12 de marzo de 2021

Ciudades del mundo antiguo (II): urbes del Próximo Oriente Asiático e Irán





Imágenes (de arriba hacia abajo): panorámica de los restos de Biblos, con las huellas de un templo fenicio en primer término; ruinas del asentamiento de Qumram; relieve que muestra la campaña del rey asirio Asurbanipal y el saqueo de Susa en 647 a.e.c.; vestigios del palacio real aqueménida en la ciudad de Susa; y fachada de El Tesoro, en Petra (Jordania).

En esta segunda entrega se hará un acercamiento a Jericó, Biblos, Beirut, Jerusalén, Meggido, Qumram y Petra, todas ellas en el espacio del Levante del Próximo Oriente de Asia, y a Susa y Persépolis, ambas en la región iraní. 

Jericó, Ariha en árabe y Yériho en hebreo (que significa luna, y por ello evoca a una diosa lunar), es una antigua ciudad en Cisjordania, en Palestina, próxima al río Jordán y cerca del mar Muerto. Posee una historia de más de diez milenios. Se trata de la ciudad cananea citada en la Biblia, cuyos muros cayeron ante el sonido de las trompetas del ejército de Josué, el sucesor de Moisés. En este libro sacro se le llama Ciudad de las Palmeras.

Aunque el recinto había sido excavado previamente a mediados del siglo XIX por el militar, ingeniero y arqueólogo Charles Warren, sería la arqueóloga británica Kathleen Kenyon en los años 50, quien encontraría hasta 23 estratos de civilización y habitación. Sus primeros habitantes, del período protoneolítico de la cultura natufiense, habitaban viviendas semienterradas de forma circular. A ese período siguió el neolítico Precerámico A o Sultaniense. Más tarde, en el IV milenio se constata su conexión con grupos sirios.

Si bien durante siglos Jericó estuvo deshabitada, en la octava centuria a.e.c., se documenta como una ciudad amplia que será destruida cuando Babilonia conquiste el Reino de Judá, dos siglos después. Luego sería un centro administrativo de la provincia de Judá bajo control persa, siendo después parte del imperio Seléucida, momento en que Jericó es fortificado para enfrentar la revuelta de los macabeos. Tras la caída de Jerusalén ante los romanos de Tito, Jericó no será más que un diminuta guarnición romana. Con el cristianismo en época bizantina, la ciudad volvió a poblarse y revivió a base de construcciones religiosas (monasterios y sinagogas) hasta la conquista musulmana del siglo VII.

Biblos, originalmente Gubla (según las Cartas de Amarna), la Gubal cananea, y también Ciudad de la Colina, Jebail y Gibello, es una antigua ciudad costera del norte de Líbano. En origen una ciudad cananeo-fenicia, tuvo gran relevancia en los milenios III y II por su decidida vocación comercial, sobre todo con Egipto, de donde importaba papiro, y por su privilegiada posición estratégica.

Fue el francés Pierre Montet quien hizo excavaciones destacadas en Biblos en los años 20 del pasado siglo, descubriendo el sarcófago del rey Ahirám I, además de una serie de estelas e inscripciones votivas. Biblos fue una de las tres urbes fenicias que controlaron el comercio en el Mediterráneo oriental, al lado de Tiro, urbe del dios Melkart, y Sidón, ciudad de la realeza. Sus orígenes se remontan al VI milenio, estando englobada en la región de los emitas cananeos. Según la tradición habría sido fundada por el dios El. Destacaba por sus templos dedicados a Baal Shamin y a la Señora de la Ciudad, así como por sus murallas. La ciudad estaría gobernada por reyes que recibirían el apoyo de un Consejo asesor (Señores de la Ciudad o Consejo de Ancianos).

En el III milenio se convierte en el principal imperio comercial próximo-oriental, contando con una gran flota de naves mercantes y de transportes. Por su posición geográfica obtuvo una relevancia estratégica notable, ya que en ella confluían rutas comerciales del Mediterráneo y el interior, incluyendo Mesopotamia y Anatolia, además de Egipto. Los grandes imperios (acadio, asirio, hitita), vieron Biblos como una fuente de suministros durante la Edad del Bronce (sobre todo metales, tintes y maderas). La ciudad sería ocupada por los amorreos hacia 2200 a.e.c., que pusieron fin a las dinastías cananeas, mientras que hacia 1750 los hicsos arrasarían la ciudad, pasando a reconocer la soberanía egipcia en tiempos de Tutmosis III.

Sufrió el acoso de los Pueblos del Mar, pero se recuperó gracias al comercio de las maderas (pino, cedro, encina). De Egipto traería papiro, soporte ideal de la escritura; recuérdese que es Biblos el lugar de nacimiento del alfabeto. Tales relaciones cuentan con una excepcional fuente, el Relato de Wenamún, denominado Papiro Pushkin. Finalmente eclipsada por Tiro, en el siglo VI cayó en manos persas, aunque conservó su autonomía, para unos siglos después quedar en poder de Alejandro Magno.

Beirut es la antigua Berut, lo cual alude a pozos de agua; en árabe Bayruth y también Berytus, tras ser controlada por Roma. Esta antigua ciudad es hoy capital de la República de Líbano; una de las arcaicas ciudades que han estado ininterrumpidamente habitadas (como Alepo, Susa, Biblos o Luxor, por ejemplo). Se constata presencia humana asentada hacia 3000 a.e.c. Se la menciona por vez primera en las Cartas de Amarna. A mediados del siglo II a.e.c. cae en manos seléucidas, sufriendo una remodelación helenística que le cambia el nombre a Laodicea. Un siglo después adquiere el rango de colonia, con el nombre de Iulia Augusta Berytus, destacando sobremanera por su escuela de derecho, en la que sobresale Ulpiano, originario de la ciudad. Conquistada por los árabes en el primer tercio del siglo VII, se vio superada como centro comercial por la famosa Akkra o San Juan de Acre.

Jerusalén, del hebreo Yerushalaim, es una antigua ciudad ubicada en los montes de Judea. Es llamada la Ciudad de la Paz, lugar sacro para cristianos, judíos y fieles del Islam, que cuenta hoy con algo más de 800.000 habitantes. Los asentamientos históricos más antiguos se remontan al V milenio. Habitada inicialmente por los Jebuseos en el calcolítico, no contaba con murallas y era un núcleo bastante pequeño. Pero más tarde llegaron las tribus hebreas nómadas a Canaán, hacia 1290 a.e.c., comenzando el núcleo a adquirir mucha relevancia.

De acuerdo a la tradición, sería la capital del Reino de Israel y del de Judá, así como del posterior reino franco jerosolimitano. Los escritos más antiguos que la mencionan son los Textos de Execración, del siglo XIX a.e.c., que mencionan una Joshlamen, así como las Cartas de Amarna, que hablan de Urusalem. La tradición, de nuevo, dice que fue fundada por los ancestros de Abraham, aunque es probable que lo haya sido en realidad por un pueblo semítico occidental. Siempre según la tradición, el rey David, se la conquistaría a los Jebuseos, llamándola Ir David. Su hijo Salomón construiría el templo y extendería los límites de la ciudad.

Tras ser capital del Reino de Judá, estuvo dominada por asirios, babilonios y los persas del Ciro II. Después del paso inevitable de Alejandro, el Magno, quedó en poder ptolemaico y poco después bajo control seléucida (fines del siglo II a.e.c.). Con posterioridad será capital del Reino de los Asmoneos, hasta la conquista romana, autoridad que acabará instalando al conocido rey Herodes I el Grande en el poder. Tras la toma de la ciudad por Tito, el emperador Adriano será el encargado de reconstruirla como una ciudad plenamente romana, con el nombre Aelia Capitolina.

Meggido era una antigua ciudad ubicada en el llamado Camino del Mar (Via Maris). Llegó a ser un relevante enclave comercial y estratégico. Su situación estratégica es ilustrada en el relato de una batalla que aparece en el Templo de Amón en Karnak, donde se explica cómo el faraón, a la sazón Tutmosis III, conquistó Meggido en 1479 a.e.c. Sus restos arqueológicos datan de, al menos, mediado el IV milenio a.e.c.

El yacimiento de Meggido presenta varios estratos que suponen la presencia de unas catorce ciudades o épocas de ocupación. Tales restos revelan que la ciudad fue también un centro religioso, pues ha aparecido un gran altar circular y tres templos de planta rectangular. No debe pasarse por alto que la tradición señalaba que al final de los tiempos los ejércitos de Satán se enfrentarían en el Harmaguedón (de Har Meggido, Monte Meggido).

La ciudad, que estuvo amurallada durante unos dos milenios fue, asimismo, una de las ciudades imperiales del rey Salomón (reina entre 965 y 928 a.e.c.). En la época de este soberano se construyeron varios palacios. Lo que se conoce como Establos de Salomón, tal vez almacenes, cuarteles militares o mercados, son edificaciones destacadas, así como un pozo de abastecimiento de agua, con una sala-depósito, que quizá fuese parte de un sistema de conducción de aguas de época del rey Omri o Acab, y un gran silo, datado en el siglo VIII a.e.c., cubierto por un techo abovedado. La decadencia de la ciudad coincidiría con la época en la que el faraón Necao mató al rey Josías. Ya a fines del período persa (desde fines del siglo VI al 332 a.e.c.), la ciudad quedó finalmente en ruinas.

El sitio de Qumran, en el desierto de Judea, aparece relacionado, tradicionalmente, con la célebre secta judía de los Esenios. Sin embargo, se ha apuntado que el lugar fue una parada de caravanas que abastecía a los viajeros que se desplazaban por la “ruta de la sal”, que discurría entre Jerusalén, Arabia y la región de lo que hoy es Somalia, así como una villa de invierno de ciertos acaudalados jerosolimitanos. Incluso se ha dicho que fue una fortaleza militar. Es muy probable, no obstante, que Qumran sea la Ciudad de la Sal, una de las seis ciudades del desierto de Judea que menciona Josué.

Habitada por primera vez en época israelita, como una fortaleza en el desierto, quedó abandonada al caer el reino de Judá. A partir del siglo II a.e.c. el lugar estuvo siempre habitado. Las datación arqueológicas, en cualquier caso, apoyan la idea de que la ciudad era centro de una sociedad comunal, aunque no hay evidencia directa entre los esenios y el lugar, y es muy escasa entre los esenios y el grupo que se describe en los manuscritos del Mar Muerto. Autores como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y Plinio el Viejo han comentado que los esenios conformaban unos cuatro mil individuos en toda el área de Palestina, que vivían en casas comunales y que su afiliación se restringía solamente a los varones.

Los famosos manuscritos fueron escondidos en diversas cuevas de Qumran entre los años 68 y 70 por los habitantes del sitio. Lo remoto del Qumran proporcionaba un sitio adecuado para refugiarse y un lugar ideal para la custodia de tales manuscritos. La ciudad contaba con edificios comunales en los que aparecieron recipientes de arcilla como platos, jarras, bandejas, vasos y tinajas, que pudieron usarse en el servicio de comidas comunitarias. También había un magnífico sistema de suministro de agua, con varios canales que distribuían el líquido en varias cisternas. Al lado del asentamiento, se halló un cementerio con más de un millar de tumbas dispuestas en hileras. Los difuntos, tendidos de espalda, orientan su cabeza hacia el sur. En las tumbas excavadas solamente se han hallado restos de hombres (mujeres y niños han aparecido en las afueras del cementerio).

Petra, llamada Raqmu en árabe nabateo, fue una antigua ciudad en Jordania, capital de los nabateos, cuyo prestigio se forjaría gracias a las rutas comerciales de caravanas, lo cual propiciaría que tanto gobernantes como mercaderes enriquecidos construyesen admirables edificaciones excavadas en la roca (entre las que destacan la Fachada del Tesoro, el Monasterio o el Templo de los Leones Alados). La arquitectura tallada en la piedra corresponde, mayormente, a las tumbas de los ricos comerciantes, de nobles y monarcas. Sin embargo, en la ciudad destacan también palacios, viviendas, templos, almacenes, talleres y espacios públicos.

A pesar de su ubicación geográfica, en un laberinto de cañones horadados en la roca, la ciudad estuvo siempre abierta al establecimiento de extranjeros. El origen de la riqueza de Petra estuvo en el comercio caravanero, sobre todo de especias, seda, marfil, incienso y objetos suntuarios, pues en ella confluían varias rutas, desde donde se distribuían productos hacia Alejandría, Jerusalén, Damasco o Apamea. Las fuentes literarias, caso del Periplo del Mar Eritreo y de Plinio el Viejo, detallan las tasas a las que estaban sujetas las mercancías que atravesaban el reino nabateo. No obstante, la ciudad fue también un centro religioso y político-cultural destacado.

Ha habido, desde el Neolítico, asentamientos sedentarios en la región, como demuestra el yacimiento de Beidha, datado entre 10000 y 6000 a.e.c. En cualquier caso, el establecimiento más arcaico en Petra se fecha en la Edad de Hierro. La ciudad fue fundada a fines del siglo VIII a. C. por los edomitas, para ser ocupada en el VI a.e.c. por los nabateos, nómadas árabes, que provocan el desplazamiento de los edomitas hasta Hebrón. La ciudad pudo tener una extensión de unos diez kilómetros cuadrados un par de siglos después, aunque su periodo de esplendor, tal vez con unos 25000 habitantes, se produjo mediado el siglo I.

Fuentes como Diodoro Sículo, Estrabón o Flavio Josefo, constatan la existencia de una familia real a mediados del siglo II a.e.c. Aretas I es considerado tradicionalmente el primer rey nabateo. Aretas III, por su parte, será capaz de extender el reino hasta Damasco. Entre 64 y 63 a.e.c., los territorios nabateos fueron conquistados por Pompeyo y anexados al Imperio romano, aunque Petra obtuvo una cierta autonomía. Con Trajano, Bosra se convierte en la capital de la provincia romana de Arabia, aunque Petra no pierde relevancia. Adriano, a principios del siglo II le da el nombre de Petra Hadriana.

La apertura de las rutas marítimas en época romana asestaría un golpe mortal a Petra. La modificación de las rutas comerciales y algunos terremotos provocaron que los habitantes la abandonasen en el siglo VI, durante el período bizantino.  Los dibujos de los arqueólogos franceses León de Laborde y Louis Mauricio Linant de Bellefonds en 1828 serán los que establezcan los fundamentos del mito nabateo. Unos años después, vinieron las primeras misiones arqueológicas, como la de Jules Bertou, la de Edward Robinson o la de la asirióloga Austen Henry Layard. Sin embargo, no va a ser hasta 1924 cuando comiencen las verdaderas excavaciones científicas en el lugar.

Susa es una ciudad iraní, cerca de los montes Zagros, cuya primera impronta se data en el Neolítico, pero cuyo protagonismo principal corresponde al período protoelamita, centrado en la Edad del Bronce. Aparece documentada en textos sumerios y es mencionada en escritos hebreos y bíblicos. El asentamiento puede remontarse al séptimo milenio a.e.c., si bien los primeros indicios de organización urbana se producen en el V milenio. Sustituiría a asentamientos como Choga Bonut o Chogha Mish. Hacia 4300 a.e.c., la ciudad tendría una extensión en torno a las 17 o 18 ha.

En su primera fase sus dos grandes asentamientos serían la Apadana y la Acrópolis. De esta etapa únicamente quedan vestigios cerámicos de carácter funerario. En su segunda fase, que alcanza el 3000 a.e.c., la ciudad recibe la influencia mesopotámica de localidades como Uruk, que propiciaría la escritura y la arquitectura en la ciudad. La fase III, que alcanza el 2700 a.e.c. sería la etapa protoelamita. En esta época las tablillas anuncian la presencia de un Estado que será el fundamento del Reino de Elam, de la que será capital.

La ciudad tendrá período de autonomía con otros de sumisión a los sumerios y luego a los acadios del gran Sargón. A finales del primer milenio, de la mano de Kutik-Inshushinnak,  y hasta mediado el siglo VII a.e.c., Susa será el centro neurálgico del reino de Elam. Hacia 1400 se produce el momento de apogeo, cuando se funda un centro religioso próximo a la capital, de nombre Choga Zanbil. A mediados del siglo VII a.e.c., Elam cae bajo dominio asirio a manos de Asurbanipal, pero pocos años después pasa a manos persas aqueménidas, que convierten a Susa en su capital (con Ciro el Grande, Cambises II y Darío I). Conquistada por Alejandro Magno se mantiene como ciudad-estado griega hasta la presencia parta, cuando de nuevo Susa adquiere relevancia, ahora como capital al lado de Ctesifonte.

Después de ser destruida por los árabes y mongoles en los siglos siguientes, la ciudad desaparece de la historia hasta el siglo XIX. Serán arqueólogos británicos (Henry Rawlison, Layard, William Loftus) y franceses (Auguste Dieulafoy, y De Mecquenem y Jean Perrot, ya en siglo XX), los primeros en escavar el yacimiento en ese siglo. Hoy, la nueva Susa se llama Shush, una población relativamente pequeña de poco más de setenta mil habitantes. 

Persépolis o Parsa, fue una rica capital imperial persa de la época aqueménida, concebida como nueva capital por Darío I, con la idea de impresionar a los súbditos del Gran Rey en el momento en que le ofrecieran tributos o le homenajearan. Mucho tiempo después de su construcción se la asoció al gran rey mítico iraní, ğamšid, recibiendo el nombre de Taxt-e ğamšid, Trono de ğamšid, en tanto que en la Edad Media se denominó sad stun, Las Cien Columnas. Su construcción se empezó entre 518 y 516 a.e.c. en el centro de la región de Fars, no muy lejos de Shiraz, manteniendo la actividad durante dos siglos.

El objetivo que se buscaba con la ciudad era mostrar la unidad en la diversidad del imperio aqueménida, mostrar la grandeza del imperio y, sobre todo, justificar la legitimación del poder regio. Persépolis era en realidad un masivo complejo palaciego, ulteriormente ampliado por Jerjes I y Artajerjes I. Las capitales administrativas aqueménidas eran Susa, Babilonia y Ecbatana, de forma que la ciudadela de Persépolis desempeñaba la función de capital ceremonial, lugar de celebración de las fiestas de Año Nuevo. Erigida en una región bastante montañosa y remota, se trataba de una residencia real apenas visitada en los meses primaverales. La zona de edificación parece coincidir con una ciudad identificada con Uvādaicaya, de la cual hablan algunas tablillas babilonias, presentándola como un activo centro urbano que mantenía relaciones comerciales con Babilonia.

La ciudad fue conquistada y en parte destruida por Alejandro Magno en 331 a.e.c., convirtiéndose en la capital de Persis, una provincia del Imperio macedónico. Poco a poco, la ciudad entró en declive ya durante el reino seléucida. Muchos siglos después, tras la revolución iraní, el ayatolá Sadeq Jaljalí, con intención de erradicar las referencias culturales al período pre islámico y a la monarquía, quiso arrasar Persépolis, pero las movilizaciones de los habitantes de Shiraz, por suerte, lo impidieron.

Las primeras excavaciones arqueológicas del sitio se llevaron a cabo a finales del siglo XIX, dirigidas por Motamed Farhad Mirza, gobernador de Fars, en las que se descubrió parte del Palacio de las cien columnas. Poco después, trabajaron en Persépolis Charles Chipiez y Georges Perrot. En el primer tercio del siglo XX, se llevaron a cabo excavaciones por parte Ernst Herzfeld y Erich Friedrich Schmidt, del Instituto Oriental de Chicago. En los años 40, André Godard y el iraní A. Sami, prosiguieron las excavaciones gracias al Servicio Arqueológico Iraní. Además del Palacio de las Cien Columnas, la Puerta de Todas las Naciones, flanqueada por toros alados (lamassu) y la sala de audiencias de Persépolis, esto es, el Apadana, con una doble escalinata, son restos arquitectónicos de especial relevancia de esta especial ciudad.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, marzo, 2021.

 

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