24 de octubre de 2018

Evolución del concepto de realeza en Mesopotamia


La idea del rey como buen administrador, gobernante justo y constructor de templos y obras de irrigación en las ciudades sumerias del Dinástico Arcaico se vio superada posteriormente por el concepto acadio del rey héroe-conquistador contrastado, sin ir más lejos, en Sargón y Naramsin. Se trata de reyes heroicos cuyas acciones se convirtieron en leyenda debido a sus grandes conquistas. Ahora, la ideología del dominio universal, fundamentada en el principio de que el reino propio constituye el centro del mundo y el resto es una periferia inferior, bárbara e inculta que puede y debe ser sometida, se abría paso mediante guerras de frontera, aunque no existían todavía los medios para articular de modo adecuado un estado territorial amplio y, por tal motivo, se preservaban las monarquías conquistadas.
Con la tercera dinastía de Ur se produjo una suerte de mescolanza sui géneris. Los reyes de Ur heredaron de los acadios la ampliación geográfica del horizonte político, además de la deificación ante los sometidos, pero el carácter heroico no fue asimilado, siendo sustituido por las “antiguas” tradiciones sumerias relativas a la justicia y la buena administración. El rey justo se encarnó de nuevo en Ur-Namu, o en Shulgi. Se trataba de grandes constructores de templos, como algo antes lo había sido Gudea. No obstante, los reyes de Ur mantuvieron el determinativo divino delante de sus nombres favoreciendo con ello sus aspiraciones de control político sobre las ciudades sometidas. Al igual que los grandes soberanos acadios utilizaron los títulos de rey de Sumer y Acad o el de rey de las Cuatro Regiones para expresar esa ideología del dominio universal.
Los soberanos posteriores (Isin, Larsa), en su mayoría amoritas, ejercieron una estricta continuidad respecto a sus predecesores neosumerios. Los procedimientos burocráticos y diplomáticos en el entorno de la realeza adquirieron especial protagonismo. Pero ello no significó, ni mucho menos, la renuncia a los procedimientos militares ni a las aspiraciones de un dominio universal (véase el asirio Shamshi Adad y su ostentoso título Rey de la Totalidad), sino la combinación de medios diplomáticos y políticos, junto a los militares, a gran escala. La situación política (fragmentación hasta el triunfo de Hammurabi) imponía un nuevo equilibrio y otra forma de hacer las cosas. Además, en el contexto social aumentaron las desigualdades y la presión sobre los más humildes, situando la figura del rey otra vez en primer plano como dispensador de justicia. Por la influencia amorita, que introdujo en Mesopotamia los ideales de la igualdad tribal, redefinidos en el ambiente cortesano urbano, el rey justo se asimila a la imagen del rey pastor que cuida de un “rebaño” humano al que vigila y protege. El rey es, por otra parte, esforzado y sabio (Hammurabi que, en cualquier caso, no renunció al carácter universal de su dominio).
En los inicios del segundo milenio una nueva transformación en la realeza afectó al “modelo” de rey en el Próximo Oriente Antiguo. El cambio fue consecuencia de la confluencia de dos factores. Uno de ellos propio de la política regional del período: división en grandes imperios y pequeños reinos y principados, con grandes cortes con relevantes reyes frente a pequeños palacios y soberanos vasallos, mientras que el otro procedente del ámbito social y palatino, caracterizado por un auge de una aristocracia militar, convertida en crucial soporte del poder real. El rey pasó, entonces, de ser jefe y representante de la comunidad ante las deidades, a configurarse en líder de una restringida élite poderosa, de protector de súbditos débiles y oprimidos a cómplice de los poderosos y los opresores, con los que convivía en su corte y combatía en su ejército. Se transfigura en el principal opresor.
En un contexto histórico de guerras sin fin (ahora especializadas) en las que se inmiscuyen grandes imperios como Egipto, Mitanni, Asiria y los Hititas, así como los pequeños reinos y principados tributarios suyos, otra vez obtiene primacía el carácter heroico regio, asociado con dotes de valentía, agresividad y fuerza. En un ambiente semejante el elemento principal será el de la fidelidad. Bien sea la fidelidad de un rey a otro, o bien aquella de funcionarios y militares hacia su soberano. La fidelidad, expresada por medio de un juramento ante los dioses, se nutría del proceder del monarca, cuyo súbditos eran ahora más reyes y príncipes sometidos y vasallos, que los habitantes de su propio país, convertidos en auténticos siervos.
El final de la Edad del Bronce conllevó una crisis del Estado palatino. Se destruyeron palacios, desaparecieron imperios y se produjo el resurgimiento de un elemento nómada pastoril, el de los arameos. En semejante ambiente emergió un novedoso modelo de rey, con fuerte influencia de procedencia tribal. Hablamos del rey juez, a la vez símbolo de la unidad nacional (nuevo ideal de procedencia tribal) y jefe del pueblo en armas, un modelo que contrasta con el tipo de reyes de períodos previos. Este tipo de realeza Igualitaria, con las reservas propias del término, se transforma finalmente, como en Israel, en una realeza (acorde con las tradiciones histórico-políticas del Próximo Oriente Antiguo), más jerarquizante. En cualquier caso, ciertos rasgos de arbitrariedad y opresión, típicos de la época precedente, desaparecieron, lo que produjo un rebrote de la imagen del rey justo y recto, preocupado por el bienestar de su pueblo, de sus súbditos.
El concepto de la realeza fenicia aparece ilustrado en ciertas inscripciones en las que el monarca es caracterizado como justo y virtuoso. En este caso, es muy probable que la reina no estuviese desprovista de facultades, pues podía actuar como regente y compartir las principales funciones sacerdotales. Con la expansión mediterránea, la realeza se vio en la obligación de ejercer sus funciones en un ambiente urbano en el que debía compartir su poder con una oligarquía, desapegada de los palacios y que obtenía su riqueza y gran influencia del comercio ultramarino. Esta oligarquía reemplazará a la realeza como forma de gobierno en las colonias fenicias por el Mediterráneo.
Entre los asirios, la autoridad real emanaba de la esfera divina. No obstante, siempre estuvo al amparo del poder de la nobleza palaciega y de las diferentes camarillas y sus intrigas. La realeza asiría, encarnada en el monarca absoluto, dirigía la producción agrícola e industrial, controlaba los negocios comerciales y llevaba a cabo obras públicas. Al inicial carácter nacionalista de la monarquía asiria se sumaría una babilonización del clero y de varios sectores de las clases dirigentes, así como la arameización de un importante sector de la población. El soberano asirio llega a ser un rey inaccesible que transmite terror a sus enemigos y rivales.
Aunque con un gran poder y con evidentes rasgos despóticos, el rey persa no era una divinidad, aunque por su mediación operaban los designios y poderes de Ahura Mazda para mantener el orden. Inaccesibles como los monarcas asirios, los reyes persas (aqueménidas) casi no eran visibles y estaban sometidos a un ceremonial complejo, rígido y fastuoso. Su gran misión era que la verdad se impusiese por doquier a lo largo y ancho de los territorios imperiales.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UM, octubre 2018.

No hay comentarios: