IMÁGENES: LA DE ARRIBA ES UNA PINTURA MURAL DE LA TUMBA DE LA PRINCESA ITET, DINASTÍA IV. EN LA PARTE SUPERIOR VEMOS UNA ESCENA DE CAZA, MIENTRAS QUE EN EL REGISTRO INFERIOR SE OBSERVAN DIVERSOS TRABAJOS AGRÍCOLAS. LA DE ABAJO CORRESPONDE A LOS TEXTOS DE LOS SARCÓFAGOS, EN UN ATAÚD DE MADERA. EL TEXTO FUNERARIO ES EN EGIPCIO MEDIO.
En las
Dinastía III se produce la repentina eclosión de un nuevo dios, Re. Esta
suprema divinidad solar se dividía en tres personas o aspectos. Jepri, el sol
de la mañana, Re, el del mediodía, el sol de la plenitud, y Atum, la vieja y
originaria divinidad heliopolitana, que es el sol vespertino, del atardecer. El
nuevo culto a Re fue adoptado por la monarquía menfita a partir del reinado de
Dyoser. El monarca se identificará ahora con el dios supremo del panteón, de
manera que se convierte en el único sacerdote por derecho propio. Será Kefrén,
no obstante, ya en la Dinastía IV, quien use por primera vez el título de Hijo
de Re. El rey, convertido en Gran Dios es la encarnación de Re, con quien se
identifica en vida, pero también es considerado su hijo, lo que supone que
conserva su naturaleza humana a pesar de su divinización en vida. Por su propia
condición humana debía rendir cuentas en el Más Allá ante la suprema divinidad
de esa esfera (Osiris, Amón, Atón, según las concepciones religiosas). En
definitiva, entonces, la divinidad del faraón no era total. Kefrén promueve su
propio culto, confundiéndolo con el de Re, y los funcionarios estatales se
convirtieron en sacerdotes del culto real, lo que supuso la funcionarización
del clero y la llegada de una suerte de laicización de la religión. La religión
entra, en consecuencia, al servicio del estado, en tanto que el rey-dios
dominaba todos los ámbitos de la vida pública. En la Dinastía V se produce la
separación del culto de Re del culto funerario, confundidos desde Kefrén. La
crisis de fines de la dinastía provocará el comienzo de un retorno a las viejas
tradiciones religiosas localistas, un factor que será generalizado durante el
desarrollo de la Dinastía VI.
Menfis,
capital estatal a partir de los soberanos de la III Dinastía, tenía como deidad
originaria del lugar a Ptah. Este dios completó una tríada con Sacmis
(diosa-león, también originaria de Menfis), y Nefertem, deidad del loto
perfumado. El clero menfita aumenta su poder en el instante en que Ptah asume
el rol de dios de la capital del reino. No obstante, había otras divinidades
menfitas relevantes: Socares, deidad ctónica que adquiere carácter funerario, o
el buey Apis, símbolo de la fecundidad que luego es asociado a Ptah como su
alma. A partir de los textos teológicos
y sapienciales del clero de Ptah en Menfis emanó una especie de
monoteísmo incipiente, según el cual el resto de dioses se identificaban como
diversas imágenes de Ptah (estaríamos, en realidad, ante un tipo de
henoteísmo).
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
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