El nomen es la denominación común de los miembros de la gens, y lo llevaban hombres, mujeres, niños y libertos. El gentilicio romano, aquel del patriciado primitivo, termina en –ius (Gabius, Iulius, Aemilius), si bien algunos acaban también en –eius, como Pompeius, y en –aeus, caso de Peduceus o Paeduceus. Con posterioridad se formaron otros gentilicios con palabras provenientes del griego, como Arcontieus, uniéndosele nomina latinos (Amiternius). Así mismo, existieron nomina de origen etrusco, gentilicios que terminan en –arna, -erna, -enna, -inna o ina (Maenas, Mastarna, Perpenna, Porsenna, Spurinna). Junto a los terminados en –ius son los más antiguos. Algunos gentilicios poseen femenino, aquellos acabados en –as, que dan –atia: Mecenas, Mecenatia. Aquellos gentilicios que terminan en –enus o –anus suelen pertenecer a familias que proceden de Umbría, como por ejemplo Urbanus. Los terminados en –icus pueden tener una doble procedencia, de la Iliria y de la Lusitania, como Abalicus, Boicus o Veronicus. Los gentilicios en –acus y auss son de origen galo, como ocurre en el caso de los Avidiacus. Los de las familias patricias se extendieron por todo el mundo romano provincial, portado por comerciantes y soldados. En las inscripciones suelen aparecer abreviados, Aelius Ael.; Antonius, Anto., Anton.; Aurelius, Aur.; Claudius, Cl. o Claud.; Flavius, Fl., Fla.; Iulius, Iul. o I.; Pompeius Pomp.; Valerius, Val.; Ulpius, Ulp. El resto de nomina, como norma general, nunca se abrevian.
La importancia del cognomen radica en función de su lugar en la inscripción, tras los nombres y después de la denominación de la tribu, lo que implica que su presencia es posterior a la división en tribus de Servio Tulio. Su paulatina introducción se hará extensiva desde Sila. En un principio, el cognomen guardaba una significación real, siendo una suerte de manifestación plástica de una singularidad corporal (Barbatus, Nasica), o un indicativo de personalidad concreta. El cognomen se hizo hereditario, lo que permitía distinguir las diversas ramas de una misma gens (dentro de la Cornelia, los Escipiones, Balbo y Cetego), o diferenciar dentro de estas ramas otras subdivisiones (Cornelio-gens, Escipión-rama y Nasica-Escipión). Su manifestación en un escudo heráldico se hace habitual: los Manlios Torcuatos colocan su escudo en un collar; los Rutilios Lupus, en un lobo, los Furios Crasipedes, en un pie. En numerosas ocasiones, al cognomen que es propiedad de una gens patricia, se añadirá uno o varios sobrenombres, especialmente, aunque no exclusivamente, un cognomen de honra (ex virtute), como Publio Cornelio Scipio Asiatico. Desde el siglo III los sobrenombres serán muy abundantes y las inscripciones muy enrevesadas. A veces se coloca como cognomen el nomen gentilicio, uniéndose al nombre de la madre o el padre. Este nomen gentilicio, que se usa como cognomen, va seguido del nomen gentilicio del propio individuo. Así, podemos encontrar dos praenomina, dos nomina gentilicios y muchos cognómenes. Por ejemplo, C. Antius A. Iulius Quadratus, donde C. Antius es el praenomen y nomen auténticos, A. Iulius el praenomen y nomen falsos, tomados de otra persona, quizá su madre. Algunos de los cognómenes se usan como praenomen, como los Reburrus, (Reburrus Reburrinus en Mérida, España). Ciertos personajes de la nobleza imperial emplean también cognómenes como praenomen: Drusus Iulius Ti. Filius, Augusti nepos, Divi pronepos, Caesar; Caleo Tetienus Petronianus; Germanicus Iulius; Magnus Pompeius; Nero Orusus; o Taurus Statilius Corvinus (un cónsul del año 45).
La importancia del cognomen radica en función de su lugar en la inscripción, tras los nombres y después de la denominación de la tribu, lo que implica que su presencia es posterior a la división en tribus de Servio Tulio. Su paulatina introducción se hará extensiva desde Sila. En un principio, el cognomen guardaba una significación real, siendo una suerte de manifestación plástica de una singularidad corporal (Barbatus, Nasica), o un indicativo de personalidad concreta. El cognomen se hizo hereditario, lo que permitía distinguir las diversas ramas de una misma gens (dentro de la Cornelia, los Escipiones, Balbo y Cetego), o diferenciar dentro de estas ramas otras subdivisiones (Cornelio-gens, Escipión-rama y Nasica-Escipión). Su manifestación en un escudo heráldico se hace habitual: los Manlios Torcuatos colocan su escudo en un collar; los Rutilios Lupus, en un lobo, los Furios Crasipedes, en un pie. En numerosas ocasiones, al cognomen que es propiedad de una gens patricia, se añadirá uno o varios sobrenombres, especialmente, aunque no exclusivamente, un cognomen de honra (ex virtute), como Publio Cornelio Scipio Asiatico. Desde el siglo III los sobrenombres serán muy abundantes y las inscripciones muy enrevesadas. A veces se coloca como cognomen el nomen gentilicio, uniéndose al nombre de la madre o el padre. Este nomen gentilicio, que se usa como cognomen, va seguido del nomen gentilicio del propio individuo. Así, podemos encontrar dos praenomina, dos nomina gentilicios y muchos cognómenes. Por ejemplo, C. Antius A. Iulius Quadratus, donde C. Antius es el praenomen y nomen auténticos, A. Iulius el praenomen y nomen falsos, tomados de otra persona, quizá su madre. Algunos de los cognómenes se usan como praenomen, como los Reburrus, (Reburrus Reburrinus en Mérida, España). Ciertos personajes de la nobleza imperial emplean también cognómenes como praenomen: Drusus Iulius Ti. Filius, Augusti nepos, Divi pronepos, Caesar; Caleo Tetienus Petronianus; Germanicus Iulius; Magnus Pompeius; Nero Orusus; o Taurus Statilius Corvinus (un cónsul del año 45).
Prof. Dr. Julio López Saco
10 de febrero del 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario