Particularidades de la creación en el antiguo Egipto
Prof. Dr. Julio López Saco
En el proceso de creación, el demiurgo, en su soledad, piensa, comienza a hablar y finalmente se disocia del océano primordial. El mundo creado se distingue por el ruido, el sonido, el movimiento, así como por la presencia de la muerte. En el espacio originado vivirán el demiurgo, los dioses, los seres humanos y demás seres vivos, en tanto que el océano primordial es marginalizado en la periferia de dicho espacio. Es por este motivo por el que desde su origen el mundo se encuentra amenazado por las fuerzas de lo increado, que su propia existencia arroja a la periferia. Tales fuerzas únicamente pueden ser vencidas de vez en cuando gracias a repetidos combates que intentan preservar el equilibrio y la integridad de la creación. El mundo creado es, en consecuencia, frágil desde el principio, pues la voluntad demiúrgica no puede englobar a lo increado, que permanece siempre amenazante. En el proceso creativo egipcio, el caos es inmutable, inmóvil y persistente, en tanto que la creación es continuamente renovable a través de sus manifestaciones, pues todo nace, muere y vuelve a renacer. La creación es también dinámica, frente al estatismo caótico inicial, siempre potencialmente presente y amenazante. La temporalidad dinámica frente a la estática es representada por el mito de Ra y Apopis. Como la creación es frágil y siempre está amenazada por fuerzas disgregadoras y disolutas del caos, si Ra no interviniese diariamente para renovar la creación, surgiendo cada amanecer, el caos lo reabsorbería todo. Por la noche el dios Ra se sumerge en la oscuridad y sufre un proceso de disgregación y regeneración para renacer rejuvenecido, recreando, así, repetitivamente, el génesis original. Esta lucha entre Ra y las fuerzas caóticas se representa en el conflicto entre el dios y la entidad serpentiforme Apopis (Apep), sintetizado en los papiros funerarios y en las pinturas murales de las tumbas reales del Imperio Nuevo. Ra derrota cada noche a Apopis en la séptima hora nocturna, de modo que el dios, como el Sol, puede nacer, envejecer y renacer continuamente, mientras que Apopis es destruido una y otra vez, pero sin morir nunca. Ra ejemplifica el orden recurrente siempre cíclico, mientras que Apopis el caos inerte e inmóvil, pero siempre presente. Así pues, para hombres y divinidades, la creación tiene un período de caducidad, pues es erosionada por el tiempo y se degrada, de modo que sólo se puede mantener a través de un proceso permanente de muerte y renacimiento, factor que vendría a ser un reflejo de la ciclicidad natural. Esto supone pensar que la existencia no es más que una renovación sin fin, que sigue fielmente los ejemplos de la naturaleza, como el ciclo estacional o la alternancia polarizante entre día y noche. La creación es entendida en Egipto en cualquier caso, como una voluntad divina. Aunque las cosmologías son principalmente tres en el Egipto faraónico, no dejan de ser variaciones políticas sobre un común tema, la creación del mundo por el sol desde un elemento líquido primordial cuyo arquetipo es el Nilo y sus crecidas. La posibilidad latente de un retorno del caos está presente en el mismo Nilo, con sus crecidas, en ocasiones, incontroladas y devastadoras, pero también en las tormentas, los enemigos de Egipto, los extranjeros (jasti, habitantes del desierto), o la misma muerte. Es por eso que una deidad como Maat, en su personificación del orden y el equilibrio cósmico, y como sustancia que impregna todos los elementos de la creación, se hace imprescindible, pues garantiza la cohesión indispensable para evitar la disgregación que amenaza, o las estructuras religiosas como los templos, también vitales, en tanto que serán un recordatorio de la creación y una representación del cosmos en pequeño, pues se hallaban elevados simbólicamente sobre la colina primigenia, cuya cima correspondía a la sala de la deidad. La creación es entendida como una continua renovación del cosmos, aspecto que domina la vida cotidiana de los egipcios. Se la recuerda diariamente a través del ciclo solar, ejemplificado en los mitos de Ra, deidad que vendría a ser el símbolo de la continuidad de la vida y el triunfo sobre la muerte.
Referencias bibliográficas básicas
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-________, Religion and Philosophy in Ancient Egypt, Yale University Press, New Haven, 1989
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-G. Hart, Mitos Egipcios, edit. Akal, Madrid, 1994
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-T.G.H. James, Myths and Legends of Ancient Egypt, edit. Grosset and Dunlap, Nueva York, 1971
-D. Meeks & Ch. Favard-Meeks, La vida cotidiana de los dioses egipcios, edit. Temas de Hoy, Madrid, 1994
-M. Tosi, Dizionario delle divinitá dell’antico Egitto, edit. Ananke, Torino, 2004
*La serie que presentamos aquí, comenzada con la Ogdóada, y que seguirá próximamente, conformará un artículo que será publicado en la Revista Lógoi de filosofía.
Prof. Dr. Julio López Saco
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