Textos e imágenes para la comprensión de procesos histórico-ideológicos, religiosos, artísticos y culturales de la antigüedad asiática, y para un acercamiento a los períodos arcaicos en África, América y Europa. Se presentan artículos de opinión, investigaciones, imágenes y diversos ensayos. Los vínculos (Museos, Institutos, Universidades, Centros de Investigación) complementan las indagaciones que se muestran.
1 de mayo de 2025
Vídeos. Arte y cultura antiguas en Sudamérica (IV)
24 de marzo de 2025
Vídeos. Arte y Cultura antiguas en Sudamérica (I y II)
En unos diez programas titulados ARTE Y CULTURA ANTIGUAS EN SUDAMÉRICA, se tratará sobre el arte, la historia y la arqueología de la denominada como Área Intermedia, que abarca, aproximadamente los territorios actuales de Perú, Colombia y Ecuador. Están disponibles ya los dos primeros capítulos, que abarcan desde el Período Lítico hasta el Formativo Medio, con la presencia de culturas de gran impacto como Chavín o Paracas. En los programas se muestran, y se comentan, varios ejemplos representativos de la arqueología y el arte.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, marzo, 2025.
2 de octubre de 2023
Los primeros seres humanos en América
IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: MAPA QUE MUESTRA LOS POSIBLES CORREDORES DE PASO DE POBLACIÓN, COSTERO Y ENTRE LOS ESCUDOS LAURENTINO Y CORDILLERANO; GRUPO DE PUNTAS CLOVIS DE NORTEAMÉRICA; Y PUNTAS DE COLA DE PESCADO PARA LANZAS DE SUDAMÉRICA, CON LAS QUE PROBABLEMENTE SE PUSO FIN A LA MEGAFAUNA AMERICANA.
Si hay un aspecto que reviste cierta seguridad al respecto del poblamiento del continente americano es el hecho de que los humanos modernos entraron en América desde el sector nordeste de Siberia usando el corredor terrestre que apareció en el centro de Beringia1 entre hace 27.000 y 14.000 años. Previamente al surgimiento de este paso se constata la presencia humana adaptada a climas subárticos en el norte de Siberia hace unos 32.000 años (yacimiento Yana RHS, con hallazgos de dientes humanos, también Alekseevsk, Ust’-Kova)2. Unas cuantas poblaciones habrían quedado aisladas en el nordeste de Asia o en la misma región de Beringia hace unos 25.000 años, de forma que quedarían desconectadas de sus parientes asiáticos. Aquí, aisladas, empezaron a generar grupos genéticos específicos que serán los que originarían los indígenas americanos.
Al empezar a mejorar las condiciones climáticas, en torno a hace 18.000 años, los cazadores y recolectores de Eurasia continuarían su expansión en coincidencia con el aumento de las estepas con presencia del mamut en Beringia, mientras las poblaciones aisladas en Beringia iniciarían su desplazamiento hacia el oriente y al sur, para posteriormente alcanzar los territorios que se hallaban más allá de los glaciales de las montañas Rocosas (bloque Cordillerano) y del escudo Laurentino. Desde ese momento, es factible la expansión humana por un continente libre de hielos y que contaba con una megafauna de mamíferos considerable.
Aunque la llegada inicial de humanos a América entre 18.000 y 16.000 años antes del Presente no concuerda con una supuesta presencia previa en ciertos lugares de Norteamérica y Sudamérica, caso de Bluefish Cave, Chiquihuite o Cerutti Mastodon en el norte del continente, y de Monte Verde I y Arroyo del Vizcaíno, en el sur, los modelos de ADN confirman que los humanos americanos tienen orígenes asiáticos y se dispersaron al sur de los bloques glaciales de Norteamérica después de un aislamiento en Beringia durante el Último Máximo Glacial (18.000-16.000 años). Los restos humanos americanos más antiguos descienden de esta población. Si existió un poblamiento anterior, no dejó rastros genéticos en las ulteriores poblaciones, lo que supondría considerar una extinción general de estos seres humanos anteriores en todo el continente3.
Al llegar los humanos al este de Beringia la población siguió su camino hacia el sur al liberarse de glaciales el corredor de la costa del Pacífico, hace unos 17.000 años (anterior en casi cuatro milenios al de Alberta). Una vez atravesado el corredor, continuarían su proceso expansivo por la zona meridional y occidental de Norteamérica hasta llagar a Sudamérica. La evidencia arqueológica y genética se encuentra en yacimientos sudamericanos como Monte Verde II, Huaca Prieta (de hace unos 14.500 años), además de Arroyo Seco II (de hace unos 14.000 años). No obstante, no existe una evidencia semejante en Alaska para estas mismas épocas, pues las más claras corresponden al complejo Nenana (Dry Creek, de 13.500 años).
Hace unos 13.000 años surgen los cazadores (de bisontes y de mamuts) Clovis, originados al sur del manto de hielo cuando ya el interior de Norteamérica estaba poblada. En consecuencia, se ignora si surgieron de los cazadores de grandes mamíferos llegados por el corredor de Alberta (abierto ya hace 13.800 años), o de grupos dispersados previamente a lo largo del Pacífico y que después se habrían internado hacia las llanuras orientales.
Desde hace 13.000 años existen indicios de ocupación humana en Sudamérica, en regiones específicas, coincidentes además con el surgimiento y difusión de las puntas de cola de pescado, como es el caso de las pampas de Brasil, Uruguay y Argentina, la Patagonia, la meseta brasileña, los Andes y las tierras bajas tropicales. En toda América la abundancia de megafauna experimenta un declive repentino al producirse la expansión de las puntas Clovis y de las de cola de pescado. La acción de los seres humanos, haya sido indirecta o directa, debió tener relevancia en la extinción de la megafauna de mamíferos.
A partir de hace 10.000 años antes del Presente se produce un cambio en las estrategias económicas en ciertas zonas, lo cual dará como resultado un aumento demográfico. Comienza a evidenciarse la explotación sistemática de los recursos marinos, en especial de la costa del océano Pacífico y, posteriormente, empiezan a cultivarse plantas y a domesticarse animales, como los camélidos en la región andina. Estos procesos provocaron una significativa diversificación cultural a partir del Holoceno, lo cual será el fundamento de la enorme variedad de grupos étnicos que los conquistadores y colonizadores europeos se encontrarían a fines del siglo XV.
Bibliografía
PRATES, L. & POLITIS, G.G. & PÉREZ, S.I., Los prmeros pobladores de América. El auténtico descubrimiento del Nuevo Mundo, edit. Salvat, Barcelona, 2023.
GOEBEL, T. & HOFFECKER J.F. & POWERS, W.R., “The colonization of Beringia and the peopling of the New World”, Science, 259, 1993, pp. 46-53.
GOEBEL, T. & POWERS, W.R. & BIGELOW, N., “The Nenana complex of Alaska and Clovis origins”, Journal Clovis origins and adaptations, Center for the Study of the First Americans, Oregon State University, 1991, pp. 49-79.
MADSEN D.B. (edit.), Entering America: Northeast Asia and Beringia before the Last Glacial Maximum, University Utah Press, Salt Lake City, 2004.
1 Beringia abarcaría la plataforma continental de los mares de Bering y Chukchi, incluyendo el este de Siberia, con la península de Kamchatka y casi todo el territorio de Alaska.
2 Los restos hallados en Yana RHS son las evidencias más arcaicas de poblaciones norsiberianas, y están vinculadas a las del yacimiento de Mal’ta, en el sur de Siberia. Con una datación de hace 24.000 años, casi la mitad de la carga genérica de los indígenas americanos procede de este lugar. Por otra parte, los yacimientos Ushki 1 y Ushki 5, en la península de Kamchatka, con una antigüedad entre 13.500 y 12.000 años, poseen elementos semejantes a los contextos arqueológicos más arcaicos de Alaska central, esos del complejo Nenana.
3 Únicamente las huellas humanas encontradas en el yacimiento de White Sands, datadas en hace 22.000 años, parece una evidencia sólida a ser considerada como registro de esta posible población pionera, aunque nunca poblaría el continente ni dejaría descendencia.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, octubre, 2023.
5 de abril de 2021
Ciudades del mundo antiguo (IV): urbes de Pakístán-India, China y Sudamérica andina
Imágenes (de arriba hacia abajo): panorámica de los restos de Mohenjo-Daro (Pakistán); sello cerámico con el llamado protoshiva, hallado en Mohenjo-Daro, cultura del Indo; vista de la enorme fosa número 1 del mausoleo del Primer Emperador, con los famosos guerreros de terracota, Xian, China y; vista de la ciudadela de Caral, valle del Supe, Perú, la ciudad más antigua del continente americano.
En
esta heterogénea cuarta entrega se analizará el devenir histórico de Mohenjo
Daro y Varanasi, en Pakistán e India, Chang’an-Xi’an y Luoyang en China, además
de la notable Caral Supe en el antiguo Perú.
Mohenjo
Daro, cuyo topónimo traduce “montículo de la muerte”, es una ciudad del valle
del Indo, en Pakistán, una de las principales urbes, al lado de Harappa o
Dholavira, de la Cultura del Indo, civilización de carácter agrícola y urbano,
cuyo florecimiento se produjo en el III milenio a.e.c. Su apogeo se ubica entre
2600 y 1900 a.e.c., momento en que la ciudad pudo albergar unas treinta mil
personas en más de 200 hectáreas. Su estratégica ubicación la hacía dominadora
de las grandes rutas de comercio así como de las zonas más fértiles del valle
del Indo.
Las
excavaciones en 1922 dirigidas por el británico John Marshall, quien trabajó
con el estadounidense experto en Mesopotamia, Ernest MacKay, sacarían a la luz
los vestigios de la ciudad, aunque desde el siglo XIX el Servicio Arqueológico
de India ya conocía algunos restos (los de Harappa) con los que se presumía la
presencia de una gran cultura en la región. Los hallazgos más antiguos
encontrados procedían del Calcolítico, en la transición del Neolítico a la Edad
del Bronce. Más tarde sería el británico Sir Mortimer Wheeler quien seguiría
con la exploración arqueológica del lugar.
La
ciudad tuvo una amplia zona de influencia. En ella habitó una sociedad urbana
en la que dominaba una burguesía de mercaderes y artesanos. Destacó sobremanera
por su ingeniería (baños, alcantarillados, canalizaciones de aguas) y su
planificación urbana, que organizaba la ciudad en dos zonas, una elevada, la de
la ciudadela, centro administrativo y tal vez religioso (donde se encuentran
los recintos conocidos como Grandes Baños y la Casa de los Sacerdotes) y la zona
baja, con barrios artesanales (con talleres de metalurgia y alfarería),
almacenes, graneros y los sectores residenciales, con casas organizadas en
torno a un patio o varios, abiertos. Las calles principales van de norte a sur
en paralelo. Estuvo, además, amurallada, con defensas hechas de ladrillo cocido.
Los hallazgos arqueológicos de la ciudad han deparado la presencia de una serie
de sellos cerámicos con motivos animales, antropomorfos y signos escritos, así
como figurillas cerámicas y en metal, como la muy conocida bailarina de bronce.
En torno a 1700 o 1500 a.e.c. la ciudad, como la propia Cultura del Indo,
entraría en decadencia interna, lo cual, en conexión con la presumible llegada
de poblaciones arias de carácter guerrero, como expresa el Rig Veda, confirmaría el final de la civilización.
Varanasi, en sánscrito, Banaras en urdu, antigua Benarés, es una antigua ciudad
india ubicada en la región de Uttar Pradesh, a orillas del Ganges. Centro
religioso, económico y artístico, hoy es una urbe de algo más de un millón de
habitantes. Es la capital sacra y espiritual de India, sobre todo del hinduismo
y el jainismo, aunque fue cuna del budismo, pues la tradición señala que fue
aquí donde el Buda dio su primer sermón, presumiblemente en el siglo VI a.e.c.
Se la considera, según la tradición, fundada por los dioses, de ahí que los devotos
de Siva acuden a ella en peregrinación con el deseo, si fuese el caso de morir
y ser incinerado en ella, en las márgenes del Ganges. Y es que el que fallezca
en Kashi-Varanasi, podrá liberarse de la cadena samsárica de las
reencarnaciones.
La
cosmología consideraba Varanasi como un lugar central de la tierra. Los
primeros asentamientos humanos en la zona se han datado en el siglo IX a.e.c.
gracias a los descubrimientos cerámicos. Su primera mención textual es, por el
contrario, tardía: del siglo III a.e.c. en las epopeyas Mahabharata y Ramayana.
En los primeros siglos de nuestra era, algunos textos, como el Skanda purana,
uno de los 18 textos religiosos y míticos hindúes, escritos, según la tradición
por el sabio Vyasa, señala numerosas leyendas en las que el dios Siva funda la
ciudad. La urbe sería visitada por el monje budista Xuanzang en el siglo VII,
que buscaba reliquias y textos budistas en India, y quien destacó el carácter
comercial de la ciudad, gracias a sus telas, perfumes y artesanía en marfil.
Siglos después Varanasi caería en las manos mogolas de Aurangzeb. Antiguas
fortalezas y palacios, además de innumerables templos, son los vestigios
actuales que recuerdan la antigüedad y relevancia histórica de esta ciudad del
norte de India.
Chang’an-Xi’an
fue una de las capitales de la antigua dinastía Han en China (206 a.e.c. a
220), conocida inicialmente como Chang’an. Hay registros de presencia de
población asentada ya en el neolítico. La historia de Xi'an se inicia hace unos
tres milenios, cuando la dinastía Zhou Occidental fundó su capital en Haojing,
la que sería la Xi'an de hoy. En 221 a.e.c. el denominado primer emperador Qin
shihuang, unificó China, estableciendo su capital en Xiangyang, al norte de
Xi'an. Después de la dinastía Qin (221-206 a.e.c.), los dinastas Han tomaron el
poder. Los gobernantes de Han también centraron su gobierno en Xi'an. Fue la
capital de la dinastía hasta el primer cuarto del siglo I, cuando fue
sustituida por la localidad de Luoyang.
Desde
ese momento, como capital occidental, pasó a llamarse Xijing. Después de unos
siglos de poca relevancia, a finales del siglo VI, la dinastía Sui reunifica
China y restablece la capitalidad aquí. Llega a ser una de las ciudades más
extensas e influyentes del mundo, un hecho que se ve favorecido al convertirse
la ciudad en el extremo más oriental de la Ruta de la Seda. Después de ser
destruida en el siglo X, bajo el reinado de la dinastía de Ming la ciudad
recibe el nombre actual de Xian, cuyo significado vendría a ser Paz Occidental.
Además de la fastuosa Pagoda del Ganso Salvaje, Xi’an destaca por un
descubrimiento histórico memorable, pues en 1974 salieron a la luz los
Guerreros de Terracota, pertenecientes a la tumba del primer emperador chino,
Qin Shi Huangdi, y que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco.
Luoyang
fue una antigua ciudad capital china, fue descubierta por la arqueología en la
década de 1950 gracias a las excavaciones para reconstruir la ciudad, así como
a los trabajos de regadío y formación de terrazas agrícolas en los campos de la
región. La ciudad arrojó más de sesenta yacimientos y casi mil tumbas. Existe
evidencia de que hacia el V milenio la zona estaba muy poblada. Destaca en ella
el yacimiento neolítico (descubierto en 1921) al oeste de Luoyang, de nombre
Yangshao, ubicado en la llanura del río Amarillo.
Los
restos arqueológicos de Luoyang están emplazados en un lugar estratégico,
rodeados por colinas en tres de sus lados y se encuentran limitados por cuatro
ríos. Se han hallado restos de la dinastía Shang, de la Edad del Bronce
(1700-1080 a.e.c.), si bien el principal hallazgo fue la ciudad amurallada de
la época dinástica Zhou de hacia el 900 a.e.c. Luoyang fue capital a partir de
771 a.e.c.
La
tradición afirma que Confucio estudió en ella y que LaoZi estuvo encargado de
sus archivos. Bajo el emperador Qin y los primeros Han, la capital volvería a
Xi’an, aunque no mucho tiempo después (entre el 25 y 220), la misma dinastía
Han se vería obligada a retirarse a Luoyang, construyendo su ciudad al este del
denominado Templo del Caballo Blanco. La ciudad sería sede de una gran
biblioteca y de la Universidad Imperial. Tras la caída de los Han, Luoyang se
mantuvo como capital de varias dinastías, y como centro de la vida cultural
china. Con los invasores del norte, los Toba Wei, Luoyang fue escogida como
capital, porque se la tomaba por el centro del mundo.
A
mediados del siglo VI, bajo el mando de un emperador Wei, Luoyang fue
abandonada y sus gentes obligadas a trasladarse a Yeh. Luoyang permaneció en
ruinas hasta que, bajo la dinastía Sui, fue reconstruida siguiendo un trazado
cuadriculado a ambos lados del río Luo. La nueva ciudad se convirtió en el
centro comercial más destacado de China, con una población de casi un millón de
habitantes. Bajo los Tang, Luoyang pasó a ser la segunda capital del imperio,
pero con el declive de la dinastía perdió definitivamente su importancia; la
capital se trasladó a Kaifeng y el poder se fue concentrando en el sur.
Caral
fue la ciudad capital de una civilización desarrollada en territorio peruano,
en el valle del Supe, cuyos restos apenas empezaron a aflorar a mediados de los
años 90 del pasado siglo (gracias a Ruth Shady), aunque se conocía el sitio
desde fines de los cuarenta gracias al aventurero Paul Kosok y el arqueólogo
Richard Schaedel. El yacimiento, con una arquitectura monumental, cuenta con
casi setenta hectáreas de extensión y es
el referente de la considerada civilización más antigua de América.
Los
primeros asentamientos, de agricultores y pescadores, se documentan entre 3000
y 2700 a.e.c., aunque la ciudad de Caral comenzó a construirse entre 2650 y
2550 a.e.c. En el yacimiento han sido descubiertas plazas circulares semi hundidas,
plataformas escalonadas, varias pirámides con escalera y altares con hogares
centrales y puertas de jambas dobles, hechas en madera y piedra, en un recinto
no amurallado. El recinto pudo tener una función ceremonial y administrativa,
aunque también pudo ser la cabeza económica de una región más amplia, al
intercambiar productos agrícolas con la pesca efectuada en los núcleos
costeros.
Un
fuerte cambio climático parece estar detrás de su declive, pues dilatadas
sequías y lluvias torrenciales habrían sido las causantes del abandono de los
núcleos urbanos como el de Caral, ya hacia 1800 a.e.c., momento en que se
entierran sus edificaciones. La ciudad estuvo en contacto con la ciudad de Áspero,
probablemente su subordinada ciudad pesquera. La ciudad estuvo dividida en una
zona nuclear, con más de una treintena de estructuras públicas y conjuntos
residenciales (viviendas con talleres), y otra zona periférica, con presencia
de grupos de viviendas formando pequeños islotes. La ciudad puedo llegar a
albergar entre 1500 y 3000 personas en sus siete u ocho siglos de existencia.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP-UFM, abril, 2021.
27 de octubre de 2020
Entidades híbridas zoomorfas del inframundo maya
Imágenes, de arriba hacia abajo: vaso K1230 con jaguar de la guerra y una deidad (Ahkan) en auto decapitación; dios que se auto decapita y venado con sierpe enroscada, Jaguar Venus. Vasija K1230; vasija K1203 con wahy mono, disfrutando con fragmentos de cuerpo humano como ofrenda; wahy de Jaguar del lirio acuático entrelazado en una serpiente estrella, el Dios A y un sapo. El nombre es Yax Balam. Vasija K1653; el Maestro de los Dos Reyes, plato K1892, MFA de Boston. Aquí el caparazón de la tortuga representa la corteza terrestre; vasija K521 con posible luciérnaga en la escena del sacrificio del bebé jaguar; vaso K531 con animales inframundanos en pose o en actitud de procesión; y vaso K1080 con murciélago antropomorfizado.
En
las vasijas mayas de estilo códice aparecen una serie de entidades híbridas
zoomorfas y seres zoomorfos que se relacionan con probables escenas de
transformación y tal vez con pasajes míticos más extensos. A estos seres se les
denomina wahyis, pues actúan en la
esfera sobrenatural asociada el submundo. Una buena parte de los mismos son
animales de hábitos nocturnos, como es el caso de los jaguares, los monos, los
búhos, ciervos, seres acuáticos como tortugas, sapos, peces y ranas, las
serpientes, ciempiés, murciélagos, insectos como las
luciérnagas y los perros.
La
naturaleza en su aspecto más agresivo y salvaje, estará personificada en la
figura del jaguar. Este animal es una de las epifanías solares recorriendo el
inframundo, en tanto que su moteada piel representa las estrellas visibles en
las noches. En el pensamiento maya este felino fue concebido como guía de los
muertos. El jaguar, como el venado y varias aves, caso del
águila, el guacamayo o el diminuto colibrí, es una de las más destacadas
epifanías animales del sol.
Un
animal relevante en las escenas de transformación suele ser el mono, cuya
agresividad de ataque a sus rivales, pero también, a veces, su carácter
juguetón, resultó de especial interés para los chamanes mayas. Los chamanes
podían mandar enfermedades a través de estos seres. Además, al
mono se le vinculó, asimismo, con los primeros humanos, hasta el punto de que aparece
reflejado en los mitos de la creación. Por otra parte, la iconografía revela
que los simios estuvieron íntimamente asociados con la escritura y las artes.
En concreto, el mono araña suele aparecer personificado como escriba. De tal
modo, fue estimado como patrón de los escribas.
La
figura del búho se puede observar en las escenas de agonía y de muerte, pues
representa la oscuridad, la nocturnidad y las fuerzas de la noche. Su característico
ulular se ha estimado por diversos grupos mesoamericanos como evidente sinónimo
de muerte. En este aspecto, las representaciones de búhos en las vasijas mayas parecen
anunciar en ocasiones la muerte del señor de los venados. De hecho, el venado tendrá
también un rol destacado en el inframundo, en virtud de que está ligado a la
transformación y al deceso. Se trata de un animal asociado habitualmente a la
cacería y el sacrificio, pero también relacionado con las escenas de transformación,
en ocasiones al lado del jaguar, la serpiente y el dios Ahkan
autodecapitándose. El ciervo acostumbra a llevar como atavío un collar de ojos
de muerte además de la vasija ahk’ab,
que es un distintivo de los seres inframundanos. A ello se añade normalmente el
glifo kimi (o muerte), en sus orejas.
El
inframundo posee en el mundo maya una naturaleza acuática. En tal sentido
resulta natural y lógico hallar en la iconografía de las vasijas animales íntimamente
relacionados con el agua, como es el caso de tortugas, sapos, peces y ranas. Este
carácter acuoso se percibe en el momento en que la tierra era representada por
los artistas mayas de la etapa del Clásico en la forma del cuerpo o el dorso
(caparazón) de las tortugas, de las ranas, las sierpes y hasta los cocodrilos. El
caparazón de la tortuga (denominada ahk en
la lengua de las inscripciones), simboliza la corteza terrestre. Un ejemplo muy
notable es el plato que muestra al dios del maíz emergiendo
del interior de un caparazón, flanqueado por dos personalidades conocidas, Juun
Ajaw y Yax B’ahlam. Los quelonios también se asocian directamente con el dios
Chaahk; son sus animales compañeros. Por otra parte, los Pawahtun (sostenedores
del mundo), así como los dioses ancianos N y L suelen portar consigo el caparazón
de tortuga como parte de su indumentaria, tal vez por su simbólica relación con
la longevidad. Esta zona de la tortuga fue realmente muy apreciada por los
grupos mayas, en tanto que fue empleada como instrumento musical en las danzas rituales,
de la manera que ilustran claramente las célebres pinturas murales de Bonampak.
Los
sapos eran contemplados como emblemas de la muerte, en función de sus hábitos
nocturnos y subterráneos. Muchas especies pasan gran cantidad de tiempo en pequeños
huecos y se alimentan (además de croar) en las noches. Unos pocos secretan una
sustancia venenosa que provoca hinchazones corporales, ceguera temporal, y en
ciertos casos, la muerte. No es improbable que los sacerdotes mayas los
hubieran escogido como wahyis, como
medio de propagar enfermedades y muerte a sus enemigos. Los chortis afirman que
los brujos envían por mediación de estos batracios y a través de las sierpes,
un aire desfavorable, mientras que los mayas yucatecos confirman que los sapos
son aliados de los hechiceros, pues los usan con la finalidad de propiciar
enfermedades. Ciertas vasijas decoradas presentan escenas de transformación con
la presencia de sapos, acompañados de entidades inframundanas como el jaguar o
el wahy de K’awiil y la serpiente de
las iniciaciones.
Las
serpientes con sus fauces abiertas simbolizan una puerta de penetración hacia
el otro mundo, en tanto que el resto de su deslizante cuerpo representa el
medio por el que transitan sacras energías. En los rituales con presencia de
sangre, lo mayas creían observar levantarse frente a ellos un gran ofidio, que
hacía las veces de transporte de los mensajeros de las deidades de la muerte
hasta la esfera terrenal. También era la serpiente la encargada de trasladar a
los gobernantes al oscuro ámbito de los fallecidos. Es bien sabido que la
sierpe es un símbolo del reino de los muertos en el mundo subterráneo. En
el pensamiento maya clásico, simboliza el útero materno y, en consecuencia, representa
el vínculo de comunicación entre los niveles cósmicos. Así, transitar por su
cuerpo es lo mismo que deambular por la silenciosa esfera de los muertos. Es un
tránsito equivalente a los célebres viajes iniciáticos de los chamanes. Finalmente,
debe señalarse que las serpientes se consideraron portadoras de muerte y
enfermedades mortales.
Se
pueden encontrar artrópodos, sobre todo el ciempiés (chapaht), en determinadas escenas de
transformación. Este miriápodo es carnívoro y con hábitos nocturnos. Además,
puede secretar veneno por la boca. Como pueden provocar la muerte de personas,
es factible que los mayas empleasen sus toxinas, como la de los sapos, para
elaborar bebidas alucinógenas. El ciempiés era contemplado como un símbolo de
poder.
Un
wahyi temido por todos era el
murciélago (denominado suutz’ en la
lengua de las inscripciones), ya que es una animal que se puede alimentar
(algunas especies, sobre todo el vampiro), de sangre y restos humanos. Se
asociaba con los sacrificios de decapitación y de extracción del corazón en
todo el ámbito cultural mesoamericano. En cualquier caso, fue un animal muy
estimado por el chamanismo maya, adecuado para la transformación. En tal
sentido, se cuenta con multitud de imágenes de murciélagos antropomorfizados.
Su presencia es relevante en algunos pasajes del Popol Vuh, un indicativo, tal vez, de que sea trate, en realidad,
de chamanes metamorfoseándose en vampiros. En esta obra sacra se menciona a un
murciélago llamado Camazotz que es el
encargado de decapitar a uno de los hermanos gemelos míticos, concretamente a Junajpu.
Su muerte ritual se relaciona con la renovación de la vegetación y el surgimiento
del tiempo y los astros principales. En unas cuantas vasijas los murciélagos se
representaron en varias ocasiones, un hecho que puede ser indicativo de su
funcionamiento como emblema dinástico de ciertas familias gobernantes. Tal es
así que se constata la presencia de agrupaciones que se consideran como
descendientes de los murciélagos, caso particular de los tzotziles, denominados
como gentes del murciélago. Algo semejante ocurriría con los habitantes de
Copán, pues su glifo emblema es un murciélago.
Algunos
insectos, presumiblemente luciérnagas, están también presentes en las vasijas
(como puede ser la K521), en la que se observa el sacrificio del Bebé Jaguar.
Sería
en este caso un wahy antropomorfo con
la forma de un insecto que flota en una
escena mítica. Su cabeza es un cráneo en el que aparece el glifo ahk’ab (oscuridad), además de los ojos
de muerte, análogo al rostro de Ahkan. Tal vez se trate de su advocación. Porta
una antorcha en la mano y jeroglíficos de oscuridad en la espalda. La aparición
de estos insectos en tales escenas del submundo debe tener relación con sus
hábitos nocturnos y con el hecho de que suelen habitar en zonas húmedas y
pantanosas. Sin embargo, lo más relevante es que producen luz, un elemento
destacable si tenemos en cuenta que generalmente los rituales se llevaban a
cabo en las noches.
Finalmente,
debe advertirse la presencia del perro, al que consideraban el encargado de conducir
a las personas a su destino final. En el mencionado vaso K521 se observa un
gran perro cercano al lugar en el que Chaahk y el dios de la muerte ejecutan al
Bebé Jaguar. Este animal doméstico también es visible en los huesos esgrafiados
de Tikal, en la barca que conduce a Jasaw Chan K’awiil hacia su pasaje final.
Así pues, parece claro su rol psicopompo, de guía de los fallecidos. Los
cánidos se concebían como seres nocturnos que conocían al dedillo los caminos
en la oscuridad, pudiendo ver a los espíritus. En tal sentido, los nahuas
tenían por costumbre poner el cadáver de un perro en la tumba de sus muertos.
En
general, existió una imagen zoomorfa del inframundo. En un principio fue
representado como un enorme cocodrilo y ulteriormente como un ser híbrido,
especie de mezcla de serpiente y saurio, de grandes mandíbulas. El simbolismo
propio del cocodrilo es frecuente en la tradición mesoamericana, en tanto que
su cuerpo fue concebido como un axis
mundi.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, octubre, 2020.