27 de julio de 2014

La historia del Egipto antiguo en el Primer Período Intermedio


IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: FRAGMENTO DE LA ESTELA DE ANHUMAJTE (EA 1783), Y LOSA DE CALIZA PINTADA DE LA TUMBA DE NIHEBSEDPEPY (EA 1818). AMBOS EJEMPLOS DATADOS EN EL PRIMER PERIODO INTERMEDIO.


Esta época, conocida como Primer Período intermedio, abarcó, cronológicamente hablando, desde 2200 a 2040 a.n.E. Estuvo conformado por las Dinastías VII, VIII, IX, X y el inicio de la XI. El reino Antiguo se descompone bajo la presencia de las dinastías menfitas VII y VIII, debido a diversos conflictos sociales y a las invasiones de poblaciones extranjeras que se asientan en el Delta, aunque la capital seguirá siendo Menfis. A través del texto llamado Amonestaciones se sabe de la penetración de nómadas que se adueñan del Delta. Parece plausible que el legítimo rey (quizá Merenre II de la Dinastía VII), hubiese sido depuesto y reemplazado por un “rey” reformador pero débil, ya de la Dinastía VIII, lo que podría indicar que la Dinastía VII es de muy corta duración y vive en una completa anarquía. La Dinastía VIII parece que quiso aliarse con algunos gobernadores del Alto Egipto para poder mantenerse en el poder. Sin embargo, se constata que bajo la presencia de los últimos reyes de esta dinastía, el Delta está ocupado por extranjeros y los nomos tinita y de Elefantina son independientes. Por lo tanto, la autoridad “real” apoyada en los príncipes coptos,  únicamente controla la región menfita y poco más.
En torno a 2160 a.n.E. el príncipe de Nennesut (Heracleópolis), llamado Meribre-Kheti (Actoes, Kheti I), se alza contra el último rey menfita y se atribuye las titulaturas reales del Alto y Bajo Egipto, configurando la IX Dinastía heracleopolitana (2160-2130 a.n.E.). A pesar del poder heracleopolitano de esta dinastía y de la siguiente, la X, una parte significativa de Egipto sigue ocupada por extranjeros y los nomos independientes luchan entre sí, algunos de los cuales reconocerán la autoridad de Heracleópolis pero otros la de Tebas. Heracleópolis es la residencia del faraón, pero el centro administrativo parece haberse mantenido  en  Menfis. En el Egipto medio, en una delas provincias agrícolas más fértiles, Heracleópolis está a salvo, durante un tiempo, de los asiáticos extranjeros del Delta y de los príncipes tebanos y de Elefantina. Pero esta unidad restaurada dura muy poco, asolada por los conflictos entre nomos y por las guerras, lo que dará lugar a una nueva Dinastía, la X (2130-2040 a.n.E.), también heracleopolitana, aunque en el mismo momento, en el sur, los príncipes de Tebas (bajo el nombre de Antef), consolidan su poder y se titulan reyes del Alto y Bajo Egipto, configurando la Dinastía XI (2133-2040 a.n.E.), que reina en paralelo a la X en el norte, y que será la que, desde 2040 a.n.E., permanecerá en el poder en solitario.
Debe recordarse que desde la VII y la VIII Dinastías, gobernadores y príncipes provinciales se habían hecho independientes, con sus ejércitos y tesoros propios, reconociendo únicamente, y en teoría, la autoridad de Menfis. Los más poderosos fueron los nomos de Coptos, Asyut, Khmunu (Hermópolis) y Oryx, nomos del Egipto medio que participarían en las luchas entre Heracleópolis y Tebas apoyando a uno o a otro. En el sur, Tebas tuvo que luchar contra varios nomos que se habían aliado bajo la autoridad de Hieracómpolis (Ermant, Tinis, Elefantina). La nueva dinastía tebana, la XI, después de gobernar en el sur, anula la dinastía X de Heracleópolis, gobierna sobre el conjunto de Egipto y mantiene a Tebas como capital.
Hacia 2120 la situación político-administrativa se encontraba, por tanto, del siguiente modo: los nomos sureños, sometidos desde Tinis a Elefantina, obedecían la autoridad de Tebas, en tanto aquellos del Egipto medio reconocían, en grado mayor o menor, la autoridad de Heracleópolis. Al norte de Menfis, había poca claridad, y los nómadas seguían anclados en el Delta del Nilo. Serán inicialmente los reyes heracleopolitanos los que consigan la primera reunificación de Egipto al controlar los nomos del Delta, y luego será Tebas, durante el reinado de Seankhibtauy-Mentuhotep (2060-2040 a.n.E.), la que se apodere del reino heracleopolitano y concluya la reunificación del país, estableciendo los cimientos de lo que será el Reino Medio, cuyo comienzo se produce a partir de la segunda parte de la Dinastía XI tebana.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y Doctorado en Ciencias Sociales, UCV. Julio 2014

21 de julio de 2014

Dioses del antiguo Egipto asociados a Ra, Osiris y Horus


IMÁGENES: ARRIBA, UN BAJORRELIEVE DEL DIOS MONTU EN MEDAMUD; ABAJO, UN PECTORAL CON EL DIOS HERISHEF, DINASTÍA XXI.

En el antiguo Egipto existieron algunas deidades menos conocidas que otras más clásicas, y generalmente más relevantes en el contexto genérico de Egipto, que fueron asociadas a Ra y Osiris de maneras peculiares. Probablemente se trata de divinidades locales asociadas a estas advocaciones divinas de gran trascendencia. Es el caso de Anti, identificado con Osiris en un templo cercano a Gurna, en donde se le representa en forma de halcón cuyas garras se clavan en una barca; Banaded (Banebdyedet), un dios carnero señor de la localidad de Mendes, asociado a la fecundidad y la creación. Es la divinidad que custodia en su interior nada menos que el alma de Osiris; Herishef, un dios mixto, resultante de la fusión entre las almas (ba) de Osiris y Ra, y vinculado a la fertilidad del agua y al necesario equilibrio ecológico. Su representación iconográfica correspondía a un hombre con cabeza de carnero que portaba la corona Atef con el disco solar. Este dios porta el título de "aquel del falo potente" y, en consecuencia, favorece la crecida del Nilo, participando en fiestas agrícolas. Se le adoraba como proveedor del sustento y caminaba siempre a la cabeza de los dioses portando diversas ofrendas; Neper, una deidad de las cosechas y, en particular, de los cereales, que acaba fusionándose con Osiris; Anhur, conocido como Onuris por los griegos, el aspecto guerrero de Ra, valedor y defensor del dios en cualquier circunstancia. Era el encargado de capturar y matar a los enemigos de Ra. Se representaba como un hombre fornido que llevaba consigo una lanza y vestía una túnica y un tocado de cuatro plumas. Simbolizaba el poder creativo que caracteriza al sol. Su reino era el desierto en el confín del mundo, y era invocado con frecuencia contra enemigos y animales peligrosos; Haroeris, en realidad una simple representación de Horus el viejo a través del nombre en griego; y Montu, un dios de la guerra representado como un hombre con cabeza de halcón que lleva encima dos largas plumas y un disco solar con dos ureos, además de una lanza, un hacha o un arco en sus manos. Se trataba de la forma guerrera de Horus en la localidad de Tebas.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Caracas

14 de julio de 2014

Elementos de la religiosidad etrusca: los dioses y la Etrusca Disciplina

El Higado de Piacenza, hecho en bronce. En cada una de sus secciones aparece el nombre de una deidad.

En sus inicios los etruscos no concebían divinidades antropomorfas, sino que percibían las fuerzas de la naturaleza, tanto celestiales como telúricas. Estas últimas fueron dotadas de ciertos aspectos sexuales y monstruosos, dando lugar a las más arcaicas divinidades, a las que se añadirían, con posterioridad otras, debido a un proceso de contacto iconográfico e ideológico con las culturas circundantes, sobre todo la de Faleria y el ámbito latino y umbro sabélico. En el siglo VII a.n.E., la religión pasa de ser gentilicia familiar a colectiva, proceso motivado por la consolidación de la cultura urbana. Este cambio ideológico gentilicio trajo como consecuencia la adopción de divinidades y mitos propiamente helénicos. De hecho, la identificación entre las deidades griegas y aquellas indígenas, fue el factor que propició un panteón olímpico etrusco, aunque tardíamente, hacia el siglo IV a.n.E. El culto doméstico y el lugar que ocupaban en el mismo los antepasados heroizados, pudieron conformarse, en esencia, como las raíces más remotas de la religión en Etruria.
El mito etrusco de Tages, que el mismo Cicerón cuenta en De divinatione, es el fundamento de lo que se denomina Etrusca Disciplina; esto es, las normas que regulan las relaciones entre los seres humanos y los dioses. El mito señala que, en una ocasión, un campesino que araba un campo en Tarquinia, observó que salía de uno de los surcos un niño (Tages), que mostró poseer la sabiduría de un anciano, porque se encargó de revelarle al labrador los preceptos de la Disciplina. Esta “revelación” de la disciplina adivinatoria, puede hacer de la religión etrusca una auténtica religión revelada. La Etrusca Disciplina es una historia del mundo, una profecía y la adivinación de la historia del futuro. Implica un acto ritual que envía castigos de los dioses a las ciudades, que deben expiar sus culpas.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB

6 de julio de 2014

Las abstracciones en la Grecia de la antigüedad




Imágenes, desde arriba hacia abajo: ánfora ática de figuras negras. Se observa el nacimiento de Atenea. Debajo del asiento de Zeus aparece Metis de forma alegórica. Datada en torno a 570 a.C. Museo del Louvre; Hermes, o quizá Phobos, y Ares encima de un carruaje, con Atenea próxima  pisoteando un gigante. Ánfora ática de figuras negras de Vulci, 530-510 a.C. Staatliche Antikensammlungen, Berlín; Nike en una vasija de figuras rojas, Museo Arqueológico de Nápoles; y trípode ática de figuras negras. Nacimiento de Atenea. Bajo el trono de Zeus, la figura alegórica de Metis. 570-560 a.C. Museo del Louvre, París.

Abstracciones, conceptos e ideas fueron, siguiendo la tendencia antropomorfista que desde Homero imperó en el mundo religioso y épico griego, personificadas por los antiguos helenos. Aunque la personificación de lo abstracto podría considerarse un fenómeno un tanto artificial y tardío, producto de la especulación filosófica, lo cierto es que el culto a ciertas divinidades designadas a través de conceptos abstractos es bastante remoto. En la tradición épica, de Homero y Hesíodo, están ya presentes, y no precisamente como alegorías poéticas. Deimos y Phobos, esto es, Terror y Pánico respectivamente, acompañaban siempre a Ares y eran objeto de sacrificios por parte de los espartanos; Eros, Himeros y Peitho (Amor, cuyo culto se documenta en Tespias, Pasión y Persuasión) se encontraban en el entorno de Afrodita, en tanto que Victoria (Nike) seguía a la diosa Atenea. La Inteligencia (Metis) y la Ley (Themis) fueron esposas de Zeus. En Metis se engendró Atenea y de la segunda descienden Eunomía, Buen Orden, Dike (Justicia), y Eirene (Paz), quienes conformaron las Horai. Némesis, Venganza y, sobre todo, Fortuna, Tyche[1] alcanzan bastante renombre. Fortuna, de hecho, se asociaba a la gran diosa Cibeles. La profusión de personificaciones pudo deberse a la intensa vida política de las ciudades, pues se divinizarían conceptos clave sobre los que reposarían la paz interna de las polis, que no descansaban hasta poner fin a los conflictos de carácter social. Es así como Eunomía, Demokratia y Homonoia (Concordia), se pueden referir como ejemplos al respecto, un hecho que demuestra cómo la vida religiosa influía de modo directo sobre la vida pública, ciudadana.
Un caso particular de gran relevancia lo conforman los Daimones, literalmente Demonios, pero en esencia mucho más que eso. Se trata de un concepto difícil de asir y de definir en relación a su esencia espiritual. Su interpretación depende de Platón. A través de las doctrinas platónicas se establece una jerarquía de seres sobrenaturales, entre los que están, además de dioses, héroes y difuntos, los Daimones, que serían unas entidades intermedias entre dioses y humanos. Esta concepción filosófica difiere, no obstante, de la de Hesíodo y Homero. Para Hesíodo, tras la Edad Dorada, los hombres fueron convertidos en Daimones por Zeus. Aquí son, en consecuencia, seres benéficos e invisibles, guardianes de los mortales que procuran bienestar, riqueza, felicidad, y cuya existencia únicamente se percibe cuando actúan. En la tradición épica son seres indiferenciados, potencias impersonales, carentes de la personalidad de las deidades. Sin embargo, entre Daimon y divinidad la línea separadora es muy difusa: algunos Olímpicos son denominados Daimones, lo mismo que ciertos héroes que, a su vez, pueden ser dioses[2]. En sentido amplio, aunque con cierta apariencia divina, los Daimones no son dioses, sino representaciones de poderes ocultos, símbolos de fuerzas o energías que determinan las condiciones de la existencia de los seres humanos. En tal sentido, llega a confundírseles con el concepto de Destino. Ni tienen imagen ni necesitan ser objeto de culto. Se trata de potencias, benignas o no, que acompañan al nacer a cada persona (la bondad del espíritu es Eudaimon, o si es un ser maligno, Kakodaimon).

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y Doctorado en Ciencias Sociales, UCV


[1] Diosa de la suerte y el azar, gobierna los destinos humanos y el Universo, garantizando a los ciudadanos, y a los estados, riquezas y éxitos. No obstante, también propicia desgracias, pues puede ser envidiosa y cruel. Su inconstancia se deriva del hecho de que como diosa del azar (capricho, vicisitud) y el destino, no conoce leyes ni reglas, e ignora, de ser necesario, los valores morales. En la iconografía se la representa con un pólos (peinado cilíndrico) y una cornucopia, símbolos de la prosperidad y la riqueza. En ocasiones asume los rasgos de una divinidad tutelar, al modo del genius latino o el daimon heleno. En el siglo III a.C., Tyché asume la función de protectora de los soberanos. Es, en este caso, un genio tutelar que, por mediación del monarca, al que proporciona triunfos, ofrece prosperidad a la población.
[2] Los Espíritus de la Destrucción (Keres) a veces son nombradas theoi. Son seres indiferenciados que simbolizan ciertos males que atormentan al ser humano, como la vejez, la muerte o la enfermedad, entre otros.

1 de julio de 2014

Deidades menores en la Grecia antigua: Hades, Hestia y Hécate

Hades y Cerbero. Museo Arqueológico de Creta.

Hades, hijo de Cronos, es el rey de los fallecidos y una encarnación del inframundo, pues en el reparto del Universo con sus hermanos Zeus y Poseidón, le tocó la región más sombría. Quizá por este mismo hecho no es una personalidad sobre la que abunden mitos y rituales. Destacable es su inclusión en los mitos de Deméter y Perséfone así como en los misterios de Eleusis. Aunque una deidad temida, no es un representante del mal. Algunos de sus epítetos denotan, de hecho, un carácter eufemísticamente agradable: Eubouleus, esto es, buen consejero, atribución que le asocia con Zeus, o Polyxenos, hospitalario con todos. Su ubicación espacial se encontraba en el Occidente, al final del río Océano, el lugar en donde habitaban las almas de los muertos en un perenne estado de languidez y monotonía[1].
Hestia, hija de Cronos y Rea y, en consecuencia, hermana de Zeus, era la diosa del hogar y tenía como símbolo el fuego sacro, que debe arder continuamente para garantizar la pervivencia de aquellos que se ubican bajo su protección. Es una diosa, por tanto, que centra el culto del hogar, que se puede vislumbrar en tres niveles en función de los grados de asociación humana de la antigua Grecia: la casa, el oikos, la ciudad, la polis (la llama permanecía en el templo de Hestia o el Pritaneo, sede de la política urbana, de ahí sus epítetos Boulaia, Prytaneia, Tamia, protectora del tesoro público), y la nación (cuyo fuego era el que ardía sin parar en el santuario de Delfos). Su paralelo romano fue Vesta.
Hécate fue una diosa originaria de Asia menor, concretamente de Caria. Aunque  desconocida por Homero, Hesíodo le dedica un himno en la que la considera una deidad que domina cielo, mar y tierra[2]. Era una divinidad de las encrucijadas (Enodia) y la diosa protectora de las puertas (Propylaia). Se la consideraba protectora de marinos y guerreros, así como del ganado. En algunos santuarios era invocada como Epiphane y Soteira, diosa salvadora y protectora de la ciudad. Tardíamente se asimiló a Ártemis y se la asoció con la esfera nocturna, momento en el que adquirió una función apotropaica y se le identificó, así mismo, con la luna, asumiendo rasgos eminentemente ctónicos. Es por este motivo que aparece representada con una antorcha y una lámpara. Asume la función de hechicera, maga[3], diosa de los cementerios y las sombras, y se le sacrifican, en consecuencia, perros.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Escuela de Letras, UCAB


[1] Las almas no tienen conciencia ni fuerzas para acometer acción alguna y, por lo tanto, su existencia es sin esperanza. La verdadera, y auténtica vida, es, en definitiva, la que se disfruta estando vivos.
[2] Hija de Perses y Asteria y hermana, en consecuencia, de Leto.
[3] En este sentido portaba epítetos como la negra o la del ámbito subterráneo, tal y como se muestra en algunas tablillas de defixión sobre las tumbas. La operación de la defixio supone la inscripción en planchas de plomo de fórmulas de maleficio cuyo destinatario era una determinada persona, a la que se aludía con una serie de datos allí especificados. Tácito (Anales, II, 69), menciona un caso de esta índole relacionado con Germánico.