En
una crátera de volutas apulia, atribuida al pintor Darío y datada hacia 340
a.e.c. encontramos múltiples figuras enmarcadas en arabescos, palmetas y
meandros, que parecen referir un conocido episodio de la guerra de Troya,
concretamente el asesinato del rey tracio Reso, quien fue muerto por Diomedes y
Odiseo. Diomedes asesinó en primer lugar a los guerreros tracios y solamente
después al propio Reso, mientras Odiseo se encargaba de tobar los famosos
caballos tracios. El mito fue usado trágicamente por Eurípides. En la crátera
se observa al rey, visto en tres cuartos, en la cima, durmiendo encima de una
colorida cama. Sobre él cuelga un escudo redondo, mientras la hoguera enfrente
del rey alude a la presencia de un vivac nocturno. El estatus de Resos es evidente
en función de sus suntuosos ropajes, el cetro y en el hecho de que es la única
figura en la vasija que tiene una nombre inscrito. Desde la izquierda procede
Diomedes con una capa (pilos) y una
corta túnica. Resulta interesante observar como la posición postrada del tracio
sugiere que ya está muerto. Las vestimentas bárbaras (pantalones, gorro frigio,
escudo en forma de pelta), indica
quienes son los extranjeros, entiéndase no griegos. A los pies del durmiente o
ya fallecido Reso descansa durmiendo un guerrero tracio armado; encima del
lecho del rey permanece Atenea apuntando al soberano, cuyo destino está a punto
de sellarse.
En
el medio de la parte inferior de la representación se ve a Odiseo llevando quitón, clámide botas y pilos. Trata de controlar los blancos
caballos, de salvaje temperamento. A su izquierda está sentado otro tracio
armado, también dormido. Las dos figuras en la margen superior derecha no
resultan fáciles de interpretar. En la parte superior, más allá de Atenea una mujer sentada sobre una roca blanca parece
estar en frente de un estanque rodeado de vegetación. Mira hacia atrás, sobre
su espalda, hacia Reso. Debajo, un hombre apoyado sobre una roca, mantiene en
sus manos un junco y lo que parece un mejillón. El pequeño cuerno de toro en su
cabeza lo identifica como un dios del río, probablemente Estrimón (existe un
río del mismo nombre hoy en Bulgaria), quien se decía era el padre de Reso. Si
la mujer en la parte superior fuese la madre del soberano tracio (una de las
musas), se podría decir que el tema de la vasija no sería únicamente el exitoso
ataque de los dos héroes griegos al rey tracio, si no la muerte de Reso y el
sufrimiento de su familia por tal acto. En la otra cara de la crátera se
representa a un feliz Dioniso y su séquito en el más allá. Es factible que la
vasija, normalmente funeraria, sirviese para conmemorar al fallecido durante
los ritos de enterramiento.
En
este caso tenemos la representación de un episodio literario referido al final
de la guerra troyana en una hidria ática de figuras negras, datada hacia 510
a.e.c. En la épica Iliupersis, que
formaba parte del ciclo troyano desde el siglo VIII a.e.c., se cuenta la
historia de la caída de Troya después de que los griegos hubiesen conquistado
la ciudad. Una de las historias refiere el destino de la princesa troyana
Polixena, hija de los reyes Príamo y Hécuba. Después de la caída de Troya,
según Eurípides, los griegos se encargaron de distribuir entre ellos mismos las
mujeres capturadas. Cuando estaban haciendo el reparto, apareció repentinamente
el fantasma de Aquiles, que había sido asesinado por Paris (gracias a Apolo),
demandando que Polixena, la más joven y bella de las hijas de Príamo, debía ser
sacrificada a los pies de su tumba. El hijo del Pelida, Neoptólemo, sería el
encargado de cumplir su deseo. En la vasija, se observa que la princesa
Polixena es conducida por un hombre armado (Neoptólemo), hacia un túmulo blanco
situado a la derecha. El túmulo se presenta en sección vertical y es identificado
como una tumba por la presencia de una sierpe ctónica pintada en él. Además, a sus pies se encuentra un perro, un
animal que simboliza el amor. Tal vez actúe como una metáfora del deseo de
Aquiles por la princesa troyana.
Encima del túmulo se muestra la psyché de Aquiles, en la forma de una pequeña figura alada vestida como un hoplita (guerrero con armamento pesado) corriendo. Neoptólemo permanece en frente de dos figuras armadas, que parecen estar guardando su cuadriga. Detrás puede apreciarse otro guerrero más. Precisamente, dos cuadrigas compitiendo entre ellas se pueden ver en la otra cara de la hidria, un factor que puede apuntar a la presencia de juegos funerarios en honor del propio Aquiles. Este sacrificio de Polixena al final de la guerra troyana se ha visto como una suerte de par del sacrificio de Ifigenia, la hija del gobernante griego Agamenón, necesario para propiciar la victoria aquea.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP-UFM, febrero, 2021.
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