Se llama Bronce Atlántico a un
desarrollo cultural, expresado en la cultura material, llevado a cabo en las
regiones atlánticas costeras entre el final del II y principios del I milenio
a.n.E., al mismo tiempo que en Centroeuropa se despliegan los Campos de Urnas.
Gracias a los contactos comerciales marítimos a lo largo de las costas europeas
se consolida una unidad técnica verificada en los tipos de útiles de bronce
(esencialmente armas, en concreto las espadas). Es en este momento también,
cuando se inicia la distinción simbólica de géneros, tanto en la iconografía,
plasmada en el arte parietal y en las estelas, con presencia de hombres en
actitud de caza y armados, como en los ajuares funerarios en las tumbas, en las
que vemos un evidenciado vínculo entre los hombres con las armas y las mujeres
con diferentes adornos y ornamentos. Es ahora cuando culmina la creación del ethos del guerrero, íntimamente asociado
con la belleza masculina, que incluye armas, diversas jarras y vasos
contenedores de bebidas, la conducción de carros y la monta de caballos, además
de los útiles de adorno personal, hecho verificado en la presencia arqueológica
de elementos del aseo, como peines o espejos, y en el porte de una larga
cabellera, símbolo de la potencia sexual varonil. Es probable una ideología
semejante de los pueblos que conformaron este “Bronce Atlántico”, así como
lenguas emparentadas de tipo indoeuropeo precéltico.
A fines del II Milenio a.n.E., una
serie de cambios en la Europa central, que incluyen nuevos modos de rituales
funerarios, novedosas tecnologías metalúrgicas, que propiciaron la fabricación
de mejores armas, y una intensificación agraria, pondrán los cimientos de la
Edad del Hierro a partir del siglo VIII a.n.E. Hacia 1300 a.n.E. empezamos a
encontrar enterramientos en los que el cadáver, previamente cremado, es
introducido en una vasija cerámica que posteriormente se deposita en un pequeño
hoyo al lado de otros con urnas, generalmente bitroncocónicas, semejantes.
Estos cementerios se conocen como Campos de Urnas, y denominan todo este
período del Bronce. Los más antiguos se ubicaron en el centro y este de Europa
(Hungría), pero con mucha celeridad este nuevo modo funerario se expandió hacia
el oeste, llegando hasta el noroeste de la Península Ibérica. El gran tamaño de
estas necrópolis puede ser un indicio de un aumento demográfico o de que todos
los miembros del grupo eran enterrados. Al lado de las urnas se han encontrado
muy escasos ajuares, lo cual implica una pobre diferencia entre unas urnas y
otras. Algunos creen que la Cultura de
los Campos de Urnas representa una nueva religión, quizá con una mitología
asociada, tal y como pudiera desprenderse de algunos indicios iconográficos
sobre vasos de metal (pájaros sobre círculos, con presencia de barcos y
carretas).
Encima de esta supuesta sociedad
igualitaria (equiparada al menos en la muerte), que viviría en poblados de
pequeñas dimensiones, hubo una elite guerrera, poseedora de armas, y que moraba
en aldeas mayores fortificadas. Sus miembros serían enterrados en túmulos, con
una presencia de ajuares, más o menos suntuosos, en los que en ocasiones se
incluía un carro. El poder guerrero que de tal elite se desprende debió estar
ligado al control de los metales y al uso de las espadas (de antenas), hachas y
calderos de bronce ricamente decorados.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
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