15 de diciembre de 2025

Arte y simbología en cuevas en el mundo maya: Naj Tunich






Imágenes, de arriba hacia abajo: grupo de cerámicas rotas con trazas de incienso copal; ilustración sesenta y tres de Naj Tunich, en la que un hombre está sentado delante de una vasija análoga a las que se usaban en la etapa clásica maya para quemar incienso; santuario de piedra en Naj Tunich; dibujo 18, en la que el Dios N tiene una encuentro sexual con la deidad lunar; y, finalmente, ilustración 21, en donde se aprecia a Hunahpu con piel de jaguar en una escena del juego de pelota.

En el ámbito mesoamericano, concretamente maya, se encuentran medio centenar de cuevas en las que se han hallado representaciones artísticas. Hay evidencias, aunque escasas, de cuevas decoradas de períodos previos, como el caso de la caverna mexicana de Juxtlahuaca, que contiene arte de estilo olmeca.

Naj Tunich es la cueva decorada de mayor extensión en Mesoamérica. Se encuentra ubicada en la municipalidad de Poptún en la actual Guatemala. Su significado, en el lenguaje maya local de Mopan es casa de piedra, lo que implica que la caverna operaba como una suerte de vivienda especial, siendo considerada un centro de adoración. Contiene numerosas piezas artísticas, como pinturas, que incluyen escritura, impresiones de manos y petroglifos incisos. Los escritos caligráficos documentan el uso del lugar como un santuario de peregrinación por parte de las elites sociales. De hecho, un gobernante de la ciudad maya del clásico llamada Caracol (Belice), es mencionado en la cueva.

Las cavernas antiguas y modernas mayas se configuran como un lugar especial, como geografía sagrada en el paisaje. Se relacionan con el mundo de los espíritus y los dioses en diversas maneras; así, como residencias divinas, como contenedores que guardan seres poderosos y sus especiales poderes, o como el interior de seres corpóreos. Cavernas y montañas son los reinos de las deidades y de criaturas extraordinarias que animan el mundo con sus poderes sobre la vida y la muerte. Un caso paradigmático es el de Yahval Balamil, dios de la tierra de los mayas chochiles de Zinacantán, en Chiapas, que reside en una cueva, así como ocurre con el dios Tzultaca en tierras de Guatemala.

Diversos ritos propiciatorios permiten a los lugareños tocar esas fuerzas preternaturales para de esa forma asegurar que la tierra produzca lo necesario para subsistir. Las cavernas son, muy frecuentemente, las casa de divinidades particulares investidas de específicos tipos de poderes. Son portales, niveles cósmicos a través del cual se conecta el poder de las deidades y del mundo espiritual con la gente. Las personas entran en las cuevas para hacer solicitudes a los dioses y para expulsar objetos o fuerzas malignas de la tierra. En la caverna, los objetos sufren una suerte de metamorfosis que los purifica cuando viajan a través de los niveles cósmicos.

Entre los mayas la cueva es un sitio de paso entre estados de existencia. Algunas son, además, depósitos de los muertos. Como los dioses que controlan la lluvia tienden a residir en las cavernas, y la lluvia se relaciona con el crecimiento y el poder de la vida, es en estos espacios en donde la gente apacigua a las deidades con peregrinajes rituales y súplicas.

Las cavernas en el mundo maya, por consiguiente, son residencias de deidades poderosas y de fuerzas generadoras de vida, pero también de peligrosos monstruos. Las obras de arte de Naj Tunich decoran las paredes y las estructuras rituales, como un conocido altar de piedra. Además, en esa cueva también se han hallado platos aplastados, antorchas y jarras de cerámica, en tanto que el suelo está lleno de restos, sobre todo de vasijas rotas, algunas de las cuales contienen todavía restos de incienso copal, usado en los rituales mayas.

Diversas pinturas decorativas fueron hechas en un ambiente ritual. Hay más de sesenta pinturas de personas, algunas representaciones parciales de cabezas, así como deidades en forma humana. Aparecen con unas pocas prendas de vestir; en esencia, taparrabos, diademas, tocados, vestimentas en la cintura, además de joyería (ornamentos en las orejas), lo cual se asocia con sacrificios ceremoniales. No aparecen con calzado. Algunas de estas joyas han aparecido en la cueva, como orejeras de cerámica y jade, y colgantes de la boca. Han sido halladas entre las ofrendas votivas. El pañuelo para cubrir la cabeza, una vestimenta también común, parece haber sido una forma general de atuendo ceremonial, algo que apunta como referente del rango social del portador del mismo.

Se representan las actuaciones rituales y las deidades en las pinturas de Naj Tunich. En el dibujo 63 se observa una figura humana sentada en frente de una vasija cerámica que los mayas empleaban para quemar incienso. Del recipiente surge humo, signo del progreso de la ceremonia. Por su parte, en el dibujo 87 se ve a los héroes gemelos o deidades con banda en la cabeza, Hunahpu y Xbalanqué, que son mencionados en el Popol Vuh, mientras que en la ilustración 21 se representa a Hunahpu llevando una piel de jaguar alrededor de su cintura, lo que sugiere que se le representa aquí en una escena del juego de pelota.

En la ilustración dieciocho se muestra al dios N, el estereotípico anciano lascivo maya, en actitud sexual con la diosa lunar maya. Esta relación sexual entre una joven mujer y un anciano deforme es un tema común también en las actuaciones rituales mayas. Finalmente, hay que advertir que se encontraron diecinueve esqueletos humanos en Naj Tunich, ocho de los cuales mostraban las marcas físicas del sacrificio ritual. Los glifos muestran la escritura asociando a las deidades con fechas especiales del calendario maya.

Bibliografía básica

Brady, J.E. & Stone, A., “Naj Tunich: Entrance to the Maya underworld”, Archaeology, 39, 6, 1986, pp. 18-25.

David, B., Cave Art, edit. Thames & Hudson, Nueva York, 2017.

Stone, A., Images from the Underworld: Naj Tunich and the Tradition of Maya Cave Painting, University of Texas Press, Austin, 1995.

Stone, A., “Regional variation in Maya cave art”, Journal of Cave and Karst Studies, 59, 1, 1997, pp. 33-42.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-AHEC-AVECH-UFM

3 de diciembre de 2025

Libro. Traducción del Lüshi Chunqiu



Colegas, estudiantes, amigas y amigos todos. Cordial saludo. Emociona anunciar la publicación de Lüshi Chunqiu. Anales de Primavera y Otoño del Maestro Lü (Buwei) con traducción, introducción, notas y comentarios de quien esto escribe y con la ayuda en la traducción de F. Scarcia, editado en Biblioteca AVECH-ULA, Colección Traducción (ULA, Mérida, 2025, 762 pp.)

Se trata de un texto de saber enciclopédico que contiene diversos pasajes acerca de variadas temáticas (mitología, agricultura, astronomía, botánica, historia, música, literatura, geografía), así como aspectos del pensamiento confuciano y daoísta, teorías de los dialécticos, legalistas, mohistas, y pensadores de la escuela del Yin-Yang. Compilado en el siglo III a.e.c., en la última etapa del período de los Reinos Combatientes, es también una guía para el rey que gobierna un territorio empleando una burocracia de sabios administradores. El texto acumula un extenso material cultural y filosófico referido al arte de gobernar.

La presente traducción, la primera en español, y que ahora se presenta, facilita la penetración en el pensamiento de la China de la antigüedad. La traducción de este clásico, con un profuso aparato crítico y comentarios, formó parte de un proyecto de investigación que comenzó su andadura hace más de dos años. Es una edición universitaria de alto nivel asequible a toda persona interesada en la antigüedad china. Un libro, por tanto, crucial para la comprensión del pensamiento, la historia, los saberes y la cultura de la China antigua. Debe dejarse constancia de nuestra sincera gratitud al Dr. Norbert Molina (CEAA-ULA, Mérida) por su oficio y dedicación. Sin su trabajo y empeño difícilmente esta obra habría visto la luz del día.

Para la descarga (en alta resolución), y de manera gratuita, https://avech.org/anales-de-primavera-y-otono-del-maestro-lu/

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-AHEC-AVECH-UFM, diciembre, 2025.

 

1 de diciembre de 2025

Sacrificios entre los Mexica: sacralidad y poder estatal


Imagen: El tzompantli, o estante de calaveras, en la mitad derecha de la imagen, aparece asociado con la representación del templo azteca dedicado a la deidad Huitzilopochtli. Es parte del manuscrito azteca de 1587, conocido como el Códice Tovar. El templo piramidal está coronado por las imágenes de dos dioses flanqueados por nativos mexicas. En ese templo hay una imagen de Huitzilopochtli a la derecha y otra de Tlaloc sosteniendo una serpiente turquesa, a la izquierda. El templo está rodeado por un muro de serpientes que se devoran las cabezas unas a otras. A la derecha, el tzompantli mencionado. Huitzilopochtli (colibrí azul a la izquierda), era el dios azteca del sol y la guerra. El xiuhcoatl, la serpiente turquesa o de fuego, era su arma mística. Tlaloc, por su parte, era el dios de la lluvia y la agricultura. Su origen era tolteca. Un coatepantli o pared hecha de serpientes esculpidas solía rodear los templos aztecas. El tzompantli contenía los cráneos de las víctimas sacrificadas. El gran templo de Tenochtitlán estaba coronado por dos santuarios: el de la izquierda dedicado a Tlaloc y el de la derecha a Huitzilopochtli.

¿Se puede atribuir una crueldad gratuita a los aztecas, que se denominaban a sí mismos como mexica o tenochca, debido a sus “célebres” sangrientos sacrificios humanos?. Naturalmente, no. Responde a una serie de factores de carácter político, religioso y social.

La estructura militar de los aztecas dominada por los guerreros y una mitología al servicio de ese poder, dieron pie a que el dios de la guerra Huitzilopochtli se convirtiera en una deidad principal al que había que sacrificarle prisioneros de guerra. Esta necesidad justificaba un sistema de guerras constante. La cosmología imperial sostenía que los aztecas debían inexorablemente capturar prisioneros en la guerra y sacrificarlos al dios; la fuerza espiritual de los guerreros enemigos sacrificados serviría para fortalecer al Sol, retrasando su ineludible destrucción por parte de las fuerzas de la oscuridad.

En esta esfera cosmológica estarían viviendo el fin del ciclo del Quinto Sol, que vendría acompañado de movimientos telúricos y hambrunas, factores que acrecentarían la necesidad de aumentar la cantidad de los sacrificios, en un intento, vano, eso sí, de frenar el proceso destructor y preservar el universo.

La forma más extendida de matar a una víctima era cortarle la cabeza, además de la conocida extracción del corazón, aunque también se practicaron el asaetamiento, el combate gladiatorio y deshollamiento de la víctima en vivo. El azteca se veía a sí mismo como el pueblo elegido de Huitzilopochtli, del Sol, y por consiguiente, encargado de proporcionarle alimento. En la conversión de esta divinidad, un dios inicialmente menor y local, en dios principal, se produce una confusión con Tonatiuh, el Sol, además de poseer rasgos del dios nocturno Tezcatlipoca, deidad creadora y de los guerreros. Hubo en ello un interés en favorecer a la clase dirigente.

En Tenochtitlán se practicaron sacrificios de la comunidad y sacrificios individuales, siendo los primeros ofrecidos en etapas de crisis y de desequilibrio, relacionadas con el ciclo anual de la naturaleza. Hay una consideración sacra de las víctimas, además de la concepción de ser trofeos de guerra para los guerreros (se adquiría la fuerza del enemigo al devorarlo), en especial en los sacrificios individuales. En cualquier caso, los sacrificios servían para reforzar el poder del Estado.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-AHEC-AVECH-UFM, diciembre, 2025.