Imágenes: arriba, un cofre de madera de sándalo, oro y plata con incrustaciones de lapislázuli y piedras preciosas, con supuestos varios restos de huesos de Buda. Templo Bao'en, Nanjing; abajo, otro cofre con reliquia budista, descubierto en 2008, decorado con imágenes de aves fénix y flores de loto. Hoy se encuentra en el templo Qixia, en Nanjing.
Las reliquias budistas en China eran objetos de culto, veneradas por los devotos con la finalidad de adquirir méritos religiosos y provocar milagros. La difusión y el desarrollo del culto a las reliquias podría interpretarse como un proceso de democratización de lo sagrado. Aunque en un principio suponía un culto restringido a aquellos que tenían la rara oportunidad de visitar los lugares donde se encontraban las reliquias de Buda en India, acabó estando al alcance de casi todo el mundo en las estupas que contenían las reliquias de un Buda traídas desde India por un peregrino o por un monje chino.
Las reliquias de un monje podían emitir luz y producir milagros con la misma facilidad que pasaba con un diente de Buda o las uñas cortadas de alguno de sus numerosos discípulos. Pero en China, como en otros lugares, el culto a las reliquias implicaba algo más que la búsqueda piadosa de lo divino. En tal sentido, las reliquias eran disputadas, robadas, falsificadas y manipuladas con fines variados e intrincados.
Al igual que ocurría en la Europa medieval, en China el robo de reliquias no fue algo infrecuente. De hecho, los relatos sobre reliquias robadas por extranjeros sugieren que existía un comercio internacional de sacras secciones corporales en Asia Oriental, equivalente al comercio de reliquias en la Europa medieval (en donde, por cierto, los relatos sobre reliquias robadas se convirtieron en un género propiamente dicho). No obstante, las fuentes chinas, en general, no mencionan probables motivos económicos para hurtar reliquias.
Sea como fuere, los relatos sobre robos y pugnas muestran lo débil que era la conexión entre la ética budista y la práctica devocional budista. Si el propósito del robo era venerar las reliquias, parece que incluso la violencia y el engaño estaban más que justificados. Más que una simple oportunidad para venerar las reliquias, los devotos querían poseerlas, tanto por el poder que contenían como por el prestigio que su posesión les reportaba. Hubo implicaciones de las reliquias como auténticos imanes para la peregrinación y el patrocinio, como ocurriría, según relata Faxian, con el hueso del cráneo del Buda en Nagarahâra, que era venerado a diario por un soberano local, así como por los ancianos de la clase mercantil. De hecho, dice el monje peregrino (siglos IV-V), que delante de la puerta del santuario se encontraban todas las mañanas, con puntual regularidad, vendedores de flores e incienso para que todas aquellas personas que deseasen hacer ofrendas pudieran comprar estos productos.
Debido a su portabilidad y a su naturaleza anodina, las reliquias eran fácilmente manipulables con fines realmente poco piadosos; en apariencia prístinas y sin adornos, es precisamente esta cualidad, sin embellecimientos, lo que las dejaba expuestas a la manipulación. En cualquier caso, más allá de ornamentados relicarios y ceremonias suntuosas, un componente clave del contexto físico de las reliquias siempre ha sido la estupa que las albergaba. Las reliquias también se utilizaban, al menos en ocasiones, con fines geománticos, ya que se creía que las estupas estabilizaban el paisaje circundante. Y es que los chinos colocaban reliquias en una cámara subterránea, en ocasiones llamada cueva del dragón, en la base de las estupas. Las reliquias eran útiles tanto por los ingresos que un monasterio obtenía de las peregrinaciones y las donaciones de mecenas prominentes, como por el orgullo y la autoestima que la posesión de reliquias de relevancia confería al monasterio, a los monjes que vivían allí e incluso a los laicos que lo apoyaban.
Si bien la creencia en el poder numinoso de las reliquias budistas estuvo muy extendida por las diferentes zonas geográficas de China y por todos los estratos sociales, algunos se mostraron escépticos en relación a las afirmaciones budistas sobre el poder sagrado de tales reliquias. Así, por ejemplo, una de las críticas más famosa a una reliquia budista en China fue la de Han Yu, quien en 819 presentó un memorial en el que criticaba al emperador por apoyar una procesión que traía un hueso del dedo de Buda desde un monasterio ubicado fuera de las murallas de la ciudad hasta la capital. Centró su ataque en los orígenes extranjeros del Buda, y en que era un asceta ajeno a las costumbres chinas. Otro escéptico fue el oficial del siglo XI, Yu Qing, quien afirmaba que las reliquias no contenían un especial poder. En cualquier caso, el escepticismo se dirige al poder de las reliquias (desestimadas como huesos comunes), más que a su supuesta conexión con hombres santos.
Entre los ejemplos de reliquias se encontraban dientes de caballo y trozos de coral. Este inusual aspecto de tales reliquias no implicaba ninguna perturbación a los fieles; al contrario, era de esperar que los restos del Buda, así como de otros hombres santos, difirieran de los de los comunes. A veces, la autenticidad de una reliquia se juzgaba en función de si ese objeto procedía o no de la India, y no por su aspecto.
Hace no muchos años, concretamente en 1998, las reliquias de Buda fueron veneradas en una muestra masiva de devoción cuando un diente que se afirmaba que era de Sâkyamuni fue traído a Taiwán desde Tailandia. En este específico caso, la autenticidad de las reliquias fue cuestionada por diversos estudiosos en revistas y periódicos. No obstante, resulta revelador constatar que los efectos de estas impugnaciones en la comunidad budista fueron realmente insignificantes y, de hecho, la reliquia fue visitada y venerada por miles de personas. Naturalmente, sería una auténtica humillación pública, que conllevaría una pérdida de capital cultural, si se demostrara que la reliquia era falsa.
Nunca ha existido una tradición monástica de crítica o escepticismo hacia el culto a las reliquias o hacia la idea de que ciertas reliquias contienen un poder sagrado. Incluso en la actualidad, nunca ha habido campañas de relevancia para erradicar el culto a las reliquias de la práctica budista. Es verdad que los monjes Chan pueden mencionar en sus sermones que las reliquias de Buda están sujetas a la fugacidad de todas las cosas, incluso las más sagradas, pero se trata de una crítica moderada sin influencia apreciable en la práctica. La retórica que se opone al culto a las reliquias o que cuestiona su santidad ha sido siempre débil, además de marginal, en la tradición budista.
Las reliquias han sido herramientas útiles, bien para fortalecer las relaciones diplomáticas, demostrando la capacidad para hacerse con artefactos budistas de primer orden, o bien para atraer turistas. El encanto de las reliquias provenía de la íntima conexión que proporcionaban con figuras sagradas, en este caso la presencia del Buda o de una parte del mismo, proporcionando un sentido de conexión con el pasado. El poder de las reliquias no solamente radica en lo que son, en su esencia corpórea, sino en sus cualidades representativas o icónicas. Normalmente, se hace especial énfasis en las manifestaciones numinosas de estos objetos maravillosos, más que en sus orígenes, su proveniencia o en su función. En tal sentido, existe una estética de las reliquias, admiradas, como el jade, por sus cualidades encantadoras, como la capacidad de producir sarîra (pequeños gránulos), o brillar.
Entre los participantes en el culto a las reliquias budistas en China se encontraban miembros de diversos estratos sociales, desde campesinos hasta emperadores, pasando por laicos analfabetos y hasta los monjes más eruditos, y de todas las regiones geográficas de China. La práctica suscitó las críticas de un pequeño número de escépticos que cuestionaban el poder numinoso de las reliquias, aunque dichas críticas nunca fueron lo suficientemente sólidas como para afectar seriamente al culto de las mismas. La mayoría de personas que han hecho uso de reliquias budistas lo hicieron por una combinación de razones: para adquirir méritos religiosos, con la esperanza de obtener milagros, para atraer peregrinos y patrocinadores, o con la intención de afirmar la autoridad imperial.
Los textos budistas promovieron la veneración de las reliquias budistas, en parte porque su veneración era una característica distintiva fundamental de la devoción budista. Se creía que las reliquias, así como las imágenes, eran capaces de obrar milagros, en especial relacionados con la curación. Los relatos de milagros asociados con objetos sagrados budistas también resultaban útiles para la causa del proselitismo, en tanto que proporcionaban pruebas concretas de las cualidades extraordinarias de la religión budista, evocando un sentimiento de asombro, admiración e, incluso, de temor.
Referencias bibliográficas
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Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-AHEC-AVECH-UFM, septiembre, 2025.
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