Existen varias teorías que apuntan el origen de la tragedia en la Grecia antigua. La primera, defendida por autores como Nilsson y Dieterich, refiere que el origen estuvo en las lamentaciones fúnebres (trenos) ofrecidas en honor de un héroe en torno a su tumba; la segunda, seguida por Pickard-Cambridge, argumenta que la génesis se encuentra en diversos cantos festivos y alegres de carácter campesino, a partir de los cuales se habría generado un elemento mimético-dramático; la tercera, finalmente, apoyada por Wilamowitz, Norwood y Kranz, señala que el origen de la tragedia parte de lo comentado por Aristóteles; esto es, que derivaría del ditirambo dionisíaco. El origen parece haber estado en rituales primitivos que representarían los cambios físicos que sufren las personas a lo largo de su vida, y que tienen relación directa con el proceso de muerte y resurrección. Estos rituales propiciarían mitos que describirían las acciones representadas en historias relatadas, sobre todo asociadas al dios Dionisos (que sufre un proceso de muerte y renacimiento), y que se vincularían con la tierra y su carácter fértil y nutricio, así como con el proceso agrario. Estas prácticas, de carácter comunitario, estaban concentradas, en época arcaica, en grupos reducidos, lo que propiciará su conversión en rituales secretos que dan lugar a los cultos mistéricos. La política de los tiranos, que potencia la vida urbana, provocará una urbanización de las festividades agrarias, a las que se unirán los ditirambos o himnos cantados en honor a Dionisos contando su drama particular. Es en la época de los pisistrátidas atenienses cuando se harán efectivas las Grandes Dionisas o Dionisas Urbanas. El ritual de las dionisias, en donde la acción es centrada a través del kommós o canto de lamentación en función de la llegada del mensajero que anuncia la muerte del dios, está conformado por la pompé o procesión de la imagen de la deidad, acompañada por un coro (párodos), que canta junto al altar puesto en pie (stásimon), el agón, lucha o competición ritual, y el Komos o retorno triunfal de Dionisos.
En términos generales, los contenidos de las tragedias se centran en una situación problemática que vive algún héroe, y que plantea una situación ejemplar, lo que incluye un castigo ante la desmesura o la insolencia humanas. En todo ello existe una intencionalidad didáctica, en tanto que se busca una identificación entre el espectador y el personaje o la situación planteada. La temática épica y heroica se hace trágica al convertirse la fiesta en un espectáculo urbano. La ciudad asimila como propia la acción ritual y mítica. Los elementos grotescos de los rituales agrarios se convertirán en el fundamento del drama satírico, que conformará parte de la tetralogía que, a partir de 502 a.n.e., será presentada por los autores en las competencias teatrales. En la tragedia, por consiguiente, el mito se universaliza y, a la par, actualiza los problemas planteados en la misma, hecho que solía provocar el interés de políticos y ciudadanos. Esquilo, por ejemplo, solía expresar conflictos pero con una esperanza seria de solución o salvación, planteamiento que resultaba un reflejo de la democracia entendida como confluencia de opuestos en conflicto pero que pueden, eventualmente, generar acuerdos. De este modo, los aspectos sociales, jurídicos, bélicos e ideológicos se verán reflejados en las tragedias (un buen ejemplo es la Orestíada de Esquilo). En ocasiones también se plantean contradicciones de la vida real, sobre temas como el estatus de la mujer, la esclavitud en el seno de la democracia, o las guerras fratricidas, entre los valores tradicionales y los reales referidos a las relaciones humanas, como ocurre, sin ir más lejos con Eurípides. En este sentido, la tragedia se convierte en una manifestación cívico-colectiva.
La comedia, íntimamente vinculada con la tragedia, es más utópica e idealista que ésta, en esencia más realista. También pudo estar relacionada, en origen, con cantos y procesiones fálicas de aspecto grotesco y carnavalesco. En este caso, se mantendrá el carácter agrario originario, y los campesinos serán objeto de burlas y servirán como referencia comparativa para criticar la vida ciudadana y urbana, en particular la de los políticos que rigen la comunidad. El caso más prolífico al respecto es Aristófanes: en su obra Avispas se critica el sistema judicial ateniense, mientras que en Lisístrata el poder ciudadano que está únicamente en manos de los varones.
En términos generales, los contenidos de las tragedias se centran en una situación problemática que vive algún héroe, y que plantea una situación ejemplar, lo que incluye un castigo ante la desmesura o la insolencia humanas. En todo ello existe una intencionalidad didáctica, en tanto que se busca una identificación entre el espectador y el personaje o la situación planteada. La temática épica y heroica se hace trágica al convertirse la fiesta en un espectáculo urbano. La ciudad asimila como propia la acción ritual y mítica. Los elementos grotescos de los rituales agrarios se convertirán en el fundamento del drama satírico, que conformará parte de la tetralogía que, a partir de 502 a.n.e., será presentada por los autores en las competencias teatrales. En la tragedia, por consiguiente, el mito se universaliza y, a la par, actualiza los problemas planteados en la misma, hecho que solía provocar el interés de políticos y ciudadanos. Esquilo, por ejemplo, solía expresar conflictos pero con una esperanza seria de solución o salvación, planteamiento que resultaba un reflejo de la democracia entendida como confluencia de opuestos en conflicto pero que pueden, eventualmente, generar acuerdos. De este modo, los aspectos sociales, jurídicos, bélicos e ideológicos se verán reflejados en las tragedias (un buen ejemplo es la Orestíada de Esquilo). En ocasiones también se plantean contradicciones de la vida real, sobre temas como el estatus de la mujer, la esclavitud en el seno de la democracia, o las guerras fratricidas, entre los valores tradicionales y los reales referidos a las relaciones humanas, como ocurre, sin ir más lejos con Eurípides. En este sentido, la tragedia se convierte en una manifestación cívico-colectiva.
La comedia, íntimamente vinculada con la tragedia, es más utópica e idealista que ésta, en esencia más realista. También pudo estar relacionada, en origen, con cantos y procesiones fálicas de aspecto grotesco y carnavalesco. En este caso, se mantendrá el carácter agrario originario, y los campesinos serán objeto de burlas y servirán como referencia comparativa para criticar la vida ciudadana y urbana, en particular la de los políticos que rigen la comunidad. El caso más prolífico al respecto es Aristófanes: en su obra Avispas se critica el sistema judicial ateniense, mientras que en Lisístrata el poder ciudadano que está únicamente en manos de los varones.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
9 de junio del 2010
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