FACHADA DEL TEMPLO DE SETI I EN ABIDOS
Durante el
Reino Medio aparecen los Textos de los Sarcófagos, textos religiosos que
derivan directamente de los Textos de las Pirámides del Reino Antiguo. Su
objetivo era asegurar la vida de ultratumba del máximo mandatario. A partir del
Primer Período Intermedio, estos textos habían sido copiados y ampliados por la
aristocracia egipcia que deseaba también salvaguardar su vida tras la muerte.
De ellos surgirá el Libro de los Muertos, una adaptación ampliada de todos los
textos, ya en el Reino Nuevo. Aunque se puede rescatar un fondo religioso común
en los textos, desde los de las Pirámides hasta el Libro de los Muertos,
existen algunas diferencias de tono y función: los primeros estaban destinados
únicamente a conseguir la inmortalidad del faraón en el Más Allá, mientras que
los restantes ya son destinados a cualquier persona que deseara salvaguardar su
vida ultramundana[1].
Durante las
Dinastías IX y X, el fundamento religioso de la nueva monarquía estuvo basado
en el antiguo dios local llamado Arsafes (identificado con Osiris y Re), que
era considerado como un demiurgo, vinculado a la justicia. Los reyes de la
Dinastía XI, por el contrario, tuvieron especial predilección por Montu, un
dios de carácter guerrero de la región de Tebas. Sin embargo, también creció la
popularidad de Osiris. Con la llegada de Amenemes I y la Dinastía XII, cobra
importancia el dios local tebano Amón. La política religiosa ahora buscará
potenciar su figura y sincretizarla con la del antiguo Re (Amón-Re), quien se
convertirá en el nuevo dios del estado. En un nivel estrictamente individual
predominarán las manifestaciones de monoteísmo filosófico por parte de algunos
círculos cultivados.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Historia, UCV
[1]A partir
del Primer Período Intermedio el pueblo egipcio accede a los derechos
religiosos: todo difunto puede aspirar, una vez superado el tribunal de
ultratumba, a convertirse en un Osiris.
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