1 de diciembre de 2022

Las plagas en Egipto: ¿mitos de la naturaleza salvaje?


Imagen: La quinta plaga de Egipto, óleo sobre tela de J.M. William Turner, 1840. Museo de Arte de Indianápolis.

La batalla entre el faraón egipcio y la deidad hebrea durante el Éxodo vino acompañado de una profecía y maldición divina sobre Egipto. La divinidad hebrea advirtió al soberano que si no liberaba al pueblo israelí de la esclavitud, hasta diez plagas asolarían las gentes y territorios de Egipto. Esta mítica advertencia ha querido ser justificada históricamente, asociándola a eventos naturales.

Entre esa serie de verdaderos desastres naturales se mencionan súbitos cambios climáticos, epidemias o pestes diversas e, incluso terremotos y erupciones volcánicas. De hecho, desde un tiempo a esta parte ha tomado cuerpo la teoría que señala que las plagas habrían sido motivadas por la erupción volcánica de Thera (Santorini). Los maremotos y, sobre todo, las nubes de cenizas habrían llegado hasta el delta del Nilo. Tales movimientos telúricos liberarían gases cargados de hierro desde los fondos marinos, los cuales al ascender darían lugar a la conversión del hierro en óxido de hierro, que presenta un color rojizo. Desde esta perspectiva científica se “explicaría” la primera plaga, aquella que vuelve tóxica y de color rojo las aguas del Nilo.

La llamada marea roja, un fenómeno natural, que puede originarse a partir de la concentración de ciertas especies de fitoplancton o algas microscópicas, también ha sido un motivo de explicación de la primera plaga. Estas algas pueden producir toxinas paralizantes, aunque muy pocas especies afectan al ganado o al ser humano.

La ausencia de oxígeno por la abundancia de hierro habría sido la responsable, además, de la segunda plaga, aquella de las ranas que caen del cielo, puesto que ante la falta del vital gas los anuros se desplazan por todas partes desesperados. Siguiendo el encadenamiento lógico, la presencia de peces muertos y en estado de putrefacción en las aguas habrían facilitado la tercera plaga, las nubes de mosquitos, piojos y otros insectos que volverían denso e irrespirable el aire para las personas. La cuarta, aquella de las moscas, se debería a una agresividad por estas perturbaciones, transmitiendo enfermedades a los seres humanos. Ello significa que la quinta, prolongación de la cuarta, se haría evidente: la transmisión de enfermedades y pestes al ganado por los insectos, provocando desabastecimiento de carne y una hambruna feroz.

Las emanaciones de dióxido de carbono provocarían en los organismos una intoxicación que limita la presencia de sangre en la piel, dando lugar a la aparición de alergias, sarpullidos, eccemas, urticarias y erupciones de la piel varias, de modo análogo a lo que se cuenta al respecto de la sexta plaga sobre el país del Nilo. El granizo de fuego y hielo, tal como reza la séptima de las plagas, sería una consecuencia directa de la erupción volcánica, en función de que el choque de las cenizas con aire húmedo atmosférico generaría una cristalización, responsable, a su vez de la octava. Los vientos habrían llevado a Egipto las langostas, obligadas por los frentes húmedos y fríos a posarse sobre los campos y devastarlos. La oscuridad de la novena plaga encontraría su justificación en la enorme cantidad de ceniza y piedra volcánica expulsada desde el volcán a en la atmósfera, cuya negra nube cubriría la luz solar.

Incluso la última y la más selectiva plaga, que distingue entre egipcios y hebreos, habría tenido el mismo origen. La humedad nocturna del delta del Nilo daría pie a la formación de una neblina de gases tóxicos que mataría a todo aquel que estuviese en las zonas más bajas de las casas, donde, en efecto, solían dormir los más pequeños de las familias. No hay explicación asumible para explicar qué fue lo que salvó de dicha plaga a los hebreos, salvo el hecho del festejo de la Pascua y ventilasen las estancias algo, en todo caso, indemostrable.

Precisamente, el carácter selectivo, exclusivista de las famosas plagas, no encuentra explicación científica ni racional. Por otra parte, tampoco existe una relación cronológica directa entre el evento natural de Santorini y la advertencia divina. Las últimas dataciones ofrecidas sobre la erupción del volcán de la isla de Thera apuntan a 1600 a.e.c, mientras que el Éxodo judío, incierto en sí mismo como episodio de marcado carácter religioso e ideológico, suele datarse en la época de gobierno del faraón Ramsés II, hacia 1290 o 1280 a.e.c., si bien otras dataciones ubican el movimiento poblacional del Éxodo en la etapa de gobierno de Ahmosis (hacia 1540 a.e.c.), período en el que los hicsos fueron expulsados de Egipto. Si se aceptase esta última posibilidad, habría que asimilar hicso con hebreo, lo cual es muy discutible.

El papiro de Ipuur (datado en el siglo XIII a.e.c.) se señala, finalmente, como prueba testimonial en un documento histórico egipcio, en tanto que presenta textos presuntamente asociables a las famosas plagas de la Biblia. En el papiro se menciona una plaga extendida por todo el territorio así como la presencia de sangre, aunque no existe referencia a los hebreos. Además, el carácter poético-literario del documento y un contenido simbólico del mismo, parece en este caso lo más probable.

Ciertos estudiosos y expertos creen que estas plagas Vétero Testamentarias no son míticas. Aunque para ello advierten que en la creación de un mito o una leyenda pueden subyacer acontecimientos reales, una corriente de interpretación de los mitos cuyo debate no invalida en nada el carácter mítico de la narración ofrecida en el sacro libro bíblico.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, diciembre, 2022.

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