Imágenes: arriba, Wayang kulit, estilo wayang purwa (siluetas), mostrando los cinco hermanos Pandava del Mahabharata. Museo de Yakarta; abajo, detalle de Wayang kulit, marioneta confeccionada de piel de búfalo.
El wajang es un tradicional teatro de sombras javanés realizado con
títeres o muñecos hechos en cuero y pintados de diversos colores (azul, negro,
rojo y dorado), con los que se proyectan sombras en una pantalla de color
blanco[1].
El titiritero o dalang se sienta
sobre una esterilla detrás de la pantalla o cortina, con una lámpara de
petróleo encima de su cabeza. Más atrás, se ubica una pequeña orquesta con
instrumentos de percusión. Delante del dalang
se coloca un tronco, en posición horizontal, en el que se fijan los títeres. Cerca
del dalang se ubica, además, un
incensario que se enciende al inicio de la función, así como un recipiente con diversas
ofrendas a los espíritus (flores, alimentos). Durante el desarrollo de la
acción, esencialmente nocturna[2],
el titiritero va tomando los diversos muñecos-personaje del tronco,
sosteniéndolos con sus manos sobre su cabeza para que sus figuras se
interpongan entre la fuente de luz y la pantalla. Frente a la pantalla se
dispone el público, fundamentalmente niños y mujeres. Las marionetas
caracterizan diferentes personajes, que suelen clasificarse en siete tipos:
refinados, vigorosos, toscos, mujeres, ogros, simios y payasos. Las que
representan a los personajes heroicos se ubican a la derecha, mientras que los
malvados a la izquierda.
El primer registro de una
representación data del año 930. Las historias que se dramatizan en este teatro
son episodios del Mahabharata o del Ramayana, más o menos adaptados al ambiente
de la isla indonesia. Los personajes son, por un lado, divinidades, que actúan
como humanos, pasionalmente, y por el otro, reyes y nobles, considerados
antepasados de los javaneses de hoy. Entre los nobles se destacan los Pendawas
y los Korawas. Los primeros son los cinco héroes hermanos (Yudisthira, Bima,
Arjuna, Nakula y Sadewa), habitualmente aconsejados y protegidos por Krishna.
Se entiende que estos hermanos son los representantes de los cinco sentidos que
el individuo debe reunir para conformar una fuerza psicológica sólida y
alcanzar la gnosis. Los Korawas, por su parte, son cien individuos, los primos
de los anteriores, a los que usurpan el reino de Ngastina. La pugna por el
territorio es el tema básico del wajang,
conflicto que culmina en una guerra abierta entre la parentela. Además de estos
personajes de tradición hindú, más o menos estandarizados, se emplean los
propiamente javaneses, básicamente payasos y bufones (Semar Petruk, Gareng), que
se figuran como compañeros y sirvientes de los Pendawas.
Las acciones de este teatro abarcan
episodios hablados, en los que dos grupos de nobles contrarios se enfrentan y
discuten diversos asuntos; episodios de pugna entre nobles (el titiritero hace
chocar los muñecos entre sí); y escenas bufonescas de carácter cómico en las
que las burlas recaen en los nobles[3].
Esta serie de escenas se distribuyen de modo bastante rígido: las declamatorias
primero, las cómicas después y, finalmente, las de conflictos. El ámbito
principal de las acciones es, esencialmente, el mundo interno de los deseos y
los sentimientos, más que el exterior de los reinos. En tal sentido, lo que se
dramatiza es una psicología metafísica, y no tanto una filosofía política. Las
sombras de los muñecos simbolizan las conductas externas del ser humano,
mientras que los títeres su vida interior. El total control del titiritero
sobre los muñecos es una representación, por tanto, del dominio de Dios sobre
los seres humanos.
Los símbolos recurrentes del wajang, los diversos personajes, la música
que acompaña, y las propias acciones desplegadas, configuran la cotidiana
experiencia de los habitantes de Java.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Historia, UCV
[1] El diseño de los muñecos, así
como su colorido, poseen una explícita significación simbólica: el rojo es el
coraje, el blanco la pureza y el negro la voluntad perseverante y firme.
[2] Las representaciones suelen
durar horas, extendiéndose habitualmente toda la noche. La audiencia no siempre
permanece silenciosa y atenta, sino que actúa como si estuviese en una reunión
social.
[3] En estos casos, el dalang hace todas las voces necesarias,
procurando que el público asistente y las autoridades sean objeto también de
las sátiras.
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