El neoconfucianismo, surgido en época Song, fue un renacimiento confuciano que preservó los estándares morales y políticos tradicionales, vinculándolos con elementos conceptuales taoístas y budistas. A las tradiciones morales se unen ahora las metafísicas, y al cultivo tradicional de los vínculos familiares y las relaciones sociales se asocia un ideal de perfeccionamiento de la espiritualidad interna. Se destacan, esencialmente, dos pensadores: Zhu Xi (1130-1200) durante los Song, y Wang Shouren o Yangming (1472-1529), en época dinástica Ming. El primero mantiene la idea de que todas las cosas surgen a partir de la interacción de dos elementos universales: el material qi, fuerza física, vital o material, y el formal li, un principio racional, regla, norma o ley. Ambos actúan interdependientemente, resultando de su continua actividad la creación de la materia. Por su mediación surgen las estructuras de la naturaleza, incluidos los cinco elementos básicos en la China tradicional (metal, madera, agua, tierra y fuego). Todas las cosas, objetos y seres de la naturaleza, sean naturales o artificiales, tienen su propio principio, entendiendo principio como forma ideal, como paradigma; es decir, la causa de que sean lo que son. La fuente de todos los principios es la Realidad Última o Taiji, principio supremo que regula todo, incluyendo la conducta ideal humana. De ahí que el espíritu humano sea, en realidad, la manifestación de Taiji en el hombre. Wang Shouren elabora, por su parte, la teoría del conocimiento moral innato, señalando que cada persona sabe diferenciar el mal del bien de un modo innato, intuitivo, congénito, lo que significa decir que no conocemos el bien o el mal por razonamiento empírico. Estas concepciones le condujeron a fundar la escuela neoconfuciana idealista de la mente, según la cual no es el mundo el que modela la mente humana, sino lo contrario: la mente, fuente de la razón, impone sus razones al universo, ya que posee un entendimiento natural interno, genuino, al respecto de lo que es negativo y de lo que es bueno. Pero como el deseo egoísta nubla la transparencia y la serenidad de la mente, debemos sentarnos en completo sosiego para ejercitar una suerte de meditación, hecho que acerca este accionar al zazen del budismo zen japonés.
Prof. Dr. Julio López Saco
No hay comentarios:
Publicar un comentario