8 de enero de 2019

Hallazgos arqueológicos (VIII): monedas de los oppida célticos




Una de las monedas de las imágenes, la dorada, muestra el anverso de una estátera correspondiente a la civitas de los parisios. Representa un caballo, estilizado, cuya inspiración procede de otros prototipos belgas, tal vez de los ambianos. El otro ejemplar pertenece al reverso de una acuñación de los dobunios, en la Britania, datada en el siglo I a.e.c. Se observa, de nuevo, un caballo estilizado, semejante a los de las acuñaciones áureas de los ambianos de la Galia belga. El motivo puede relacionarse con la simbolización de alguna divinidad o asociarse con un papel como marcador de un estatus aristocrático. Los parisios, cuyo territorio se encontraba en el valle central del Sena, tuvieron según César, su oppidum principal en la famosa Lutecia. Las primeras acuñaciones de este grupo, específicamente estáteras de oro, son del siglo II a.e.c. Dejarían de acuñarse con la conquista romana, hacia 52 a.e.c., momento en que los parisios de Camulogeno fueron vencidos por Tito Labieno.
Los celtas debieron adoptar la moneda a fines del siglo IV o, más probablemente, durante el III a.e.c., influenciados sin duda por las culturas mediterráneas. Las acuñaciones más antiguas son las imitaciones áureas de aquellas macedónicas de Filipo II y Alejandro III e, incluso, de las de Tarento. Este hecho ha sido puesto en relación con el regreso de mercenarios celtas que habrían entrado en combate en zonas del Mediterráneo oriental. Otras influencias provienen de ejemplares en plata de las polis griegas occidentales, principalmente Massalia, Emporion y Rhode. El gran valor intrínseco de las piezas y la falta de moneda fraccionaria hace pensar que las monedas se empelarían inicialmente como un mecanismo para tesaurizar la riqueza de los aristócratas, que eran los emisores. Su escasa distribución se vincularía con la presencia y mantenimiento de séquitos militares, cuya entrada en combate provocaría un aumento de las acuñaciones.
No se emplearía la moneda como medio de pago hasta mediado el siglo II a.e.c., en coincidencia con la emergencia de los oppida, grandes concentraciones desde las que se desplegarían las actividades comerciales. No se ha constatado una moneda ciudadana, esto es, de la civitas como comunidad política. No obstante, si habría regiones económicas en las que se usaría un mismo tipo monetal, con peso e iconografía propias. Así, por ejemplo, destacó el área del denario galo, con la presencia de  eduos, lingones y sécuanos, quienes acuñarían quinarios (o medio denario) en plata siguiendo prototipos romanos. El fenómeno de urbanización y concentración poblacional que suponen los oppida, propiciaría una indetenible emisión de numerario, de acuñaciones regionales y locales, que acabarían siendo un motivo de identidad o un reflejo del deseo de poder de las elites. Las clases aristocráticas plasmarían sus propios atributos en la moneda a través de la representación de deidades, armamento o estandartes.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, enero, 2019.

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