Imagen: moneda
conmemorativa de la consecratio de
Lucio Vero, con la presencia de la pira funeraria en el reverso.
La
asimilación de muchos emperadores con las divinidades clásicas, que trajo como
consecuencia la creación de nuevas deidades imperiales, provocó que festejos y
ceremonias tradicionalmente consagradas a tales dioses se asociaran ahora
también con ellos. Se produjo, por tanto, un uso consciente del pasado para
honrar a estas divinidades de nuevo cuño.
El
procedimiento de divinización requería que un senador hiciera una propuesta
ante sus colegas. Su petición solía ir acompañada de presuntos portentos o
indicaciones celestes que constatasen el tránsito del emperador desde la humanidad
terrenal a un nuevo estado divino. De este modo, la máxima autoridad religiosa
de Roma se reservaba el derecho de nombrar nuevas deidades.
Los
propios emperadores entrantes se convirtieron en grandes defensores de este
proceso, puesto que eran los principales beneficiarios del cambio de estatus o
naturaleza de su predecesor, un hecho que les proporcionaba poder, prestigio.
Los portentos que sustentaban la subida al cielo del emperador eran, en este
sentido, fabricados con una clara intencionalidad y hasta sufragados por los
gobernantes sucesores. Debe quedar subrayado que los intereses dinásticos y
políticos, más que los morales y religiosos, prevalecieron en las discusiones
senatoriales orientadas a la divinización.
Un
juicio favorable del Senado a la divinización comportaba seguidamente el funus imperatorum y la consecratio. El funeral público se
inspiró en aquellos de los nobles romanos de época republicana, sobre todo en
las ceremonias llevadas a cabo a la muerte de Sila, a su vez inspiradas en las
que rodearon a los monarcas helenísticos. No obstante, también adquirieron
ciertas características propias de los fastos ceremoniales tradicionales del
triunfo, de forma que las exequias resultaban un momento de gran solemnidad, al
modo de un triunfo. Estos funerales imperiales siguieron un patrón:
procesiones, oraciones fúnebres, cremación del cadáver y deposición en un mausoleo
imperial o una tumba.
El
entierro empieza teas el duelo y presentación del cuerpo en el Palatino. En las
exequias el cuerpo se remplazaba por un modelo de cera. Desde el Palatino se le
llevaba en procesión al Foro, en donde los ciudadanos se reunían en torno a los
rostra. El cadáver era recibido en el
Foro con himnos en honor del fallecido, a lo que seguía los discursos fúnebres,
reservados a los miembros de la dinastía imperial. Luego la procesión
continuaba hasta el Campo de Marte, en donde se colocaba el cuerpo en una pira,
rodeado de frutas, incienso, perfumes o hierbas aromáticas, para ser
incinerado. Se producía entonces la decursio, el homenaje público ofrecido por
los soldados al emperador fallecido (se hacían varias circunambulaciones
alrededor de la pira funeraria). La cremación era el acto que garantizaba,
certificándola, la apoteosis o subida al cielo, del emperador muerto (Plutarco,
Cuest. Rom., 14; Dión Casio, Hist. Rom, 56; Herodiano, Historia del Imperio Romano después de Marco
Aurelio, 4,2-3 y ss.).
Este
es un momento preciso que se recoge muy bien en el arte, muchas veces en forma
de sinécdoques materializadas en la presencia de un ave (águila, pavo real), o
una pira, sobre todo en las monedas. El águila era el ave que elevaba al
difunto a los cielos, labor compartida con la diosa Eternidad o con Eón, en
tanto que el pavo real era el ave representativa de las emperatrices (la
primera divinizada fue la hermana de Calígula, Drusila).
Tras
la cremación, las cenizas se depositaban en una columna conmemorativa o un
mausoleo, acción que suponía el fin de la ceremonia fúnebre. Desde ese
instante, el emperador fallecido podía recibir ya los honores divinos al ser
declarado deidad a través de la consecratio
senatorial. Así pues, el más allá de los césares, que podía oscilar entre la
divinización y el más profundo olvido, se construía a partir de las metas
políticas, la opinión del Senado y la fuerza del emperador entrante para
imponer sus objetivos e intereses políticos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, noviembre, 2022.
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