DOS SADDHUS EN EL FUERTE JAISALMER, RAJASTHAN.
Los santones indios pueden ir solos
o en pequeños grupos de dos o tres. Se desplazan habitualmente caminando, con
los pies descalzos. Su ropaje es de color blanco u ocre, y llevan una manta al
hombro, un bastón y una jarra de bronce en cada una de sus manos. Los hay que
van rapados y afeitados, pero muchos se dejan amplias barbas y el pelo muy
largo, apelmazado sobre la cima de la cabeza. Portan collares y rosarios de rudraksh y, en ciertos casos, unos aros
en los lóbulos de las orejas. Debido a su vida itinerante y nómada, sin rumbo
fijo, han desarrollado una suerte de lengua común llamada sadh bhakha. Las gentes les muestran respeto llamándoles abuelos
venerables (bábayi), mientras que ellos
llaman a las personas hijos o bacha.
Viven sin propiedades ni familia, alimentándose exclusivamente de limosnas y
durmiendo en donde pueden. Aunque mayoritariamente son hinduistas, los hay
budistas, sijs, jainistas y hasta mahometanos. Aquellos que habitan en las
estribaciones del Himalaya, cerca de las fuentes del Ganges, viven solos en
cuevas o en los bosques de montaña, comiendo raíces y hierbas en busca de su
ser espiritual. No obstante, los hay que habitan en comunidad, en centros
espirituales en los que imparten la sabiduría emanada de sus propia experiencia
a grupos de discípulos, a los que enseñan medicina naturista, meditación y
yoga. Al margen de los que van por libre, otros se agrupan en sectas, como los
grupos aghora, vinculados con los
crematorios y las prácticas rituales sexuales tántricas. Estos sadhus cocinan sus alimentos sobre las
brasas de las piras funerarias y emplean como utensilio un cráneo humano.
Ciertos santones se establecen en aldeas, pueblos y ciudades. Los habitantes
acuden con comida y ofrendas, buscando en ellos maestros, psicólogos,
sacerdotes y hasta curanderos. También los hay que únicamente mendigan, hasta
el punto que en los pequeños núcleos urbanos los tenderos dejan un cuenco con
monedas en el mostrador para que, de cuando en vez, alguno de ellos retire
alguna moneda. Incluso existen sadhus
“turísticos”, a los que atraen con su apariencia exótica[1].
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB
[1] En épocas pasadas, ciertas familias especialmente
devotas donaban algún hijo, que empezaba a vivir con el sadhu en condición de aprendiz. Los modos de conversión en santón
eran, o bien vestirse con la indumentaria necesaria y comenzar una vida
errante, o bien iniciándose con la ayuda de algún maestro espiritual.
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