El predinástico antiguo comienza en el Egipto medio y alto con la denominada cultura Badariense (5300-4000 / 3800 a.n.e.), cultura que había sido precedida por el Tasiense, una facies local que se caracterizaba por no conocer el metal. Esta cultura de Badari, desarrollo cultural del Tasiense, conoce ya el cobre, aunque su población no se encontraba totalmente sedentarizada. Las casas de sus poblados así como sus tumbas presentan planta oval y circular. Podemos considerar esta cultura como una variante local de la de Nagada, que surge más al sur (Nagada I-Amraciense, 3800-3600 a.n.e.), cuyo marco geográfico es el mismo que el de Badari, a la que se superpone en la estratigrafía arqueológica, si bien añadiendo la zona tebana. De este modo, podemos señalar que hubo una continuidad cultural y étnica entre Tasiense, Badariense y Nagada. A la par, no obstante, en las ciudades del delta del Nilo se desarrolla, entre el IV Milenio y el 3500 a.n.e., la cultura Maadi, que conocía la metalurgia y se relacionaba mercantilmente con Asia, y la de Merimdé. Heliópolis será, en este tiempo, la gran urbe religiosa, en tanto que el clero de Atum es el que adquiere preeminencia, si bien en el Delta pudo surgir, coetáneamente, una monarquía en la que los reyes se considerasen encarnaciones del dios Horus. En el predinástico pleno surge en el Alto Egipto la cultura de Nagada (4000-3100 a.n.e.), dividida en tres fases. Nagada I (Amraciense), se destaca por el desarrollo de la agricultura, por la presencia de los primeros trabajos de irrigación y por los primeros ejemplos de estratificación social, verificables a través de las tumbas. Nagada II o Guerzeense (3600-3200 a.n.e.), es una fase cultural que se extiende hacia el sur, originando con ello la cultura del Grupo A en la Baja Nubia, en tanto que hacia el norte, en sus dos primeras subfases (denominadas a y b), contacta con la mencionada cultura Maadi, documentada ahora en Buto desde 3600 a.n.e. En las siguientes subfases arqueológicas (c y d, cronológicamente datadas en torno a 3400 a.n.e.), Nagada II ocupa el Delta y empieza a sobreponerse a la cultura Maadi, llegando incluso su influencia a la región de Palestina. Es ahora cuando aparecen los primeros centros políticos y una cerámica caracterizada por representaciones decorativas de deidades y escenas cultuales. Diversos cambios climáticos hacia mediados del IV Milenio a.n.e. provocan desplazamientos poblacionales y sientan las bases para la conformación de centros como Hierakómpolis y Abidos. En esta etapa, algunos nomos del Alto Egipto se organizan como señoríos aristocráticos y se unen entre sí, constituyendo una confederación con capital en Ombo, lugar cuyo dios local es Seth. Al final del predinástico contamos, en consecuencia, con la presencia de los reinos “horianos” de Buto en el delta del Nilo y de Hierakómpolis en el valle, ambos política y administrativamente autónomos, aunque es probable que la monarquía horiana del delta acabase por imponer si no su poderío político-militar, sí el culto a Horus a todo Egipto.
El protodinástico egipcio se inicia con la fase III de Nagada (3300-3100 a.n.e.), una época de expansión de la cultura material del Alto Egipto hacia el Bajo, en donde pervivían la cultura Maadi y la cultura de El Omari. Si bien ahora se constata la definitiva desaparición de Maadi, se mantiene la relevancia de Buto (lugar por donde harían su entrada diversas influencias mesopotámicas de la ciudad de Uruk a través de sus colonias en Siria), y es totalmente absorbida la cultura Nubia del Grupo A, iniciándose así la denominada por los egiptólogos Dinastía 0[1], hecho que implica una unificación egipcia previa a Narmer, como las tumbas de los reyes de Hierakómpolis, enterrados en Abidos, atestiguan fehacientemente. Al final del Protodinástico, período denominado también pre-tinita, en alusión a las dos primeras dinastías de Manetón, con capital en Tinis, la arqueología demuestra que la ciudad de Hierakómpolis es la urbe principal, y que existe, de facto, una unificación política y cultural, representada por Nagada III, entre Egipto, Palestina y la Baja Nubia.
[1] Únicamente se conocen algunos de los últimos reyes de esta dinastía: el famoso y controvertido “Rey Escorpión”, Ka y Narmer (el conquistador final del delta del Nilo), que sería, por lo tanto, su último soberano. La nueva monarquía unificada estaría protegida, a la par, por los dioses Horus y Seth, a la sazón ya reconciliados.
El protodinástico egipcio se inicia con la fase III de Nagada (3300-3100 a.n.e.), una época de expansión de la cultura material del Alto Egipto hacia el Bajo, en donde pervivían la cultura Maadi y la cultura de El Omari. Si bien ahora se constata la definitiva desaparición de Maadi, se mantiene la relevancia de Buto (lugar por donde harían su entrada diversas influencias mesopotámicas de la ciudad de Uruk a través de sus colonias en Siria), y es totalmente absorbida la cultura Nubia del Grupo A, iniciándose así la denominada por los egiptólogos Dinastía 0[1], hecho que implica una unificación egipcia previa a Narmer, como las tumbas de los reyes de Hierakómpolis, enterrados en Abidos, atestiguan fehacientemente. Al final del Protodinástico, período denominado también pre-tinita, en alusión a las dos primeras dinastías de Manetón, con capital en Tinis, la arqueología demuestra que la ciudad de Hierakómpolis es la urbe principal, y que existe, de facto, una unificación política y cultural, representada por Nagada III, entre Egipto, Palestina y la Baja Nubia.
[1] Únicamente se conocen algunos de los últimos reyes de esta dinastía: el famoso y controvertido “Rey Escorpión”, Ka y Narmer (el conquistador final del delta del Nilo), que sería, por lo tanto, su último soberano. La nueva monarquía unificada estaría protegida, a la par, por los dioses Horus y Seth, a la sazón ya reconciliados.
Las imágenes correponden a una vasija del Guerzeense o Nagada II, con figuras antropomorfas y zoomorfas y presencia de barcos, ubicada en el Museo de El Cairo; a un cuchillo ceremonial de Gebel el-Arak, con hoja de sílex y mango de marfil, hoy en el Museo del Louvre; y a diversos objetos pertenecientes a la cultura Badariense, como agujas, arpones, hachas y figurillas femeninas.
Prof. Dr. Julio López Saco
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