Tras
la muerte, el espíritu de una persona se dirigía hacia la Capital de los
Fantasmas, un lugar terrible cuyo gobernador, Houtu, era un dios subordinado al
Emperador Amarillo, Huangdi. Esta deidad se encargaba de conducir a todos los fantasmas y espíritus al abismo de
oscuridad forzándolos, como castigo, a labores interminables. En ese lugar
había una serie de monstruos que comían seres humanos. Los fantasmas y
espíritus errantes eran administrados por Shentu y Yulei (dos dioses de las
puertas) en el Taodu, la Capital para los Escapados, una montaña al margen del
mar oriental. En la cima de la montaña Taodu existía un árbol de melocotones y,
sobre su pico, permanecía un gallo dorado. Cuando, cada mañana, éste cantaba,
los fantasmas que habían estado vagabundeando toda la noche, se reunían bajo el
árbol melocotonero y esperaban para ser examinados por Shentu y Yulei. Si se
sabía que alguno de ellos había llevado a cabo malas acciones durante la noche,
era de inmediato arrojado al Houtu. Con tal supervisión, se mantenían a
fantasmas y espíritus al margen del mal comportamiento.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
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