Evocación, magia y mito en el anime japonés de Hayao Miyazaki*
Julio López Saco
Hayao Miyazaki, es un dibujante de cómics (manga), ilustrador, productor y director de películas de dibujos animados japoneses (anime) innovador y original. Influido por directores japoneses como Mizoguchi y Kurosawa, por la pintura del "mundo flotante[1]" o mundo de las apariencias, impermanente, fluctuante, efímero y transitorio, budista, es decir, en el que habitamos (y que es el origen de las estampas japonesas, grabados xilográficos o en madera, llamadas ukiyo-e, iniciadas en el período metropolitano Edo-Tokyo, que retrataban el mundo placentero, mundano), como Utamaru y Hokusai, y por diversos escritores y directores de animación, se observa en sus animaciones una profunda meticulosidad de sus historias, una cuidada atención al detalle y una gran diversidad de temas y escenarios, además de una peculiar forma de integrar símbolos o referencias míticas en las historias que narra y visualiza. Cinematográficamente, en particular, Miyazaki practica una suerte de forma arcaica del Shinto que enfatiza una continuidad intuitiva y emotiva con el mundo de la naturaleza, orgánica y viva. Los mitos culturales de Japón y la idea de un país idealizado, que vive en equilibrio armónico con la naturaleza, suelen ser referentes esenciales de sus obras. El mundo que concibe y expresa en sus animaciones, repleto de iconografía e imaginería oriental, es el de una especie de universo paralelo fantasioso y mítico donde lo extraño parece habitual y común, la magia y la fantasía se conjugan con lo artesanal, y lo moderno se visiona como antiguo y vital. Su ilimitada imaginación y sus historias no son lineales ni previsibles, sino sendas sinuosas, entreveradas. Sus cuentos se doblan y desdoblan en una multiplicidad de pliegues, sus personajes evolucionan y se transforman, en tanto que la acción se desplaza en un aparente caos. Todo es un canto a la libertad creativa. Las moralejas se superponen y afloran universales valores. En sus filmes predomina la metáfora, la sugerencia, la intuición, la evocación; en un apalabra, el mito.
[1] Estos grabados fueron producidos en Japón entre los siglos XVII y XX. Muestran imágenes paisajísticas, del teatro y de los cuartos del placer. Su origen directo se encuentra en los trabajos de un solo color de Hishikawa Moronubu en la década de 1670. El tema original de los ukiyo-e era la vida urbana, en concreto, las actividades de los sitios de entretenimiento y desahogo. Atractivas cortesanas, luchadores de sumo y actores muy populares eran representados realizando acciones sugerentes para el público común.
*El texto completo se encuentra en la sección Perfiles, en la página http://www.investigacioneshistoricaseuroasiaticas-ihea.com/
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