El Natufiense es una cultura de cazadores-recolectores tardíos del epipaleolítico o Mesolítico, incluso del período denominado en Próximo Oriente protoneolítico, de Palestina, cuyo nombre deriva de los yacimientos de Wadi en-Natuf y Wadi el-Mogarah (Mogaret al-Wadi). Arqueológicamente se distinguen cuatro fases (I a IV), si bien para algunos arqueólogos el Natufiense III y IV, al menos en el yacimiento el-Jiam, debe ser considerado el Jiamense I y II, una cultura independiente, más o menos contemporánea del Natufiense II. Se trata de una cultura posterior a la Kebariense y antecesora del Mureybetiense, con una cronología ubicada, aproximadamente, entre 10000 y 7800 a.n.e., según las dataciones con Carbono 14 efectuadas en Jericó. En cualquier caso, el natufiense ha sido hallado en excavaciones del Mediterráneo oriental, desde el golfo de Antalya, en la actual Turquía, hasta el delta del Nilo. Esta cultura se encuentra en cuevas pero también al aire libre, donde se han hallado construcciones de forma oval o circular, a partir de fosas semiexcavadas, particularmente en Eynan y Nahal Oren, con presencia de hogares y silos. En algunos casos, observamos agrupaciones arquitectónicas alineadas, como en Mallaha (Palestina), o en forma de colmena, caso de Hayonim, también en Palestina, lo que refleja la aparición de una diversificación de la función arquitectónica. Se constata una doble categoría de asentamientos; por un lado, los poblados o campamentos base y, por otro, evidencias de estaciones secundarias, sin vestigios arquitectónicos propiamente dichos, que son interpretadas como pequeñas instalaciones de caza. Este hecho nos indica un principio de jerarquización en el modo de ocupación del espacio. Los análisis de microfauna (sobre todo roedores), de explotación de aves migratorias, y en general de todos los recursos explotados, junto con evidencias propiamente arqueológicas, como la presencia de mobiliario pesado, o sepulturas debajo de los suelos de habitaciones, sostienen la hipótesis de ocupaciones permanentes de tipo sedentario en los yacimientos de la primera categoría mencionada. Podemos pensar que es ahora cuando se produce la creación del poblado o campamento base de tipo permanente, aun si los mismos conviven y son complementarios de pequeñas instalaciones especializadas como campamentos de caza, estaciones de descuartizamiento o zonas de trabajo de ciertas materias primas.
La industria lítica fue realizada sobre pedernal basalto y caliza, y presenta la característica crucial del Mesolítico, esto es, una abundancia de microlitos, laminares y geométricos, entre los que destacan las «medias lunas», trapecios, microburiles, puntas de flecha, agujas y las hojas de hoz. Destaca, así mismo, el trabajo en hueso en forma de agujas, punzones, anzuelos y arpones. No obstante, también se ha encontrado utillaje pesado, como morteros, molinos y depósitos de agua.
En relación a las actividades económicas, debemos señalar que los diferentes campamentos explotaban productos vegetales que se encontraban en su medio ambiente más próximo. Leguminosas, frutos y cereales silvestres se reparten la preponderancia. Lo mismo ocurre con la gama de recursos cárnicos, que muestra una preponderancia de pequeños rumiantes, siendo la gacela o los cérvidos las especies dominantes. No obstante, suidos y équidos también serán cazados en aquellos ambientes más húmedos (sobre todo Mallaha y Abu Hureyra, en Siria). No podemos descartar que algunas especies menores, en especial aves acuáticas, perdices, tortugas y ciertos reptiles completaran los recursos alimenticios.
En relación a los enterramientos, debemos reseñar que de los yacimientos de El Wad y Eynan, en concreto, se han sacado a la luz esqueletos extendidos o, frecuentemente, encogidos, con presencia de adornos corporales, específicamente conchas marinas alrededor del cráneo. En otros casos, han aparecido enterramientos colectivos o en pareja, tanto dentro como fuera de las viviendas, o en cavernas. En los enterramientos colectivos los cadáveres no se colocaban en posición tan flexionada. En ciertos casos se han hallado cráneos separados del cuerpo y evidencias de decapitación en las vértebras, lo que pudiera ser una posible alusión a la práctica de ritos y sacrificios. Los ajuares funerarios se componían de los mencionados collares, hechos de conchas, huesos de gacela o piedras, tocados, moluscos, objetos de obsidiana, quizá anatólica, huesos de gacela, cuencos de piedra y multitud de conchas. En ciertos contados casos, podemos estar ante verdaderas necrópolis, como ocurre en Mallaha, donde parecen reagruparse repetidas inhumaciones de los miembros de una presunta familia.
Algunos referentes de la cultura material natufiense son las estatuillas antropomorfas así como algunos zoomorfos en bulto redondo. No obstante, hay evidencia de un “arte” esquemático y más animalístico, sobre todo en relación al de la siguiente fase, denominada el Jiamiense.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
Doctorado en Historia, UCV
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