18 de noviembre de 2024

Soberanos del Inframundo en la antigua Mesopotamia





Imágenes, de arriba hacia abajo: sello acadio de Nergal, con una espada y una maza con presencia de dos cabezas de felinos. Se data entre 2360 y 2180 a.e.c.; placa en terracota con relieve de Nergal, datada entre 1800 y 1600 a.e.c.; relieve conocido como La Reina de la Noche o Relieve Burney, datado entre 1800 y 1750 a.e.c. También puede ser una representación del demonio Lilith o de la diosa Ishtar; y busto del dios Nergal, datado entre 800 y 700 a.e.c.

Éreskigal se menciona por vez primera en el poema sumerio conocido como La muerte de Ur Nammu, que data del reinado de Shulgi de Ur (2029-1982 a.e.c.). Sin embargo, se la conocía previamente, muy probablemente durante el período acadio (2334-2215 a.e.c.), siendo su nombre acadio, Allatu. En la época paleobabilónica, hacia 2000-1600 a.e.c., Éreskigal estaba reconocida ya como reina de los muertos. Aunque las diosas irían perdiendo su posición en la historia mesopotámica posterior, los indicios más arcaicos muestran que un buen número de las deidades de mayor poder habían sido femeninas. 

Éreskigal se menciona por vez primera en el poema sumerio conocido como La muerte de Ur Nammu, que data del reinado de Shulgi de Ur (2029-1982 a.e.c.). Sin embargo, se la conocía previamente, muy probablemente durante el período acadio (2334-2215 a.e.c.), siendo su nombre acadio, Allatu. En la época paleobabilónica, hacia 2000-1600 a.e.c., Éreskigal estaba reconocida ya como reina de los muertos. Aunque las diosas irían perdiendo su posición en la historia mesopotámica posterior, los indicios más arcaicos muestran que un buen número de las deidades de mayor poder habían sido femeninas. 

Nergal, como deidad sumero-babilonia del inframundo, señor de los muertos, es considerado el aspecto siniestro del dios solar Utu. Como divinidad solar, es una versión del sol caótica, destructiva, mientras Utu era contemplado como el sol que confería luz, vida y alegría. Por tal motivo, Nergal era, asimismo, deidad de la guerra, la muerte y la pestilencia. Solía portar un cetro con la cabeza de un león. En Babilonia, Nergal sustituyó a Ninurta quedando, como un dios guerrero invocado en periodos de peste, hambruna o guerra. Nergal era llamado además Apal Enlil, nombre que entre los hurritas dio Aplu y, por tanto, pudo ser el fundamento del Apolo griego.

En el mito mesopotámico de Nergal y Éreskigal se quería explicar el modo en que Nergal había llegado a ser promovido como soberano del Infierno. Parece que desde el III milenio existían, como mínimo, dos tradiciones relativas a la autoridad suprema en el mundo inferior. La primera atribuía dicha autoridad a una deidad políada, concretamente de la ciudad de Kutú o Kutha, en cuyo templo era venerado, llamado Meslam y también Nergal, una denominación compleja que debe significar algo semejante jefe de la Gran Ciudad, que es, a su vez, una de las denominaciones del Infierno.

A este personaje divino también se le conocía por un nombre, quizá de origen semítico, que es Erra o Irra. En el Descenso de Inanna-Ishtar al Infierno, mito cercano a la tradición cultural sumería, se sitúa a la Gran Tierra, como se denominaba al Reino de los Muertos, bajo el mando exclusivo de una mujer, Éreskigal, Señora de la Gran Tierra. A esta divinidad, en ocasiones, se le atribuía un esposo, que era una especie de príncipe consorte y no un genuino soberano: Gúgalanna o Gran Toro celeste. Posteriormente, Éreskigal habría cedido el primer plano a Nergal-Erra, de forma que aquélla todavía conservaría algunas prerrogativas considerables, pero ya no sería más que la esposa del rey, pasando ambos a convertirse progresivamente en figuras cada vez más terroríficas e implacables.

El mito de Nergal y Éreskigal fue creado, por tanto, para conciliar las dos tradiciones y explicar cómo y por qué el Infierno, sometido en un principio a Ereskigal, pasó posteriormente a estar bajo el mandato de Nergal. Siguiendo el sistema de bipartición de la sociedad divina según el modelo de un universo dividido en dos esferas verticales (arriba y abajo), se presenta a Nergal como habiendo pertenecido en origen al grupo de divinidades celestiales.

La imagen del Infierno, en principio esencialmente negativa, triste y melancólica, parece haber asumido en Mesopotamia, con el paso del tiempo, rasgos cada vez más terroríficos, un hecho que fue particularmente empleado en los tiempos de Asarhaddón (680-669 a.e.c.), en Asiria, a través de un panfleto político presentado como la específica visión del Infierno de un príncipe real. La tierra de los muertos se creía que se hallaba bajo las montañas occidentales y se conocía como Kurnugia (o tierra sin retorno), también Irkalla o Allatu, en honor a su reina. Se trata de un inmenso reino sombrío bajo la tierra en el que las almas de los fallecidos bebían de charcos y comían polvo.

Abajo Éreskigal como única soberana, y arriba Nergal como miembro de la corte celeste, ambos llegan a un acuerdo por el que Nergal se convierte en soberano del Infierno; ese acuerdo se lleva a cabo a través del matrimonio entre ambos. Esta institución, según el empleo patriarcal practicado en Mesopotamia, aseguraba, de manera exclusiva, el puesto principal al elemento masculino, e incluso preveía y regulaba que era la esposa, no el esposo, quien debía abandonar su familia para integrarse en la del cónyuge.

En la versión antigua de estos mitos Nergal también aparece denominado mediante una especie de apodo semítico que se le habría concedido tal vez en el Il milenio, el imperativo Uqur, derribar, que ponía énfasis en su carácter de destructor de la vida, en tanto que soberano de los Muertos y señor de la Muerte. Del mismo modo que los muertos, retenidos en el Infierno, no podían ascender a las moradas de los hombres para participar en persona en los ágapes de los dioses celestes, los vivos, en tanto que tales, tampoco podían ir a reunirse con ellos bajo tierra. En el Infierno, Nergal se comporta como un conquistador. Recurriendo a la astucia logra ser introducido allí. Éreskigal, contenta de tenerlo, ordena que se le haga entrar, aunque se manifieste el aspecto militar que hay en Nergal, pues hace que cada una de las catorce puertas del Infierno sean vigiladas por sus soldados, con el objetivo de que nadie escape de allí y para que no se pueda socorrer a la Reina. Ya en el centro de la ciudadela infernal, en el palacio, obliga por la fuerza a que se le abran las puertas, poniendo de manifiesto que él, por causa de esta acción, es el más fuerte.

Entra, entonces, en la sala del trono y trata brutalmente a la soberana, amenazando con matarla. Ésta, vencida, y para evitar lo peor, ofrece algo con que calmar a Nergal. Como ostenta por derecho la soberanía del Infierno, le propone compartirla casándose con él, proposición que, en una cultura en la que el poder estaba en manos del rey y en la que la reina no era más que una compañera de aquél, equivalía a cederle la autoridad, conservando ella únicamente el prestigio. Nergal acepta dicha propuesta. Hay que advertir que el auténtico responsable del paso que llevó a Nergal desde el Cielo, en donde ostentaba un sitio secundario, a ocupar el trono del Infierno fue, sin ninguna duda, Éa.

En versiones más recientes de los mitos, Nergal viaja al inframundo y allí es acogido como si se tratase de un huésped bienvenido, aunque debidamente aconsejado, rechaza todo lo que se le ofrece para no vincularse. No obstante, Éreskigal se le insinúa y lo somete a tentaciones, de tal manera que Nergal al verla desnuda cae en la tentación y hace el amor a la Reina. La diosa, enamorada, solicita una solución favorable a los demás dioses, tanto con zalameras palabras como con amenazas. Y este necesario reencuentro se hace vital para Éreskigal pues el amor fuera del matrimonio concedía, en específico a la mujer, una suerte de impureza, incapacitándola para cumplir con las funciones rituales. Ante esta circunstancia, las deidades celestiales autorizan la marcha de Nergal.

Por consejo de un sabio Éa, Nergal lleva consigo siete objetos en su viaje, muy probablemente porque, al ser paulatinamente despojado de ellos, se le separa de manera progresiva del mundo Superior con el fin de asignarlo para siempre al Inferior. Ahora es con amor, no con violencia, como ambas deidades se unirán. No obstante, para que tal vínculo sea definitivo resta la bendición, en nombre de todos sus compañeros, del Patriarca de los dioses, An. Éste la concede, dejando unidos para siempre a la Reina y al Rey de los Infiernos. Éa entiende, así, como necesario que la función soberana de un Reino tan poderoso como el del infierno, sea ostentada por un dios que tenía vinculaciones celestes.

En definitiva, Nergal, así como Éreskigal, son poderosos pero solitarios, de forma que la unión entre los dos, como reflejo de la muerte y del más allá, conformaba una pareja funesta y perfecta para los intereses inframundanos.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, noviembre, 2024



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