La práctica del incesto y el suicidio en los relatos míticos griegos*
Prof. Julio López Saco
La práctica del incesto, evidenciada como una relación sexual aberrante, es entendida como una violación socio-religiosa que mancilla a los que la realizan, provocando un sentimiento de ofensa y vergüenza social. Al vetarse su práctica se asegura la creación de una sociedad humana plena. Pero, paradójicamente, el ordenamiento social y cultural de muchos panteones divinos o sociedades de dioses necesitan de la práctica incestuosa para crear el mecanismo de control exclusivo de sus sociedades. En el mito griego, sólo a los dioses se les consiente romper este tabú: es un instrumento que permite la creación de la sociedad divina, y por eso los orígenes del mundo están plagados de relaciones incestuosas entre dioses y diosas emparentados familiarmente. La cosmogonía helénica se inicia, como muchas otras, a partir del principio del Caos, del que nacen Erebo y la negra Noche. Fruto de los amoríos de ambos hermanos surgen Éter y Hémera. La primera generación de dioses griegos aparece a través de la genealogía que inauguran Gea y su hijo Urano, en tanto que la familia de dioses olímpicos comienza su andadura cuando Zeus engendra, con su hermana Hera, varios dioses principales. Desde ese instante se configura un grupo divino endogámico en el que Zeus es un padre común. Así pues, el incesto divino es eminentemente creador, sólo el humano es destructivo y pernicioso. Lo mismo valdría decir para la mitología egipcia y los dioses incas, por poner únicamente un par de ejemplos.
Entre los personajes heroicos semi-divinos, el incesto es aberrante y trae consigo un elemento de descomposición social y un fortísimo sentimiento de culpa o vergüenza que debe ser desahogado de algún modo. Las heterogéneas relaciones heroicas se manifiestan entre hermanos, de padres a hijos, entre primos, e incluso, tíos con sobrinas. Las causas habituales de las mismas son un repentino sentimiento amoroso, inducido, a veces, por los dioses como castigo, remarcado como perversión sexual y materializado violentamente. Como consecuencia, emergen sensibilidades vergonzosas y un sentimiento de ofensa que suele acarrear el suicidio a la parte ofendida o, en su defecto, una metamorfosis decretada piadosamente por una divinidad.
El suicidio funcionaría como un verdadero desenlace dramático, trágico, vivenciado como una suerte de auto-asesinato absolutamente imprescindible. Este acto tendría una razón de ser: la salida viable ante una situación ominosa e insoportable y ante el temor y la angustia inconsciente por haber cometido o sufrido acciones, psicológica y socialmente prohibidas, fuesen éstas voluntarias u obligadas. Sería el método de librarse del sufrimiento y cumplir una auto-obligación ante una situación desesperada. En el mito griego, el suicida se arroja a un río o al mar, o se lanza al vacío desde un acantilado o un gran precipicio, con la esperanza cierta de lograr aquello que borre su vergüenza o culpa, y lo purifique: la muerte.
Algunos ejemplos puntuales muy ilustrativos pueden dar la medida de lo escrito más arriba. La biznieta del rey cretense Minos ama perdidamente a su hermano gemelo, pero consciente de la impureza de su afecto trata de suicidarse arrojándose por un acantilado. Sólo la ausencia práctica de su deseo impide el destino final previsto en estos casos. Hímero (personificación del deseo amoroso), traumatizado por los remordimientos que le produce haber violado a su hermana, se arroja al río Maratón; por su parte, el tebano Edipo, yace con su madre Yocasta sin saberlo. El conocimiento de la cruel verdad impulsa a la madre ultrajada, incapaz de superar la vergüenza, a una auto-inmolación purificadora. Finalmente, Dimetes llega a casarse con su sobrina Evopis. Ambos, no pudiendo aguantar la realidad de su acto incestuoso, se suicidan, ella ahorcándose, y él con su espada.
La frecuencia de ejemplos confirman el rechazo socio-psicológico de esta práctica y el surgimiento del consiguiente sentimiento vergonzoso cuando es realizada. Para evitar la impureza del incesto se requiere no transgredir las leyes morales atávicas, patrimonio mítico y religioso de las sociedades arcaicas. Eludir el acto incestuoso ayuda a ejercer como ser humano y como verdadero héroe.
Fuentes clásicas:
Apolodoro, Biblioteca
Esquilo, Siete contra Tebas
Hesíodo, Teogonía
Higinio, Fábulas
Homero, Odisea
Ovidio, Metamorfosis
Píndaro, Olímpicas
Sófocles, Edipo Rey, Edipo en Colono
Bibliografía
Bermejo Barrera, J.C., (1980), Mito y parentesco en la Grecia arcaica, Madrid.
Deshaies, G., (1947), Psychologie du suicide, París.
Freud, S., (1985), Tótem y Tabú, Madrid.
Godelier, M., (1991), “Incesto, parentesco y poder”, en Historia y Crítica, 1, pp. 46-52.
Lévi-Strauss, C., (1984), El Pensamiento Salvaje, México.
López Saco, J., (1998), “Dioses libidinosos, héroes incestuosos: el incesto como aberración social en la mitología griega”, Boletín Antropológico, n° 42, pp. 105-117, ULA, Mérida.
Mayr, Franz, K., (1989), La mitología occidental, Barcelona.
*Texto completo en el Boletín Antropológico de la ULA.
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