Imágenes, arriba, dos áureos que muestran los retratos de Marco Antonio y Octaviano (de izquierda a derecha), emitidos en 41 a.e.c. como conmemoración de la institución del Segundo Triunvirato formado por Octaviano, Marco Antonio y Marco Emilio Lépido, dos años antes. Ambos lados poseen la inscripción III VIR R P C (Tres hombres con autoridad consular en la organización del Estado); escultura de Augusto como magistrado, hoy en el Museo del Louvre, en París; y denario con la efigie de Octaviano, datado en 36 a.e.c. En el anverso se muestra la cabeza desnuda de Octavio hacia la derecha, ligeramente barbado, con una inscripción que reza Imperator Caesar Divi Filius Triumvir Iterum Rei Publicae Constituandae (Emperador Octaviano, hijo del divino Julio, triunviro por segunda vez para la restauración de la República); en tanto que en el reverso, aparece un templo tetrástilo del divino Julio con un frontón triangular decorado con una estrella (sidus Iulium) e inscripción en el arquitrabe.
En la República tardía la cotidianidad presentaba situaciones que provocaban una poderosa desarmonía social: egoísmos a expensas de la comunidad; una pérdida de la simetría social; el contraste entre la pobreza de las masas, sobre todo urbanas, y la riqueza de las élites; la desproporción entre la periferia armada y el núcleo territorial del Imperio desmilitarizado; y, especialmente, las desmesuradas ambiciones de las clases dirigentes. Todo ello aleja la política urbana de la ciudad de Roma de la realidad socio-política de las extensas regiones dominadas.
Augusto llevará a cabo con máxima eficacia, un proceso de apropiación ideológica de las res publica. Se inicia con la nueva nomenclatura, Imperator Caesar Augustus. El título de emperador, que proviene del ámbito militar, refiere las legiones bajo su mando y las grandes victorias logradas, en tanto que el cognomen César, asociado a la gens Iulia, lo relacionaba directamente a una carismática personalidad. Finalmente, el término Augusto pretende destacar sus capacidades propias. Con esta fórmula se evocaba orden, estabilidad y, en especial, continuidad. Octavio promovió su llegada al poder movilizando soldados, simpatizantes y recursos materiales. Asume el rol de genuino valedor de la tradición romana iniciando una ofensiva de carácter ideológico contra Marco Antonio, tildado de oriental y señalado ante la opinión pública como un simple lacayo servil de la reina Cleopatra de Egipto.
Una vez eliminado el rival, Marco Antonio, se produce un elocuente giro de la propaganda octaviana, pues los lemas bélicos dejan de ser actuales y surgen moderados mensajes que anuncian la reconstrucción de los territorios que han sido devastados y la futura consolidación de la paz. De esta manera, Securitas, Pax, Concordia, como reconciliación, y la promesa de un aureum saeculum, serán los postulados primordiales de la propaganda de Augusto.
El Princeps siempre quiso enfatizar los fundamentos republicanos de su mandato, obteniendo la petición formal del Senado y los comicios de mantener las riendas del Estado en su poder. De este modo, el nuevo modo de gobierno de Roma, conocido como Principado, estaba plenamente justificado por una suerte de perpetuación del estado de excepción. A partir de ahí, irán creciendo sin cesar todas sus atribuciones, si bien preocupándose de rechazar dar un último paso definitivo hacia la monarquía. En tal sentido, no obstante, el Principado de Augusto podría ser visto como una monarquía pero recubierta de fachada republicana, sin que se generase una oposición senatorial sólida que cuestionase de sus inmensas atribuciones.
El discurso, el relato pergeñado por el mismo Augusto, en donde escenifica sus realizaciones y actuaciones, las res gestae, describe una latente tensión entre la ideología republicana y una autocracia de hecho. Desde este momento no será el destino del Estado el que determine la crónica de la vida pública, sino las res gestae del primer ciudadano, con una cada vez mayor exaltación cultual, las que se configuren como el novedoso punto de referencia a partir del cual diseñar el destino futuro de la República..
Además, conforme transcurría su reinado, aumentaba la percepción general popular de que el aumento de su poder era correspondiente a la progresiva estabilización de la situación política, en un momento en el que para la mayoría primaba la securitas sobre la exigencia de libertas. La gestión de Augusto buscaba garantizar la paz interior, de la dependía la legitimación de su poder. Con el objetivo de lograr esta finalidad necesitaba, de manera imprescindible, la fiel colaboración del ejército. De hecho, en vista de su influencia sobre el ejército, se podría señalar que su gobierno no estaba alejado de una monarquía militar.
La autoridad de su preeminente posición deriva de un continuado proceso de acumulación de competencias, durante el cual quedaría investido de los principales resortes del poder. En tal sentido, el princeps permanece elevado por encima de todos los demás ciudadanos, tal y como se constata por medio de las imágenes (esculturas, monumentos, inscripciones en las que se evocan su persona, gobierno y méritos, o relieves). Augusto desempeñó, por consiguiente, un destacado rol en la transición del ordenamiento jurídico y el poder político desde la élite senatorial al princeps. Establece la constitución del Principado apelando a la tradición, respetando las ancestrales formas propias del sistema republicano y buscando ganarse una colaboración de parte de los senadores para así legitimar la transformación del Estado que él encarna.
Finalmente, la perpetuación de su nuevo modo de gobierno quedará establecida cuando designe a su hijo adoptivo como sucesor, Tiberio. De este modo, se afirma una ideología según la cual la prolongación del Principado resultará de una necesaria y excepcional obligación en la cual debe ejercer el cargo principal, motivado por las especiales circunstancias, y por un tiempo indefinido. Nace así otra época para Roma.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-AHEC-UFM, junio, 2025.
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