Polaridad yin-yang en China III
Prof. Julio López
Dentro de la iconografía vinculada con yin y yang el sol o T’ai Yang, y la luna, T’ai Yin, son ejemplos primarios de la pareja de contrarios, en los que el sol-yang es principio vital luminoso y cálido, y yin-luna ( oscura y fría ), no es necesariamente o, mejor sería decir, exclusivamente, pasiva, pues es un indicador del tiempo calendárico y guía de las actividades humanas, influenciando, incluso, las funciones biológicas[i]. En el período Han los emperadores llevaban discos con el sol y la luna como símbolos en sus túnicas ceremoniales, que representaban la soberanía universal. Los motivos cielo-tierra, identificados con la pareja de opuestos, también aparecían habitualmente en dichas túnicas o en las bellas pinturas paisajísticas: la tierra era representada como un pico de montaña y el cielo como una constelación de estrellas, imaginadas como círculos rojos o dorados unidos por delgadas líneas para remarcar su mutua interrelación[ii]. En las pinturas de paisajes, por el contrario, la montaña es yang por su carácter prominente, agresivo, desafiante frente al viento y la lluvia, mientras que yin es agua, cuya pasividad es responsable de la suave brisa; es por este orden de cosas que este estilo pictórico paisajístico de denomina shan-shui hua o de “montaña-agua”. En algunos rollos pictóricos verticales tardíos, de época Song, se pueden observar pequeñas figuras humanas cerca de u curso de agua en la parte baja de la composición. Desde allí, un camino avanza serpenteante hacia el pie de la montaña y asciende hacia un templete o la misma cumbre, en donde se haría positiva, y comprensible, la unidad yin-yang en el Gran Último, en la Unidad, el dao. La idea de altura y saliente, como la montaña, en contraste con lo bajo y hundido, referente del agua, simbolizan fuerzas opuestas que son visibles en la escritura y los caracteres escritos, como el caso del carácter tieh ( saliente, protuberante ) y yao ( cóncavo ). Los diseños en relieve adquirieron, de este modo, el nombre de modelos yang o yang wen, y aquellos incisos, modelos yin ( yin wen ).
La más relevante expresión simbólica de yin-yang se verifica en su relación con los cuatro orientes o puntos cardinales, cuyo origen como fundamento cosmológico pudo arrancar del paleolítico superior, del originario miedo al sol y del intento de comprender el discurrir de su ruta este-oeste y su temporal desaparición por algunas horas. Las orientaciones y direcciones espaciales se vinculan a las fuerzas cósmicas y a varias divinidades, además de al tiempo, ya que cada orientación corresponde a una estación en el marco del ciclo natural. El carácter bilateral del cuerpo humano, unido al interés observador del hombre hacia un auspicioso este, lugar de nacimiento de la luz, provocaría que una hipotética posición frontal hacia oriente dejase el brazo izquierdo hacia el norte y el costado derecho hacia el sur. Esta arcaica experiencia, que pudo sobrevivir esclerotizada en algunos lenguajes escritos, implica que las direcciones serían empleadas como antiguos intentos de entendimiento de la localización que el hombre ocupa en el mundo observable. En China, su simbolización, ayudada por los Cinco elementos, se haría a través de colores y diversos animales emblemáticos que los representarían[iii]. Los animales o criaturas míticas que simbolizan los cuatro cuadrantes o las cuatro direcciones limitadoras del espacio terrestre fueron, el pájaro, que con sus aptitudes para el vuelo se hace identificable con el Cielo y, por ello, con el símbolo natural yang, la tortuga y la serpiente, denominados indistintamente el “Guerrero Negro”, como animales de tierra, reptantes y, por lo tanto, vinculados con yin-tierra, el dragón, en su carácter agresivo asociado al Cielo y yang, aunque como surgido de las aguas, asimilado también a yin, y el tigre, perenne morador de las montañas, fuerte y violento, relacionado con yang, si bien como animal de hábitos nocturnos, en su mezcla con las sombras, es, asimismo, una criatura yin[iv], polivalente como el dragón. El cuadro resultante sería, por consiguiente, así:
Estación
Oriente
Color
Animal
Elemento
Primavera
Este
Verde / Azul
Dragón
Madera
Verano
Sur
Rojo
Pájaro
Fuego
Otoño
Oeste
Blanco
Tigre
Metal
Invierno
Norte
Negro
Tortuga
Agua
Una especie de “quinta estación” se individualizaría al final del verano y se asociaría al centro, también un oriente, y al color amarillo, identificativo de la tierra china, creándose, de esta manera, el sistema cosmológico wuxing que sería profusamente empleado en época Han.
Estas interrelaciones espacio-temporales, en vinculación con la naturaleza y la vida, acabaron por influir en la política y en el modo de concebir la historia. En el siglo III a.C., el mencionado Zou Yan estableció que el orden cósmico era gobernado por las alternancias yin-yang y por la alternancia cíclica de las Cinco Virtudes-Cinco Elementos, lo que suponía que cada rey o cada dinastía debía mandar conforme a una de las virtudes. En el caso de no hacerlo así, era factible la imposición de una nueva familia gobernante, con lo que se constituye una sucesión dinástica en la que cada gobierno “vence” al anterior debido a su degeneración ético-ritual.
En su asimilación a las direcciones cardinales, las relaciones yin-yang podían ser verticales y horizontales: norte-sur / negro-rojo ( colores yin y yang, respectivamente, en épocas tardías[v] ), pero también este-oeste, ya que el contraste montañas-mar o agua ( oeste-este ), es, asimismo, esencial en el pensamiento yin-yang. Habría así simbolizada, espacialmente, una cruz, inserta en un cuadrado; es decir, el mundo y sus límites. En su relación polarizante omniabarcante, existe una horizontalidad simétrica pero también una cierta verticalidad jerarquizante, en la que se observa cierta preponderancia del término superior, yang-Cielo, sobre el inferior, yin-Tierra. Traducido, hipotéticamente, a un lenguaje aristotélico y escolástico, yang sería aquí todo lo que está en acto y yin lo que se encuentra en potencia. Así pues, además de una apariencia de igualdad en un plano horizontal, habría jerarquía verticalizante entre ambas categorías, aunque, creemos, esta última, alternativa, en doble sentido: un superior yang celeste ante un inferior yin terrestre, pero también lo contrario en sentido cosmogónico: las tinieblas, identificadas con el caos, están al comienzo de los tiempos ( yin ), y la luminosidad, que ordena y estructura lo caótico para sacar de esta informidad el Cosmos, viene después ( yang ).
El sistema sacrificial arcaico, asociado a los reyes-sabios de la Edad de Oro, es descrito con el rey sacrificando a los dioses más elevados en la capital ( el “centro”, y dentro de ésta, el palacio del gobernante ), y cada cinco años inspeccionando las cinco montañas ( este-sur-oeste-norte-centro ) y ofrendando allí a colinas y ríos. En época imperial Qin los sacrificios se hacían a las cuatro deidades de los orientes[vi], lo que simbolizaba el control imperial sobre todo el territorio.
La polaridad complementaria de los opuestos como expresión cósmica mantiene relaciones vinculantes con las valoraciones numéricas. En China, yang es par y su contrario impar, y la tradición establece el conteo de los días por períodos decimales y el de los meses por periodos duodecimales. Míticamente hablando, los diez días de la semana son los diez soles ( el múltiplo básico de cinco, el centro de las direcciones ), lo que remite al Cielo, al fuego y al sur, en tanto que los doce meses del año se basan en el referente mítico de las doce lunas, lo que corresponde al número par seis y su múltiplo mínimo, y a la esencia yin, que se asocia con tierra, agua y norte. La síntesis de ambos establece un marco espacio-temporal definido: el tiempo se corresponde con el Cielo a través de la idea de los ciclos estacionales, cuya base es astronómica, y es fundamento de los calendarios, y el espacio se imbrica con la tierra porque en las apariencias sensibles fenoménicas la superficie terrestre representa una extensión medible manifestada y con límites definidos. Tal simbiosis combinatoria, en la que también se basan las artes adivinatorias y oraculares, es, en definitiva, una ilustración de la genérica y universalizante íntima conexión macro-microcosmos.
La significativa presencia de la denominada máscara taotie[vii] sobre bronces de época Shang y Chou, demuestran que la polaridad cósmica estaba presente en China desde, al menos, el II milenio a.C., aunque no fue una expresión exclusivamente china. Las dos fuerzas básicas del Universo se manifestaron también, icónicamente, entre los hindúes, en forma de genitales humanos, linga y yoni ( falo y vulva ), o entre los budistas tántricos tibetanos, con la interacción de los principios masculino y femenino, descritos, respectivamente, como método y sabiduría, representados a través de divinidades, budas y boddhisattvas, masculinas en unión sexual con sus consortes femeninos o sakti ( padre-madre, yab-yum ), lo que une indisociablemente a yin y yang por mediación de vinculaciones sexuales interactuantes. Esta unión, emblema del absoluto, indica la completa trascendencia de cualquier forma de dualismo a través de la fusión de los factores complementarios. También en Tíbet, el cetro y la campanilla adamantinas[viii] de la liturgia tienen un simbolismo bipolar, según el cual el cetro-fálico representa la práctica, la plenitud y la masculinidad, y la campanilla-vulva la teoría, la vacuidad y el principio femenino.
El símbolo iconográfico más común y conocido del yin-yang, aunque tardío, pues pertenece a época Song ( ss. X-XIII ), y suele adscribirse a un erudito de nombre Chou Tun-yi[ix], es el círculo diseccionado por una línea sinuosa con colores en contraste, generalmente negro-blanco. Este símbolo, conocido como T’ai-chi-t’u, expresa movimiento circularizante y fusión de contrarios con su entrada y salida en ambos hemisferios, no totalmente dicotómicos ni absolutamente independientes, lo que lo relaciona con arcaicos motivos indoeuropeos como la esvástica y los trisqueles célticos. El circunferencia yin-yang mostró, tardíamente también, sus habituales puntos circulares de color yang en el yin y viceversa, lo que puede ser un recuerdo de los ojos de peces debido a la sustitución ocasional de este símbolo por las figuras de dos peces con colores contrastantes, aunque también puede reflejar que la diferencia entre sexos no es nunca absoluta, sino complementaria; es decir, no hay masculinidad o feminidad total. Este último factor ha llevado a considerar la iconografía clásica de yin-yang como símbolo del andrógino primordial, del huevo cósmico, como un todo indivisible y, por lo tanto, como un referente de la Gran Unidad primigenia o Tai-ki.
El predominio alternante yin-yang es la evolución / desarrollo y la involución / envolvimiento, la catábasis descendente y la anábasis ascendente, la salida de lo manifestado y la entrada en lo no manifestado. Su dinamismo hace viable el mundo y sus habitantes, y sus acciones explican y hacen comprensible el orden de un Universo cambiante. Desde una terminología procedente del mundo de los astrónomos, adivinos, médicos y geomantes, incorporada acríticamente por el pensamiento práctico chino, yin y yang sirvió para justificar y juzgar los acontecimientos, en especial políticos, y como mecanismo útil para hablar acerca del hombre y de cómo éste se relaciona con el Cielo y la Tierra. A través de relaciones míticas China ha ejemplificado la relación entre el macrocosmos y el microcosmos humano, queriendo entender con ello el funcionamiento del mundo, de la naturaleza y, por ende, del hombre. Aunando la fuerza expansiva, de influencia celeste-yang, que genera las disipaciones, con el impulso de contracción yin, de predominancia terrestre, condensante, el pensamiento chino ha imaginado, a su manera, como otros modos culturales antiguos, un mundo geométricamente compuesto, circular y cuadrado, en el que las fuerzas polarizantes hacen visible el “comportamiento” de la naturaleza que debe ser, así, aprovechable por parte del conjunto de la humanidad para beneficio mutuo.
[i] El empelo más antiguo conocido de esta pareja simbólica luna-sol se encuentra en el estandarte en seda de la tumba I de Mawangdui, provincia de Hunan, del siglo II a.C., pintado por Xin Chui. Al respecto véase Hunansheng Bowuguan ( Zhongguo bowuguan, II ), Wenwu Press, Beijing, 1981, pl. 79. De época dinástica Han son, también, las diminutas figuras de sol y luna como opuestos en espejos, simbolizando el Universo. Cf. Cammann, S., “The TLV Pattern on Cosmic Mirrors of the Han Dynasty”, Journal of the American Oriental Society, nº 68, 1948, pp. 159-167.
[ii] Sobre este particular modo de representar las estrellas léase Needham, J., Science and Civilization in China, vol. III, Cambridge University Press, Cambridge, 1959, en especial, pp. 275-276.
[iii] La vinculación de los colores con las direcciones no sería aleatoria, sino que apuntaría a una lógica geográfico-climática: sur / rojo, color del fuego, añadido a la sugerencia del calor del sur tropical; norte / negro, en función de los densos y oscuros bosques de Manchuria; este / azul o verde, debido al color y tonalidades de las aguas del Mar Oriental, y oeste / blanco en relación a la nieve perpetua que cubre las cumbres montañosas de muchos picos del interior occidental de China. Sobre estas estrechas relaciones es imprescindible Cammann, S., “Symbolic Expressions of Yin-Yang Philosophy”, en Le Blanc, Ch. / Blader, S., Chinese Ideas about Nature and Society. Studies in Honour of Derk Bodde, Hong Kong University Press, Hong Kong, 1987, pp. 101-116, en específico, pp. 106-108; véase también Panikkar, R. / Pórtulas, J., ( edits. ) Diccionario de las mitologías. Las mitologías de Asia, vol V, edit. Destino, Barcelona, 2000, pp. 454-465.
[iv] Las oposiciones tigre-dragón o de figuras humanas y divinas, como Xiwangmu, reina occidental, y Tung wang-kung, rey oriental, son relativamente comunes en espejos de bronce, simbolizando los principios contrastantes yin-yang en el plano horizontal este-oeste. Otros animales míticos de ambos sexos representan también este contraste: el ch’i-lin, animal mitológico con cabeza de dragón o los conocidos leones alados que flanquean las tumbas arcaicas.
[v] No obstante, se daban las relaciones que indicaban complemento: sur, región yang y norte, zona yin, por ejemplo. Acerca del cuadrado como símbolo del mundo, véase Cammann, S., “Symbolic…Op.cit., p.109, y Guénon, R., Op.cit., pp. 30-31.
[vi] Cf. Shiji, Fengshan shu, 28, 1355-1356, Ssu-pu-pei-yao ( traducción Chavannes, E., Watson, B., este último, en Records of the Grand Historian, Columbia University Press, Nueva York, 1993 ). Véase, asimismo, Puett, M.J., Op.cit., pp. 301 y 303.
[vii] Taotie puede formarse con una pareja en contraste o con cabezas de dragón emparejadas para crear un motivo simple diferente. En cualquier caso, la “máscara” parece expresar aspectos polarizantes, agresivos y protectores, activos y pasivos, de algo abstracto más que de una divinidad. Se identifique, o no, con Shangdi, con una visión chamánica o con un animal mítico fruto de la imaginación humana, taotie pudiera ejemplificar la composición complementaria prototípica de yin y yang. Acerca de los simbolismos de la dualidad puede verse Cammann, S., “Some Early Chinese Symbols of Duality”, History of Religions, nº 24, 1985, pp. 221-252; sobre el posible significado de la máscara taotie, Allan, S., The Shape… Op. Cit., pp. 131-157, y Chang, K.C., Op.cit., pp. 75-78.
[viii] Sobre este simbolismo básico puede verse Prats, R.N., “El buddhismo. Religión y pensamiento buddhista en Asia oriental”, en Prevosti Monclús, A. ( coord. ), Pensamiento y religión en Asia oriental, edit. UOC, Barcelona, 2005, pp. 173-232, en específico, p. 196.
[ix] Véase Yulan, F., A History of Chinese Philosophy, vol. II, Princeton University Press, Princeton, 1953, pp. 435-437
FUENTES
La más relevante expresión simbólica de yin-yang se verifica en su relación con los cuatro orientes o puntos cardinales, cuyo origen como fundamento cosmológico pudo arrancar del paleolítico superior, del originario miedo al sol y del intento de comprender el discurrir de su ruta este-oeste y su temporal desaparición por algunas horas. Las orientaciones y direcciones espaciales se vinculan a las fuerzas cósmicas y a varias divinidades, además de al tiempo, ya que cada orientación corresponde a una estación en el marco del ciclo natural. El carácter bilateral del cuerpo humano, unido al interés observador del hombre hacia un auspicioso este, lugar de nacimiento de la luz, provocaría que una hipotética posición frontal hacia oriente dejase el brazo izquierdo hacia el norte y el costado derecho hacia el sur. Esta arcaica experiencia, que pudo sobrevivir esclerotizada en algunos lenguajes escritos, implica que las direcciones serían empleadas como antiguos intentos de entendimiento de la localización que el hombre ocupa en el mundo observable. En China, su simbolización, ayudada por los Cinco elementos, se haría a través de colores y diversos animales emblemáticos que los representarían[iii]. Los animales o criaturas míticas que simbolizan los cuatro cuadrantes o las cuatro direcciones limitadoras del espacio terrestre fueron, el pájaro, que con sus aptitudes para el vuelo se hace identificable con el Cielo y, por ello, con el símbolo natural yang, la tortuga y la serpiente, denominados indistintamente el “Guerrero Negro”, como animales de tierra, reptantes y, por lo tanto, vinculados con yin-tierra, el dragón, en su carácter agresivo asociado al Cielo y yang, aunque como surgido de las aguas, asimilado también a yin, y el tigre, perenne morador de las montañas, fuerte y violento, relacionado con yang, si bien como animal de hábitos nocturnos, en su mezcla con las sombras, es, asimismo, una criatura yin[iv], polivalente como el dragón. El cuadro resultante sería, por consiguiente, así:
Estación
Oriente
Color
Animal
Elemento
Primavera
Este
Verde / Azul
Dragón
Madera
Verano
Sur
Rojo
Pájaro
Fuego
Otoño
Oeste
Blanco
Tigre
Metal
Invierno
Norte
Negro
Tortuga
Agua
Una especie de “quinta estación” se individualizaría al final del verano y se asociaría al centro, también un oriente, y al color amarillo, identificativo de la tierra china, creándose, de esta manera, el sistema cosmológico wuxing que sería profusamente empleado en época Han.
Estas interrelaciones espacio-temporales, en vinculación con la naturaleza y la vida, acabaron por influir en la política y en el modo de concebir la historia. En el siglo III a.C., el mencionado Zou Yan estableció que el orden cósmico era gobernado por las alternancias yin-yang y por la alternancia cíclica de las Cinco Virtudes-Cinco Elementos, lo que suponía que cada rey o cada dinastía debía mandar conforme a una de las virtudes. En el caso de no hacerlo así, era factible la imposición de una nueva familia gobernante, con lo que se constituye una sucesión dinástica en la que cada gobierno “vence” al anterior debido a su degeneración ético-ritual.
En su asimilación a las direcciones cardinales, las relaciones yin-yang podían ser verticales y horizontales: norte-sur / negro-rojo ( colores yin y yang, respectivamente, en épocas tardías[v] ), pero también este-oeste, ya que el contraste montañas-mar o agua ( oeste-este ), es, asimismo, esencial en el pensamiento yin-yang. Habría así simbolizada, espacialmente, una cruz, inserta en un cuadrado; es decir, el mundo y sus límites. En su relación polarizante omniabarcante, existe una horizontalidad simétrica pero también una cierta verticalidad jerarquizante, en la que se observa cierta preponderancia del término superior, yang-Cielo, sobre el inferior, yin-Tierra. Traducido, hipotéticamente, a un lenguaje aristotélico y escolástico, yang sería aquí todo lo que está en acto y yin lo que se encuentra en potencia. Así pues, además de una apariencia de igualdad en un plano horizontal, habría jerarquía verticalizante entre ambas categorías, aunque, creemos, esta última, alternativa, en doble sentido: un superior yang celeste ante un inferior yin terrestre, pero también lo contrario en sentido cosmogónico: las tinieblas, identificadas con el caos, están al comienzo de los tiempos ( yin ), y la luminosidad, que ordena y estructura lo caótico para sacar de esta informidad el Cosmos, viene después ( yang ).
El sistema sacrificial arcaico, asociado a los reyes-sabios de la Edad de Oro, es descrito con el rey sacrificando a los dioses más elevados en la capital ( el “centro”, y dentro de ésta, el palacio del gobernante ), y cada cinco años inspeccionando las cinco montañas ( este-sur-oeste-norte-centro ) y ofrendando allí a colinas y ríos. En época imperial Qin los sacrificios se hacían a las cuatro deidades de los orientes[vi], lo que simbolizaba el control imperial sobre todo el territorio.
La polaridad complementaria de los opuestos como expresión cósmica mantiene relaciones vinculantes con las valoraciones numéricas. En China, yang es par y su contrario impar, y la tradición establece el conteo de los días por períodos decimales y el de los meses por periodos duodecimales. Míticamente hablando, los diez días de la semana son los diez soles ( el múltiplo básico de cinco, el centro de las direcciones ), lo que remite al Cielo, al fuego y al sur, en tanto que los doce meses del año se basan en el referente mítico de las doce lunas, lo que corresponde al número par seis y su múltiplo mínimo, y a la esencia yin, que se asocia con tierra, agua y norte. La síntesis de ambos establece un marco espacio-temporal definido: el tiempo se corresponde con el Cielo a través de la idea de los ciclos estacionales, cuya base es astronómica, y es fundamento de los calendarios, y el espacio se imbrica con la tierra porque en las apariencias sensibles fenoménicas la superficie terrestre representa una extensión medible manifestada y con límites definidos. Tal simbiosis combinatoria, en la que también se basan las artes adivinatorias y oraculares, es, en definitiva, una ilustración de la genérica y universalizante íntima conexión macro-microcosmos.
La significativa presencia de la denominada máscara taotie[vii] sobre bronces de época Shang y Chou, demuestran que la polaridad cósmica estaba presente en China desde, al menos, el II milenio a.C., aunque no fue una expresión exclusivamente china. Las dos fuerzas básicas del Universo se manifestaron también, icónicamente, entre los hindúes, en forma de genitales humanos, linga y yoni ( falo y vulva ), o entre los budistas tántricos tibetanos, con la interacción de los principios masculino y femenino, descritos, respectivamente, como método y sabiduría, representados a través de divinidades, budas y boddhisattvas, masculinas en unión sexual con sus consortes femeninos o sakti ( padre-madre, yab-yum ), lo que une indisociablemente a yin y yang por mediación de vinculaciones sexuales interactuantes. Esta unión, emblema del absoluto, indica la completa trascendencia de cualquier forma de dualismo a través de la fusión de los factores complementarios. También en Tíbet, el cetro y la campanilla adamantinas[viii] de la liturgia tienen un simbolismo bipolar, según el cual el cetro-fálico representa la práctica, la plenitud y la masculinidad, y la campanilla-vulva la teoría, la vacuidad y el principio femenino.
El símbolo iconográfico más común y conocido del yin-yang, aunque tardío, pues pertenece a época Song ( ss. X-XIII ), y suele adscribirse a un erudito de nombre Chou Tun-yi[ix], es el círculo diseccionado por una línea sinuosa con colores en contraste, generalmente negro-blanco. Este símbolo, conocido como T’ai-chi-t’u, expresa movimiento circularizante y fusión de contrarios con su entrada y salida en ambos hemisferios, no totalmente dicotómicos ni absolutamente independientes, lo que lo relaciona con arcaicos motivos indoeuropeos como la esvástica y los trisqueles célticos. El circunferencia yin-yang mostró, tardíamente también, sus habituales puntos circulares de color yang en el yin y viceversa, lo que puede ser un recuerdo de los ojos de peces debido a la sustitución ocasional de este símbolo por las figuras de dos peces con colores contrastantes, aunque también puede reflejar que la diferencia entre sexos no es nunca absoluta, sino complementaria; es decir, no hay masculinidad o feminidad total. Este último factor ha llevado a considerar la iconografía clásica de yin-yang como símbolo del andrógino primordial, del huevo cósmico, como un todo indivisible y, por lo tanto, como un referente de la Gran Unidad primigenia o Tai-ki.
El predominio alternante yin-yang es la evolución / desarrollo y la involución / envolvimiento, la catábasis descendente y la anábasis ascendente, la salida de lo manifestado y la entrada en lo no manifestado. Su dinamismo hace viable el mundo y sus habitantes, y sus acciones explican y hacen comprensible el orden de un Universo cambiante. Desde una terminología procedente del mundo de los astrónomos, adivinos, médicos y geomantes, incorporada acríticamente por el pensamiento práctico chino, yin y yang sirvió para justificar y juzgar los acontecimientos, en especial políticos, y como mecanismo útil para hablar acerca del hombre y de cómo éste se relaciona con el Cielo y la Tierra. A través de relaciones míticas China ha ejemplificado la relación entre el macrocosmos y el microcosmos humano, queriendo entender con ello el funcionamiento del mundo, de la naturaleza y, por ende, del hombre. Aunando la fuerza expansiva, de influencia celeste-yang, que genera las disipaciones, con el impulso de contracción yin, de predominancia terrestre, condensante, el pensamiento chino ha imaginado, a su manera, como otros modos culturales antiguos, un mundo geométricamente compuesto, circular y cuadrado, en el que las fuerzas polarizantes hacen visible el “comportamiento” de la naturaleza que debe ser, así, aprovechable por parte del conjunto de la humanidad para beneficio mutuo.
[i] El empelo más antiguo conocido de esta pareja simbólica luna-sol se encuentra en el estandarte en seda de la tumba I de Mawangdui, provincia de Hunan, del siglo II a.C., pintado por Xin Chui. Al respecto véase Hunansheng Bowuguan ( Zhongguo bowuguan, II ), Wenwu Press, Beijing, 1981, pl. 79. De época dinástica Han son, también, las diminutas figuras de sol y luna como opuestos en espejos, simbolizando el Universo. Cf. Cammann, S., “The TLV Pattern on Cosmic Mirrors of the Han Dynasty”, Journal of the American Oriental Society, nº 68, 1948, pp. 159-167.
[ii] Sobre este particular modo de representar las estrellas léase Needham, J., Science and Civilization in China, vol. III, Cambridge University Press, Cambridge, 1959, en especial, pp. 275-276.
[iii] La vinculación de los colores con las direcciones no sería aleatoria, sino que apuntaría a una lógica geográfico-climática: sur / rojo, color del fuego, añadido a la sugerencia del calor del sur tropical; norte / negro, en función de los densos y oscuros bosques de Manchuria; este / azul o verde, debido al color y tonalidades de las aguas del Mar Oriental, y oeste / blanco en relación a la nieve perpetua que cubre las cumbres montañosas de muchos picos del interior occidental de China. Sobre estas estrechas relaciones es imprescindible Cammann, S., “Symbolic Expressions of Yin-Yang Philosophy”, en Le Blanc, Ch. / Blader, S., Chinese Ideas about Nature and Society. Studies in Honour of Derk Bodde, Hong Kong University Press, Hong Kong, 1987, pp. 101-116, en específico, pp. 106-108; véase también Panikkar, R. / Pórtulas, J., ( edits. ) Diccionario de las mitologías. Las mitologías de Asia, vol V, edit. Destino, Barcelona, 2000, pp. 454-465.
[iv] Las oposiciones tigre-dragón o de figuras humanas y divinas, como Xiwangmu, reina occidental, y Tung wang-kung, rey oriental, son relativamente comunes en espejos de bronce, simbolizando los principios contrastantes yin-yang en el plano horizontal este-oeste. Otros animales míticos de ambos sexos representan también este contraste: el ch’i-lin, animal mitológico con cabeza de dragón o los conocidos leones alados que flanquean las tumbas arcaicas.
[v] No obstante, se daban las relaciones que indicaban complemento: sur, región yang y norte, zona yin, por ejemplo. Acerca del cuadrado como símbolo del mundo, véase Cammann, S., “Symbolic…Op.cit., p.109, y Guénon, R., Op.cit., pp. 30-31.
[vi] Cf. Shiji, Fengshan shu, 28, 1355-1356, Ssu-pu-pei-yao ( traducción Chavannes, E., Watson, B., este último, en Records of the Grand Historian, Columbia University Press, Nueva York, 1993 ). Véase, asimismo, Puett, M.J., Op.cit., pp. 301 y 303.
[vii] Taotie puede formarse con una pareja en contraste o con cabezas de dragón emparejadas para crear un motivo simple diferente. En cualquier caso, la “máscara” parece expresar aspectos polarizantes, agresivos y protectores, activos y pasivos, de algo abstracto más que de una divinidad. Se identifique, o no, con Shangdi, con una visión chamánica o con un animal mítico fruto de la imaginación humana, taotie pudiera ejemplificar la composición complementaria prototípica de yin y yang. Acerca de los simbolismos de la dualidad puede verse Cammann, S., “Some Early Chinese Symbols of Duality”, History of Religions, nº 24, 1985, pp. 221-252; sobre el posible significado de la máscara taotie, Allan, S., The Shape… Op. Cit., pp. 131-157, y Chang, K.C., Op.cit., pp. 75-78.
[viii] Sobre este simbolismo básico puede verse Prats, R.N., “El buddhismo. Religión y pensamiento buddhista en Asia oriental”, en Prevosti Monclús, A. ( coord. ), Pensamiento y religión en Asia oriental, edit. UOC, Barcelona, 2005, pp. 173-232, en específico, p. 196.
[ix] Véase Yulan, F., A History of Chinese Philosophy, vol. II, Princeton University Press, Princeton, 1953, pp. 435-437
FUENTES
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-Guoyu, edic. Ssu-pu ts’ung-k’an
-Hunansheng Bowuguan ( Zhongguo bowuguan, II ), Wenwu Press, Beijing, 1981
-Shiji, edic. Ssu-pu-pei-yao
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
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-CAMMANN, S., “The TLV Pattern on Cosmic Mirrors of the Han Dynasty”, Journal of the American Oriental Society, nº 68, 1948, pp. 159-167
-__________ , “Some Early Chinese Symbols of Duality”, History of Religions, nº 24, 1985, pp. 221-252
-__________ , “Symbolic Expressions of Yin-Yang Philosophy”, en Le Blanc, Ch. / Blader, S., Chinese Ideas about Nature and Society. Studies in Honour of Derk Bodde, Hong Kong University Press, Hong Kong, 1987, pp. 101-116
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