IMÁGENES: LA PRIMERA CORRESPONDE A UN DISCO DORADO CHIMÚ CON LA DIOSA TIERRA QUE PORTA MAÍZ Y YUCA. ALREDEDOR, HAY SECCIONES CON LAS ESTACIONES DE SIEMBRA; LA SEGUNDA CORRESPONDE A UNA IMAGEN DEL INFIERNO ANDINO CON KHURUS Y SERES HUMANOS.
Las ciudades mágicas y encantadas
también forman parte de los componentes mítico-religiosos de la región andina.
Podríamos destacar las siguientes: en primer lugar, el Palacio de los Ñustas,
donde viven hijas del Inca con jefes locales. Son princesas que danzan con el
sonido de música celestial. Provocan que las personas se conviertan mágicamente
en piedras; muchos encantamientos se relacionan con mujeres jóvenes, ciertos
frutos o jardines con flores (caso de la Ciudad de Cristal en Akhamani); en segundo término, la Ciudad
de los Césares, ubicada en algún lugar de las montañas del sur de Chile. Es una
ciudad de oro, plata y piedras preciosas, en la que nadie muere ni nace, de
tiempo eterno. Sus habitantes viven una vida de ocio, lujuria y sin trabajar.
Si alguien alcanza a ver esta ciudad pierde la memoria de su pasado y permanece
allí por siempre. El mito pudo haberse conectado con las expediciones de
Francisco César que, en 1528, con otros catorce exploradores fue en busca de
minas en la región. Es una ciudad dorada invisible, solo “visible” al final de
los tiempos.
Finalmente, es necesario que
hagamos unas consideraciones respecto a los enigmáticos Khurus. Son seres indómitos, salvajes, agrestes, que se representan
en tejidos femeninos llamados aqsu, y
que se refieren al mundo de adentro o de abajo en el pensamiento simbólico
andino. Los orígenes e influencias iconográficas y simbólicas pueden haber
estado en los aspectos infernales cristianos, la presencia de la fauna
fantástica de origen europeo, el mundo selvático autóctono, las
representaciones felínicas de cierta cerámica andina, como la de Carhuaz, en
Perú, el arte rupestre de la región, las creaciones individuales e, incluso,
ciertos productos actuales, como las cajetillas de tabaco o las latas de té. Se
trata de seres que la cultura se apropia para poder establecer un espacio de lo
interno del mundo (de las rocas donde habitan el supay o saqra, antes
espíritus de los muertos y posteriormente encarnaciones del diablo) a través de
conceptos acerca de lo animal-bestial. Son representantes de una naturaleza no
desnaturalizada: animales sobre fondos oscuros que pueden haber tenido el
sentido de agujeros creativos, vinculados con el origen del ganado. De hecho,
para muchas comunidades los khurus
son los antepasados de los animales domésticos, criados socialmente y útiles al
hombre (uywa); ideal y
simbólicamente, son un referente de libertad en virtud de que se entienden como
la recreación de una naturaleza indómita, indomeñada. En los diseños de los
tejidos donde aparecen khurus pueden
verse figuraciones humanas como seres estáticos, asexuados, apenas esbozados,
con los brazos paralelos al cuerpo y con cabezas con “escafandras” con un
círculo interior que asemeja un ojo. Son humanos inactivos.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales, UCV
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