Imágenes: arriba, Eneas le cuenta a Dido los infortunios de la caída de la ciudadela de Troya. Pintura de Pierre-Narcisse, barón Guérin, de 1815. Museo del Louvre (París); abajo, el héroe Eneas en una miniatura de una edición de la Eneida. Maestro de Virgilio del Vaticano, del año 400. Biblioteca Apostólica del Vaticano.
La fuerte presión de la política contemporánea se traducirá al plano literario en modo de una serie de demandas continuas de un poema épico de carácter histórico que lograse integrar los asuntos recientes de mayor interés, en lo que podría ser una suerte de Augusteida acerca de las guerras civiles. Los modelos de Nevio, Enio y sus epígonos parecen claros, en tanto que le transmitieron al autor la idea de que su épica fuera nacional, como lo había sido la de Nevio en el dilatado conflicto de los romanos contra los cartagineses. Virgilio trataría de aportar, gracias al concurso de la mitología, el imprescindible alejamiento temporal que facilitara una expresión indirecta y simbólica de las guerras del presente y de su glorioso vencedor. Pero hay que advertir que en lugar de esperar la gloria de Augusto, Virgilio cumple con las expectativas confundiéndola con la gloria de la Urbs, de Roma.
La gloria de Roma no se expresa de forma directa, en este poema mitológico, por medio de una sucesión de guerras victoriosas contra sus adversarios sino por intermediación del viaje de Eneas al Lacio, que es la causa de la fundación de una ciudad de la que procederán Alba Longa y Roma. No obstante, conviene recordar que el viaje de Eneas, periplo fundacional, el mito primigenio de Roma, al lado de la leyenda de Rómulo y Remo y la loba (una ciudad, por tanto, con dos fundadores), se hallaba ya presente en Enio, pero lo que Virgilio lleva a cabo es una inversión, pasando la leyenda a un primer plano y ubicando la historia de Roma y su sentido último, aquel que los dioses desean, en el trasfondo. Con ello lograba un material legendario alejado de las urgencias de su actualidad presente y capaz de provocar un consenso valorativo de toda la comunidad a la que iba dirigida la obra. Así pues, al margen de las diferentes visiones de Roma ningún romano dejaba de ser un patriota.
Roma es el objeto claro del poema, la refundación de una ciudad a través de unos valores, indiscutibles y válidos para toda la comunidad por surgir y encarnarse en figuras del pasado, pero radicalmente diferentes y hasta opuestos a los valores épicos que poseían las figuras que estaban constantemente ante los ojos de los lectores y que servían de explícito modelo de los propios personajes del epos.
Virgilio muestra su originalidad en relación a sus puntos de partida específicos. Lo fue frente al alejandrinismo y neoterismo, gracias a su propensión a la mitología, aquí poesía, a la que aporta una voz personal y, al tiempo, irónica y sentimental, añadiendo una preocupación por los asuntos públicos y los valores propios de la comunidad basados en la historia pretérita. Lo fue también frente a las exigencias políticas que solicitaban un poema épico de temática contemporánea con un héroe, concretamente, Augusto, burlándolas al transformar el pasado en presente y el presente en un futuro profético y trastocando la narración directa de las hazañas del héroe esperado en una indirecta evocación o insinuación de las mismas a través de las andanzas de su lejano antepasado Eneas y sus empeños para fundar una ciudad; y lo fue frente al material épico característico de la épica romana, una historia en verso del pueblo romano al estilo homérico tal como la había desplegado Enio, sustituyéndolo por un material épico muy cercanamente homérico, tanto de la Ilíada como de la Odisea.
La acción de Eneida se desarrolla del siguiente modo. Comienza con los troyanos siendo arrojados por una tormenta a las costas de África, donde son acogidos por Dido, la reina de Cartago. Allí, Eneas relata a Dido la noche de la destrucción de Troya, y además describe su peregrinación de siete años por el Mediterráneo, desde Oriente a Occidente. Luego acontece el fallecimiento de Dido y se llevan a cabo los juegos en honor de Anquises, el padre de Eneas, en Sicilia. Eneas, con posterioridad, desciende al Hades y seguidamente desembarca en el Lacio, produciéndose la guerra entre troyanos y latinos. Se visualiza un catálogo de las fuerzas latinas y Eneas, en busca de aliados que le ayuden, visita el futuro lugar en donde se alzará Roma. El héroe, entonces, recibe de su madre una nueva armadura. Después, se produce el asalto al campamento troyano y los jóvenes Niso y Euríalo perecen heroicamente en una expedición nocturna. A continuación, se escenifica el primer gran combate y se producen las muertes de Palante, Mecencio y Lauso. Sigue después una tregua y los funerales por Palante, además de un combate de caballería y el fallecimiento de Camila. Finalmente, comienza la batalla decisiva con el combate singular entre Eneas y Turno, en el que resulta vencedor Eneas y muere Turno.
De la Odisea homérica proviene el concepto del viaje de regreso desde la guerra a la patria, la narración in medias res de ciertos episodios, y hasta el contenido de esos episodios, como es el caso de Escila y Caribdis o de las sirenas; en tanto que el modelo odiseico de Dido es Calipso, aunque no en el desarrollo de la acción, procedente de Apolonio, sino en su funcionalidad para la trama. Ahora es Turno, el líder de los latinos, quien adquiere las funciones del Héctor homérico, quien destacaba en ausencia del encolerizado Aquiles, de la misma manera que Turno aprovecha la ausencia de Eneas. Otro núcleo de acción iliádico remedado por Virgilio es el complejo Patroclo-Héctor-Aquiles, cuya trasposición temática en Eneida se reproduce en Palante, Turno y Eneas. Ahora, la disputa de Helena y la muerte de Héctor, confluyen y terminan en la muerte de Turno; un fallecimiento que propicia la fundación de una ciudad, anhelada por las deidades.
Esta obra virgiliana resulta una contaminatio de los poemas homéricos, pero también una continuación de la llíada en la línea seguida por los poemas cíclicos (Iliupersis, Aethiopis, Ilias Minor y la misma Odisea), así como una imitación, pero diferente, de la Odisea y de la Ilíada. En apariencia las peripecias y situaciones de Odiseo y Eneas son las mismas, pero Virgilio le añade al peregrinar de Eneas una misión no solamente religiosa sino también política de trascendencia, la fundación de una ciudad. Así, tenemos una ktísis en lugar de un nóstos. La ciudad, centro del designio cósmico, implica una misión de mayor calado que un regreso. Eneas se retrata aquí como un líder con vida interior, capaz de ocultar sus pensamientos porque piensa en su gente y en su misión, no en sí mismo y en su honor. El héroe se presenta en un contexto sometido a otros valores y misiones diferentes a las de Odiseo.
Las metas de ambos héroes se guían por medio del Hado (la moral, el deber, la patria y la religión), así como por la naturaleza humana, en cuanto al ferviente deseo de regresar a casa. Eneas encarna un nuevo tipo de héroe, que va más allá de la hazaña y la muerte gloriosa. Este nuevo heroísmo implica la capacidad del sacrificio, pero ya no por el honor o la gloria personales, sino a tenor de los designios del Hado, la religiosidad y el Estado, entidades superiores que reclaman disciplina y obediencia, como otras formas de heroísmo. A Eneas se le imponen obligaciones transcendentales, aquellas inherentes a la finalidad histórica del poema, que no es otra sino la gloria del pueblo romano, expresada por medio de la exposición de todas las virtudes que lo han hecho memorable. Estos aspectos, enriquecidos con materiales históricos, son tomados de la arcaica épica romana.
A la par, Virgilio ha deshistorizado la historia romana contemporánea, sometiéndola a una mitificación, de alejamiento espacio-temporal, con lo que amplia su escala. El carácter indiscutible y prestigioso del mito, aquí reflejado en la autoridad de Júpiter o el renombre de Anquises, son relevantes para la visión virgiliana de la Historia de Roma. Eneas se enaltece del prestigio primigenio del mito para configurar un nuevo código de conducta romano, alejado de la contingencia histórica, pero usando el prestigio de la antigua épica homérica.
A través de célebres episodios iliádicos, se introduce el material de anticuarios, historiadores y poetas que trataron de la Italia arcaica, prehistórica. Asimismo, se explican los orígenes de los rituales religiosos, de las costumbres políticas, los usos sociales y los ceremoniales adivinatorios característicos del mundo itálico. En suelo itálico se escenifica una suerte de revancha de la guerra troyana. La epopeya homérica se convierte en factor legitimador del desenlace narrado en la Eneida.
Bibliografía referencial
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Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-AVECH-AHEC-UFM, octubre, 2025.
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