1 de agosto de 2024

El dios egipcio Anubis: mito, rito e imagen (II)



Imágenes, de arriba hacia abajo: una escena ilustrada del libro de los Muertos del Papiro de Hunefer, datado hacia 1275 a.e.c. La momia de Hunefer, está siendo sujetada por el dios Anubis o por un sacerdote que porta la máscara de un chacal. Todo ello en la ceremonia de la Apertura de la Boca; estela de Ipi, un escriba real. El destinatario se representa mientras adora a Anubis. Datada a finales de la XVIII Dinastía, en el Reino Nuevo. Museo del Hermitage de San Petersburgo, Rusia.

Como antiguo dios del Duat, (Amenti, inframundo mítico egipcio), el rol de Anubis acabará siendo secundario al aparecer Osiris en el escenario ultramundano, de forma que su labor se limitará a embalsamar a los faraones fallecidos, guiarlos en la necrópolis y protegerlos en su largo y complicado camino. En el Reino Antiguo Anubis era un dios primordial en el panteón egipcio, como deidad de los fallecidos y juez de los muertos. En la Sala del Pesaje o Sala de la Doble Verdad, acompañado de Horus conducía al fallecido para que su corazón fuese pesado en la balanza en donde estaba la pluma de Maat, encargándose especialmente de que el fiel de la balanza no estuviese trucado o alterado. En su origen un dios funerario, estuvo inicialmente asociado al faraón, aunque paulatinamente se convirtió en deidad universal de los fallecidos. Así, en las tumbas del período proliferaron oraciones dedicadas a Anubis y destinadas a la sobrevivencia del difunto tras la muerte.

En el Reino Medio (entre 2150 y 1800 a.e.c.) el papel de deidad principal ultramundana pasó a manos de Osiris, de forma que Anubis quedaría relegado a la triple tarea, nada menores, de guía de almas, embalsamador y guardián de las necrópolis. En el Libro de las Cavernas, libro funerario del Reino Nuevo, que describe el viaje de Ra por las seis cavernas del inframundo, se señala a Anubis iluminando a los difuntos con la luz de la Luna, astro que el dios porta en sus manos.

Representado iconográficamente como un hombre con la cabeza de un cánido, también como un perro egipcio o un chacal negro, probablemente en alusión al negruzco color de la carne en putrefacción de los cadáveres, pero asimismo como símbolo de la tierra fértil con el oscuro limo del Nilo, Anubis simbolizaba la resurrección de los muertos. En la forma antropomorfa suele verse con una peluca azul en la cabeza, brazaletes y el collar usekh. Totalmente como cánido acostumbra a portar un collar hecho de venda, acostado sobre un cofre y con la cola desplegada dirigida hacia abajo. A veces lleva en la espalda un cetro o el sekhem, un símbolo de la autoridad. En unas pocas ocasiones se aparece como un perro que acompaña a Isis. Se le representaba con el pelaje negro, aunque los chacales del Antiguo Egipto lo poseían rojizo. Esta particularidad pudo deberse a que el negro simbolizaba la resurrección y la fertilidad, en virtud del carácter negruzco del limo que el río Nilo dejaba cada año en los campos tras su crecida, imprescindible para la renovación de la fertilidad de la tierra.

En la plástica funeraria, Anubis se observa atendiendo siempre a la momia de muerto y sentado sobre la tumba protegiéndola, de ahí su carácter apotropaico. Los sellos de los sepulcros del Reino Nuevo mostraban al chacal Anubis sentando sus posaderas sobre los "Nueve Arcos" (tradicionales enemigos egipcios y símbolo de los extranjeros sometidos por el faraón), con lo cual simbolizaba su dominio sobre todos los enemigos que Egipto tuviese que sufrir o enfrentar.

En este mismo sentido, en los Textos de las Pirámides aparece con el epíteto Imy-ut, vinculado con las vendas usadas en la momificación, uno de sus símbolos más específicos, pues según la tradición mítica, Anubis sería el encargado de realizar la primera momificación; como no podía ser de otro modo, sobre Osiris. Sea como fuese, los epítetos de esta deidad resaltan sus íntimos vínculos con los cementerios y su papel principal como deidad funeraria. De hecho, su culto estuvo atestiguado en todo el territorio egipcio, únicamente disminuido en épocas tardías, ya desde el siglo IV a.e.c. y hasta el III, cuando el cristianismo empezó a proliferar por doquier. Los sacerdotes encargados de la momificación portaban en el ritual máscaras con forma de chacal, implicando así el carácter de guía y protección del dios.

Como guardián de las necrópolis, esperaba al fallecido en la misma puerta del sepulcro, para conducirle al más allá. En varias oportunidades puede aparecer con un asistente de condición análoga, Upuaut, otra deidad con forma de perro que se encarga de abrir las puertas y señalar los senderos por dónde transitar.

A partir del siglo VII a.e.c. Anubis se representaba muy frecuentemente como guía de las almas a través del umbral del mundo de los vivos hacia el otro mundo. Las fuentes griegas de época romana la concedieron, en tal sentido, el epíteto de psicopompo, empleado de forma análoga con Hermes. En el arte funerario de este período Anubis guía a personas con vestimentas griegas a la presencia de Osiris, gobernante del inframundo. Tal semejanza conceptual provocó que en la época tolemaica, especialmente entre los siglos IV y I a.e.c., Anubis fuese fusionado con Hermes, dando lugar a una entidad, Hermanubis, cuyo lugar cultual principal fue, por supuesto, Cinópolis. En calidad de guardián de sepulcros y deidad psicopompa se le representa ya helenizando en esculturas en las que lleva clámide, una coraza o una túnica, mostrando en sus manos una palma, un caduceo (atributo de Hermes) o un sistro y, en ocasiones, una espada, una cítara y hasta espigas de trigo. Su calzado, en semejantes ocasiones, suelen ser sandalias.

En la célebre obra de Apuleyo, El Asno de Oro, se hace referencia explícita a un culto a Hermanubis en Roma, activo todavía en el siglo II. Su carácter extraño y arcaico, contemplado desde la específica mentalidad grecorromana, facilitó su asimilación con híbridos tan reconocibles en la mitología griega como el can Cerbero de triple cabeza y hasta con el mismísimo dios infernal Hades heleno.

La evidencia arqueológica muestra la presencia de diversos objetos (numismáticos, epigráficos e incluso estéticos, como lámparas o esculturas), relacionados con el dios en varias zonas del Mediterráneo; una presencia que no se puede desligar del fenómeno de sincretismo helenizante de divinidades como Osiris en Serapis por los tolomeos y de la consiguiente difusión mediterránea de los cultos egipcios, como el de Isis o el del propio Anubis en época romana, cuando disfrutó de un carácter militar totalmente novedoso. En algunas figuras romanas en bronce, Anubis, como Horus o Apis, se representan uniformados y con armas, aspecto marcial que el mismo Virgilio señala como atributo en la Eneida (VIII, 695-701). Anubis pudo llegar a influir, finalmente, en el monoteísmo cristiano, si nos atenemos a la iconografía cristiana de San Cristóbal que, en ocasiones, fue representado con cabeza de perro.

En definitiva, Anubis fue un dios popular y perdurable, esencial en todos y cada uno de los aspectos relacionados con la experiencia de la muerte de una persona. Juzgaba muertos y acompañado de su nutrida cantidad de mensajeros castigaba a los violadores de tumbas o a los que ofendían a las deidades. De tal manera, controlaba los impulsos de los que quisiesen sembrar el caos, el desorden. El poderoso canino negro, patrón de los embalsamadores, protegía a los muertos, garantizándoles que recibiesen su entierro, y apoyándolos en la otra vida para ayudarles a resucitar. Por tal motivo se le asoció con la justicia divina eterna.

Bibliografía

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Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, agosto, 2024.

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