12 de septiembre de 2014

Tartessos en las fuentes antiguas


IMÁGENES: ARRIBA, PECTORAL DE ORO DEL TESORO DE EL CARAMBOLO. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA; ABAJO, BRONCE CARRIAZO CON FIGURA FEMENINA (QUIZÁ SEÑORA DE LOS ANIMALES), Y CON PEINADO AL MODO EGIPCIO ENTRE DOS AVES, PROBABLEMENTE ACUÁTICAS. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA.

Los documentos y escasas noticias existentes sobre la, hasta ahora, mítica Tartessos[1] hablan de una ciudad amurallada en la Andalucía atlántica, cuyos habitantes vivían de modo opulento gracias al comercio de metales. Cartagineses y marineros fenicios señalaron que cargaban ingentes cantidades de plata en Tartessos. El poema geográfico griego del siglo VI a.C., Ora maritima, traducido por el poeta latino Rufo Festo Avieno en el IV de nuestra era, describe las rutas marinas que unían las islas bretonas y Marsella (colonia griega en la época, con el nombre de Massilia), y relata los accidentes costeros, así como sus pobladores, entre los que se cuentan los tartesios. El poema centra buena parte de su desarrollo en la descripción del supuesto territorio tartesio. La Biblia, por su parte, menciona que el estaño de Sidón y Biblos procedía de una remota tierra denominada por los semitas como Tarshish (hoy reconocida por los lingüistas como la Tartessos de los griegos).
Heródoto comenta que a mediados del siglo VII a.C. un tal Kolaios, navegante jonio de Samos, arribó por accidente a Tartessos, lugar que describe como un gran mercado. No obstante, el mismo historiador de Halicarnaso dice que el descubrimiento oficial de Tartessos no fue llevado a cabo por Kolaios, sino por los marineros de Focea, ciudad jonia de Asia menor, quienes llegados a la ciudad fueron cordialmente acogidos por su legendario rey Argantonio[2]. De allí regresaron cagados de riquezas en metales como la plata.
Los tartesios debieron pertenecer a los grupos célticos atlánticos, responsables de las construcciones megalíticas en todo el occidente europeo. La llegada de los semitas fenicios en el siglo X a.C., con iniciales intenciones mercantiles, pudo haber desplazado a los tartesios. Justino menciona una leyenda que afirma que los gaditanos (Gades fue una colonia fenicia fundada en torno a 1100 a.C.) vencieron en un combate naval a las tropas de un rey tartesio de nombre Theron. Es probable que esta mención haga referencia al fin del reino libre de Tartessos y al comienzo de la dominación fenicia del territorio de la legendaria ciudad.
Los griegos denominaron a los pueblos descendientes de Tartessos (en realidad sucesores más que herederos en línea directa), como Turdetanos. Estrabón, en su célebre Geografía, afirma que se trata del pueblo de mayor cultura entre los iberos, ya que tuvieron una escritura propia, desarrollaron la poesía, lograron confeccionar crónicas históricas y hasta consiguieron elaborar leyes.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV


[1] El marco cronológico de Tartessos abarcaría desde, probablemente, antes del siglo X y hasta 500 a.C., en tanto que el de los Turdetanos comprendería desde el final tartésico hasta en torno al 180 a.C.
[2] Argantonio, “hombre de plata”, es considerado el último soberano tartesio. No obstante, en virtud de su dilatada vida (unos trescientos años), su nombre pudiera referirse, en realidad, a una dinastía. En última instancia, está íntimamente asociado en las fuentes griegas, tanto desde un punto de vista comercial como militar, a los foceos minorasiáticos. Otros reyes míticos que le precedieron fueron Gárgoris, inventor de la apicultura, su hijo Habis (o Habidis), creador de la agricultura, así como un tal Nórax que, al mando de mercenarios iberos, habría fundado la ciudad sarda de Nora.

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