Las Academias, Shu Yuan, dieron lugar a una particular forma de enseñanza superior, generalmente de carácter privado, a partir del final de la dinastía Tang (618-907). En un principio, eran oficinas gubernamentales en las que se recopilaban, revisaban y conservaban libros, pero posteriormente se convirtieron en espacios en los que los eruditos ejercían su propia enseñanza privada. Estas auténticas Academias, como Bailudong, Kaoting, Yuelu, Shigu, Yintianfu, Chongshan, la casa de la excelencia Cangzhou, la casa de la excelencia Zhulin y el salón Xuehai, entre otras famosas, surgieron a partir de la época de las Cinco Dinastías (907-960), proliferando entre los Song (960-1279). Aunque administradas por eruditos y sabios, después de los dinastas mongoles (Yuan), la mayoría pasaron a ser controladas por el gobierno de turno. Las Academias hacían énfasis en la profunda integración de la enseñanza con la investigación académica, promoviendo el debate abierto y libre al respecto de diversos problemas académicos. Muchos de tales debates se convirtieron en dialécticas controversias sobre el respeto al conocimiento, los valores de la justicia o la rectitud, además de críticas al gobierno imperial, a personajes públicos o a ciertos asuntos de Estado. Del mismo modo, también las Academias procuraron apoyar y promover el estudio individual, independiente, de los estudiantes, en combinación con las orientaciones del maestro, si bien contemplaban en sus programas conferencias magistrales habituales. Esto significaba, en esencia, que los estudiantes desarrollaban sus propios trabajos de investigación, convirtiéndose en tesis publicadas por las propias Academias. El estrecho vínculo entre el aprendizaje y la reflexión o el pensamiento se hacía imprescindible, pues el primero sin el segundo es, simplemente, una acumulación de informaciones, mientras que reflexionar sin aprender es sólo soñar despierto, no es práctico. De este modo, el ejercicio del escepticismo era considerado capital, pues evitaba puntos de vista unilaterales y motivaba el desarrollo de las capacidades de los estudiantes para un pensamiento realmente independiente. También debía existir una estrecha relación entre la enseñanza y el aprendizaje. Los estudiantes, al aprender y poner en práctica lo aprendido, observan que sus conocimientos no son suficientes, en tanto que los maestros, a través de la práctica, encuentran que sus capacidades son limitadas. Cuando los primeros descubren sus debilidades, se pueden examinar con mayor objetividad y se podrán esforzar más estudiando, mientras que los segundos, al adquirir clara conciencia de sus humanas limitaciones, acabarán trabajando con mayor tesón con el objetivo de mejorar sus habilidades educativas; así pues, maestros y estudiantes estaban, en este sentido, a la par, en un plano de igualdad. Aunado a lo anteriormente señalado, los maestros establecían un ambiente natural ideal, en lo que hoy denominaríamos campus, así como un ambiente cultural armonioso, en el que la relación maestro-estudiante era no sólo académica sino también afectiva. Ambos convivían, en consecuencia, discutiendo problemas de índole académica pero también situaciones sentimentales propias. En las Academias, lugares de estudios avanzados, sabios y discípulos debatían, por tanto, el pensamiento confuciano y compilaban y publicaban, al menos desde la dinastía Song, diversos textos. A los sabios, considerados adjuntos a la Academia, solía asignárseles un estipendio y una habitación. Quizá la más elitista de las Academias fue la de Hanlin, fundada en el siglo VIII con la intención de formar altos funcionarios cortesanos y archiveros. Hasta el fin del imperio chino los graduados aquí actuaban como secretarios, consejeros imperiales y altos cargos, trabajos por los que eran considerados héroes nacionales.
Prof. Dr. Julio López Saco
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