Podríamos destacar cuatro elementos fundamentales: la vida en los monasterios budistas zen, la ceremonia del té (chanoyu), las artes plásticas, en específico la arquitectura y la pintura, y el teatro, concretamente el Nô-Kyôgen. El clero zen se convertirá, en el Japón feudal (desde el siglo XII al XIX), en una rama letrada del shogunato, en virtud de que en los monasterios se redactaban documentos diplomáticos y era desde ellos desde donde partían los monjes como embajadores, generalmente hacia China. Además, se convirtieron en los consejeros espirituales del shogun. La aristocracia bushi tomaba el té como un pasatiempo social, si bien, antigüamente, durante las reuniones para degustarlo, se enseñaban los accesorios utilizados, de manera que también era un pasatiempo estético. No obstante, su significado principal es el religioso, pues el té se tomaba tras una rigurosa preparación ritual en un espacio especialmente diseñado para ello, generalmente de gran austeridad. Esta ceremonia se convertirá en un vehículo de difusión de los gustos artísticos, en concreto de la cerámica, la arquitectura y la pintura. La arquitectura japonesa del período se caracteriza por su subordinación al ambiente natural, con la presencia de jardines para la contemplación, y por el predominio de la madera como material constructivo. El estilo nacional, que ahora florece, parte de influencias chinas, visibles en la localidad de Nara, aunadas con el denominado estilo estudio, que emplea tatami para los suelos y crea salas de exposiciones para diversos objetos artísticos. La pintura deriva del paisajismo chino, aunque desarrolla un estilo autóctono, monocromo (agua y tinta), como fundamento de un estilo impresionista denominado salpicados de tinta, en el cual se reflejan e interpretan de modo realista y naturalista las montañas y los valles nevados. Una mayoría de estos pintores eran, a la vez, monjes budistas zen. El teatro se consideraba un modo de recreación de la vida social de los bushi. Nô eran representaciones dramáticas religiosas y de una gran seriedad y formalismo, mientras que kyôgen eran intermedios cómicos realizados por mimos. Esta forma teatral, propia de la aristocracia militar samurái, agrupaba bailes de máscaras de tradición cortesana, danzas rituales shintoístas y budistas, así como representaciones de carácter didáctico. En el Nô se introducen la danza y la música, de manera que se puede considerar como dramas musicales estilizados, combinados con la poesía, una específica vestimenta y máscaras. Las obras, de accionar simbólico y con muchos mensajes de corte sintoísta, se representaban sobre escenarios austeros, sin decoración. La cultura de los Choonin, una clase de servicio, comerciantes y artesanos, que vivían extramuros, fuera de la zona fortificada de las ciudades, refugio de la clase dirigente samurái, desarrollaron, a su vez, un modo de vida y de pensar diferente al refinamiento aristocrático. En su papel de nueva clase media urbana confirieron un cariz iluminista a la cultura japonesa de la época. Convertidos en los auténticos amos de las finanzas Tokugawa, crearon un espacio cultural propio, centrado en los barrios de placer, cuyo núcleo básico eran las célebres geishas y los actores de teatro kabuki (kuruwa). La consecución del objetivo primordial choonin, suscitar emociones sin criticar, a través de las comidas y los placeres de la carne, el juego por dinero, la pasión por el teatro desenfadado (de muñecos, Ningyoo-Dyooruri, y kabuki) y, en esencia, el puro entretenimiento, etiquetó a este grupo como el desencadenante de una cultura decadente y grosera, frente a los ideales y valores clasistas aristocráticos bushi. Los Choonin y su cultura desarrollaron, finalmente, un estilo pictórico propio, u-kiyoe (“estampas del mundo flotante”, mundo de las apariencias, impermanente, fluctuante, efímero y transitorio, característicamente budista), ostentoso y muy decorativo, cuya más elevada expresión se alcanzó en el siglo XVIII con pintores como Hokusai y Utamaro. Estos grabados, xilográficos o en madera, fueron iniciados en el período metropolitano Edo-Tokyo, producidos, en consecuencia, en el Japón de los siglos XVII al XX. Muestran imágenes paisajísticas, del teatro y de los cuartos del placer. Su origen directo se encuentra en los trabajos de un solo color de Hishikawa Moronubu en la década de 1670. En su mayoría eran adquiridos por habitantes que, habitualmente, no podían comprar una pintura original. El tema original de los ukiyo-e era la vida de la ciudad, las actividades y escenas de los lugares de entretenimiento mundano. Bellas cortesanas, luchadores de sumo y actores populares eran representados realizando acciones atractivas. Se destacaron sobremanera los shunga, de contenido sexual.
Prof. Dr. Julio López Saco
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