Imágenes (de
arriba hacia abajo): Ariadne, de Giorgio di Chirico, 1913. Óleo y grafito sobre
lienzo; La caída de Ícaro, de Marc Chagall, 1975. Óleo sobre lienzo, hoy en el
Centro Pompidou; y portada de la revista Minotaure, hecha por Pablo Pisasso.
La memoria de un
glorioso pasado de Creta fue preservada viva hasta la Antigüedad Tardía gracias
a la literatura y las artes plásticas, aunque con posterioridad vivió una
reactualización renovadora en el Renacimiento, una época en la que se produjo
una reanimación, un resurgimiento del legado grecorromano y el predominio del
ideal clasicista, que traería consigo una presentificación de los mitos
minoicos, encantadores y aractivos para esa mentalidad, en el amplio repertorio
de la creación estética.
Desde el siglo XIV en
adelante, una serie de artistas de distintos tiempos y tendencias (Giotto,
Veronese, Tiziano, Rubens, van Dick, además de Sokolov, Daumier, Canova o el
mismísimo Mozart, que compuso una ópera titulada “Idomeneo, rey de Creta”), se
inspiraron en la mitología minoico-cretense. Los mitos más relevantes fueron
representados en pinturas, grabados sobre metal, esculturas, dibujos, relieves,
manuscritos iluminados o tapices. Es el caso, sin ir más lejos, del rapto de
Europa por Zeus convertido en toro, motivo prototípico de la cultura europea;
la aventura de Teseo y Ariadna en el mito del Minotauro; o el primer vuelo y la
final caída de Ícaro en la leyenda de Dédalo, constructor del famoso laberinto.
El laberinto, de hecho, se convirtió en un motivo principal de muchas
composiciones, tanto desde una perspectiva simbólica como meramente decorativa.
A finales del siglo XIX
y principios del XX, momento en que el clasicismo dio lugar el estilo
modernista, la recepción occidental del legado prehistórico cretense entraría
en una nueva dinámica. El factor determinante sería el fortuito comienzo de las
excavaciones en el yacimiento de Cnosos por parte del renombrado arqueólogo
Arthur Evans, justamente en 1900. En las campañas posteriores, Evans revelaría
y restauraría el monumental palacio minoico, gracias a lo cual dispondría del
material suficiente para escribir su grandioso trabajo, en cuatro volúmenes,
que lleva por título “El Palacio de Minos en Knossos”, en el cual indagó,
interpretó y destacó aspectos del carácter único, específico, de la
civilización cretense prehistórica, que gracias a él recibió la denominación de
“minoica” (en virtud del mítico rey de la isla). El descubrimiento causó una
auténtica revolución en los círculos eruditos, artísticos y científicos de
Europa, y no solamente porque la antigua tradición asociada a Creta se viese
corroborada por los hallazgos arqueológicos y la gran cantidad de materiales y
objetos obtenidos.
Una avanzada
civilización de la Edad del Bronce incluía, en oposición a las orientales,
rasgos considerados propios de la cultura moderna europea. Concretamente, se
habló de la presencia de una sociedad que paladeaba la alegría de vivir, de un
modo se diría hedonista; de la actuación de unos gobernantes alejados del
despotismo, del amor por la naturaleza, verificado en los mitos y la
religiosidad; de una notable participación social de la mujer; de una actividad
comercial avanzada, así como de fluidos contactos con regiones extranjeras a
través de rutas marítimas; e, incluso, del empleo más arcaico de una escritura
en una zona que pertenece geográficamente a Europa.
Sería el arqueólogo
australiano Vere Gordon Childe el primero en etiquetar a la civilización minoica
como la primera civilización europea. Muchos eruditos, historiadores y
filósofos discutieron esta apreciación, y otras análogas, en sus trabajos, como
el caso de Sigmund Freud, A. Toynbee, O. Spengler o J. Myres. Mientras esto
ocurría, importantes artistas empezaron a identificar elementos del modernismo
o del Art Nouveau a partir del arte minoico, en su iconografía, los
repertorios, las arquitecturas y en el estilo en general. La incorporación de
temas minoicos en el arte moderno de la época aparece representado en obras
plásticas como la serie llamada “Ariadna durmiendo” del pintor y escultor
greco-itálico Giorgio de Chirico, creador de la pintura metafísica, o en la
música, como la ópera del gran compositor de poemas sinfónicos, R. Strauss
titulada “Ariadne auf Naxos”.
Un énfasis todavía más
elocuente en relación a la representación de mitos minoicos se produjo durante
el período de entreguerras, tanto en el trabajo de los modernistas como de los
surrealistas. En tal sentido, artistas de la talla de M. Ernst, J. Miró, R.
Magritte, S. Dalí, H. Matisse, M. Duchamp, J. Pollock o D. Rivera,
representaron los mitos de Pasifae, Ariadna, el laberinto, Ícaro y,
fundamentalmente, el minotauro. Baste recordar que el P. Picasso cubista empleó
este tema del minotauro en una serie de trabajos, que incluyen la cubierta del
primer número de la revista de arte llamada Minotaure,
que salió a la luz en 1934.
Símbolos y mitos
minoicos han continuado influenciando e inspirando obras de artes plásticas y
de literatura. Es el caso de trabajos tan diversos como La caída de Ícaro de M.
Chagall, el célebre Ulisses de J. Joyce, el Thèsée de A. Gide. Algo semejante
ocurre con el caso del laberinto, cuyo uso se observa plasmado en la obra de
J.L. Borges, o el aura de los minoicos en la producción del mítico autor
cretense N. Kazantzakis. Ese mismo espíritu es el que mostró el pintor
surrealista griego N. Engolopoulos, que fue el artífice de las series Teseo y
el Minotauro, en donde representa a Teseo llevando puesta una moderna fustanella griega (falda tradicional
varonil).
En nuestros días la
inspiración de la Creta minoica sigue expandiendo su influencia, pues ha
influido en las artes decorativas, en la joyería, las miniaturas, exhibiciones,
películas, juegos, en modernas creaciones estéticas y en composiciones
musicales de lo más variado. Esta tendencia ha sido últimamente reforzada por
dos factores que pueden considerarse capitales. Por un lado, el acceso a una
información masiva a través de la Red, y por el otro, a la promoción de la isla
de Creta como un destino turístico especialmente popular (al margen de las
islas del Egeo), destacando los yacimientos arqueológicos (Festos, Cnosos) y
los muy dotados museos arqueológicos, en especial el Museo Arqueológico de
Heraclión.
UM-AEEAO-UFM, octubre, 2022.
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