceptar al tartésico como una lengua céltica?. A día de hoy parece ya un planteamiento cada vez más probable. De hecho, véase como en el mapa que abre esta reflexión se enumera como céltico el tartésico del sureste peninsular, aunque no hay consenso al respecto ni mucho menos sobre tal catalogación.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021.


Canal de YouTube. Arte por Arte: Arte de la periferia occidental de Mesopotamia (Fenicio II)


Segundo vídeo dedicado al arte fenicio, concretamente referido a los marfiles, la orfebrería y la pintura. Se puede ver el primero en el Canal Arte por Arte, así como el segundo de arte sirio así como el dedicado a las manifestaciones estéticas en Palestina. Posteriormente, vendrán los referidos a Anatolia. Espero que pueda ser de utilidad.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021.

9 de enero de 2021

Arte del occidente periférico de Mesopotamia (Mediterráneo oriental) IV: arte anatólico (adenda de imágenes 1).






Otras imágenes que por su representatividad merece la pena comentar, aunque brevemente, en el marco del arte de la periferia occidental de Mesopotamia dedicado a la península anatólica. En primer lugar, una escultura de soberano de Sam'al, con pedestal de tradición siria y mesopotámica, perteneciente al arte luvita-arameo; en segundo término, una estela funeraria de Marqasi, hoy sita en el Museo del Louvre; en tercer lugar, una Diosa de las cabras salvajes de Minet el-Beida, hecha en marfil, datable en el Bronce Reciente; en cuarta posición, la denominada Esfinge de la Puerta de las Esfinges, en Hattusa, datada entre 1400 y 1200 a.e.c.; en quinto lugar, un ortostato de Alakahüyük, con una escena de la caza del jabalí, fechado en el siglo XIV a.e.c.; en sexto término, otro ortostato, también de Alakahüyük, con acróbatas e ilusionistas, datado en el siglo XIV a.e.c.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021.

 

4 de enero de 2021

Arte del occidente periférico de Mesopotamia (Mediterráneo oriental) IV: arte anatólico








Imágenes (de arriba hacia abajo): ciervo de bronce con incrustaciones de plata de Alacahüyük, datado hacia 2200 a.e.c. Museo de las Civilizaciones Anatólicas; par de toros sacros en cerámica pintada, de Büyükkale, datados entre 1600 y 1550 a.e.c. Museo de las Civilizaciones Anatólicas; plano del Palacio real de Büyükkale; plano del Gran Templo de Hattusa, capital imperial hitita; ritón en plata con forma de ciervo, datado entre 1400 y 1300 a.e.c.; relieve de los Doce Dioses, Cámara B del santuario de Yazilikaya; estatuilla en oro y plata de diosa madre. Hasanoglu, finales del III milenio y; relieve de la deidad guerrera, de Hattusa, datada entre 1400 y 1250 a.e.c.

Los primeros y más arcaicos ejemplos de arte en Anatolia pueden encontrarse en las grutas paleolíticas de Karain, en donde han sido hallados varios adornos y hachas, así como en Cayönü Tepesi, lugar del séptimo milenio en el que se han descubierto alfileres y escariadores en cobre, pero sobre todo, figurillas femeninas hechas en barro sin cocer. Tras estos primeros ejemplos, tenemos que esperar a los primeros grandes poblados, Catal Hüyük y Hacilar para volver a encontrar notables ejemplos estéticos. En el primero de los asentamientos se encuentra un auténtico conjunto artístico. La arquitectura, en madera, adobe y tapial, forma en Catal Hüyük una suerte de apretado caserío sin calles entre sí. Las viviendas, con una gran sala y anejos como despensa para almacenar productos, usaban patios colectivos para evacuar los residuos. Además, cerca de las mismas se ubicaban capillas domésticas decoradas con pinturas y esculturas, con temas que iban desde el paisaje urbano de la ciudad, hasta la presencia de motivos simbólicos y geométricos (flores, círculos, estrellas) y figurativos, esencialmente de animales (aves, en especial buitres, jabalíes, leones, leopardos y ciervos), pero también manos humanas. Al mismo tiempo, son llamativos los cráneos de bóvidos en los muros de tales recintos religiosos.

Al margen de las estructuras de vivienda y las capillas, tienen presencia la serie de figurillas, en mármol y otras piedras, de una probable diosa madre. Sin embargo, la más llamativa es una figurilla de arcilla de una diosa madre entronizada asistida por una pareja de leones. En las tumbas las ofrendas consistieron en espejos de adorno, algunos de obsidiana de pequeño tamaño, y un cuchillo de sílex con una sierpe entrelazada en el mango de hueso.

En el nivel VI del Neolítico de Hacilar se constata el uso de la piedra para ser empleada en los cimientos y partes inferiores de los muros, además de madera y adobes para los soportes o como entramado principal. A partir del 5400 a.e.c. se atestigua la presencia de un recinto urbano fortificado en Hacilar, que presentaba una muralla hecha en adobe la cual guarecía talleres, santuarios, graneros y unos espacios abiertos parecidos a plazas, todo lo cual formaba la más que probable ciudadela de la ciudad. De Hacilar destacan, además, las esbeltas figurillas femeninas y una producción cerámica pintada. Esta última, característica de todas las culturas anatolias, hatti, hitita, luvio-aramea y frigia, incluye recipientes teriomorfos y antropomorfos, uno de cuyos mejores ejemplos lo constituye un cervato echado.

Entre el V y el IV milenios, gracias al empleo artesanal del bronce, Anatolia establecerá los primeros contactos con la cultura urbana mesopotámica, especialmente del sur. La economía centrada en el bronce hará posible que la región se convierta, en la segunda mitad del III milenio, en un conglomerado de pequeñas ciudades-estados. Desde ciudadelas fortificadas los soberanos gobernarían sobre ciudades y no muy extensos territorios adyacentes. Uno de esos núcleos fundamentales será Alacahüyük (2300-2100 a.e.c.), en donde se descubrieron trece tumbas regias que arrojaron diversos adornos, recipientes, joyas, tejidos, cerámicas y armas. En estos ajuares destacan recipientes como cálices, copas, cuencos y jarritas en oro, ornados con temas geométricos (líneas onduladas, cruces gamadas, círculos). Los príncipes difuntos aparecieron adornados con distintas joyas, caso de broches de alfiler, diademas caladas, armas, cetros y collares. No obstante, entre los hallazgos merecen destacarse las figurillas de animales, ciervos y toros en especial, así como los denominados estandartes o insignias en bronce, con imágenes de lo que parecen ser discos dólares y discos con animales. Estas figuritas y estandartes pudieron haber estado fijados en algún soporte, cuyo significado y función se desconocen. Pudieron coronar lechos funerarios o rituales, carros, baldaquinos o quizá el extremo de pértigas simbólicas. Los estandartes tal vez funcionaron como enseñas o emblemas tribales o guerreros, sin perjuicio de que temas como las esvásticas, las aves de rapiña o los ciervos se vincularan al culto solar.

Otros lugares destacados fueron Horoztepe, Korucutepe, Hasanoglu y el Kültepe pre asirio, entre otros varios, localidades todas que nos hablan de la presencia de poblaciones y reyes que formarían el pueblo hatti, cuya cultura (sobre todo en lo que se refiere a temáticas funerarias o rituales) pudo entrar en contacto o relación más o menos estrecha con la tradición de los kurganes esteparios.

La antigua ciudad de Kanish, al lado de Kultepe, y punta de lanza de un pequeño Estado en Anatolia central, supone la instalación, desde los inicios del II milenio, de asirios que organizan una red de delegaciones comerciales y colonias (llamadas karu), por toda la región, ahora dividida en números y muy pequeños Estados, tal vez unos cincuenta. El arte de Kanish, como el de otras ciudades-estado, es el que anuncia el arte hitita. La arquitectura de Kanish estaba formada por una ciudadela, la urbe fortificada y la ciudad baja (donde se encontraba el karum), todo ellos rodeado de murallas. El plano de la ciudad es ovalado, casi circular. En la misma destacó como estructura el palacio de Warsama.

No obstante, la cerámica pintada, denominada capadocia, con decoración geométrica en negro; los ritones (sobre cabezas de carneros y toros); los recipientes teriomorfos (estatuillas huecas de animales con una función de libación, pintadas, con las fauces de los animales abiertas y la lengua colgando); las pequeñas figuritas de dioses protectores en plomo y los marfiles anatolios, deudores de modelos sirios, completan el acervo estético de esta época.

La arquitectura hitita tiene como característica esencial su imitación y adaptación a la naturaleza, tal y como es palpable en la fortaleza de Yenicekale o el santuario de Yazilikaya. Los elementos principales que se usaron fueron la piedra (en los zócalos, como los monolíticos del templo I de Hattusa o los de la puerta de las Esfinges de Alacahüyük), la arcilla (en las paredes) y madera (en los entramados). Los hititas fueron capaces de desarrollar pilares de sustentación, arcos parabólicos y hasta sistemas abovedados en piedra. Existió una arquitectura palacial, caso de Büyükkale, estructurada en forma de edificaciones independientes entre sí pero interrelacionados a través de su función palatina, muy distinto al esquema mesopotámico de patios centralizados y un desarrollo prácticamente ortogonal; una arquitectura religiosa, también de modelo distinto al sirio y al mesopotámico, con templos de concepción cuadrada, que presentan muchas salas con accesos en cualquiera de las fachadas y con patios que no tenían que estar obligatoriamente centrados, y siempre con la cella relegada al lado de un patio; y una arquitectura militar, en la que se observan glacis empedrados, murallas dobles, torres almenadas, ciudadelas y terraplenes de grandes dimensiones.

En Hattusa destacaron varios espacios arquitectónicos, Uno de ellos fueron la ciudadela fortificada y el palacio regio de Büyükkale. El palacio-ciudadela se encontraba rodeado por una muralla con tres puertas de acceso fortificadas. El conjunto contaba con una tríada de patios escalonados porticados y con pilares cuadrados. El inferior era la zona de las recepciones, el del medio para los actos de homenaje y el superior la residencia privada. Por su parte, el llamado Edificio A era una biblioteca con un vestíbulo sostenido por cinco pilares, mientras que el Edificio E se considera fundamento de un origen hitita (realmente es sirio), del bit hilani, o pequeño palacio porticado con salas alargadas, que es característico de la Siria del I milenio a.e.c. El Edificio D, de dos plantas, poseía una entrada monumental. Su gran sala pudo ser el salón del trono y de las audiencias oficiales del soberano. se trata de una arquitectura que puede ser el antecedente de las apadanas de Persia o de las salas regias de Urartu.

En Hattusa los templos principales serán el del Dios de las Tormentas y el de la Diosa Solar de Arinna, si bien el ejemplo más sobresaliente de la arquitectura religiosa se encontraba extramuros, en el santuario de Yazilikaya. El santuario hacía las veces de templo y de columbario de las cenizas del monarca concretamente Tudhaliya. Desde una entrada doble se llegaba a un patio desde el cual se entraba en un espacio rocoso que tenía deidades esculpidas en relieve. En la arquitectura militar destacaban las murallas de grandes bloques de piedra almenada de adobe, con presencia de grandes puertas fortificadas.

Los artesanos y artistas hititas eran hombres jurídicamente libres, muy reconocidos por sus clientes en virtud de que eran estimados y protegidos. Por sus conocimientos y realizaciones las comunidades, los sacerdotes o el propio rey les otorgaban parcelas de tierra. En sus servicios se organizaban en talleres y obradores, como fue el caso de los talleres de orfebres.

El relieve y la escultura hititas, desarrollada esencialmente entre 1400 y 1190 a.e.c., se realizaba en piedras como el granito o la caliza, aunque también existió una estatuaria en bronce de pequeño formato. La escultura encontró su expresión fundamental en el arte monumental, de forma que estuvo ligada a la arquitectura. Las esculturas más antiguas son aquellas que decoraban las tres puertas principales del recinto amurallado de Hattusa, llamadas Puerta de los Leones, Puerta de las Esfinges y Puerta del Rey, respectivamente. En la Puerta del Rey se aprecia un personaje armado, una deidad guerrera que protege el acceso urbano, con su torso desnudo y pies descalzos, llevando un casco con cuernos, un hacha de mango largo y una espada a la cintura. La Puerta de las Esfinges muestra figuras míticas con las alas desplegadas y tocadas con un bonete de cuernos. En la de los Leones se aprecian prótomos de león con las fauces abiertas.

En Alacahüyük, por su parte, encontramos también prótomos que sobresalen de las jambas de la puerta de un recinto de carácter sacro, y que portan collares en sus gargantas. Del mismo modo destacan aquí una serie de semi ortostatos ornados con bajorrelieves, con figuras planas y formas corporales muy estilizadas. Se representan escenas, todas ellas de carácter religioso, de deidades que reciben tributo, sacrificios reales, procesiones de sacerdotes, la caza del toro o del ciervo, además de acróbatas, músicos o guerreros.

La obra primordial del relieve hitita está en el santuario de Yazilikaya, cuya forma final se debió al rey Tudhaliya IV (1250-1220 a.e.c.). Posee dos cámaras principales, la de la Fiesta de la Primavera y la que hace la función de templo funerario y columbario del soberano, de menor tamaño. En la primera, aparecen esculpidas la imagen del rey además de sesenta y cuatro imágenes de deidades ordenadas en dos procesiones, la de los dioses varones y la de las diosas. Los dos cortejos convergen frente a frente encabezados por la diosa Hepat y el Dios de las Tormentas, además de su hijo Sarruma. La otra cámara, lugar de culto a los fallecidos, muestra una escultura de Tudhaliya, además del llamado Dios-espada, la famosa procesión de los Doce Dioses de la inmortalidad y una imagen del dios Sarruma, que aparece en actitud de proteger al rey con su brazo. En la procesión se obtiene la impresión de desfile a través del entrecruzamiento de las piernas y por los puños de las manos izquierdas levantados en gesto de oración. Al margen de Yazilikaya, otros espacios como Hanyeri, Gavurkalesi o Karabel son evidencia de un gran relevancia de los relieves rupestres. Finalmente, debe mencionarse la escultura imperial en bronce, como la estatuilla del Museo de Ankara y los bronces de Dogantepe.

Al margen de la cerámica monocroma los recipientes policromados con ornamento de relieves adosados y los vasos teriomorfos conforman ejemplos destacados del arte hitita. En los vasos terioformos, de forma libre o enmarcados en bandas con decoración geométrica se figuraban animales, objetos varios, edificios y personas en actitud de caza, celebrando rituales o configurando procesiones. Se destaca sobremanera el fragmento de Bitik, en donde se muestra una ceremonia religiosa distribuida en tres frisos. Por otra parte, también debe mencionarse los Toros de Inandik, usados, quizá, para libaciones, y el pato bicéfalo, datado en el siglo XV a.e.c. Finalmente, en la orfebrería sobresalieron los amuletos y los colgantes de oro.

En los primeros siglos del I milenio a.e.c. se desarrolla la denominada etapa luvio-aramea, ápoca de principados y reinos neohititas al norte de Siria y sureste de Anatolia, con gentes de lengua luvita y aramea. Se trata de un mundo heterogéneo, suprarregional con presencia de innumerables pequeños Estados que presentan detalles artísticos de raíces luvitas y arameas, aunque todos ellos comparten un ambiente estético próximo. Estos reinos arameos y luvitas transitaron una triple fase histórica. Una primera de formación, entre 1200 y el siglo X, una segunda (siglo IX y primera mitad del siglo VIII a.e.c.), de fuerte rivalidad con Asiria, y una tercera de decadencia en la segunda parte del siglo VIII.

Los principados luvitas se asentaron en antiguo territorio hitita. La mayoría de ellos reconocían los antiguos estados como Milid o Karkemish. Eran Estados ubicados en zonas con una espléndida protección geográfica que facilitaba el control de las vías de comercio y comunicación así como los yacimientos de hierro. Por su parte, en los siglos XIV y XIII a.e.c., los arameos ocupan la región de Tadmor y las estepas situadas entre el Éufrates y el Habur. Tras el fin de Mitanni-Hanigalbat se asientan en tierras altas y valles de la Yazira. Destacan, entre otros, los reinos de Bit Adini, cuyo centro básico fue Til Barsip, y Bit Bahiani. Los arameos, de origen y mentalidad nómada, de modo análogo a los luvitas, de tradición sirio-mitannia e hitita, presentaban un determinado sentimiento grupal, en virtud de lo cual el modelo gentilicio predominó en una concepción paternalista del poder y del Estado.

Es relevante destacar que luvitas y arameos no fueron comunidades enfrentadas, sino que convivieron pacíficamente, sobre todo entre 1075 y 934 a.e.c., hasta que la Asiria del rey Adadnirari II se empeñó en la conquista de Siria, de forma que tanto Aram como el Gran Hatti serían sus enemigos. Amenazados y atacados por Salamanasar III, sería sin embargo Sargón II, a fines del siglo VIII a.e.c., el que les daría el golpe de gracia, provocando la decadencia del mundo arameo-luvita, lo cual trajo consigo el fin de las construcciones y el abandono de ciudadelas y palacios.

El arte de toda esta región luvio-aramea presenta gran solidez. Se trata de un arte único, común, con una base sirio-luvita y capaz de elaborar un nuevo lenguaje que es común y a la vez diversificado, con ciertas singularidades distintivas motivadas por causas cronológicas, regionales o debido a la exposición de influencias extranjeras. El artista luvio-arameo, que reflejaba un mundo de creencias religiosas (ligadas a la naturaleza, al paisaje, las rocas y las montañas), y de costumbres propias, gozando de una condición social de estima y respeto, utilizó piedras (sobre todo calizas, la andesita y el basalto, esta última en relieves y esculturas), metales, arcillas y maderas.

En la arquitectura, el trazado urbanístico luvio-arameo regulariza la separación entre la ciudadela y la ciudad baja, con una presencia de una arquitectura palatina en la que los palacios no se insertan en la trama de la ciudad sino que se aíslan en la ciudadela, ubicada en el centro pero muchas veces también en un lateral. Además, hay evidencias de murallas externas con torres y almenas, con zócalos y cimientos pétreos. Son realizadas en adobe con entramados de madera. En el interior del recinto urbano destaca el módulo palacial conocido como bit hilani por los asirios. El palacio presenta dos grandes salas angostas y alargadas con los ejes paralelos a la fachada. El exterior se ornaba de ortostatos esculpidos. La primera sala, un pórtico sostenido por columnas o atlantes sobre basas talladas o pedestales teriomorfos (como los leones echados de Tell Taïnat), destaca sobremanera del conjunto. Este típico módulo se puede apreciar en Tell Taïnat, Sam’al o Guzäna. Las construcciones reales o religiosas, incluyendo el bit hilani asociaban en sus estructuras elementos escultóricos, sobre todo bajorrelieves y esculturas portantes.

En la escultura hay que reseñar los ortostatos, las estelas funerarias, los pedestales teriomorfos, las basas decoradas de columnas, los leones pétreos y algunos ejemplos de escultura exenta. Entre los primeros destacan los sillares-ortostatos de Milid, donde encontramos el del rey Sulumeli, que ofrece un sacrificio y una libación al dios de las Tormentas; aquellos de la procesión de las sacerdotisas, la diosa Kubaba, y otros con carros guerreros y portadores de ofrendas; los del Muro de los Héroes de Karkemish, con presencia de deidades en tallas planas cuyas referencias iconográficas son sirias y mitannias; los dedicados al rey Yarini y familia en una escenografía cotidiana, también en Karkemish; los de Sam’al (además de estelas) con el ciclo del rey Kilamuwa (fines del siglo IX a.e.c.) o aquellos de la época del soberano que lleva por nombre Bar-Rakib. Entre las estelas funerarias, de creación aramea, sobresalen la estela de Tell Afis-Hazrek, que representa a una princesa con tocado y una fíbula frigia en su vestimenta, y las estelas de Marqasi (siglos IX-VIII a.e.c.). Entre estas últimas se destaca una que muestra una pareja abrazada y, sobre todo, la dedicada al recuerdo de Tarhunpiya, que aparece de pie sobre las rodillas de su progenitora con una tablilla.

Dentro del grupo de pedestales teriomorfos, basas de columna tallada y leones pétreos, las referencias principales son el pedestal doble de Karkemish, en basalto, con dos leones que muestran la lengua sobre el labio inferior y un hocico arrufado; las dobles esfinges de Sam’al y Sakcagözü; los leones gemelos y echados de Tell Taïnat; las esfinges de Azitawandiya y los leones guardianes de puertas de Milid o de Aïn Dara. Los rasgos característicos constan de fauces muy abiertas, el hocico arrufado y una melena que forma algo semejante a un collar.

En la escultura exenta merece atención la estatua sedente sobre pedestal del dios Atarluha, esculpida en la época del rey Katuwa, con la presencia de un hombre-ave que sujeta a dos leones, y la estatua de un rey divinizado que fue descubierto en Sam’al. Además, hay que mencionar la estatua barbada y con sandalias llamada el coloso de Milid, el relieve del dios Tarhu en Ivriz y el relieve del rey Warpalawa. La deidad, barbada y con cabello, aparece vestida (al modo hitita) y con tocado, mientras que la imagen (de influencia asiria) del soberano, Warpalawa, se muestra con un manto arameo pero prendido con una fíbula frigia.

Entre las artes complementarias la cerámica, de influencias chipriotas, tuvo cierta relevancia, destacando pequeñas jarras decoradas con una serie de círculos concéntricos de color rojo y negro. También tuvo significación artística el arte eborario, de tradición siria e hitita, como se aprecia en el ejemplo de las figuras de músicos tallados en cajitas redondas que fueron halladas en el palacio de Kalhu, y algunos recipientes metálicos, como el conocido ritón de Marqasi o la placa pectoral dorada que representa un árbol de vida y dos cabras en actitud rampante.

Unas tribus provenientes, probablemente, de Tracia se asentarían en la meseta anatólica conformando un reino hacia el siglo IX a.e.c. con capital en Gordion. Se trataba de los musku (según acepción asiria), mejor conocidos como frigios a partir de las fuentes griegas. Hablamos de un pueblo de habla indoeuropea cuya presencia se borraría de la historia hacia 690 a.e.c. cuando Gordion cayó conquistada por los cimerios. El territorio de Frigia sería conquistado por los lidios. Su arte refleja la asimilación de las singularidades y el espíritu anatólico de siglos, lo cual incluye una arquitectura en madera, adobe y piedra, relieves, decoración mural y una cerámica pintada.

La ciudad de Gordion estaba protegida por murallas pétreas, con edificaciones, como el palacio real, en forma modular siguiendo la idea del megaron anatólico. Algunos de los muros externos de las casas se ornamentaban con placas de cerámica decoradas. Además de relieves de animales (toros, leones y caballos) o de seres míticos (grifos), el arte frigio destacó por sus espléndidas fíbulas.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021