AJENATÓN Y NEFERTITI CON SUS HIJOS, BENDECIDOS POR EL DISCO SOLAR. MUSEO EGIPCIO, BERLÍN, HACIA 1340 A.N.E.
Aunque
es exagerado hablar de monoteísmo, porque la solarización no descartó ningún
dios, lo cierto es que con la revuelta Amarniense se produce la fusión de
múltiples competencias en el Creador por excelencia, que es, naturalmente, el
sol. El tono universalista, en cualquier caso, es evidente. La originalidad del
faraón Ajenatón consistió en saber
cristalizar un conjunto de rasgos divinos en el Disco Solar, manifestación
tangible del Creador, y ponerlos al alcance de cualquier. Al ofrecer una imagen
fácil de alcanzar puede prescindir de un clero especializado, el único capaz de
servir de intermediario entre los hombres y deidades impenetrables. Con Atón la percepción de lo divino es
inmediata, frente al ocultismo amoniano. El Disco Solar es el faraón celeste,
inscribiendo su nombre en un cartucho, conformando un sistema tradicional de la
hipóstasis: el rey es el equivalente terrestre del Creador.
En
cualquier caso, el impacto reformista sobre la población fue escasísimo, como
ya mencionamos, por no decir nulo, en tanto que la corte se reduce a un círculo
restringido en torno al faraón, y el culto no parece corresponderse con las
estructuras sociales. En tal sentido, el pueblo común siguió viviendo conforme
a las bases religiosas tradicionales. Además, Ajenatón conservó el aparato retórico y propagandístico previo. La
reforma no afectó la administración, y en el plano político se reforzó el
absolutismo teocrático, siendo el rey el intermediario entre el Disco y los
hombres. Es por eso que se convierte en objeto de adoración, representado en la
entrada de las tumbas de los altos dignatarios. Aunque el culto divino al rey
conlleva menosprecio hacia las otras divinidades, el hecho de vincular el
porvenir funerario de los cortesanos al rey, no deja de ser una vuelta a los
orígenes, retorno que encaja con la preocupación por el pasado característico
del reinado de Amenofis III y de sus
predecesores, traducido en las búsqueda de antiguos anales o de la tumba de Osiris en Abidos.
La
reforma atoniana tuvo consecuencias estéticas y económicas. Desde el primer
punto de vista, la creatividad se hizo más espontánea; se introdujo la lengua
hablada en los textos oficiales. El lenguaje cotidiano entra en las grandes
obras. Se radicaliza la tendencia al realismo en las representaciones propias y
familiares, acercándose a la caricatura. La acentuación de la fisionomía y la
aparente blandura carnosa propician una apariencia patológica. Aparecen temas
nuevos: la imagen de la familia, que aparece en casi todas las escenas, sobre
todo las de culto. No obstante, lo verdaderamente innovador es que la familia
se emplea en escenas cotidianas, ofreciendo un aspecto muy humano a las
representaciones y una cierta impresión de intimidad a las escenas. Desde la
óptica económica, el faraón cierra algunos templos o limita sus actividades,
vinculando los bienes clericales a la Realeza. Crece la centralización
administrativa y su brazo ejecutivo, el ejército. Sin las instancias locales se
desarrolló un sistema de corrupción elevado. El abandono del sistema de los
dominios divinos arruinó el circuito de producción y redistribución, sin que
ninguna otra estructura pudiera reemplazarlo.
Ya Tutankhamón empezó a adorar a Amón, lo
que supuso que el país volviese a la normalidad pre amarniense. Por un edicto se restablece a Amón, su culto y el de todos los demás dioses; se devuelven los
bienes a los templos y sus sacerdotes al orden del clero. También la antigua
oligarquía recupera sus poderes. El retorno a la ortodoxia religiosa no supuso
persecuciones a los seguidores de Atón.
Incluso el antiguo rey siguió adorando a esta deidad. La persecución a la
religión atoniana y a la memoria de
los reyes amarnienses se produjo con Rameses II, ya en la Dinastía XIX.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y Ciencias Sociales, UCV
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