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en el mismo orden como se analizan en el texto
Este
par divino se asocia, generalmente, como madre e hijo. Hesíodo, en
la Teogonía
advierte que la diosa nace de Urano cuando Cronos lo mutila. De su
relación amorosa con Ares nacería Eros, el símbolo del deseo
sensual. Hesíodo, asimismo, considera a Eros una fuerza primordial
nacida, no obstante, de Caos, mientras Platón en El
Banquete
lo hace descendiente de Poros y Penía (personificaciones de Recursos
y Pobreza, respectivamente). Únicamente a partir de Eratóstenes,
Afrodita rige el amor entre mujer y hombre mientras que Eros entre
varones.
En
este trabajo deseamos llevar a cabo una aproximación a través de
diversos ejemplos de la pintura vascular, de relieves y esculturas
griegas datados entre los siglos IV y I a.e.c.
Iniciamos
con un pélice
ático de figuras rojas, datado entre 370 y 360 a.e.c., atribuido al
Pintor de Europa. Proviene de Olinto y se encuentra en el Museo
Arqueológico de Poligiros, en Tesalónica (inventario número
V.90.144). En una de las caras se representa el nacimiento de
Afrodita desde el mar, indicado con un pez y una serie de olas
esquematizadas. Se muestra a la diosa en el centro, con su cuerpo
casi completamente cubierto por una caparazón de molusco blanco.
Lleva puesto un collar y un
peplos.
Al lado se halla Posidón sentado desnudo, algo único en este tipo
de escena, manteniendo en su mano derecha un tridente. Entre ambas
deidades, un Eros también desnudo vuela extendiendo su mano diestra
hacia la diosa. A la izquierda de la escena se observa a Hermes con
el petasos
sobre su cabeza, apoyándose en una columna, y con el kerykeion
en su mano izquierda, arropada por un manto.
La
iconografía del nacimiento del mito de Afrodita del mar es conocido
por los vasos áticos de los siglos V y IV a.e.c., por los lécitos
polícromos en relieve, alunas figurillas, ejemplos de obras en
metal, sobre todo espejos de bronce, y por el famoso trono Ludovisi,
elaborado en mármol. En general, Afrodita emerge del agua o vuela
sobre las olas sobre la espalda de un cisne o un ganso. Uno o más
Erotes acompañan y reciben a la diosa. Por su parte, el motivo del
caparazón como fuente de vida y medio de ascenso o elevación de
Afrodita (anodos),
no es frecuente en la iconografía antigua (al margen naturalmente,
la célebre pintura El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli).
Debió establecerse en torno al final del siglo V o comienzos del IV
a.e.c.
El
ciclo temático iconográfico centrado en los anodoi
o epifanías, se observa asociado a otras deidades femeninas, como
Perséfone, Pandora, Gea o las ninfas; masculinas como Dioniso, y
seres como Erictonio. El tema de la divina epifanía o anodos
posee un carácter escatológico, operando como un símbolo de
renacimiento, probablemente dentro del ámbito dionisíaco y
eleusino. Por su parte, el motivo iconográfico del caparazón marino
se usó con posterioridad en los relieves sobre los sarcófagos
romanos, entendido como un símbolo de inmortalidad.
A
continuación, nos fijamos en un lécito de figuras rojas de Apulia,
datado entre 360 y 340 a.e.c., hoy en el Museo Arqueológico Nacional
de Tarento (inventario n.º 4530). La pieza se atribuye al taller del
Pintor de la Succión. A la izquierda de la escena una figura
femenina de pie le ofrece un cisne a Afrodita, quien está sentada en
una silla. La diosa mantiene en su regazo a un Eros al que está
amamantado con su expuesto y sensual pecho, mientras varios Erotes
alados parecen salir de un baúl abierto en el suelo y volar en el
aire. Aunque apenas es visible en la imagen, una pareja se representa
detrás de la diosa. Una mujer joven, elegantemente ornamentada con
joyas y vestida con estilo, mantiene en su mano diestra una sombrilla
con la que se protege del sol, en tanto que en su otra mano sostiene
una corona. Ante ella permanece un hombre que se apoya en una pequeña
columna, ofreciéndole un pequeño felino con su mano derecha. En el
suelo, entre ambas figuras, se observan dos Erotes que aparecen
luchando.
La
Afrodita que nutre a Eros con afecto maternal y con ternura, es parte
de una escena compuesta asociada con las bodas, los enlaces
matrimoniales y las ceremonias nupciales. Por su parte, en el
repertorio iconográfico griego, la ofrenda de pequeños animales
como presentes simboliza el deseo y la sexualidad.
Seguimos
con una crátera-cáliz apulia de figuras rojas, datada entre 370 y
340 a.e.c., de Tarento, que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico
Nacional de esa localidad, con el número de inventario 107936. La
imagen es atribuida al Pintor de Lecce. Afrodita aparece engalanada
con ricas prendas, entre las que destaca una diadema en su cabello,
lo cual enfatiza su condición divina. Se halla metida en la caja de
un carro tirado por dos Erotes y empujado por otro par. En el suelo,
indicado con una planta estilizada, dos figuras de jóvenes
masculinos mantienen thyrsoi
y dirigen su mirada hacia el grupo divino que aparece volando sobre
sus cabezas.
No
resulta fácil diferenciar las figuras que corresponden a Eros de
aquellas otras similares que personifican el deseo erótico, como
Himeros y Pothos, con los cuales no hay diferencias ni en apariencia
ni en cualidades. De especial relevancia en la composición es la
asociación con el mundo dionisíaco.
Es
el turno ahora de un lebes
nupcial de figuras rojas apulio del 360 a.e.c., hoy guardado en el
Museo Arqueológico Nacional de Tarento (inventario número 198314).
Se le atribuye la pieza al Pintor de la Succión o a los Pintores de
las Salazones. Afrodita, en este caso, está a punto de castigar a
Eros. Con su mano izquierda, la diosa sostiene las pequeñas manos
del niño quien, de puntillas, levanta su cabeza hacia Afrodita que,
en su mano derecha, blande una sandalia con la que amenaza azotarle.
Un joven hombre, con un manto y una corona sobre su cabeza, atiende a
la escena descansando su pierna izquierda sobre un pilar bajo o
altar, mientras una paloma blanca está posada sobre el dedo índice
de su extendida mano diestra. Una banda y una corona están en el
suelo, y motivos vegetales estilizados enmarcan la escena. En la
sección secundaria del vaso aparece una figura femenina de pie que
mantiene consigo un pequeño baúl, mientras conversa con otra mujer
sentada en una silla.
Eros
se asocia con Afrodita en escenas de la vida cotidiana. A Eros se le
representa siendo castigado por su madre debido a sus audaces
travesuras eróticas, a través de las cuales invierte el orden
social sin tomar en consideración la vida y la felicidad de humanos
o de inmortales deidades. El tema del Eros reprendido, popular desde
el siglo II a.e.c. en adelante, no retrata al dios como un
adolescente, como en la tradición iconográfica de períodos
anteriores, cuando simbolizaba el amante ideal, sino que se le
atribuyen las características típicas de la juventud en una
dimensión más cotidiana y humanizante, fundamento de la emergencia
de los putti
de las pinturas murales pompeyanas. Eros llega a ser un chico, un
joven tirano que subyuga cada cosa, mientras que Afrodita, símbolo
de unión y de la felicidad del amor intenta, sin éxito, poner fin a
su irresponsable comportamiento.
Continuamos
con una placa cerámica del siglo IV a.e.c. del santuario Parapezza
en Locros Epicefirios, hoy ubicada en el Museo Arqueológico Nacional
de Nápoles (inventario número 21475). A la izquierda de la imagen,
aparece un Eros desnudo con sus grandes alas abiertas. En su mano
derecha que está hacia abajo mantiene un enócoe,
mientras que en su mano izquierda, hacia arriba, sostiene una banda.
Una cesta repleta de cultivos, entre ellos higos y espigas de trigo,
permanece en el suelo, próxima a su pierna izquierda. A la derecha
de la imagen, una arcaizante imagen de una deidad femenina permanece
de pie sobre un mueble de madera. Lleva un corto chitón
y sostiene una antorcha invertida en su mano diestra, mientras que en
la izquierda la apoya en el pecho manteniendo una flor o algún
fruto.
La
elegante pieza de mobiliario (kibotos),
con patas de león, posee dos pequeñas puertas decoradas con el
motivo del arenque y con volutas en los laterales que expanden la
superficie superior. Sobre ella se muestran diversos objetos para el
ritual o para el uso cosmético, como es el caso de una alabastron
y un pequeño arcón. Un gallo se encuentra en el suelo, debajo del
mueble.
La
placa documenta varios elementos alusivos al mundo de Afrodita o
Perséfone, siguiendo las características religiosas de los dos
santuarios de la región de Locros, el de Mannella y el santuario
Parapezza, en donde se puede asumir la existencia de un culto
asociado con una deidad femenina ctónica
identificable
con Deméter. Ciertos elementos apuntan al culto de Perséfone o de
Afrodita, con la presencia de objetos de un claro simbolismo, como
una cesta con frutos y espigas de trigo, el gallo, la arcaica imagen
de la diosa, con frutos y una antorcha, que parece apuntar al culto
ctónico
de Deméter o Perséfone, o la propia pieza del elegante mobiliario.
El
siguiente objeto es una píxide
esquifoide,
datado entre 300 y 275 a.e.c., de Lípari, concretamente de la tumba
número 309 del cementerio del área de Diana. Hoy la pieza se
encuentra en el Museo Arqueológico Regional de Lípari, L. Bernabó
Brea (inventario n.º 745A), y ha sido atribuida al llamado Pintor de
Lípari. En la cara principal del vaso se representa a Afrodita
sentada y abrazando de modo afectuoso al pequeño Eros alado que
mantiene en su regazo. A derecha e izquierda está flanqueada por dos
figuras femeninas cuyo cometido parece ser entretener al niño con un
pequeño sonajero y una caja en forma de jaula. Secundariamente, se
puede observar una cabeza femenina a la izquierda, con su cabello
recogido en un sakkos.
Eros,
como deidad cosmogónica sin progenitores en la tradición hesiódica,
es mostrado aquí como una divinidad del amor y como vástago de
Afrodita. El abrazo entre las dos figuras sigue tipos iconográficos
establecidos desde el siglo VI a.e.c. No obstante, en su dimensión
maternal, las dos figuras no se asimilan, revelándose las
características propias de cada una de ellas, en el pensamiento
filosófico y las interpretaciones alegóricas, como entidades no
solamente opuestas sino también diferentes.
Es
el turno de un altar y cremador de incienso hecho en terracota,
datado entre 175 y 150 a.e.c., ubicado en el Museo Kanellopoulos de
Atenas, con número de inventario D
491. Este pequeño altar cilíndrico está decorado con una escena en
relieve de Afrodita y Eros. Ambas figuras aparecen entre dos columnas
corintias, con un parapeto que cuelga desde los capiteles de las
mismas, sirviendo como fondo o escenario de la escena. La diosa está
sentada relajadamente sobre un terreno rocoso, con sus piernas
cruzadas, y su torso superior y cabeza ligeramente giradas hacia la
derecha. Un alado Eros permanece a la izquierda de la escena,
manteniendo los brazos extendidos hacia un espejo, preparado para
ofrecérselo a Afrodita.
Los
cremadores de incienso en terracota fueron empleados en las
dedicaciones de los adoradores de los santuarios, pues pertenecían a
los equipos rituales de los sacrificios.
Finalmente,
analizamos una lámpara o lucerna de boquilla simple, del Anticuarium
Comunale, en Roma, con inventario n.º AD 15136. La lucerna posee dos
asas decoradas con hojas impresas, en tanto que el disco central, con
un agujero y un pequeño respiradero, se muestra una representación
en la cual, a la izquierda, se halla una figura femenina con chitón,
levantando su mano derecha para regañar a un alado Eros, que se
halla en frente de una columna. El pequeño Eros, con la cabeza baja,
levanta su mano derecha hasta sus ojos, en apariencia limpiando sus
lágrimas. Un pequeño anillo en relieve rodea la escena, que es una
reminiscencia de la célebre pintura mural de la Casa del Eros
Castigado en Pompeya, en la cual se observa a Eros llorando cerca de
una Gracia porque fue reprendido por Afrodita, quien le retira su
carcaj y sus flechas.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-AHEC-UFM, julio, 2025.