IMÁGENES: ARRIBA, TEMPLO DORIO DE APOLO EN CORINTO; ABAJO, UNA VISTA DEL TEATRO DE EPIDAURO.
Según
la tradición mítica Corinto fue fundada por Sísifo, símbolo del espíritu
mercantil corintio. Habituado a engañar a hombres y deidades, logra burlar,
inicialmente, a la muerte, hasta que es detenido por el dios Hermes, quien
conduce las almas al Hades, y condenado a arrastrar una gran roca hasta la cima
de una montaña que, al llegar, volvía a caer. Además, se dice que en la
acrópolis de la ciudad Belerofonte había domado al caballo alado Pegaso.
Corinto fue, asimismo, el escenario de la famosa tragedia de Medea, que asesina
a sus dos hijos en venganza hacia Jasón por haberse atrevido a dejarla en
beneficio de otra mujer, Glauce.
A
partir del siglo XI a.n.E. Corinto conoce la presencia de los dorios,
convirtiéndose Aletes en el primer rey de la urbe. Uno de sus descendientes,
Baquis, será el creador de la dinastía de los baquíadas, que gobernará la ciudad hasta el siglo VII a.n.E. Fue
durante estos siglos cuando Corinto adquirió gran relevancia gracias a su flota
comercial, que transportaba bronces y cerámica por todo el ámbito mediterráneo,
y a su ánimo colonizador, ejemplificado en la fundación de Siracusa, en
Sicilia. En el siglo VII a.n.E. esta dinastía es sustituida por Cipselo y su
hijo Periandro, quienes sitúan la ciudad como un notable centro cultural e
intelectual. En 146 a.n.E. la ciudad cayó en manos romanas tras la victoria de
Leucio Momio sobre los ejércitos comandados por Dieo, de la Federación Acaya.
La recuperación de Corinto sólo se produjo a partir de 44 a.n.E. cuando César
ordena su reconstrucción, como Laus Iulia
Corintiensis, convirtiéndola en la capital administrativa de la provincia
de Grecia y en un centro cosmopolita de primer orden. El declive de la ciudad
antigua se produjo hacia el siglo III.
El
mito cuenta que el rey Flegias llegó a Epidauro desde la norteña región de
Tesalia para conquistar ese territorio. Según la versión más extendida del
mito, su hija Coronis se había unido al dios Apolo, pero también con un mortal,
Isquis, cuando quedó embarazada del que será el dios Asclepio. Apolo, indignado
por su infidelidad, ordenó a Ártemis que matase a Coronis y la arrojase al
fuego. Antes de que ardiese, Apolo le quitó el hijo de sus entrañas y lo entregó
a Hermes con la misión de lo que lo llevase al monte Pelión, en donde el
centauro Quirón debería criarlo y enseñarle el arte de la curación. Según otra
versión, Asclepio es natural de la llanura docia, estudia medicina con Quirón y
después se instala en Tricala, lugar en donde funda su primer asclepeion. En Epidauro se instaura su
culto con facilidad, probablemente porque allí, sobre el monte Cinortio, se
adoraba desde antiguo, quizá desde época micénica, a Maleatas, una deidad local
con poderes terapéuticos. Ambos dioses se fusionarían con el nombre de Apolo
Maleatas.
Los
enfermos que se acercaba al santuario se lavaban en una fuente sagrada, seguían
una estricta dieta, y realizaban un sacrificio a la deidad. Tras una serie de
ritos pasaban la noche en un lugar llamado Ábato, en donde el dios los
visitaba, muchas veces en forma de sierpe, y los curaba. Los pacientes, ya
sanos, ofrecían exvotos y dinero, lo que hizo prosperar el santuario y sufragar
una serie de construcciones, sobre todo en los siglos IV y III a.n.E. El
santuario estuvo activo hasta el siglo V, cuando Teodosio II lo clausuró.
Además
del santuario dedicado a Asclepio, el templo de Ártemis, del siglo IV a.n.E. y
el Xenonas o Katagogio, del siglo III, la otra gran construcción de Epidauro es
el teatro, construido por el argivo Policleto el joven, también en el siglo IV.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
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