28 de julio de 2017

Mitanni en la historia de la Edad del Bronce siria


Ilustración: Idrimi, rey de Alalah (actual Tell Atchana)


Los pueblos de lengua hurrita, designados de este modo en las fuentes, formaron a fines del III milenio a.e.c. varias pequeñas principalidades en el norte y el oriente de Mesopotamia. Durante un tiempo, estuvieron sometidas al imperio acadio y a la III Dinastía de Ur, pero posteriormente, tras el colapso de ambos, su ambición creció y se hicieron agresivos, expandiéndose hacia el occidente a través del norte de Siria y en el sector oriental de la meseta anatólica.
Se enfrentaron con los hititas durante los reinados de Hattusili y Mursili, pero acabaron aceptando la soberanía de Yamhad sobre buena parte del norte de Siria. Muy probablemente establecieron relaciones diplomáticas con el reino de Yamhad.
La destrucción de Yamhad por parte del rey hitita Mursili provocó un vacío de poder en el norte de Siria que estos reinos agradecieron. Sobre todo, porque los hititas no pudieron continuar sus éxitos militares en esta zona, ya que Mursili fue asesinado no mucho después de las campañas contra Alepo y Babilonia, de manera que se instaló un período de inestabilidad dentro del territorio hitita que imposibilitaba su retorno a Siria durante un buen tiempo. Tal circunstancia facilitó que los hurritas consolidasen su presencia en la región.
De este modo, en torno al siglo XVI a.e.c., emergió una poderosa confederación de estados hurritas, el reino de Mitanni, que llegaría a ser el más fiero rival de los hititas por el control del norte de Siria y el oriente de Anatolia.  
Un nuevo contendiente en Siria sería Egipto, en concreto a partir de algunos reyes de la Dinastía XVIII.  El fundador de la dinastía, Ahmosis, había expulsado de Egipto a los soberanos foráneos de origen sirio-palestino conocidos como hicsos, provocando la huída hacia sus tierras e infringiéndoles en ellas algunas relevantes derrotas. Tiempo después, Tuthmosis I (1504-1492 a.e.c.) continuó estas empresas militares con campañas en los territorios del norte, lo que dio lugar a la conquista de Palestina y a la conducción de sus ejércitos hasta el Éufrates, en donde erigió una estela conmemorativa de su victoria. De esta forma, se estableció una contienda entre Egipto y Mitanni por el control de las tierras ubicadas entre el río y el Mediterráneo.
Sin embargo, el hijo y sucesor del faraón, Tutmosis II, no mostró interés en dar continuidad a las conquistas de su padre en la región sirio-palestina. Además, Hatshepsut (madrastra de Tutmosis III), solamente puso especial énfasis en el desarrollo comercial y en el establecimiento de vínculos mercantiles. En consecuencia, la acción militar en Siria se detuvo por irrelevante, abandonándose las conquistas previas de Tutmosis I. Esta medida, fruto del cambio de orientación de los intereses de Egipto proveyó la oportunidad deseada para que se llevar a cabo la primera expansión mayor del poder mitannio hacia el oeste, en específico en la segunda mitad del siglo XV a.e.c. bajo el reinado del rey Parrattarna.
Su primer objetivo era Alepo. Aunque el reino del que había sido capital, Yamhad, había desaparecido,  Alepo se había recuperado de su destrucción por parte hitita y se había restablecido bajo una nueva línea de reyes, de entre los cuales se conocen los nombres de algunos (Sarra-el, Abba-el e Ilim-ilimma). Además, también había establecido una nueva soberanía sobre un determinado número de estados próximos, entre ellos Amae, Niya y Mukish. Se temía, de parte mitannia, el surgimiento de un nuevo gran estado al norte de Siria cuya base fuese Alepo, lo cual era una amenaza mayor para las intenciones de Mitanni de expansionarse por Siria. Por consiguiente, Alepo tenía que ser conquistado.
El reclamo de Alepo por parte de Idrimi se condujo finalmente a través de una ruta diplomática con el rey mitannio Parrattarna, con el que acabaría sellando un compromiso en forma de tratado. Sería instalado como rey, pero como vasallo de Parratarna, y con autoridad únicamente en los sectores occidentales del antiguo reino de Alepo (Mukish, Niya y Amae). Por si fuera poco, su asiento estaría en Alalah, no en el núcleo de Alepo. Con ello, Parratarna garantizaría un virtual estatus autónomo del resto de los territorios que había antaño comprendido el reino de Alepo. De esta forma, Parrattarna afirmaba el control sobre la región.
Mitanni surgió como el dominador politico del norte de Siria y el sureste de Anatolia, un poder manifestado a través de una red de estados vasallos. En parte, este predominio fue debido a la debilidad hitita. Sin embargo, los acontecimientos en Egipto provocarían un nuevo giro en los acontecimientos. La muerte de Hatshepsut abrió una nueva fase en las ambiciones internacionales de Egipto. El corregente Tutmosis III se convirtió en faraón y decidió retomar las empresas imperiales egipcias. En Palestina y en Siria, infringiría una devastadora derrota a una coalición de fuerzas sirias en Megiddo, desde donde dirigiría, una vez más, sus tropas hacia el Éufrates, conquistando de tal modo, los territorios sometidos a Mitanni. Fue así como diversos reinos próximo-orientales empezaron a reconocer al faraón como su nuevo señor. Así, buscaron establecer relaciones diplomáticas con el faraón enviándole tributos y regalos. Asiria, Babilonia y los hititas estuvieron entre los interesados por organizar esas relaciones.
Las empresas asiáticas de Tutmosis no habían impuesto más que un temporal predominio sobre Mitanni, sin darle a Egipto un control permanente significativo sobre los estados sirio-palestinos conquistados. Además, la influencia egipcia en la región había declinado tras las campañas del faraón, a la par que la influencia mitannia había resurgido bajo la presencia de un nuevo mandatario, Saushtatar. La décimo séptima campaña de Tutmosis en Palestina y Siria, dirigida contra las ciudades de la Siria central, concretamente Kadesh y Tunip, que se habían rebelado, fue muy probablemente la última. Casi con seguridad, los rebeldes obtuvieron el apoyo mitannio.
Saushtatar  tenía otra preocupación en mente, en particular el posible resurgimiento asirio, cuyo territorio se encontraba al este de Mitanni. Si bien el antiguo Reino Asirio había finalizado por la intervención de Hammurabi hacia 1762 a.e.c., un estado asirio, de reducidas proporciones, aun subsistía, y podría llegar a ser una amenaza al territorio mitannio mientras Saushtatar estuviese ocupado operando en el occidente.
Para minimizar el riesgo asirio, el rey invade Asiria y saquea Asur, su capital tradicional. Asiria quedaba ahora absorbida dentro del reino de Mitanni como un estado vasallo de Saushtatar. Además, eso dejaba libre al rey mitannio para perseguir sus ambiciones territoriales en Siria.  Es bastante posible que en esa época  también Saushtatar entablara una alianza con el rey de Kadesh, sobre el Orontes, quien era reconocido como el señor del territorio sirio al sur de Alalah. Este acuerdo diplomático resultaría muy beneficioso pues las nuevamente adquiridas regiones de la Siria septentrional podrían estar en seria amenaza.   
Cruzando el Tauro, la fortuna de los hititas había tomado una dramática dirección (hacia mejor), con el ascenso al trono de Tudhaliya. Tudhaliya estableció primeramente su autoridad sobre la mayoría de la península de Anatolia, y tenía ahora la intención de restaurar el estatus de Hatti como el mayor poder en el mundo del Próximo Oriente de Asia.  Ello significaba, naturalmente, reasumir las campañas hititas en Siria.
Uno de los primeros objetivos de Tudhaliya era la ciudad de Alepo, cuyo gobernante local, ante la amenaza hitita, se encontraba atrapado en un dilema: si mantenía una alianza con Saushtatar, podría esperar represalias del ejército hitita, mientras que si hacía lo contrario, esperaría el mismo trato del rey mitannio. Finalmente, decidió que el mandatario hitita era el más fuerte y peligroso y, en consecuencia, trabó una alianza con él. Probablemente, el rey mitannio presionó para que la alianza se hiciese con Mitanni, porque lo cierto es que  a la llegada hitita, Tudhaliya devastó Alepo y mató al rey local.
Aunque no se sabe que sucedió con Saushtatar tras la campaña de Alepo, lo cierto es que Mitanni (Hanigalbat) continuó existiendo, si bien una parte importante de su territorio, particularmente el norte de Siria, fue tomado por los hititas. En cualquier circunstancia, una revigorizado Mitanni surgió de nuevo bajo el nuevo rey Artatama, sucesor (y probable hijo) de Saushtatar.
Uno de los principales objetivos de Artatama era reconquistar algunos de los territorios mitannios perdidos a manos hititas, y reclamar la soberanía sobre las tierras de  los anteriores súbditos del reino en Siria. Los problemas que experimentaban los hititas para mantener su autoridad sobre los súbditos anatólicos les distrajeron, durante un tiempo, de las nuevas amenazas de Mitanni, un factor que el rey Artatama pudo aprovechar en su beneficio. Sin embargo, el rey fue muy cuidadoso de no arriesgar al precipitarse a hacer algún movimiento sobre los estados norteños sirios. Un intento prematuro en tal dirección podría provocar el retorno de las fuerzas hititas a la región.
Además, también había que contar con otro actor habitual, Egipto. La influencia del país del Nilo sobre Siria y Palestina había declinado, ciertamente, desde los tiempos de las campañas de Tutmosis III, aunque Egipto todavía mantenía activos intereses en la región. Dicho interés estuvo detrás de un par de campañas del sucesor de Tutmosis, su hijo Amenhotep II, y animó las de su nieto Tutmosis IV. En cualquier caso, los intereses territoriales mitannios al occidente del Éufrates se focalizarían primeramente en los estados del norte de Siria, en tanto que la Siria y la Palestina central y meridional eran zonas remotas para Mitanni.
Por mediación de un tratado, Egipto permitía a Mitanni despacharse libremente en la Siria septentrional, lo cual debía satisfacer las ambiciones de ambos reinos y proveer los fundamentos de una alianza entre ellos contra un tercer poder, el de los hititas.
De este modo, se alcanzó un acuerdo entre Artatama y Tutmosis IV, de forma que se estableció una frontera entre sus territorios en Siria. El acuerdo cerraba la puerta de la región de Siria a los hititas. No obstante, los hititas estaban en este tiempo más preocupados de Anatolia que de la exclusión de Siria de su esfera de influencia.
Los levantamientos en Anatolia condujeron por esa época a una crisis que amenazaba la propia existencia de Hatti. Alrededor de la propia casa de los hititas, las fuerzas enemigas eran abundantes: los pueblos Gasga en el norte, Arzawa en el sur y sureste, los intrusos de las tierras de Isuwa y Azzi al este y noreste. El territorio madre de los hititas fue invadido y ocupado, e incluso Hattusa destruida. La familia real escapó y estableció una residencia temporal en Samutha, hacia el este. Desde este punto comenzaría la tarea de reganar las tierras a los enemigos, una operación de recuperación que resultaría exitosa, esencialmente gracias al príncipe hitita Suppiluliuma, el principal arquitecto de la restauración del reino.
Con Suppiluliuma los hititas volvieron a estar en la cumbre del poder militar y  político de la época. El rey lograría la destrucción del reino de Mitanni y remplazar su señorío sobre las posesiones sirias. El rey hitita contaría en esta empresa de control de Mitanni con la circunstancia de la muerte del rey Artatama que fue, finalmente, sustituido por Tushratta, uno de sus nietos, aunque discutido por otro pretendiente que, al parecer, contaba con el apoyo de la población. Esta incertidumbre fue bien explotada por el rey hitita.
Suppiluliuma  condujo una expedición que cruzó el Éufrates hasta la tierra de Isuwa, que permanecía entre el territorio hitita y el mitanio.  Formalmente sujeto al territorio de Hatti, Isuwa no se alinearía con Mitanni.  En la directa confrontación con Tushratta, de acuerdo a una carta de este rey al faraón Amenhotep III, fue Mitanni el que obtuvo la victoria. 
Para garantizar la derrota de Mitanni y la destrucción de su imperio, Suppiluliuma necesitaba emplear un conjunto de estrategias que incluían la fuerza militar pero también la habilidad política.
Adoptando la premisa de “divide y vencerás” buscó la manera de aislar a Tushratta de sus principales soportes por medio de una serie de alianzas diplomáticas. Entre las mismas incluyó un tratado con el pretendiente al trono mitannio, Artatama en el cual, presumiblemente, el soberano hitita reconocería a Artatama como el legítimo rey de Mitanni si le prestaba ayuda o, al menos, tomaba una postura benevolentemente neutral en el conflicto con Tushratta. Por otro lado, el rey hitita deseaba mantener al margen de la guerra al faraón, para lo cual dejó claro que no quería conflicto alguno con Egipto, ni tenía intención de extender las operaciones militares contra Mitanni en los territorios faraónicos al sur de Siria y Palestina.  En esa época, el trono egipcio estaba ocupado por Amenhotep IV, el “rey hereje”. Suppiluliuma se obligó a que las relaciones con el faraón fuesen de lo más cálidas y cooperativas.
El rey hitita llevaría a cabo una campaña de un año de duración contra  Mitanni y sus súbditos en Siria. Se la conoce como la Gran Guerra Siria  (hacia1340 a.e.c.). Los dos objetivos principales en esta campaña eran la destrucción del corazón de Mitanni, en el norte de Mesopotamia, y la conquista de los estados en Siria que habían sido o súbditos o aliados de Mitanni.
Un estado de gran relevancia que Suppiluliuma ganaría, eventualmente, por medio de la diplomacia más que por la fuerza, sería el reino de Ugarit, localizado en el noroeste de Siria. Ugarit nunca había sido un reino que destacase por su poder militar, sino por sus riquezas y ubicación estratégica, motivos por los cuales atraía los intereses de las grandes poderes de ese tiempo.
Ugarit había permanecido independiente de alguna de esas fuerzas. Su rey Ammishtamru se encontró en una encrucijada cuando Mitanni y los hititas entraron en conflicto. Si se asociaba con Mitanni en la guerra, y Suppiluliuma conseguía vencer y tomar las tierras del norte, su reino sería, casi con seguridad, tomado por los hititas. Por el contrario, si se arrojaba a los brazos de Suppiluliuma, y Tushratta lograba expulsar a los hititas fuera de Siria, las represalias de Mitanni vendrían con total certeza. La neutralidad también podría ser arriesgada, pues daría la impresión de que Ugarit podría ser atacado en cualquier momento sin grandes excusas y sin que nadie acudiera en su auxilio. La única vía admisible para el rey de Ugarit fue aliarse con el faraón egipcio, hecho que acabaría siendo un astuto movimiento, pues Mitanni, muy improbablemente, arriesgaría su alianza con Egipto atacando Ugarit, del mismo modo que  Suppiluliuma no desearía entorpecer las cordiales relaciones con Egipto establecidas en su alianza previa.
De este modo, Ammishtamru se sintió a salvo al distanciarse tanto de Mitanni como al rechazar los pretendidos avances de Suppiluliuma. Pero a la muerte del rey de Ugarit, el soberano hitita convenció a su hijo y sucesor Niqmaddu II, a través de una misiva. Sus vecinos, los soberanos de  Mukish y Nuhashshi, ambos aliados de Mitanni, atacaron sus tierras y le sometieron a un castigo, antes de que el rey hitita tuviese la oportunidad de responder a su solicitud de ayuda. Cuando Suppiluliuma respondió logró retirar a los intrusos hasta sus propios territorios y restauró a Niqmaddu lo que le habían sustraído.  
La estrategia de Suppiluliuma en esta Gran Guerra fue, en principio, cruzar el Éufrates y golpear al corazón medular del poder de Mitanni, ocupando con ello el territorio nuclear de Tushratta antes de que el adversario tuviese tiempo de organizar una defensa adecuada.  Casi todo le salió a pedir de boca. Washshuganni, la capital de Mitanni cayó y fue devastada. Sin embargo, el rey mitannio logró evadirse y llevar con él algunas tropas.
El rey hitita también impuso su autoridad sobre todos los reinos locales formalmente sometidos a Mitanni, desde el río Éufrates hasta el Mediterráneo. Así, conquistó  Mukish, Niya, Alepo, Qatna, Arahtu y Nuhashshi, además de las regiones meridionales hasta la frontera de Damasco, donde comenzaba el terreno egipcio.

Depuso a cada gobernante y los desterró, con sus familias, a Hattusa. Fue una campaña muy exitosa, pero todavía restaba pos ser sometido un poder mayor mitannio al occidente del Éufrates, la ciudad de Carchemish. Acabó resistiendo más de una década, tras un prolongado sitio, llevado a cabo hacia 1327 a.e.c. Finalmente, Tushratta fue ejecutado. Entre sus asesinos estuvo su propio hijo, Shattiwaza.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. 

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