2 de octubre de 2015

Los avatares de Visnú y la divinización de los ríos en India





IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: EL DIOS VISNÚ DURMIENDO SOBRE LA SIERPE SESHA. TEMPLO DE DASAVATARA, DEOGARH, SIGLO VII; ESTATUA DE VISNÚ EN BRONCE, DE KERALA. SIGLO VIII; VISHNU CON TRIPLE ASPECTO, ANTROPOMORFO, COMO UN LEÓN Y COMO UN JABALÍ. GUJARAT SIGLO XI, Y LA DIOSA GANGA SOBRE UN MAKARA. TEMPLO DE BESHNAGAR, ÉPOCA GUPTA HACIA 500. MUSEUM OF FINE ARTS, BOSTON.

El dios Visnú, el medidor y protector del universo, establece el mundo como casa de los dioses y de la humanidad. Esta benevolente deidad, cuyo consorte es Shri o Lakshmi, hermosa diosa de la buena fortuna, se involucra con el género humano y por ello desciende a la tierra para encarnarse en los momentos en que el mundo de los mortales se encuentra amenazado por el mal. Sus avatares (encarnaciones, descensos), siguieron un modelo evolutivo: peces y reptiles; luego otras formas animales; después el enano Vamana hasta los seres humanos, y de ahí al futuro creador, Kalki. Tradicionalmente se fijó en diez el número de sus avatares. Las encarnaciones siete y ocho, Rama y Krishna, son héroes de la mitología hindú, en tanto que la novena, Buda, se asimiló más tarde, en torno a los siglos III o IV.
Matsya, el pez, fue la primera encarnación. Fue rescatado por Manu de ser devorado por un pez de mayor tamaño. Una vez crecido, y como compensación a la acción de Manu, el pez le advirtió de una inminente inundación catastrófica. Ayudó a Manu a construir un bote en el cual pondría a salvo semillas y animales con los que repoblar el mundo[1]. Kurma, la tortuga, su segundo avatar, soportó sobre su dorso el Monte Mandara durante el batido del océano cósmico. En su tercera encarnación, Varaha, en forma de jabalí, rescató la tierra. El demonio Hiranyaksha agitó la tierra en el océano cósmico, pero el dios se sumergió en el océano y mató al demonio. Encontró a la tierra en forma de una hermosa mujer y la condujo hasta la superficie sobre sus colmillos. Narasimha el león fue su cuarta encarnación. Hiranyakashipu (demonio hermano gemelo de Hiranyaksha), había destronado al dios Indra y se había proclamado soberano del universo[2]. Como su propio hijo veneraba a Visnú le condena a muerte, pero no es capaz de matarlo. Airado, el demonio golpea un pilar demandando saber por qué Visnú no se muestra él mismo. En ese momento, el pilar se abre, y la deidad encarnada en el hombre-león, lo desmembra.
Vamana, el enano, rescata al universo del demonio Bali. Para liberarse del poder de Bali asume la forma de un enano. Una vez que escapa, se convierte en gigante (Trivikrama), y cubre el mundo subterráneo, la tierra y los cielos en tres zancadas. En su sexta encarnación, Parashurama, había nacido como un brahmán, pero su destino indicaba que su vida debía de ser la de un guerrero. Armado con un hacha proporcionada por Siva, y en venganza por los insultos que se habían proferido contra su padre, eliminó a todos los miembros masculinos  de la casta guerrera y ordenó a sus viudas que cohabitasen con brahmanes para producir una nueva y más pura casta de guerreros. Como Rama (rey de Ayodhya), su séptimo descenso, asumió la propuesta de los dioses de destruir a Ravana, el malvado gobernante de Lanka, tal y como se narra en el Ramayana, Por su parte, como Krishna, octavo avatar, su nacimiento se ocultó a causa de una profecía que señalaba que el octavo niño de su madre mataría al malévolo rey Kamsa. Por ese motivo, Krishna fue traído al mundo en una comunidad de pastores. Tras matar a una serie de demonios, incluyendo a Vatsasura, asesinó a Kamsa. Fue el asistente del héroe Arjuna en la gran batalla de Kurukshetra, tal y como se relata en la gran epopeya Mahabharata.
Se decía que Visnú asumió el avatar de Buda (el noveno), para convertir a los demonios al budismo, o con la intención de debilitarles en sus luchas contra los dioses. También es factible que esta encarnación tenga que ver con la intención de Visnú de abolir los sacrificios de animales. El décimo y último avatar será Kalki, aun por venir. Se aparecerá al final de la presente era, el Kali Yuga, que comenzó en 3102 a.C. y finalizará más de cuatrocientos mil años después. En sus últimos períodos, la humanidad encarará la ruptura de la civilización y perderá los valores morales y espirituales. Esta divina encarnación, cabalgando un caballo blanco, será imprescindible para establecer una nueva era.
El río Ganges, que nace en el Himalaya y fluye des de el norte hacia el este de India, es sagrado para los hindúes, quienes creen que bañarse en sus aguas les posibilita alcanzar el cielo de Indra, Svarga (Monte Meru). Sacralizado como Ganga, hija del dios de la montaña Himavat[3], es su aspecto de gran diosa madre, Devi, se dice que emergió de un dedo de Visnú, descendiendo desde el cielo, sobre el cabello de Siva, sentado en el monte Kailasa (permitiendo con ello separar el río en diversas corrientes que impidiesen la inundación de la tierra), con la intención de limpiar la tierra de las cenizas acumuladas de los muertos. Todavía hoy las cenizas de los fieles se encomiendan a su cuidado[4]. Se cree que Ganga fluye también a través del mundo subterráneo, vinculando así los tres mundos o esferas. Se la percibe como un símbolo de pureza y se la retrata como una bella mujer joven, consorte de Visnú y Siva, y asimismo como un rey mortal, Shantanu.
Los hindúes reverencian además la ciudad de Prayaga (actual Allahabad), porque es el lugar en donde confluyen con el Ganges dos tributarios, el Yamuna y el subterráneo Sarasvati[5]. Este lugar de peregrinaje se considera tan sagrado que se cree que un pequeño pedazo de su suelo es capaz de borrar el pecado. La diosa Yamuna era la hija del dios Surya y su esposa Sanjna, aunque algunas veces se consideraba hermana de Yama, deidad védica de la muerte. Se piensa que propicia la fertilidad y las buenas cosechas; por ello se la identifica con la prosperidad. Algunas versiones míticas señalan como el río Yamuna se partió en dos milagrosamente para permitir a Vasudeva, el padre de Krishna, salvarle cuando era un bebé[6].
Sarasvati es una deidad de las fuerzas naturales. Tiene el poder de quebrar las montañas y de conversar con el bramido de las cascadas. Más tarde fue convertida en la creación, y consorte, de Brahma. Diosa de la música, la fertilidad de la tierra y la sabiduría, se la asoció con la invención del sánscrito y por tal motivo es conocida como la Madre de los Vedas. En tal sentido, fue identificada con Vak, diosa de la elocuencia, y por ello es concebida como una deidad del lenguaje, el arte y el aprendizaje. En muchas ocasiones, los escolares antes de sus clases le hacen ofrendas. Hermosa y temperamental a un tiempo era, en ocasiones, representada con cuatro brazos y cabalgando un cisne o un pavo real, o bien sentada sobre un loto. En ciertas ramas del budismo hace las veces de diosa de la instrucción y es la compañera del bodhisattva Manjushri.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. UGR, España


[1] Como Matsya, Visnú tuvo que matar a Hayagriva, uno de los daityas (asuras gigantes hijos de Diti, hermana de Aditi, una de las esposas del sabio Kasyapa, padre de Garuda), que se oponen a los dioses. Hayagriva había atacado a Brahma y robado los cuatro libros de los Vedas. Matsya lo mata y recupera los sagrados textos.
[2] Hiranyakashipu era una encarnación de Ravana. El demonio había persuadido a Brahma de otorgarle el poder de destronar al dios de las tormentas, Indra, y así enviar al exilio a los dioses del cielo. De este modo, se proclama rey del universo.
[3] Himavat, rey de los Himalayas, y personificación deificada de las montañas, fue también el padre de la diosa Parvati, cuyo nombre significa, precisamente, “hija de la montaña”.
[4] Los hindúes creen que morir en Varanasi, o brindar sus cenizas al río, liberarán sus almas del ciclo de renacimiento y muerte.
[5] La confluencia de los tres ríos se conoce como Tirtha, cruce ce lugares que capacita a los creyentes a transitar hacia la liberación de un círculo de renacimientos sin fin. Los siete grandes ríos de India particularmente reverenciados son, además del Ganges, el Yamuna y el Sarasvati, el Godavari, Narmada, Kaveri y el Sindhu.
[6] Sobre la bancada del Yamuna se erige la ciudad de Mathura, mítico lugar de nacimiento de Krishna. La ciudad es también un lugar de peregrinaje para jainas y budistas.

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