Imágenes,
de arriba a abajo: vasija con forma de llamas. Jômon medio. Museo
Municipal de Tôkamachi; dogû
de Nakappara o diosa con máscara. Hacia 2000 a.e.c. Museo
Arqueológico Jômon de Togariishi; dogû
de Kamegaoka, conocido como figura con gafas de nieve; espejo con
figuras de deidades. Siglos IV-V. Museo Nacional de Tokio; alfarería
de época Yayoi. Museo Nacional de Tokio; figura incisa de un
supuesto chamán en una cerámica yayoi. Museo de la Prefectura de
Saga; campana dôtaku.
Museo Nacional de Kyûshû; tumba de Hashihaka, en la prefectura de
Nara; varias figuras haniwa
del kofun
de Kuyôzuka. Museo Arqueológico del Castillo de Azuchi; vasija
sueki
con luchadores de sumo. Museo Nacional de Kioto; pintura mural en una
pared del túmulo de Takehara, en la prefectura de Fukuoka; y pintura
mural en una pared del túmulo de Takamatsuzuka, con un grupo de
mujeres.
La
cultura Jômon (diseño de sogas), tiene sus raíces en el
Pleistoceno, en tanto que uno de los restos cerámicos más arcaicos
del mundo, datados en 16000 años A.P., se encuentran en Odai
Yamamoto I, yacimiento ubicado en Aomori. No obstante, no fue un
surgimiento aislado, pues el
horizonte
cultural de Osipovka, en torno al curso bajo del Amur, en el noroeste
de Rusia, con cerámica vinculada a la de Jômon, es coetánea
a la cultura japonesa.
Estas
gentes, que emplearon herramientas pétreas pulidas y cerámica, no
desarrollaron la agricultura, aunque sí desplegaron técnicas de
producción de alimentos propias de los entornos de bosque, de ahí
que se haya catalogado a Jômon como una cultura de Neolítico
forestal. Esta avanzada sociedad de cazadores-recolectores, empleó
útiles de hueso, de madera y de piedra.
En
la búsqueda de un aprovechamiento de los recursos de los ríos y el
mar, fabricaron numerosos útiles asociados a la pesca, como redes,
anzuelos, trampas o arpones, aunque también usaron el arco para una
caza terrestre acompañada de perros. Cada comunidad se especializó
en la producción de ciertos artefactos, a partir de materias primas
como el jade, la obsidiana o la serpentina, además del ámbar y el
cinabrio, estos últimos con finalidad ornamental y ritual.
Desde
el período de Jômon Medio (3500-2500 a.e.c.) se diversifica la
producción de recipientes cerámicos, siendo desde ese momento
usados no solamente para los alimentos sino también en ceremonias y
rituales religiosos. Surgen formas retorcidas y extrañas de
cerámica, análogas a las llamas de una hoguera, denominadas
cerámicas flameantes o kaengatadoki.
Se usan, además, lámparas cerámicas y se manifiestan las primeras
urnas funerarias.
En
la cultura material Jômon también existe una importante presencia
de agujas, martillos de piedra, morteros y barras de piedra de forma
fálica, tal vez de función ritual. Los objetos de finalidad ritual
aparecen ya al final del Jômon Temprano (entre 9000 y 5000 a.e.c.).
Sobresalen las máscaras de arcilla, formas semejantes a setas o
campanas, las espadas y filos pulidos en piedra. Las figuras de
arcilla antropomorfas, dogû,
relacionadas con el mundo espiritual, aparecen mediado el período de
Jômon Incipiente (13000-9000 a.e.c.), como formas simples, cuerpos
triangulares planos sin rasgos faciales. En este misma época se
encuentran en los diversos yacimientos brazaletes y pendientes
ornamentales. Parece probable que tales objetos fuesen símbolos de
estatus y que de ellos surgiese una suerte de poder espiritual. En la
fase media, las figuras ya poseen una cabeza y extremidades, y los
rostros ya muestran nariz, ojos y boca. Las formas de las caras
muestran disparidades, un indicador de que no parecen representar
personalidades reales. Algunas de las figuras fueron decoradas con
zapatos y ropajes, así como con tatuajes alrededor de las mejillas,
los ojos y la boca.
En
períodos más tardíos, las figuras dogû
crecen en tamaño y se empiezan a fabricar huecas. Suelen aparecer
depositadas en el suelo y fragmentadas, lo cual puede responder a una
presumible función ceremonial, entendiendo que al romperlas se
liberarían ciertos espíritus que estarían alojados en su interior.
Aunque se asume que representan mujeres, es factible que trasciendan
la forma y el género.
Pendientes
y otros objetos decorativos hallados en las tumbas han servido para
reconstruir la posición del cadáver inhumado, bien en posición
fetal, apuntando hacia alguna montaña cercana o hacia la salida y
puesta del sol. Esto puede ser un indicio de que la orografía y los
cuerpos celestes eran elementos referenciales en la cosmogonía de
las gentes Jômon, pudiendo existir una asociación entre su
perspectiva sobre la vida del más allá y la dirección a la que
apuntan las tumbas.
En
el período Yayoi se produce la importación de la cultura agrícola
proveniente de Corea. En sus fases finales, en el siglo III, aparecen
las primeras tumbas con forma de ojo de cerradura. Como el modo de
vida se asienta en la agricultura, se puede ver la aparición de
nuevas herramientas, unas de madera, como azadas, morteros o
rastrillos, y otras de piedra pulimentada, caso de las hachas y los
cuchillos. Fueron los emigrantes desde Corea los que introdujeron el
bronce y el hierro, pero también hicieron lo propio con nuevas
cerámicas, la fortificación de aldeas y la manufactura textil, amén
de novedosas costumbres funerarias y rituales. Los primeros objetos
de bronce fueron los traídos por los emigrantes, como espejos,
brazaletes o armas (puntas de lanza, alabardas, espadas). Los objetos
en bronce tuvieron, esencialmente, una función decorativa, simbólica
y ritual. De hecho, las armas solían emplearse en ceremonias
político-religiosas. Los productos en bronce más destacados traídos
desde Corea son las alabardas, las lanzas, las campanas, los espejos
y espadas.
Existieron
diferencias en el empleo del bronce entre Kyûshû septentrional y la
región de Kinai, en la sección media de la isla de Honshû, un
hecho que podría indicar esferas políticas y culturales diferentes.
En la zona de Kinai predominan las campanas dôtaku,
mientras que las alabardas y las espadas de bronce, en origen
herramientas de guerra, prevalecen en Kyûshû. Las dôtaku
se
enterraban fuera de los asentamientos humanos, lo cual puede indicar
una finalidad apotropaica en los límites de las aldeas. Estas
campanas pudieron estar vinculadas a festivales llevados a cabo en
épocas cruciales del ciclo agrícola, como una parte de los ritos de
invocación de espíritus. Por su parte, los espejos, alabardas,
lanzas y espadas, estaban frecuentemente presentes en las sepulturas.
Es probable que las armas se asociasen a rituales de expulsión.
Se
introdujeron formas nuevas en la cerámica, como las vasijas de
formas lobuladas, cuencos sobre pie de cuello estrecho, y los
recipientes con un asa lateral. Los cuencos se usaron como medio de
exhibición de ofrendas y alimentos, en tanto que las vasijas
lobuladas, en principio usadas para almacenar grano, se acabarán
usando como féretros.
Desde
el fin del período medio (siglos II a.e.c. a I), aparecen dibujos y
relieves que representan animales, individuos, edificaciones,
distintos instrumentos y barcos. Se observan edificios elevados sobre
pilares que están conectados con el suelo por medio de una escalera.
Es probable que sean construcciones religiosas o graneros. La
presencia de personajes con una herramienta o un arma en una mano y
un escudo en la otra, pueden ser interpretados como chamanes. Por
otra parte, el habitual motivo de la representación de ciervos,
pudiera relacionarse con las leyendas presentes en el fudoki
de la provincia de Harima, un informe acerca de costumbres locales
redactado hacia 713.En esta obra, los cuernos y la sangre de los
ciervos se asocian con el crecimiento de los cereales. La presencia,
en ciertos casos, de figuras alargadas, han sido interpretadas como
dragones.
Hay
importantes variaciones en las formas de inhumación entre las
regiones. Los cadáveres en grandes urnas de barro son propios del
norte de Kyûshû, mientras que los sarcófagos de piedra son
habituales en el sur de Honshû. Los ajuares funerarios están
compuestos de cuentas de jade en forma de coma, dagas y espadas.
Pueden aparecer también vasijas con cereales. En el sur de Japón
estas vasijas se emplearon, asimismo, como urnas funerarias, un
factor que se ha interpretado como la relación entre el crecimiento
de las cosechas y los espíritus de los difuntos, lo que podría ser
un indicio revelador de un probable culto a los antepasados.
Algunos
miembros de las élites contaban en sus tumbas con cristales de
origen chino, espejos, ornamentos de bronce, cuentas de jade y armas.
Los espejos pueden simbolizar el rol de chamán del difunto en el
seno de la sociedad, mientas que la presencia de productos de origen
chino se puede conectar con un deseo de monopolizar los contactos
comerciales con el continente. En el período posterior, entre
mediado el siglo I y mediado el III, surgen túmulos rodeados de
fosos en los que se inhumaba a la gente de elevado estatus con un
rico ajuar, lo que contrastaba con los enterramientos de la gente
común, ubicados fuera de cualquier túmulo y sin ajuar.
El
denominado período de los túmulos antiguos, kofun,
comienza en torno a 250. Se caracteriza por la presencia de grandes
tumbas que actúan como símbolos de expresión del alto estatus
religioso y político de las personas allí inhumadas. Estas
sepulturas, con ajuares que contienen espejos, figuras zoomorfas y de
deidades, adornos de jade, armas y aperos de labranza, entre otros
objetos, son prueba del nacimiento de una élite nacional entre el
siglo III y el IV.
La
contribución coreana durante este período también fue efectiva.
Los inmigrantes del reino de Gaya (estado formado por la federación
de pequeños reinos coreanos entre mediado el siglo I y 532),
introdujeron la cría de caballos, fabricaron cerámicas de tipo
sueki,
(azul y gris, de uso ritual y funerario), levantaron un tipo de
vivienda sobre pilares con la presencia del kamado,
una cocina de barro con chimenea externa, y llevaron hasta Japón el
telar para tejer cáñamo.
Los
objetos de mayor relevancia de esta fase son las figuras haniwa.
Su origen se halla en vasijas de arcilla coloreadas en rojo que se
ubicaban en túmulos donde se enterraba a la élite ya desde la etapa
final yayoi. Inicialmente estaban adornadas con diseños geométricos.
A partir de mediado el siglo III se produce una reconfiguración
funcional de estas piezas con la intención de ubicarlas
permanentemente alrededor del túmulo funerario en diversas hileras.
Como eran visibles desde el exterior es posible que su originaria
función fuese la delimitación de espacios sacros, actuase como un
tipo de ofrenda votiva al espíritu del fallecido o bien tuviese una
función apotropaica. Mediado el siglo IV, algunas adquirieron la
forma de edificaciones, objetos como parasoles, aljabas, abanicos de
mango largo o espejos, y también la forma de animales, sobre todo
caballos, perros, pájaros y jabalíes.
En
las primeras fases del período kofun
el patrón básico consistía en ubicar figuras con forma de vivienda
al lado de representaciones de aljabas y escudos en la parte superior
del túmulo, rodeando todo con varios círculos concéntricos de
haniwa
con
forma de vasija. Tal vez el conjunto pudiera representar un complejo
palaciego probablemente asociado a la vida del difunto en el otro
mundo. Ya será a partir de la mitad del siglo V cuando estas figuras
adquieran forma humana, tanto hombres como mujeres, en función de
tejedoras, guerreros, sacerdotisas, bailarines, portadores de escudos
o sirvientes, entre otras. El Nihon
Shoki (日本書紀,
compilado
en 720),
señala
que las haniwa
en forma humana se debieron al mítico personaje Nomi no Sukune,
quien propuso sustituir las víctimas sacrificiales por figurillas de
arcilla.
Pueden
representar personajes, animales u objetos que fuesen útiles para el
difunto, representasen escenas de la vida cotidiana de la persona
inhumada o que sirviesen como medios de transporte del alma del
fallecido al más allá. También resulta plausible que hiciesen las
veces de ofrendas a las divinidades.
Las
mencionadas cerámicas sueki
abarcaban cuencos y platos, pero también lucernas, pedestales con
incensarios, vasijas de múltiples bocas y jarras para libaciones. Se
hacen muy presentes en el ajuar funerario de la élite en el siglo
VI. También fueron abundantes las cerámicas hajiki,
habitualmente en sus formas de platos planos, vasos y vasijas y
cántaros para guardar el grano, así como los espejos, con diseños
formados a partir de varios círculos concéntricos. Los círculos
externos se decoran con caracteres chinos o con patrones regulares,
mientras en los interiores se muestran entidades míticas. En el
centro sobresale un medallón. Un ejemplo muy notable es el espejo
con diseño de viviendas, fechado en el siglo IV, y que muestra
cuatro edificios en torno al medallón central.
En
las tumbas de corredor insertas en los túmulos, que se oficializan a
fines del siglo IV, las paredes pueden aparecer decoradas con motivos
abstractos y geométricos, con predominio de los colores blanco,
negro, rojo y verde. Existen ejemplos en los que se observan formas
parecidas a armas, escudos o aljabas, así como figuras humanas y
zoomorfas. En este último caso es destacable el túmulo de Takehara,
en Kyûshû, de mediada la sexta centuria de nuestra Era.
En
estas pinturas, consideradas un ejemplo de la transmisión de la
estética de las culturas esteparias debido a las vestimentas de un
jinete (el único ser humano que aparece), se muestra el apareamiento
entre un caballo, ofrecido por esa persona, y un dragón, para que se
geste un corcel. El tema retrata una leyenda continental. Además se
pueden apreciar abanicos de mango largo a ambos lados, banderas
triangulares y un barco sobre las estilizadas olas de la sección
inferior. Todo ello puede estar simbolizando el viaje al otro mundo.
Otro
ejemplo destacable es el del túmulo de Mezurashizuka, asimismo en la
propia región de Kyûshû. Aquí se aprecia una barca con un ser
humano y un ave, lo que podría estar representando el tránsito al
más allá del alma del difunto. La influencia de la cosmología
china se hace evidente en los túmulos de Kitora y de Takamatsuzuka,
ya datados en la segunda mitad del siglo VII. En ellos se ven
representaciones polícromas de comitivas de servidores, tanto
masculinos como femeninos, que atienden al difunto. Sus ropas son las
propias de las cortes coreana o china.
Será
a finales de la sexta centuria cuando empiecen a desaparecer las
armaduras y las armas de los ajuares funerarios, surgiendo símbolos
del poder como las coronas de oro, que proceden de Corea. Asimismo,
empiezan también a aparecer frascos de bronce y cuencos
característicos de los rituales budistas.
Bibliografía
esencial
Farris,
W.W., Sacred
Texts and Buried Treasures: Issues in the Historical Archaeology of
Ancient Japan,
University of Hawaii Press, Honolulú, 1998.
Habu,
Junko, Ancient
Jomon of Japan,
Cambridge University Press, Cambridge, 2004.
Knoft,
Th. (Ed.),
Burial Mounds In Europe and Japan. Comparative and Contextual
Perspectives,
Archaeopress, Oxfordshire,
2018.
Mizoguchi,
Koji, The
Archaeology of Japan. From the Earliest Rice Farming Villages to the
Rise of the State,
Cambridge University Press, Cambridge, 2013.
Naumann,
N., Japanese
Prehistory: The material and Spiritual Culture of the Jomon Period,
Harrassowitz Verlag,
Wiesbaden,
2000.
Pérez
Riobó, A. & San Emeterio Cabañes, G., Japón
en su historia. De los primeros pobladores a la era Reiwa,
edit. Satori, Gijón, 2020.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AHEC-AEEAO-UFM, agosto, 2025.