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2 de agosto de 2025

Cultura material del antiguo Japón: Jômon, Yayoi y Kofun













Imágenes, de arriba a abajo: vasija con forma de llamas. Jômon medio. Museo Municipal de Tôkamachi; dogû de Nakappara o diosa con máscara. Hacia 2000 a.e.c. Museo Arqueológico Jômon de Togariishi; dogû de Kamegaoka, conocido como figura con gafas de nieve; espejo con figuras de deidades. Siglos IV-V. Museo Nacional de Tokio; alfarería de época Yayoi. Museo Nacional de Tokio; figura incisa de un supuesto chamán en una cerámica yayoi. Museo de la Prefectura de Saga; campana dôtaku. Museo Nacional de Kyûshû; tumba de Hashihaka, en la prefectura de Nara; varias figuras haniwa del kofun de Kuyôzuka. Museo Arqueológico del Castillo de Azuchi; vasija sueki con luchadores de sumo. Museo Nacional de Kioto; pintura mural en una pared del túmulo de Takehara, en la prefectura de Fukuoka; y pintura mural en una pared del túmulo de Takamatsuzuka, con un grupo de mujeres.

La cultura Jômon (diseño de sogas), tiene sus raíces en el Pleistoceno, en tanto que uno de los restos cerámicos más arcaicos del mundo, datados en 16000 años A.P., se encuentran en Odai Yamamoto I, yacimiento ubicado en Aomori. No obstante, no fue un surgimiento aislado, pues el horizonte cultural de Osipovka, en torno al curso bajo del Amur, en el noroeste de Rusia, con cerámica vinculada a la de Jômon, es coetánea a la cultura japonesa.

Estas gentes, que emplearon herramientas pétreas pulidas y cerámica, no desarrollaron la agricultura, aunque sí desplegaron técnicas de producción de alimentos propias de los entornos de bosque, de ahí que se haya catalogado a Jômon como una cultura de Neolítico forestal. Esta avanzada sociedad de cazadores-recolectores, empleó útiles de hueso, de madera y de piedra.

En la búsqueda de un aprovechamiento de los recursos de los ríos y el mar, fabricaron numerosos útiles asociados a la pesca, como redes, anzuelos, trampas o arpones, aunque también usaron el arco para una caza terrestre acompañada de perros. Cada comunidad se especializó en la producción de ciertos artefactos, a partir de materias primas como el jade, la obsidiana o la serpentina, además del ámbar y el cinabrio, estos últimos con finalidad ornamental y ritual.

Desde el período de Jômon Medio (3500-2500 a.e.c.) se diversifica la producción de recipientes cerámicos, siendo desde ese momento usados no solamente para los alimentos sino también en ceremonias y rituales religiosos. Surgen formas retorcidas y extrañas de cerámica, análogas a las llamas de una hoguera, denominadas cerámicas flameantes o kaengatadoki. Se usan, además, lámparas cerámicas y se manifiestan las primeras urnas funerarias.

En la cultura material Jômon también existe una importante presencia de agujas, martillos de piedra, morteros y barras de piedra de forma fálica, tal vez de función ritual. Los objetos de finalidad ritual aparecen ya al final del Jômon Temprano (entre 9000 y 5000 a.e.c.). Sobresalen las máscaras de arcilla, formas semejantes a setas o campanas, las espadas y filos pulidos en piedra. Las figuras de arcilla antropomorfas, dogû, relacionadas con el mundo espiritual, aparecen mediado el período de Jômon Incipiente (13000-9000 a.e.c.), como formas simples, cuerpos triangulares planos sin rasgos faciales. En este misma época se encuentran en los diversos yacimientos brazaletes y pendientes ornamentales. Parece probable que tales objetos fuesen símbolos de estatus y que de ellos surgiese una suerte de poder espiritual. En la fase media, las figuras ya poseen una cabeza y extremidades, y los rostros ya muestran nariz, ojos y boca. Las formas de las caras muestran disparidades, un indicador de que no parecen representar personalidades reales. Algunas de las figuras fueron decoradas con zapatos y ropajes, así como con tatuajes alrededor de las mejillas, los ojos y la boca.

En períodos más tardíos, las figuras dogû crecen en tamaño y se empiezan a fabricar huecas. Suelen aparecer depositadas en el suelo y fragmentadas, lo cual puede responder a una presumible función ceremonial, entendiendo que al romperlas se liberarían ciertos espíritus que estarían alojados en su interior. Aunque se asume que representan mujeres, es factible que trasciendan la forma y el género.

Pendientes y otros objetos decorativos hallados en las tumbas han servido para reconstruir la posición del cadáver inhumado, bien en posición fetal, apuntando hacia alguna montaña cercana o hacia la salida y puesta del sol. Esto puede ser un indicio de que la orografía y los cuerpos celestes eran elementos referenciales en la cosmogonía de las gentes Jômon, pudiendo existir una asociación entre su perspectiva sobre la vida del más allá y la dirección a la que apuntan las tumbas.

En el período Yayoi se produce la importación de la cultura agrícola proveniente de Corea. En sus fases finales, en el siglo III, aparecen las primeras tumbas con forma de ojo de cerradura. Como el modo de vida se asienta en la agricultura, se puede ver la aparición de nuevas herramientas, unas de madera, como azadas, morteros o rastrillos, y otras de piedra pulimentada, caso de las hachas y los cuchillos. Fueron los emigrantes desde Corea los que introdujeron el bronce y el hierro, pero también hicieron lo propio con nuevas cerámicas, la fortificación de aldeas y la manufactura textil, amén de novedosas costumbres funerarias y rituales. Los primeros objetos de bronce fueron los traídos por los emigrantes, como espejos, brazaletes o armas (puntas de lanza, alabardas, espadas). Los objetos en bronce tuvieron, esencialmente, una función decorativa, simbólica y ritual. De hecho, las armas solían emplearse en ceremonias político-religiosas. Los productos en bronce más destacados traídos desde Corea son las alabardas, las lanzas, las campanas, los espejos y espadas.

Existieron diferencias en el empleo del bronce entre Kyûshû septentrional y la región de Kinai, en la sección media de la isla de Honshû, un hecho que podría indicar esferas políticas y culturales diferentes. En la zona de Kinai predominan las campanas dôtaku, mientras que las alabardas y las espadas de bronce, en origen herramientas de guerra, prevalecen en Kyûshû. Las dôtaku se enterraban fuera de los asentamientos humanos, lo cual puede indicar una finalidad apotropaica en los límites de las aldeas. Estas campanas pudieron estar vinculadas a festivales llevados a cabo en épocas cruciales del ciclo agrícola, como una parte de los ritos de invocación de espíritus. Por su parte, los espejos, alabardas, lanzas y espadas, estaban frecuentemente presentes en las sepulturas. Es probable que las armas se asociasen a rituales de expulsión.

Se introdujeron formas nuevas en la cerámica, como las vasijas de formas lobuladas, cuencos sobre pie de cuello estrecho, y los recipientes con un asa lateral. Los cuencos se usaron como medio de exhibición de ofrendas y alimentos, en tanto que las vasijas lobuladas, en principio usadas para almacenar grano, se acabarán usando como féretros.

Desde el fin del período medio (siglos II a.e.c. a I), aparecen dibujos y relieves que representan animales, individuos, edificaciones, distintos instrumentos y barcos. Se observan edificios elevados sobre pilares que están conectados con el suelo por medio de una escalera. Es probable que sean construcciones religiosas o graneros. La presencia de personajes con una herramienta o un arma en una mano y un escudo en la otra, pueden ser interpretados como chamanes. Por otra parte, el habitual motivo de la representación de ciervos, pudiera relacionarse con las leyendas presentes en el fudoki de la provincia de Harima, un informe acerca de costumbres locales redactado hacia 713.En esta obra, los cuernos y la sangre de los ciervos se asocian con el crecimiento de los cereales. La presencia, en ciertos casos, de figuras alargadas, han sido interpretadas como dragones.

Hay importantes variaciones en las formas de inhumación entre las regiones. Los cadáveres en grandes urnas de barro son propios del norte de Kyûshû, mientras que los sarcófagos de piedra son habituales en el sur de Honshû. Los ajuares funerarios están compuestos de cuentas de jade en forma de coma, dagas y espadas. Pueden aparecer también vasijas con cereales. En el sur de Japón estas vasijas se emplearon, asimismo, como urnas funerarias, un factor que se ha interpretado como la relación entre el crecimiento de las cosechas y los espíritus de los difuntos, lo que podría ser un indicio revelador de un probable culto a los antepasados.

Algunos miembros de las élites contaban en sus tumbas con cristales de origen chino, espejos, ornamentos de bronce, cuentas de jade y armas. Los espejos pueden simbolizar el rol de chamán del difunto en el seno de la sociedad, mientas que la presencia de productos de origen chino se puede conectar con un deseo de monopolizar los contactos comerciales con el continente. En el período posterior, entre mediado el siglo I y mediado el III, surgen túmulos rodeados de fosos en los que se inhumaba a la gente de elevado estatus con un rico ajuar, lo que contrastaba con los enterramientos de la gente común, ubicados fuera de cualquier túmulo y sin ajuar.

El denominado período de los túmulos antiguos, kofun, comienza en torno a 250. Se caracteriza por la presencia de grandes tumbas que actúan como símbolos de expresión del alto estatus religioso y político de las personas allí inhumadas. Estas sepulturas, con ajuares que contienen espejos, figuras zoomorfas y de deidades, adornos de jade, armas y aperos de labranza, entre otros objetos, son prueba del nacimiento de una élite nacional entre el siglo III y el IV.

La contribución coreana durante este período también fue efectiva. Los inmigrantes del reino de Gaya (estado formado por la federación de pequeños reinos coreanos entre mediado el siglo I y 532), introdujeron la cría de caballos, fabricaron cerámicas de tipo sueki, (azul y gris, de uso ritual y funerario), levantaron un tipo de vivienda sobre pilares con la presencia del kamado, una cocina de barro con chimenea externa, y llevaron hasta Japón el telar para tejer cáñamo.

Los objetos de mayor relevancia de esta fase son las figuras haniwa. Su origen se halla en vasijas de arcilla coloreadas en rojo que se ubicaban en túmulos donde se enterraba a la élite ya desde la etapa final yayoi. Inicialmente estaban adornadas con diseños geométricos. A partir de mediado el siglo III se produce una reconfiguración funcional de estas piezas con la intención de ubicarlas permanentemente alrededor del túmulo funerario en diversas hileras. Como eran visibles desde el exterior es posible que su originaria función fuese la delimitación de espacios sacros, actuase como un tipo de ofrenda votiva al espíritu del fallecido o bien tuviese una función apotropaica. Mediado el siglo IV, algunas adquirieron la forma de edificaciones, objetos como parasoles, aljabas, abanicos de mango largo o espejos, y también la forma de animales, sobre todo caballos, perros, pájaros y jabalíes.

En las primeras fases del período kofun el patrón básico consistía en ubicar figuras con forma de vivienda al lado de representaciones de aljabas y escudos en la parte superior del túmulo, rodeando todo con varios círculos concéntricos de haniwa con forma de vasija. Tal vez el conjunto pudiera representar un complejo palaciego probablemente asociado a la vida del difunto en el otro mundo. Ya será a partir de la mitad del siglo V cuando estas figuras adquieran forma humana, tanto hombres como mujeres, en función de tejedoras, guerreros, sacerdotisas, bailarines, portadores de escudos o sirvientes, entre otras. El Nihon Shoki (日本書紀, compilado en 720), señala que las haniwa en forma humana se debieron al mítico personaje Nomi no Sukune, quien propuso sustituir las víctimas sacrificiales por figurillas de arcilla.

Pueden representar personajes, animales u objetos que fuesen útiles para el difunto, representasen escenas de la vida cotidiana de la persona inhumada o que sirviesen como medios de transporte del alma del fallecido al más allá. También resulta plausible que hiciesen las veces de ofrendas a las divinidades.

Las mencionadas cerámicas sueki abarcaban cuencos y platos, pero también lucernas, pedestales con incensarios, vasijas de múltiples bocas y jarras para libaciones. Se hacen muy presentes en el ajuar funerario de la élite en el siglo VI. También fueron abundantes las cerámicas hajiki, habitualmente en sus formas de platos planos, vasos y vasijas y cántaros para guardar el grano, así como los espejos, con diseños formados a partir de varios círculos concéntricos. Los círculos externos se decoran con caracteres chinos o con patrones regulares, mientras en los interiores se muestran entidades míticas. En el centro sobresale un medallón. Un ejemplo muy notable es el espejo con diseño de viviendas, fechado en el siglo IV, y que muestra cuatro edificios en torno al medallón central.

En las tumbas de corredor insertas en los túmulos, que se oficializan a fines del siglo IV, las paredes pueden aparecer decoradas con motivos abstractos y geométricos, con predominio de los colores blanco, negro, rojo y verde. Existen ejemplos en los que se observan formas parecidas a armas, escudos o aljabas, así como figuras humanas y zoomorfas. En este último caso es destacable el túmulo de Takehara, en Kyûshû, de mediada la sexta centuria de nuestra Era.

En estas pinturas, consideradas un ejemplo de la transmisión de la estética de las culturas esteparias debido a las vestimentas de un jinete (el único ser humano que aparece), se muestra el apareamiento entre un caballo, ofrecido por esa persona, y un dragón, para que se geste un corcel. El tema retrata una leyenda continental. Además se pueden apreciar abanicos de mango largo a ambos lados, banderas triangulares y un barco sobre las estilizadas olas de la sección inferior. Todo ello puede estar simbolizando el viaje al otro mundo.

Otro ejemplo destacable es el del túmulo de Mezurashizuka, asimismo en la propia región de Kyûshû. Aquí se aprecia una barca con un ser humano y un ave, lo que podría estar representando el tránsito al más allá del alma del difunto. La influencia de la cosmología china se hace evidente en los túmulos de Kitora y de Takamatsuzuka, ya datados en la segunda mitad del siglo VII. En ellos se ven representaciones polícromas de comitivas de servidores, tanto masculinos como femeninos, que atienden al difunto. Sus ropas son las propias de las cortes coreana o china.

Será a finales de la sexta centuria cuando empiecen a desaparecer las armaduras y las armas de los ajuares funerarios, surgiendo símbolos del poder como las coronas de oro, que proceden de Corea. Asimismo, empiezan también a aparecer frascos de bronce y cuencos característicos de los rituales budistas.

Bibliografía esencial

Farris, W.W., Sacred Texts and Buried Treasures: Issues in the Historical Archaeology of Ancient Japan, University of Hawaii Press, Honolulú, 1998.

Habu, Junko, Ancient Jomon of Japan, Cambridge University Press, Cambridge, 2004.

Knoft, Th. (Ed.), Burial Mounds In Europe and Japan. Comparative and Contextual Perspectives, Archaeopress, Oxfordshire, 2018.

Mizoguchi, Koji, The Archaeology of Japan. From the Earliest Rice Farming Villages to the Rise of the State, Cambridge University Press, Cambridge, 2013.

Naumann, N., Japanese Prehistory: The material and Spiritual Culture of the Jomon Period, Harrassowitz Verlag, Wiesbaden, 2000.

Pérez Riobó, A. & San Emeterio Cabañes, G., Japón en su historia. De los primeros pobladores a la era Reiwa, edit. Satori, Gijón, 2020.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AHEC-AEEAO-UFM, agosto, 2025.

24 de enero de 2023

Arqueología: relieves narrativos de Sayburç (Turquía)


El yacimiento de Sayburç, habitado en el Neolítico, y datado en el 9000 a.e.c., se encuentra bajo un pueblo actual en la provincia turca de Şanlıurfa. Sayburç corresponde a una época en la que los grupos de cazadores y recolectores se estaban desplazando hacia el modo productivo propio de la agricultura, estableciéndose en asentamientos sedentarios. El lugar, excavado en 2021 bajo la dirección de la arqueóloga Dra. Eylem Özdoğan, de la Universidad de Estambul, destaca por varios edificios residenciales y una estructura comunal de grandes dimensiones que, probablemente, servía como lugar de reuniones. Presenta bancos alineados en las paredes. Unas imágenes narrativas se encontraron grabadas en los respaldos de algunos de estos bancos. Se trata de imágenes de animales y humanos, si bien en esta oportunidad las figuras coexisten formando una escena, el que se considera el relieve narrativo más arcaico conocido.

Tras iniciales descubrimientos de artefactos neolíticos en las estructuras modernas, la excavación encontró dos zonas de ocupación neolítica previos a la cerámica; la primera con edificios públicos, al sureste de los cuales se encuentran las ruinas de un asentamiento romano posterior; la segunda corresponde al antiguo distrito residencial.

Estos lugares de reunión grupal, para algunos una suerte se santuarios o templos, empiezan a ser recurrentes. El primer sitio de este tipo descubertos fue el célebre Gobekli Tepe, seguido de la identificación de al menos quince más, incluido el reciente de Karahan Tepe. Estos espacios ahora se conocen colectivamente como Tas Tepeler o colinas de piedra, y se caracterizan por ser lugares de reunión con representaciones estilizadas monumentales de personas y animales, así como pilares con un aspecto fálico. Por lo general, se construían en las cimas de las colinas. Sayburc también, aunque en una zona no tan alta como las cimas de las colinas de Gobekli Tepe y Karahan Tepe, desde donde los reunidos tenían una estupenda vista de la llanura que los rodeaba.

Las impresiones de la Dra. Özdoğan han sido publicadas en la revista Antiquity (número 96, 390, 2022, pp. 1599-1605). En su estudio, Özdoğan señala que la obra de arte puede considerarse un reflejo de la memoria colectiva de la comunidad, algo relativo a sus valores específicos. En este sentido, la evidencia arqueológica pudiera proporcionar una idea acerca de las tradiciones de las sociedades pretéritas.

Es probable que las figuras representadas en las escenas narrativas fuesen personajes relevantes para esta concreta primitiva comunidad agrícola. Quizá sean figuras míticas o hasta personajes históricos insertos en las presuntas tradiciones de la comunidad. La gran losa de piedra del yacimiento de Sayburç representa la historia de un par de hombres atacados por animales (son dos hombres y tres animales), quienes aparecen ubicados en posición de autodefensa contra el inminente ataque de leopardos de un lado y de toros, del otro. Esta parece ser la historia de las relaciones entre bestias y humanos. Uno de los hombres sostiene su pene, mientras el otro, en cuclillas, mantiene un cascabel o una sierpe, y se enfrenta a un toro. Se resalta el peligro en las escenas por la minuciosa talla de cuernos o dientes de los animales.

Una segunda escena involucra dos leopardos con las fauces abiertas y con sus dientes visibles, además de sus largas colas enroscadas hacia el cuerpo, frente a un hombre que parece mirar fijamente a la habitación en lugar de al costado. Sostiene con fuerza su pene con la mano derecha. Ambas escenas parecen tener un vínculo entre sí, pues los dos paneles son adyacentes en sentido horizontal, creando con ello una escena progresiva, una narración coherente, al modo de los fotogramas de un filme.

El hecho de que el hombre entre los felinos, se halle sentado o no, se agarre su pene, está relacionado con el arte del Neolítico próximo-oriental. El pene siempre se representa para indicar la identidad masculina, expresando el estado, la condición de un hombre. La mayoría de las veces está erecto. Incluso los animales a menudo se muestran con sus penes.

El panel tiene cerca de cuatro metros de largo, formando un banco de piedra. Esta pieza única, que puede tener 11000 años de antigüedad revelaría, por consiguiente, información acerca de la ideología de las antiguas comunidades de la región.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, enero, 2023.



4 de julio de 2022

Cultura Dong Son-Lac Viêt: Edad del Bronce en Vietnam








Imágenes: diversas figurillas humanas, alguna en labores agrarias, un búfalo de agua con un granjero encima, del 500 a.e.c., animal imprescindible en el cultivo del arroz, además de hachas, espadas y tambores hechos en bronce. Una de las más relevantes es la figura (la tercera, de arriba hacia abajo), que configura una lámpara que se conoce con el nombre del "hombre arrodillado".

La cultura Dong Son, mencionada por vez primera por el estudioso R. Heine-Geldern en los años treinta del pasado siglo XX, se desarrolló en el entorno del valle del Río Rojo (Hông Ha) del norte de Vietnam, desde aproximadamente el año 1000 hasta el primer siglo de nuestra era. Última cultura de Van Lang, su influencia se expandió por el sudeste de Asia. Muchas trazas de la cultura se encuentran en las provincias chinas de Guangxi, Yunnan, la isla de Hainan, así como en Tailandia y Laos.

Lac Viêt (Luoyue en chino), se refiere a un grupo multilingüístico conformado por tribus que habitaban el norte de Vietnam a partir del siglo VIII a.e.c. Estas gentes, conocidas por sus tambores en bronce Heger, del tipo I, por cultivar el arroz húmedo, elaborar sistemas de control de aguas e irrigación y construir diques, se denominan, desde la óptica arqueológica, como Dongsonianos, esto es, pertenecientes a la cultura Dong Son. En la mitología de Vietnam, Lac era un gigante, con el cráneo semejante al de un ave, que se les apareció a las tribus del sur de China sirviéndoles de guía en su peregrinar hasta el norte de Vietnam. El ave aparece como decoración en algunos tambores. Según la tradición legendaria, Lac Viêt fundaría un estado llamado Van Lang en el III milenio a.e.c., en un territorio dividido en feudos que serían gobernados por jefes de carácter hereditario. Los señores Lac serían, así, aristócratas hereditarios. El Lüshi Chunqiu menciona Yueluo, como sinónimo de Viêt Lac, probablemente entendido como el nombre de un específico país.

Las mujeres disfrutarían de un elevado estatus en esta sociedad, de carácter matrilocal, en tanto que la pareja casada residiría cerca, o directamente con, los parientes de la esposa. Lac Viêt y Luoyue se han relacionado, como distintos antiguos grupos étnicos, tanto a las modernas gentes Kinh vietnamitas como al pueblo Zhuang del sur de China. No obstante, hay que señalar que los escritores de época Han usaron la denominación como un xenónimo para referirse a una confederación tribal de la antigua Guangxi y el norte de Viernam, gentes a las que consideraban como una variante de los Yue. Sin embargo, Yue y Luoyue son grupos distintos con lenguas diferentes, aunque con prácticas culturales algo parecidas.

Se trata, en esencia, de gentes que pescaban y cultivaban el arroz, criaban cerdos y búfalos de agua, navegando en largas canoas por el río. Pero sobre todo, fueron grandes broncistas, como se ejemplifica en los tambores que abundan en el norte de Vietnam y el sur de China. Es probable que estas gentes hablasen lenguajes austro asiáticos. La cultura, de origen viético, llegó a convertirse, desde una perspectiva lingüística, en el ancestro principal del moderno pueblo vietnamita.

Aunque el trabajo del bronce tuvo sus primeros desarrollos en el sudeste de Asia, la industria del bronce Dong Son tuvo un origen local, equivalente a la cultura Go Mun (entre 700 y 500 a.e.c.), presentando notables piezas como hachas, cuchillos y puntas de lanzas. Los tambores en bronce, arriba mencionados, decorados con músicos, guerreros, aves, escenas del cultivo del arroz, ciervos o diseños geométricos, se empleaban fundamentalmente para la guerra.

Debido a la abundancia de alimentos debido a los propicios recursos agrarios, una parte de la población de esta cultura se dedicaba a la producción cerámica, los textiles, la metalurgia o la construcción. Las creencias tradicionales incluían el culto a la naturaleza, la adoración a la vitalidad masculina y femenina así como a los comportamientos de apareamiento. Se adoraban los árboles, a los antepasados, así como los principales granos cultivados. Muchos pasteles hechos con frutos, hoy habituales, se han hecho legendarios gracias a la cultura oral que proviene de estas épocas.

Las tumbas con presencia de ataúdes con forma de barco son propias de esta cultura. Una de las más famosas apareció en 2004 en la aldea de Dong Xa, provincia de Hung Yen. Probablemente, la peculiar forma del sepulcro simbolice el traslado del fallecido hacia el otro mundo. En el ataúd, con el cadáver completamente vestido, aparecieron algunos artefactos, como piezas de cerámica, además de semillas de plantas.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, julio, 2022. 

 

29 de marzo de 2022

Arqueología en Asia central: platos, hebillas, monedas, copas







 

En esta entrada se comentan varias imágenes de diferentes objetos de relevancia arqueológica e, indudablemente, histórica. Tienen en común una procedencia centro-asiática y, en algunos casos, motivos iconográficos de inspiración helena.

La primera corresponde a un plato hecho en plata, que muestra la presencia de Dionisos y los demás dioses olímpicos. Profusamente decorado, probablemente fue elaborado en alguna provincia oriental del mundo romano. Lo más relevante es que fue hallado a fines de los años ochenta del pasado siglo en el lugar de Beitan, condado JingYuan en el Gansu, China. En una segunda imagen se observa la cabeza de un Buda con restos de su aureola de inspiración persa. Datada en los siglos III y IV, y hoy en el Museo Estatal de Arte Oriental de Moscú, fue encontrada en Kara Tepe, Turquía meridional, muy al oeste de las fuentes originales del budismo.

Una tercera pieza es esta hebilla de cinturón en oro con el motivo de animales entrelazados atacándose. Datado en la dinastía Han Occidental, fue descubierto en el mausoleo del rey Chu, en el monte ShiZi, Xuzhou. La cuarta imagen corresponde a una tapa cerámica con un relieve que presenta la imagen de una criatura mítica alada (Gopat Shah) que ha sido datada entre los siglos IV y II a.e.c. Fue encontrada en Kalaly Gyr, Turkmenistán.

La quinta, pertenece a una moneda de oro, concretamente un bracteato, en la que se muestra “sintetizada” la historia romana de Rómulo y Remo. Hallada en Panjikent, Sogdiana, se ha fechado en el siglo V. Resulta un claro indicador de que la historia mítica contó con una variante extendida por Asia central, hasta el punto que el motivo reaparece en pintura unas centurias después (Usrushana, siglo VIII). Finalmente, una copa de tallo, hecha en bronce dorado fundido, con un Eros rodeado de vides, que apareció en un tesoro encontrado en Datong (China) en los años setenta del pasado siglo. Pertenece a la dinastía Wei Septentrional. Probablemente, no obstante, se trate de una réplica bactriana de un vaso bizantino contemporáneo, de apenas unos doce centímetros de altura.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.

13 de abril de 2021

Arcaicas contribuciones a la cultura japonesa: Jômon


Imágenes: arriba, figura Dogu Jômon, datada entre 1000 y 400 a.e.c., conservada en el Musée Guimet de París; abajo, grupo de edificaciones reconstruidas en el yacimiento Jômon de Sannai Maruyama.

La cultura Jômon, datada entre 13000 y 2800 a.e.c., es una arcaica cultura de Japón (nombre que parece provenir del término malayo jepang, que escucharían mercaderes portugueses en el siglo XVI y lo trasladarían a Europa), que suele dividirse en distintas etapas (Inicial, Temprana, Media, Tardía y Final). Esta cultura Jômon y sus portadores pudieron contribuir a la conformación de la idiosincrasia cultural esencial del pueblo japonés, palpable en la actualidad a pesar de las decisivas influencias externas posteriores, sobre todo de China. De la misma sobresale su legado en la formación de la tradición más rebuscada de la estética japonesa. Con Jômon se sentaron las bases poblacionales y varios elementos clave de la cultura popular, sobre todo lo relativo a las creencias mágico-religiosas.

En cualquier caso, como no fue una cultura monolítica, en función de una pluralidad en sus orígenes, recibió influencias externas a lo largo de su desenvolvimiento, hecho reflejado en la formación de diversas áreas culturales. En tal sentido, en la etapa de transición a la época Yayoi, se distinguían dos regiones divididas en el centro de Honshü, la del suroeste y la del noreste. Si bien son dudosas las razones que motivaron esta división geocultural, la línea divisoria coincide con la establecida por la dialectología y los análisis del folclore, las creencias y las tradiciones populares, así como de la estructura social (tipo de familia y de comunidades).

Uno de los referentes esenciales de la cultura se encuentra en el sitio arqueológico de Sannaimaruyama, un asentamiento humano de la época Jômon Temprana (hacia 3500 a.e.c.), que perduró hasta el final de la fase Jômon Media. En su período de esplendor el lugar alcanzó una población de medio millar de habitantes. El poblado mostraba una planificación, pues había un área habitacional con chozas semi subterráneas, una zona con edificaciones para procesar alimentos y almacenarlos (graneros), además de un par de áreas de inhumaciones bien diferenciadas en relación a la ocupación de las personas en el seno de la comunidad. Además, se distingue un espacio en donde se ubica una casona de casi treinta metros de largo, al margen de una zona para el depósito de los escombros, en donde la tierra con cerámicas de desecho, huesos, cáscaras, restos de alimento vegetal y conchas son claramente visibles.

El descubrimiento de una notable cantidad de figurillas en barro, muchas femeninas y con forma de cruz, al lado de entierros con presencia de diversos artículos funerarios, caso de vasijas o joyas de jade, constata la existencia de una práctica mágico-religiosa. Por otra parte, se sabe que los habitantes de Sannaimaruyama intercambiaban productos con los de otras regiones más lejanas, tal y como se infiere de la presencia de jade de Itoigawa o de alquitrán de Akita.

La cultura Yayoi, con la introducción del cultivo del arroz, es crucial en la configuración de la cultura y lengua japonesas. No obstante, aunque la ritualidad agrícola asociada con el cultivo del arroz es esencial en la cultura popular, en un buen número de las regiones del país, el empleo ritual de tubérculos, mijo, el castaño u otros cereales relacionados con la práctica agrícola arcaica Jômon, remarca la persistencia paralela de la tradición agrícola previa a la época Yayoi, por lo tanto Jômon. Por otro lado, la llegada de la cultura Yayoi nunca tuvo presencia en la septentrional isla de Hokkaido, en donde la cultura Jômon siguió su específico desarrollo sobre el fundamento de una economía de recolección, caza y pesca, si bien con el complemento de la agricultura, para configurar la cultura Satsumon, considerada uno de los precedentes de la célebre cultura Ainu.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, abril, 2021.