27 de octubre de 2020

Entidades híbridas zoomorfas del inframundo maya










Imágenes, de arriba hacia abajo: vaso K1230 con jaguar de la guerra y una deidad (Ahkan) en auto decapitación; dios que se auto decapita y venado con sierpe enroscada, Jaguar Venus. Vasija K1230; vasija K1203 con wahy mono, disfrutando con fragmentos de cuerpo humano como ofrenda; wahy de Jaguar del lirio acuático entrelazado en una serpiente estrella, el Dios A y un sapo. El nombre es Yax Balam. Vasija K1653; el Maestro de los Dos Reyes, plato K1892, MFA de Boston. Aquí el caparazón de la tortuga representa la corteza terrestre; vasija K521 con posible luciérnaga en la escena del sacrificio del bebé jaguar; vaso K531 con animales inframundanos en pose o en actitud de procesión; y vaso K1080 con murciélago antropomorfizado.

En las vasijas mayas de estilo códice aparecen una serie de entidades híbridas zoomorfas y seres zoomorfos que se relacionan con probables escenas de transformación y tal vez con pasajes míticos más extensos. A estos seres se les denomina wahyis, pues actúan en la esfera sobrenatural asociada el submundo. Una buena parte de los mismos son animales de hábitos nocturnos, como es el caso de los jaguares, los monos, los búhos, ciervos, seres acuáticos como tortugas, sapos, peces y ranas, las serpientes, ciempiés, murciélagos, insectos como las luciérnagas y los perros.

La naturaleza en su aspecto más agresivo y salvaje, estará personificada en la figura del jaguar. Este animal es una de las epifanías solares recorriendo el inframundo, en tanto que su moteada piel representa las estrellas visibles en las noches. En el pensamiento maya este felino fue concebido como guía de los muertos. El jaguar, como el venado y varias aves, caso del águila, el guacamayo o el diminuto colibrí, es una de las más destacadas epifanías animales del sol.

Un animal relevante en las escenas de transformación suele ser el mono, cuya agresividad de ataque a sus rivales, pero también, a veces, su carácter juguetón, resultó de especial interés para los chamanes mayas. Los chamanes podían mandar enfermedades a través de estos seres. Además, al mono se le vinculó, asimismo, con los primeros humanos, hasta el punto de que aparece reflejado en los mitos de la creación. Por otra parte, la iconografía revela que los simios estuvieron íntimamente asociados con la escritura y las artes. En concreto, el mono araña suele aparecer personificado como escriba. De tal modo, fue estimado como patrón de los escribas.

La figura del búho se puede observar en las escenas de agonía y de muerte, pues representa la oscuridad, la nocturnidad y las fuerzas de la noche. Su característico ulular se ha estimado por diversos grupos mesoamericanos como evidente sinónimo de muerte. En este aspecto, las representaciones de búhos en las vasijas mayas parecen anunciar en ocasiones la muerte del señor de los venados. De hecho, el venado tendrá también un rol destacado en el inframundo, en virtud de que está ligado a la transformación y al deceso. Se trata de un animal asociado habitualmente a la cacería y el sacrificio, pero también relacionado con las escenas de transformación, en ocasiones al lado del jaguar, la serpiente y el dios Ahkan autodecapitándose. El ciervo acostumbra a llevar como atavío un collar de ojos de muerte además de la vasija ahk’ab, que es un distintivo de los seres inframundanos. A ello se añade normalmente el glifo kimi (o muerte), en sus orejas.

El inframundo posee en el mundo maya una naturaleza acuática. En tal sentido resulta natural y lógico hallar en la iconografía de las vasijas animales íntimamente relacionados con el agua, como es el caso de tortugas, sapos, peces y ranas. Este carácter acuoso se percibe en el momento en que la tierra era representada por los artistas mayas de la etapa del Clásico en la forma del cuerpo o el dorso (caparazón) de las tortugas, de las ranas, las sierpes y hasta los cocodrilos. El caparazón de la tortuga (denominada ahk en la lengua de las inscripciones), simboliza la corteza terrestre. Un ejemplo muy notable es el plato que muestra al dios del maíz emergiendo del interior de un caparazón, flanqueado por dos personalidades conocidas, Juun Ajaw y Yax B’ahlam. Los quelonios también se asocian directamente con el dios Chaahk; son sus animales compañeros. Por otra parte, los Pawahtun (sostenedores del mundo), así como los dioses ancianos N y L suelen portar consigo el caparazón de tortuga como parte de su indumentaria, tal vez por su simbólica relación con la longevidad. Esta zona de la tortuga fue realmente muy apreciada por los grupos mayas, en tanto que fue empleada como instrumento musical en las danzas rituales, de la manera que ilustran claramente las célebres pinturas murales de Bonampak.

Los sapos eran contemplados como emblemas de la muerte, en función de sus hábitos nocturnos y subterráneos. Muchas especies pasan gran cantidad de tiempo en pequeños huecos y se alimentan (además de croar) en las noches. Unos pocos secretan una sustancia venenosa que provoca hinchazones corporales, ceguera temporal, y en ciertos casos, la muerte. No es improbable que los sacerdotes mayas los hubieran escogido como wahyis, como medio de propagar enfermedades y muerte a sus enemigos. Los chortis afirman que los brujos envían por mediación de estos batracios y a través de las sierpes, un aire desfavorable, mientras que los mayas yucatecos confirman que los sapos son aliados de los hechiceros, pues los usan con la finalidad de propiciar enfermedades. Ciertas vasijas decoradas presentan escenas de transformación con la presencia de sapos, acompañados de entidades inframundanas como el jaguar o el wahy de K’awiil y la serpiente de las iniciaciones.

Las serpientes con sus fauces abiertas simbolizan una puerta de penetración hacia el otro mundo, en tanto que el resto de su deslizante cuerpo representa el medio por el que transitan sacras energías. En los rituales con presencia de sangre, lo mayas creían observar levantarse frente a ellos un gran ofidio, que hacía las veces de transporte de los mensajeros de las deidades de la muerte hasta la esfera terrenal. También era la serpiente la encargada de trasladar a los gobernantes al oscuro ámbito de los fallecidos. Es bien sabido que la sierpe es un símbolo del reino de los muertos en el mundo subterráneo. En el pensamiento maya clásico, simboliza el útero materno y, en consecuencia, representa el vínculo de comunicación entre los niveles cósmicos. Así, transitar por su cuerpo es lo mismo que deambular por la silenciosa esfera de los muertos. Es un tránsito equivalente a los célebres viajes iniciáticos de los chamanes. Finalmente, debe señalarse que las serpientes se consideraron portadoras de muerte y enfermedades mortales.

Se pueden encontrar artrópodos, sobre todo el ciempiés (chapaht), en determinadas escenas de transformación. Este miriápodo es carnívoro y con hábitos nocturnos. Además, puede secretar veneno por la boca. Como pueden provocar la muerte de personas, es factible que los mayas empleasen sus toxinas, como la de los sapos, para elaborar bebidas alucinógenas. El ciempiés era contemplado como un símbolo de poder.

Un wahyi temido por todos era el murciélago (denominado suutz’ en la lengua de las inscripciones), ya que es una animal que se puede alimentar (algunas especies, sobre todo el vampiro), de sangre y restos humanos. Se asociaba con los sacrificios de decapitación y de extracción del corazón en todo el ámbito cultural mesoamericano. En cualquier caso, fue un animal muy estimado por el chamanismo maya, adecuado para la transformación. En tal sentido, se cuenta con multitud de imágenes de murciélagos antropomorfizados. Su presencia es relevante en algunos pasajes del Popol Vuh, un indicativo, tal vez, de que sea trate, en realidad, de chamanes metamorfoseándose en vampiros. En esta obra sacra se menciona a un murciélago llamado Camazotz que es el encargado de decapitar a uno de los hermanos gemelos míticos, concretamente a Junajpu. Su muerte ritual se relaciona con la renovación de la vegetación y el surgimiento del tiempo y los astros principales. En unas cuantas vasijas los murciélagos se representaron en varias ocasiones, un hecho que puede ser indicativo de su funcionamiento como emblema dinástico de ciertas familias gobernantes. Tal es así que se constata la presencia de agrupaciones que se consideran como descendientes de los murciélagos, caso particular de los tzotziles, denominados como gentes del murciélago. Algo semejante ocurriría con los habitantes de Copán, pues su glifo emblema es un murciélago.

Algunos insectos, presumiblemente luciérnagas, están también presentes en las vasijas (como puede ser la K521), en la que se observa el sacrificio del Bebé Jaguar. Sería en este caso un wahy antropomorfo con  la forma de un insecto que flota en una escena mítica. Su cabeza es un cráneo en el que aparece el glifo ahk’ab (oscuridad), además de los ojos de muerte, análogo al rostro de Ahkan. Tal vez se trate de su advocación. Porta una antorcha en la mano y jeroglíficos de oscuridad en la espalda. La aparición de estos insectos en tales escenas del submundo debe tener relación con sus hábitos nocturnos y con el hecho de que suelen habitar en zonas húmedas y pantanosas. Sin embargo, lo más relevante es que producen luz, un elemento destacable si tenemos en cuenta que generalmente los rituales se llevaban a cabo en las noches.

Finalmente, debe advertirse la presencia del perro, al que consideraban el encargado de conducir a las personas a su destino final. En el mencionado vaso K521 se observa un gran perro cercano al lugar en el que Chaahk y el dios de la muerte ejecutan al Bebé Jaguar. Este animal doméstico también es visible en los huesos esgrafiados de Tikal, en la barca que conduce a Jasaw Chan K’awiil hacia su pasaje final. Así pues, parece claro su rol psicopompo, de guía de los fallecidos. Los cánidos se concebían como seres nocturnos que conocían al dedillo los caminos en la oscuridad, pudiendo ver a los espíritus. En tal sentido, los nahuas tenían por costumbre poner el cadáver de un perro en la tumba de sus muertos.

En general, existió una imagen zoomorfa del inframundo. En un principio fue representado como un enorme cocodrilo y ulteriormente como un ser híbrido, especie de mezcla de serpiente y saurio, de grandes mandíbulas. El simbolismo propio del cocodrilo es frecuente en la tradición mesoamericana, en tanto que su cuerpo fue concebido como un axis mundi.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, octubre, 2020.

19 de octubre de 2020

Mitos cosmogónicos y antropogónicos tibetanos


Placa cerámica con las figuras de los Cuatro Señores Trascendentes, descubierta en Jigang, provincia de Sichuan, China. Se trata de una concreta combinación en relieve del Bon Yungdrung.

Los arcaicos relatos mitológicos tibetanos fueron transmitidos oralmente hasta ser vertidos por escrito en épocas posteriores. Entre las cosmogonías o mitos de origen del mundo destaca una singular cosmogonía de tenor heliolátrico en la que parece asomar un principio trinitario. En este mito el Sol es una suerte de deidad creadora y la gigantesca ave Garuda es la encargada de comunicar Cielo y Tierra por medio de su capacidad de vuelo hacia las alturas. Siguiendo los principios metafísicos del Bon[1], se puede señalar que existe algo por encima del Sol, denominado Yungdrung o la Esvástica, sustancia y símbolo de lo Absoluto y de la Vacuidad, un principio eterno e infinito que ni se puede nombrar ni explicar. El Sol es la plasmación luminosa de tal Vacuidad-Esvástica. La alusión general nos recuerda otras cosmogonías antiguas, en tanto que el estado primordial es una especie de Caos en el que inicialmente Tierra y Cielo estaban unidos, para después separarse, ascender el Cielo y hundirse la Tierra. En este escenario aparecieron los seres humanos.

No existe un mito común acerca del origen del ser humano entre las diversas tribus tibetanas antiguas. El más relevante, además del más extendido, tuvo su origen en el Tíbet central, mientras que la zona de Amdo, al noreste de la Meseta tibetana, fue el origen, tal vez, del más conocido de tales mitos. En tiempos pretéritos Tíbet era un sitio desierto, aunque habitaba allí un mono el cual, unido a una mujer (en realidad una ogresa de nombre Tra Sinmo, Ogresa de los Riscos), tuvo seis hijos. Se vio obligado a esa unión ante las amenazas de la ogresa que le dice que si no es con él lo hará con un demonio con lo cual dará a luz una prole que inundará de demonios el País de las Nieves.

Aunque al principio de alimentaban de cortezas, hierbas, raíces y hojas, con el tiempo aprendieron a comer productos ya aderezados. Crecieron y paulatinamente perdieron tanto la cola como el pelaje, convirtiéndose así en humanos, que vendrían a ser, por consiguiente, los ancestros de los tibetanos. No por casualidad el sitio en el que se instaló la pareja primordial mujer-mono se denomina Castillo del Mono de la Roca Blanca, un espacio geográfico hoy en China, concretamente en la provincia de Qinghai llamado Xinghai.

En los antiguos textos Bonpos es el huevo cósmico el que se manifiesta como origen del universo. De un huevo de gran tamaño, surgido de manera espontánea, procede todo lo que se conoce. De sus partes constitutivas proviene el mundo (de la clara los océanos mientras que de la yema los animales y el propio humano). En ciertos documentos se menciona un demiurgo, que fue el encargado de reunir los cinco elementos (aire, fuego, agua, tierra y espacio), con los cuales configuró un ciclópeo huevo blanco muy luminoso y otro sin luz, negro. Golpeó el huevo blanco con una rueda de luz haciendo que brotara una luz blanca, con la que surgió la primera de las divinidades y de los humanos, cuyo origen es común. Se trata de Sipa Sangpo Bumtri, de tez blanca y cabello verde. Por su parte, el huevo negro explotó y salió Mumpa Serden Nagpo, el Señor del Mal, con el cuerpo cubierto de luz oscurecida y de piel negra.

Con posterioridad a estos acontecimientos, al soplar el viento sobre la superficie del mar se formó una gigantesca burbuja, que chocó contra un huevo azul del cual, al quebrase, emergió una mujer también de color azul. Esta mujer se unió con Sipa Sangpo pero sin entrechocar sus respectivas narices, de forma que de ella salieron los animales. Luego entrechocaron sus apéndices nasales y ella ahora dio a luz a nueve hembras y otros nueve varones, de los cuales procede la estirpe de los seres humanos que pueblan el mundo.



[1] El Bon es una religiosidad con unas evidentes tonalidades chamánicas que recibiría las influencias, sobre todo a lo largo del I milenio a.e.c., de creencias y pensamientos provenientes de Occidente, de parte de las poblaciones iranias. Gracias a este enriquecimiento se estableció el Bon de la Esvástica, que pudo tener determinados influjos mazdeístas. 
 

 

Canal de YouTube. Arte por Arte: Arte mesopotámico I


Amigas, amigos. Primer vídeo de la serie Arte antiguo en el canal de YouTube Arte por Arte, que trata el arte mesopotámico. Serán un total de ocho vídeos que referirán las características del arte de esta peculiar región histórica del Medio Oriente. Espero que sea interesante y de utilidad o interés para alguien. Un saludo cordial. J.L.S.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, octubre, 2020. 

7 de octubre de 2020

Del héroe arqueológico y literario al histórico: Alejandro Magno



Imágenes, de arriba hacia abajo: una crátera de columnas de figuras rojas de Apulia, con el héroe Héctor, su mujer Andrómaca y Astianacte, datada entre 370 y 360 a.e.c. Museo Nacional del Palacio Jatta, Bari; y Alejandro Magno en el Templo, siglo XVIII. El Magno se arrodilla ante las escrituras en presencia del sumo sacerdote, que señala el Arca de la Alianza. Museo del Prado, Madrid.

La creación de los héroes y su consolidación histórica fue una responsabilidad de la religión cívica de las poleis griegas. La heroización funcionó como una prosopopeya, en virtud de que el estatus social de los héroes ancestrales fue cambiando, sufriendo una transformación a la que se adaptaron aquellos fallecidos de las elites dirigentes por mediación de una institucionalización de un vínculo. Gracias a los héroes la polis griega fundamenta y legitima la soberanía política. El héroe se empleará además como símbolo de la personalidad del núcleo habitado, haciéndolo viable para la posteridad.

Tales personalidades heroicas podrán ser individuos reales, príncipes, guías, jefes o guerreros ilustres; incluso fundadores de colonias, pero sobre todo personajes legendarios o míticos, como fue el caso de Menelao de Esparta, Teseo de Atenas, Anios de Delos o Agamenón de Micenas, por mencionar únicamente algunos ejemplos.

La figura heroica de la mitología griega ha ido mutando su función y sentido en el seno de la antigua literatura helena. Comienza siendo el guerrero de la épica, quien vive para conquistar  una gloriosa posteridad, siendo celebrado en los cultos y en el canto de los poetas. En la épica se inmortaliza al héroe muerto. En cualquier caso, en el marco épico, a los héroes arcaicos, con grandes poderes, le sustituyen los héroes guerreros de tipo micénico, al modo de los que vemos en la Ilíada, hasta el viajero mítico y cuasi novelesco de la Odisea.

Posteriormente, el héroe trágico es representado en las tragedias en sus crisis y desventuras, no en sus triunfos; se les enfrenta a un destino inevitable provocado tanto por su propia audacia como por su arrogancia. Se muestran los sufrimientos del héroe, como un reflejo de la condición humana, siempre frágil. Los más poderosos héroes de la tragedia no pueden evitar el sufrimiento, la catástrofe o el fracaso, la ruina fatal (Áte). Ahora los hechos gloriosos el canto épico ya no se destacan, sino que lo hacen los desastres y acciones patéticas de los protagonistas.

El héroe de la comedia ya no posee abolengo noble, ni es rey ni un gallardo guerrero, sino un individuo común urbano o un campesino con algunas ideas y planes para salir de algún enredo mayor. Se encarga de conseguir remedio a los males que perturban a su ciudad. Por su parte, el héroe de la novela ya no es mitológico: es un joven apuesto y hermoso, virtuoso y fiel, de rica familia, cuyas andanzas, en compañía de su amada, son realmente pruebas iniciáticas con final feliz. Sufren pero logran escapar de trampas y acechanzas varias gracias a Fortuna o a la intervención de algunas diosas en actitud benévola, como Ártemis o Afrodita.

Esta diferenciación heroica responde al devenir histórico de la sociedad griega de la antigüedad, pues son un reflejo del paso de una sociedad aristocrática de héroes conquistadores y guerreros, pasando por la propia de la ciudad democrática, en la que se destaca la grandeza patética de los héroes sobre los escenarios teatrales, hasta la sociedad helenística, desengañada de unos ideales democráticos que ya no convencen, en donde los héroes, jóvenes que persiguen su personal felicidad, son de un rango menor, por no decir que ya ni héroes son.

Al margen del legado mítico más arcaico del mundo griego, la historia elevó a los altares de la heroicidad a algunos personajes históricos como nuevos héroes mitológicos, hombres ilustres tanto de Grecia como de Roma, caso de Julio César o Pericles, cuyas hazañas, mayormente bélicas o políticas, no han quedado registradas en la tradición literaria, sino en las crónicas históricas. Entre ellos, el más destacado ha sido, probablemente, Alejandro Magno.

Alejandro representa el ideal del héroe griego magnánimo en virtud de su sin par espíritu conquistador y de su trágica y muy temprana muerte lejos de Grecia, concretamente en Babilonia. Morir joven es el momento en que deben fallecer los héroes, sobre todo los épicos, siempre alejados de la decadencia de una edad provecta. En este sentido se figuraba como el sucesor de los grandes héroes míticos. Sus antepasados principales de la mitología serían Heracles y Aquiles.

Será el Pseudo Calístenes quien acredite a Alejandro como invicto conquistador y un indómito viajero. Sin lenguaje épico ni trasfondos divinos, nos muestra un Alejandro trágico e intrépido. Es aquí donde le vemos ascender en un carro tirado por grifos al cielo o sumergirse en las aguas en una bola de cristal, o en donde acomete fieros enfrentamientos con fantásticos monstruos en India. En el Pseudo Calístenes también dialoga con los árboles parlantes, y profetas, de la Luna y el Sol o cruza el denominado País de las Sombras. Raptado por Ptolomeo, es sepultado en Alejandría para gloria imperecedera del Egipto helenístico. Aunque en la época helenística ya había pasado el tiempo de la gran épica, existieron, no obstante, algunos intentos de llevar a cabo una épica culta, como es el caso de la Eneida virgiliana o las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, ambas obras con elevado estilo mitológico. Conviene recordar, finalmente, que este Alejandro mitificado pervivirá en dos poemas clásicos persas, el Iskandername de Nizami y el Shahnameh de Firdusi.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, octubre, 2020.


2 de octubre de 2020

Arte luvio-arameo: ortostato de Milid y placa mural frigia



En el marco de eso que se ha dado en llamar el arte del occidente periférico de Mesopotamia, o desde una perspectiva únicamente geográfica, del  Mediterráneo oriental, y que encuadra el arte de Siria (Ebla, Alalah, Qatna, Ugarit y demás), el arte fenicio (de sus ciudades-estado), el de Palestina (cananeo e israelita) y el de Anatolia (Hacilar, Alakahüyük, hititas y arte luvio-arameo, que incluye el arte frigio), dos piezas memorables del Museo de las Civilizaciones Anatólicas en Ankara. En primer término un ortostato de Milid, en basalto, que muestra al rey Sulumeli ante el famoso Dios de las Tormentas. Ha sido datado entre los siglos XI y X a.e.c. En este notable ejemplo del arte luvio-arameo, el rey ofrece una libación y una víctima a la deidad, que aparece representado dos veces, recibiendo la ofrenda y en su carro, a la izquierda. En segundo lugar, una placa mural en cerámica pintada y pulimentada, fechable en el siglo VI a.e.c. Se trata, esta placa frigia, de un par de guerreros vestidos a la usanza frigia (la armadura es idéntica a la de los guerreros de Karkemish). Estas placas decoraban, formando un friso continuo, la parte más elevada de los muros exteriores de buena parte de las casas frigias. Nótese la, se diría, simpática estilización de los rostros de los combatientes, casi caricaturescos. 

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, octubre, 2020.

Vídeos (J): Ciudades del mundo antiguo: una historia


Apreciados compañeros, colegas y estudiantes, amigos todos. Décima y última entrega (a falta de un breve epílogo sobre el origen de las ciudades) de la serie Ciudades del mundo antiguo: una historia (en vídeo, YouTube). En esta oportunidad se han trabajado la antiquísima ciudad de Caral (valle del Supe), en Perú, la mítica Cnosos cretense, la no menos legendaria Petra y la siempre fascinante e histórica Bizancio-Constantinopla. Como es preceptivo en este caso, mi mayor deseo y esperanza es que el vídeo, al igual que los anteriores, pueda llegar a ser de cierta utilidad o interés para algunas personas, o tal vez un motivo genuino para zambullirse en el siempre complejo, e historiográficamente cambiante mundo antiguo. Han sido tratadas cuarenta ciudades, si bien podrían haber sido muchas más, que se han quedado en el tintero, exclusión necesaria para no hacer interminable la serie y excesivamente extensos los vídeos. No obstante, espero que la selección haya valido la pena. Cualquier comentario sobre el tema, preguntas, críticas o sugerencias, siempre serán bienvenidas (y contestadas en la medida de las posibilidades). Un saludo cordial. J.L.S.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, octubre, 2020.