IMÁGENES: DEIDAD MADRE DE ÇATAL HÜYÜK, DATADA EN 7000 A.N.E. HOY EN EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE ANKARA; ESTRUCTURAS DE HABITACIÓN EN EL YACIMIENTO DE ÇATAL HÜYÜK.
En la
escultura menor y en los relieves de Çatal Hüyük predominan las
representacionesde figuras femeninas. En los relieves se pueden contemplar
grandes efigies de una figura femenina estilizada, con brazos y piernas
separados del cuerpo, con el ombligo resaltado y, en ocasiones, mostrando la
vulva. Sin embargo, también las figuras masculinas tenían una cierta posición
relevante. Quizá los relieves de cabezas de carnero y toros, así como los
bucráneos, simbolizaran una deidad masculina. En otros casos, la divinidad
masculina aparece como un joven cazador y como un señor de los animales
(portando un gorro de piel de leopardo). De tal modo, la impresión es que
existían dos deidades: la gran diosa y su amante. La denominada hembra
heráldica la encontramos ya en la transición del Mesolítico europeo al
Neolítico, en Lepenski Vir, en el VI Milenio a.n.E., como una escultura en
piedra en forma de huevo. Para el III Milenio, su símbolo ya se había
introducido en Egipto y el valle del Indo. En tal sentido, es muy probable que
las representaciones de las Gorgonas del arcaísmo griego se remonten a esta
hembra heráldica.
Como figura
de madre primigenia mítica, creadora del orden esencial del mundo, se vincula
con la muerte y, muy seguramente, ejerció el papel de soberana de los animales.
En Hacilar, también en Anatolia, una serie de estelas encontradas se ha
interpretado como efigies semi anicónicas de dioses que se venerarían en el
culto doméstico. Esta misma deidad pareciera ser la representada en pequeños
ídolos de arcilla muy esquematizados del mismo yacimiento. Así, ahora, además
de la madre primordial y los antepasados, tendríamos la presencia de dioses
masculinos que ocuparían una posición principal. Tales deidades podrían ser
héroes culturales que, en un principio, desempeñarían su particular rol en
torno a la madre primigenia, si bien posteriormente adquirirían rango divino.
No obstante, las figuras masculinas pudieran ser también el símbolo de
antepasados reales divinizados.
Como
amuleto con ciertos poderes o como una figurita que ahuyenta el mal, esta
hembra heráldica aparecería regularmente mediante la forma iconográfica
denominada la hembra obscena. Una vez despojada de sus aspectos amenazantes, se
convierte en una divinidad protectora de la casa, en donde vigilaba el hogar
doméstico. Es posible, incluso, que encarnase la propia casa, en virtud de que
la parte delantera de la misma, generalmente luminosa, y caracterizada por el
hogar doméstico, representaba la luz, la vida y el elemento domesticado, por
ende, femenino.
Más tarde,
en el marco de la cerámica de bandas lineales de Centroeuropa, esta madre
primigenia heráldica pervive en representaciones de sapos o de mujeres en la
típica postura de dar a luz, factor que parece demostrar un continuum en la
concepción del universo neolítica desde sus orígenes anatolios.
La efigie
de la llamada diosa del dolmen aparece relacionada con las sepulturas y con los
vestigios de ceremonias funerarias. Se representa como un retrato (incisión en
una tumba), o como una pequeña escultura de bulto redondo en forma de estela.
Presenta ojos redondos que se observan rodeados de una corona radiada. Los
mismos pueden aparecer en su correcta ubicación anatómica, o como signos
aislados, tanto en las tumbas como en las cerámicas empleadas en los sepulcros.
Se trata de una deidad relacionada con la muerte o con el mundo subterráneo. No
obstante, también porta un aspecto estrechamente asociado a la fertilidad, que
hace referencia a los frutos del campo y al ganado. Su antecesora, una deidad
de las cuevas vinculada a la cerámica de bandas, se relaciona con las matanzas
de cerdos como un requisito propio de las ofrendas funerarias, así como con el
crecimiento de los cereales. Ahora, tal relación es mucho más clara al asociarse
la divinidad del dolmen con el arado y con el buey, animal por excelencia de la
agricultura en Europa.
La diosa
del dolmen no aparece representada como una figura antropomorfa. Su existencia
suele manifestarse de modo insinuado, en menhires en miniatura y en diversas
formas simbólicas, entre las que destacan los pechos femeninos.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
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