Historia de India I
Julio López Saco
El estado Maurya (320-185 a.C.), primer imperio unificado en India septentrional y meridional, surgió a partir de la lucha contra las bases militares macedonias. Chandragupta, su primer rey, una vez que se hace del trono del reino de Maghada y establece la capital en Pataliputra, se asocia a Seleuco I para hacer frente a su rival Antígono. La imagen de este estado centralizado fue bien reflejada por el embajador Megástenes y en el tratado Arthashastra. Asoka (268-233 a.C.), nieto de Chandragupta, heredó un reino que se extendía territorialmente hasta Karnataka. Desde la capital presidía cuatro regiones nucleares distanciadas por territorios habitados por poblaciones autónomas. Sin embargo, enlazadas entre sí estas zonas nucleares por las rutas comerciales, cada una estaba comandada por un gobernador que, usualmente, era un pariente del rey. Declarado defensor del budismo, concretamente de su ética y moral, afianzó al budismo al considerarlo como religión oficial del estado. El uso del budismo fue contemplado como necesario para consolidar una fuerza de control social y como un elemento propagandístico que ayudaba a cimentar y legitimar una autoridad estatal[1]. La usurpación del poder, manu militari, por parte del brahman Pushyamitra en 185 a.C., puso fin a la dinastía.
Tras la caída Maurya se produce un período de casi cinco siglos de duración en los que el predominio y actuación histórica se adjudican a la presencia y acción, esencialmente comercial, de varios reyes indogriegos, que controlaron zonas del noroeste de India Pakistán y Afganistán, hasta el siglo I a.C. Estos monarcas fueron sucedidos por los Sakas y los Kushan, poblaciones nómadas de estirpe escita[2]. Estos últimos lograron unificar un territorio bajo el mando de un monarca llamado Kaniska I que, rápidamente, se identificó con los bodhisattvas budistas y algunos dioses hindúes, lo que serviría para legitimar su poder.
La dinastía Gupta[3] (333-497) unifica la India del norte y configura una síntesis cultural que se difundirá hacia el sur. La dinastía comienza con Samudragupta, conquistador de varios territorios, y continua con Chandragupta II, que expansiona le territorio del imperio. No obstante, será con Kumaragupta (415-455), cuando la estructura administrativa se consolide definitivamente. Esta fue una época de gran tolerancia religiosa y el momento de esplendor de la obra poética y dramática, en el seno del devocionalismo hindú, de Kalidasa. Las incursiones de las tribus que formaban la confederación de los hunos debilitaron el imperio y sus bases. A mediados del siglo V, no obstante, los hunos fueron derrotados por turcos centroasiáticos, pero varias tribus llegadas con las oleadas migratorias hunas se mantendrían, conformándose como el origen de los clanes rajputs[4]. El fin del período clásico indio, de las dinastías Maurya y Gupta no trajo consigo, sin embargo, el final del sistema económico, la debacle de las características culturales o el final de las formas de gobierno monárquico. Todo ello seguirá vigente hasta el imperio Mughal del siglo XVII.
Al terminar el imperio Gupta se produce una fuerte descentralización política, con la presencia de gobernantes semiautónomos, la aparición de un estamento terrateniente, originado a partir de las antiguas donaciones a los templos y los brahmanes, y el paso de una economía monetaria a una agraria, en forma de aldeas autosuficientes. Hay un evidente declive urbano y una ruralización general. Además, también acontece una nueva sujeción del campesinado, una proliferación de castas (aparecen nuevos grupos como el de los escribanos o kayasthas), y la religiosidad se colorea de ideología, pues la piedad (bhakti), y los rituales tántricos efectuados, sobre todo, en las cortes principescas, acentúan el sentido de lealtad y devoción, favoreciendo con ello los lazos de tipo feudal. En definitiva, hay un proceso de cierta feudalización en India. No obstante, a partir del siglo IX, se impulsa, gracias al comercio y la religión, una reurbanización. Las iniciativas propias de reyes y ministros, la celebración de ferias y el surgimiento de nuevos centros religiosos, los nuevos impulsos de las actividades comerciales de los puertos y la concesión de estatuto urbano a varios asentamientos rurales favorecen dicha reurbanización.
El estado de Kanauj (606-647), de una extensión similar al imperio Gupta, tuvo que combatir, en la persona del rey Harsha, con varios estados vecinos para consolidar su poder, basado en un nuevo sistema administrativo fundamentado en el samanta (príncipes de reinos vecinos sometidos en los que mantienen cierto control pero como tributarios leales). Esta práctica creó una especie de círculo de príncipes tributarios (samantachakra), que conforma una variedad india de feudalismo. Kanauj acabaría convirtiéndose, en los siglos IX y X, en el centro de una dinastía, la de los Gurjara Pratiharas, que llegaría a gobernar buena parte del norte de India.
Tras la caída Maurya se produce un período de casi cinco siglos de duración en los que el predominio y actuación histórica se adjudican a la presencia y acción, esencialmente comercial, de varios reyes indogriegos, que controlaron zonas del noroeste de India Pakistán y Afganistán, hasta el siglo I a.C. Estos monarcas fueron sucedidos por los Sakas y los Kushan, poblaciones nómadas de estirpe escita[2]. Estos últimos lograron unificar un territorio bajo el mando de un monarca llamado Kaniska I que, rápidamente, se identificó con los bodhisattvas budistas y algunos dioses hindúes, lo que serviría para legitimar su poder.
La dinastía Gupta[3] (333-497) unifica la India del norte y configura una síntesis cultural que se difundirá hacia el sur. La dinastía comienza con Samudragupta, conquistador de varios territorios, y continua con Chandragupta II, que expansiona le territorio del imperio. No obstante, será con Kumaragupta (415-455), cuando la estructura administrativa se consolide definitivamente. Esta fue una época de gran tolerancia religiosa y el momento de esplendor de la obra poética y dramática, en el seno del devocionalismo hindú, de Kalidasa. Las incursiones de las tribus que formaban la confederación de los hunos debilitaron el imperio y sus bases. A mediados del siglo V, no obstante, los hunos fueron derrotados por turcos centroasiáticos, pero varias tribus llegadas con las oleadas migratorias hunas se mantendrían, conformándose como el origen de los clanes rajputs[4]. El fin del período clásico indio, de las dinastías Maurya y Gupta no trajo consigo, sin embargo, el final del sistema económico, la debacle de las características culturales o el final de las formas de gobierno monárquico. Todo ello seguirá vigente hasta el imperio Mughal del siglo XVII.
Al terminar el imperio Gupta se produce una fuerte descentralización política, con la presencia de gobernantes semiautónomos, la aparición de un estamento terrateniente, originado a partir de las antiguas donaciones a los templos y los brahmanes, y el paso de una economía monetaria a una agraria, en forma de aldeas autosuficientes. Hay un evidente declive urbano y una ruralización general. Además, también acontece una nueva sujeción del campesinado, una proliferación de castas (aparecen nuevos grupos como el de los escribanos o kayasthas), y la religiosidad se colorea de ideología, pues la piedad (bhakti), y los rituales tántricos efectuados, sobre todo, en las cortes principescas, acentúan el sentido de lealtad y devoción, favoreciendo con ello los lazos de tipo feudal. En definitiva, hay un proceso de cierta feudalización en India. No obstante, a partir del siglo IX, se impulsa, gracias al comercio y la religión, una reurbanización. Las iniciativas propias de reyes y ministros, la celebración de ferias y el surgimiento de nuevos centros religiosos, los nuevos impulsos de las actividades comerciales de los puertos y la concesión de estatuto urbano a varios asentamientos rurales favorecen dicha reurbanización.
El estado de Kanauj (606-647), de una extensión similar al imperio Gupta, tuvo que combatir, en la persona del rey Harsha, con varios estados vecinos para consolidar su poder, basado en un nuevo sistema administrativo fundamentado en el samanta (príncipes de reinos vecinos sometidos en los que mantienen cierto control pero como tributarios leales). Esta práctica creó una especie de círculo de príncipes tributarios (samantachakra), que conforma una variedad india de feudalismo. Kanauj acabaría convirtiéndose, en los siglos IX y X, en el centro de una dinastía, la de los Gurjara Pratiharas, que llegaría a gobernar buena parte del norte de India.
[1] Los grupos Ajivika y los brahmanes también fueron beneficiados por la política gubernamental de Asoka.
[2] Sakas y Kushan no conforman imperios en forma de estados centralizados, sino una suerte de agregaciones de gobiernos locales nominalmente controlados por ellos.
[3] Hasta comienzos del siglo VI la historia de India es una historia del norte del país. Los imperios clásicos, Maurya y Gupta, con fundamentos en el territorio de los ríos Indo y Ganges, apenas tuvieron algún impacto en el sur. Sólo a partir del siglo VII esta dinámica empieza a cambiar.
[4] El origen mítico de los rajputs surge a partir de la vinculación del clan de los Paramara al fuego familiar o Agnikula, purificado por un rishi. Al remontar su origen al elemento fuego se emparentaban con los legendarios linajes solares y lunares, que se consideraban descendientes de Rama y Krishna. En cualquier caso, la preeminencia rajput pudo estar estrechamente relacionada con la expansión de la agricultura sedentaria y el desplazamiento de diversas tribus autóctonas. En las etapas más arcaicas de la conformación de los clanes rajputs se constata la construcción de una serie de fortalezas con finalidad defensiva y social, pues estaban asociadas al dominio del terreno y de los campesinos, que trabajan esas tierras.
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