9 de octubre de 2012

Monstruos míticos II: faunos y silvanos


En el mundo romano el correlato del sátiro fue el fauno y los silvanos. En sus orígenes, Fauno pudo haber sido un arcaico dios romano, de carácter benéfico y protector de los rebaños y los pastores. Este hecho pudo haber facilitado, bajo la influencia griega, su identificación con el arcadio pan. La personalidad divina de Fauno, aun sin perderse, subsistió  multiplicándose, pues los fauni serán, en época clásica, genios campestres y selváticos, haciéndose equivalentes de los sátiros helénicos. Su imagen, por su lascivia y sensualidad, quedó asumida muy pronto a la del diabólico pueblo de los íncubos y fue rápidamente demonizado en los primeros años del cristianismo. La imagen antropomorfa  con cuernos y patas de cabra se convertiría en una de las representaciones iconográficas propias de los pequeños diablos que acompañaban de manera recurrente a Satán.
Los silvanos eran divinidades asociadas a las tierras incultas que rodeaban los campos sembrados. Cada labradío poseía tres silvanos, uno doméstico, otro para los pastores y un tercero para el límite. Estos númenes eran propiciados cuando los hombres se adentraban más allá de los terrenos cultivados, fuera para pastorear, buscar leña, roturar o sembrar nuevas tierras. Con el tiempo, Silvano se convirtió en una serie de demonios de los bosques.
Para los romanos hubo una relación vinculante entre una edad dorada y la presencia del hombre salvaje, pues muchos de los que vivieron esa época poseían varias de las peculiaridades de las deidades silvestres. Eran personajes sin civilización ni reglas, se desplazaban desnudos, vivían como fieras y eran muy peludos. En ciertos autores (Juvenal, Ovidio, Virgilio), se puede observar una tenue, pero clara, admiración por esta suerte de primitivismo. Sus hombres salvajes, no obstante, aunque estrechamente vinculados con la naturaleza, eran vegetarianos y no caníbales (como los cíclopes, por ejemplo). Los romanos imaginaron los hombres agrestes y las figuras míticas monstruosas en áreas alejadas de su centro civilizado, ordenado y jerarquizado; es decir, en India o en Etiopía, por ejemplo, pero fueron conscientes de su presencia en el seno mismo de la plebe, bajo formas cultuales de mucha popularidad, como los rituales báquicos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB




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